Corpo de Barro

HUMANOCORPO DE BARRO
VIDE: Adama, , Barro

Antonio Orbe
Excertos de “Antropologia de San Ireneo”

San Ireneo es un exponente significativo de la posición extrema derecha. Dios — según él (Epid. 11) — recogió los elementos más puros y sutiles de la tierra. Mas no por eso en otra extraña, sino en la ruda y árida. El cuerpo de Adán al salir de las manos de Dios era tan visible y carnal como el nuestro.

Ireneo discurre sin dar beligerencia a la exégesis gnóstica.

La índole crasa del cuerpo humano, su condición más humilde, fue positivamente fijada por Dios Padre. Su aparición como substrato primero del anthropos le corresponde a sólo El, no al Verbo ni a Sofía. En la economía humana, representa el arranque incontrovertible, impuesto por el Padre, como el extremo de la relación Hombre — Dios que la gobierna.

E igual que corresponde a sólo el Padre la causalidad más alta de la Salud — la efusión de la Vida eterna — , a sólo El le toca la creación primera de la materia (carnal) humana.

Entre ambos extremos se moverá toda la economía, desde la primera plasis del hombre hasta la última anaplasis, mediante la actividad de sus dos manos.

Para Orígenes, la primera y verdadera Tierra es la de Gen 1,1, y no la árida de Gen 1,10: de aquélla tomó el Padre para el hombre llamado a la Salvación.

Según los valentinianos, la Tierra por excelencia era el Espíritu Santo (= Sophia), Madre de los espirituales: materia ‘sui generis’, divina, de que tomó el Salvador — Demiurgo primero — para sacar hombres físicamente destinados a la Salud.

En la postura de Orígenes y de los gnósticos se advierte el fondo soteriológico, con evidente prejuicio contra lo carnal.

Para San Ireneo, la única verdadera Tierra es la visible y material en que hoy vivimos, sólo cualitativamente renovada en la consumación para los tiempos del reino y aun para el día definitivo. También el Santo descubre su pensamiento soteriológico, diametralmente contrario al gnóstico y origeniano. El hombre ha de venir de la tierra sensible para lograr la Salud en cuerpo de barro, uniendo en sí los dos extremos de tierra y cielo, carne y espíritu, hombre y Dios.