Epifania

LITURGIA — EPIFANIA
VIDE: NATAL; APARIÇÕES


Também dentro do Tempo da Natividade celebra-se a Epifania do Senhor (dia seis de janeiro). Segundo São Tiago de Voragine (dominicano italiano autor da Legenda Dourada), a palavra Epifania é o resultado de epi “sobre” e fanos “aparição”, nome atribuído a esta festa para significar que uma nova Estrela apareceu no alto do céu e que através Dela Jesus Cristo se manifestou como verdadeiro Deus aos Magos. Este seria o verdadeiro caráter e objeto da festa na qual os Reis fazem uma tríplice oferenda a tríplice natureza do Recém Nascido:

“Estas três cores (o azul do céu, o ouro, e o vermelho) escreve E.H. em um artigo sobre os Tarôs referindo-se às cores de suas cartas, também designam as três substâncias que os três magos vindos do Oriente ofereceram ao Deus-menino em sua manjedoura: o ouro para o corpo, o incenso para o Espírito e a Mirra para o Sentido que une o Espírito com o corpo” (Revista Le Fil d’Ariadne”, n. 8).

Para chegar ao Menino foi necessário que a Estrela guia-se os Reis: “Vimos sua estrela no Oriente e viemos adorá-lo”, cantam o Aleluia e a Comunhão na Missa.

Segue-se à Epifania seis domingos depois dos quais começa a segunda parte do ano litúrgico com o tempo da Septuagésima (vide Liturgia). E. Durán. Notas sobre a Liturgia. La Puerta — Sobre o Esoterismo Cristão


Doze dias após o Natal, a Festa da Epifania, da Manifestação da Glória de Cristo, comemora três eventos, — a Adoração dos Magos, o Batismo de Cristo por João Batista e o primeiro milagre — a transformação da água em vinho nas Bodas de Caná. Estes três eventos todos têm que ver com o princípio “do poder e da glória”, pois a transformação da água em vinho é o princípio das obras de poder, o Batismo com a descida do Espírito Santo é o começo do ministério de Cristo, e o tributo do Magos é o começo do “reino que não terá fim”. (Alan Watts — Mito e Ritual da Cristandade)

Levanta-te, resplandece, porque vem a tua luz, e a glória do SENHOR vai nascendo sobre ti; Porque eis que as trevas cobriram a terra, e a escuridão os povos; mas sobre ti o SENHOR virá surgindo, e a sua glória se verá sobre ti. E os gentios caminharão à tua luz, e os reis ao resplendor que te nasceu. Levanta em redor os teus olhos, e vê; todos estes já se ajuntaram, e vêm a ti; teus filhos virão de longe, e tuas filhas serão criadas ao teu lado. Então o verás, e serás iluminado, e o teu coração estremecerá e se alargará; porque a abundância do mar se tornará a ti, e as riquezas dos gentios virão a ti. A multidão de camelos te cobrirá, os dromedários de Midiã e Efá; todos virão de Sabá; ouro e incenso trarão, e publicarão os louvores do SENHOR. (Isa 60:1-6)


PERENIALISTAS
Ananda Coomaraswamy
Por consiguiente, nos ha sido posible rastrear, no solo la continuidad y universalidad de la noción de la actividad divina concebida como un tipo de juego y divertimiento, sino también reconocer en el «juego» de una llama tremolante o de una luz vibrante el símbolo adecuado de esta epifanía del Espíritu. METAFÍSICA: Lîlâ
La concepción de un Fuego transcendente y universal, del que nuestros fuegos son solo pálidos reflejos, sobrevive en las palabras «empíreo» y «éter»; esta última palabra deriva de aitho, «encender» (sánscrito indh) e, incidentalmente, no carece de interés que «el tigre incandescente» de Blake recuerda el aithones theres de los griegos, que se referían así al caballo, al león y al águila; el Rig Veda (II.34.5) habla de «vacas flamígeras (indhanvan = aithon)». Para Esquilo, Zeus estin aither (Fr. 65A; cf. Virgilio, Geórgicas II.325); en el Antiguo Testamento (Deuteronomio 4:24) y para San Pablo (Hebreos 12:29), Noster Deus ignis (pur) consumens est; y la epifanía del Espíritu es como «lenguas de fuego» (Hechos 2:3, 4). Agni (ignis, Fuego) es uno de los principales y quizás el primero de los nombres de Dios en el Rig Veda. Indra es «metafísicamente Indha» (aithon), un «Encendedor», pues «enciende» (inddha) los Soplos o Spiraciones (prânâh, Shatapatha Brâhmana VI.1.1.2). El Cisne solar (hamsa), «viendo al cual uno ve el Todo», es un «Fuego deslumbrante» (tejas-endham, Maitri Upanishad VI.35), y de él se habla como «flamígero» (lelâyati, Brhadâranyaka Upanishad IV.3.7), igual que las lenguas de Agni (lalâyamânâh en Mundaka Upanishad I.2.4). El Buddha, que puede considerarse como un tipo humanizado de Agni o Indrâgnî, es «un maestro consumado del elemento de fuego» (tejo-dhâtum-kusalo,Vinaya-Pítaka I.25) que puede asumir a voluntad, y es representado iconográficamente no solo como un Árbol sino también como un Pilar de Fuego. El Maestro Eckhart puede hablar también del «cielo inmutable, llamado fuego o el empíreo» y decir que el néctar (die züezekeit = ambrosía, amrta, «miel», «agua de la vida») está negado a todos aquellos que no alcanzan «esa ígnea inteligencia celestial». METAFÍSICA: MEDIDAS DE FUEGO

Abade Stephane
No se trata solamente aquí de los diversos modos posibles de la Revelación, no siendo el modo histórico más que uno particular, adaptado al «momento cósmico», sino que se trata de la Revelación esencial de Dios a si mismo, que es el Prototipo supremo de todos los modos de «revelaciones» posibles; cuando Dios se revela a un mundo particular como el nuestro, él se reviste, de alguna manera, de un «velo», con el fin de que este mundo no quede «aniquilado» por la «fulguración» súbita de la Gloria divina, como debe serlo el Día del Juicio. Las diversas «teofanías» del Antiguo Testamento y la del Nuevo Testamento, que es la manifestación del «servidor de YHVH», del «Hijo del Hombre», del «Mesías sufriente», ponen claramente en relieve la diferencia entre estas «teofanías» veladas y la de «el fin de los tiempos» donde el mismo «Hijo del Hombre» aparecerá en su Gloria (Mateo XXIV, 30). Pero esta última teofanía no es todavía más que la de «el fin de un mundo», si bien que en definitiva todas estas «epifanías» son solamente determinaciones particulares, y por eso mismo símbolos, de la Epifanía Suprema, de la Teofanía de las teofanías, que es la Revelación esencial de Dios a si mismo. EL SENTIDO DE LA VIDA
El Logos, surgido del Silencio, se sitúa, al nivel ontológico de la Epifanía, del Símbolo, del Icono. Como consecuencia de ello, él es el Mediador que conduce a la Hipóstasis, a la «Comunión del Padre». Así, la Palabra nacida del Silencio no puede mas que volver al Silencio y conducir al Silencio: la teología mística es necesariamente apofática. El «muy teárquico Jesús» (san Dionisio) suspendido en el interior del triple círculo de las esferas celestes y sosteniéndose por su propia potencia, está en medio de los Angeles de los Arcángeles que han sido «creados en el Silencio» (Ver Paul EVDOKIMOV, L´Amour fou de Dieu, p. 38.). El es el silencio «hipostasiado», «arquetipificado», del cual el silencio del claustro o el del desierto, no es más que un reflejo lejano. Ocurre lo mismo con la Paz, con el Vacío, con la Soledad. Pero por lo mismo que el «muy teárquico Jesús» está en el centro del Pleroma, figurado por la Sinaxis de los Angeles, su Soledad es una Plenitud (Es el estado de Muni; cf. R. GUÉNON, EL HOMBRE Y SU DEVENIR SEGÚN EL VEDANTA, cap XXIV.) comparable a el «enstasis» de las tres Hipóstasis divinas, al «Vuelo del Solitario hacia el Solitario» (Plotinio, Eneadas VI, 9-11). SILENCIO Y EXISTENCIA