HYPEREPHANIA = ORGULHO — SOBERBA — ALTIVEZ — ARROGÂNCIA
E dizia: O que sai do homem isso contamina o homem. Porque do interior do coração dos homens saem os maus pensamentos, os adultérios, as prostituições, os homicídios, Os furtos, a avareza, as maldades, o engano, a dissolução, a inveja, a blasfêmia, a ===soberba=== (hyperephania), a loucura. Todos estes males procedem de dentro e contaminam o homem. (Mc 7:20-23)
CITAÇÕES DOS PADRES (em nosso site francês)
COMPÊNDIO DE TEOLOGIA ASCÉTICA: ORGULHO
Jean-Claude Larchet: O ORGULHO
El orgullo (hyperephania) está muy próximo a la kenodoxia, a tal punto que muchos Padres no juzgan útil estudiar por separado estas dos pasiones; así estudian sólo siete pasiones genéricas en lugar de ocho. En efecto, si se considera el orden de las pasiones desde el punto de vista del combate y del progreso ascético, estas van de las pasiones más groseras a las más sutiles y más difíciles de vencer y, entonces, el orgullo aparece después de la vanagloria. Encarado bajo este ángulo, se presenta como la cumbre o el producto de ésta en su más alto grado de desarrollo. S. Juan Clímaco también escribe que «no hay ninguna diferencia entre estas dos pasiones, sino la que se encuentra entre un niño y un hombre, entre el grano y el pan. Porque la cenodoxia es el comienzo del orgullo y el orgullo es el fin y la consumación de la cenodoxia». De un cierto grado de cenodoxia, nace inevitablemente el orgullo: «El crecimiento de la primera se transforma en el origen de la segunda», subraya s. Juan Casiano. Y s. Juan de Gaza observa lo mismo: «si la cenodoxia aumenta, sobreviene el orgullo». S. Juan Clímaco hace notar por otra parte que, nadie después de haber vencido la vanagloria conserva todavía el orgullo.
Sin embargo, desde otro punto de vista, menos definido por la práctica ascética, y que considera las pasiones según su grado de gravedad, yendo desde las más originarias y fundamentales a las que derivan de éstas, el orgullo aparece como la primera de todas las pasiones, engendrando en primer lugar la cenodoxia y manteniendo por esta razón con ella, lazos privilegiados y estrechos.
El orgullo destruye la paz interior, y sumerge al hombre en un estado de turbación permanente. Tanto más cuanto que el hombre, frente a sus semejantes, alcanza casi siempre un efecto contrario del que esperaba: en lugar de consideración, a menudo recoge desprecio y sarcasmos. «Sucede al que está poseído por esta pasión, todo lo contrario de lo que desea», observa s. Juan Crisóstomo. «Él tiene elevados sentimientos de sí mismo. Quiere ser honrado por todos; al contrario es despreciado por todos, (…) Tiene a todos los hombres por enemigos, no tiene nadie que lo aguante».
El temor de ver contestada y mal parada la imagen agraciada que tiene de sí mismo, puede además hacerlo desconfiado, susceptible, sensible y hacer nacer y desarrollar en él el sentimiento de que es perseguido, y perturbar también de esta manera las relaciones con su prójimo. Esta susceptibilidad lo impulsa cada vez más a mostrarse agresivo en revancha frente a los que lo critican o que supone que lo hacen.
El orgullo no sólo es origen frecuente de conflictos con los demás, sino además, la causa que los mantiene e impide que se vuelvan a armonizar las relaciones perturbadas. Cuando no impide al hombre que reconozca sus males en sí mismo, el orgullo lo retiene para que no los confiese públicamente y pida perdón al que ha sido lastimado. Esta actitud se manifiesta por otra parte tanto frente a Dios como frente al prójimo: el orgullo — subrayan los Padres — lleva al hombre a no ver sus pecados, a olvidarlos y, por lo tanto a guardarlos, perpetuando así el estado de separación con Dios. El orgulloso, en revancha, no olvida las ofensas recibidas, y nutre en su corazón un rencor que infunde en su alma una turbación dolorosa y malsana.
Jean-Yves Leloup
Pode levar a uma tal ruptura com o real como aquela dos estado esquizoides. Os filósofos falam de hybris ou de desmedida ou descomedimento, como causa de todos os males.
Frithjof Schuon: O ESOTERISMO COMO PRINCÍPIO Y COMO VIA — SINCERIDADE
Quanto ao orgulho, foi muito bem definido por Boécio: “Todos os outros vícios fogem de Deus; apenas o orgulho levanta-se contra Ele.” E por Santo Agostinho: “Os outros vícios ligam-se ao mal, para que ele se realize; apenas o orgulho liga-se ao bem, a fim de que ele deixe de existir.” Quando Deus está ausente, o orgulho preenche necessariamente o vazio; ele não pode deixar de surgir na alma quando nada se refere ao Bem Soberano. Certamente, as virtudes dos mundanos, ou as dos descrentes, têm seu valor relativo e indireto, mas a mesma coisa é verdadeira, em seu próprio nível, em relação às qualidades físicas. Apenas as qualidades valorizadas pela Verdade e pelo Caminho contribuem para a salvação da alma; nenhuma virtude afastada desses fundamentos tem poder salvador, e isso prova a relatividade e a influência indireta das virtudes puramente naturais. O homem espiritual não se sente proprietário de suas virtudes; ele renuncia aos vícios e se extingue — ativa e passivamente — nas Virtudes divinas, as Virtudes em si. A Virtude é o que é.
PÉROLAS DO PEREGRINO
No fundo de todos os vícios (kakia) se encontra o orgulho; a virtude (arete) é essencialmente a consciência da natureza das coisas, que põe o ego em seu justo lugar.
Quando Deus está ausente, o orgulho preenche o vazio.