ISIDORO DE SEVILHA — ETIMOLOGIAS
(Etimologías, San Isidoro de Sevilla, Tomo I, pág. 639, Editorial Católica, S.A., B.A.C.)
1. — Se dice que el Espíritu Santo es Dios porque procede del Padre y del Hijo, y posee su misma sustancia, ya que del Padre no pudo proceder nada que no fuese el mismo Padre.
2. — Se le llama Espíritu, en cuanto que, al estar espirado, va referido a algo; y al espirar, está siendo inspirado por el espíritu; y de ahí que Espíritu sea su nombre. En cierto sentido se le dice Espíritu Santo, en cuanto que está referido al Padre y al Hijo, porque es Espíritu de ambos.
3. — Pues este nombre de Espíritu no va simplemente referido a una cosa, sino que toma su nombre en consonancia con una determinada naturaleza.
4. — Y así, en las Sagradas Escrituras se da el nombre de Espíritu a toda naturaleza incorpórea, por lo que esta denominación no sólo es privativa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino que es perfectamente aplicable a toda criatura racional, así como al alma.
5. — Ahora bien, el Espíritu de Dios es denominado “Santo”, porque es la santidad del Padre y del Hijo. Dado que el Padre es espíritu y también es espíritu el Hijo; y que santo es el Padre y santo es igualmente el Hijo, es lógico que el Espíritu Santo reciba tal nombre siendo, como es, la santidad coesencial y consustancial de ambos.
6. — Sin embargo, no se dice que el Espíritu Santo sea “engendrado”, con el fin de que no parezca que en la Trinidad hay dos Hijos. Del mismo modo no se le califica de “ingénito”, para que no se crea que existen dos Padres en la Trinidad.
7. — En cambio, se dice “que procede”, de acuerdo con el testimonio del Señor, que se expresa en estos términos: “Tengo aún muchas cosas que deciros, pero no podéis escucharlas ahora. Sin embargo, vendrá el Espíritu de la verdad, que procede del Padre y las ha oído de mí: El os indicará todas las cosas” (Jn 16, 12). Y no procede únicamente por su naturaleza, sino que está procediendo siempre y sin interrupción para llevar a cabo las obras de la Trinidad.
8. — La diferencia existente entre el “nacimiento” del Hijo y la “procedencia” del Espíritu Santo consiste en que el Hijo nace de una sola persona, mientras que el Espíritu Santo procede de dos (v. Lei de Três). Por eso dice el Apóstol: “El que no posee el Espíritu de Cristo, no es de él” (Rom 8 ,9).
9. — Al Espíritu Santo, por su obra, se le da también el nombre de Ângel. De él se dice: “Y os anunciará lo que ha de suceder) (Jn 16, 13). Precisamente “ángel”, término griego, se traduce en latín por “mensajero”. De ahí que a Loth se le aparecieran dos ángeles, en los que se representa precisamente al Señor en cuanto que en ellos se ve al Hijo y al Espíritu Santo, pero no al Padre, por cuanto que en ningún lugar se lee que éste sea enviado.
10. — El Espíritu Santo recibe el nombre de Paráclito, por su consuelo: paráklesis se traduce en latín por “consuelo”. Cristo lo envió a los apóstoles sumidos en la tristeza después que desapareció de su vista al ascender al cielo.
11. — Es enviado a los tristes como consuelo, de acuerdo con aquella promesa del Señor mismo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5,5). También dijo: “Entonces llorarán los hijos del esposo, cuando el esposo les haya sido arrebatado” (Mt 9, 15).
12. — Asimismo se le llama Paráclito, porque proporciona consuelo a las almas que pierden el gozo temporal. Hay, empero, quienes traducen el término “paráclito”, en latín, como “orador” o “abogado”. En efecto: el Espíritu Santo habla; él es quien enseña; por él se concede la sabiduría; él inspiró las Sagradas Escrituras.
13. — Se le denomina también Espíritu Septiforme, debido a los dones que, particularmente los que son dignos de ellos, alcanzan la plenitud de su unidad. El es el Espíritu de la sabiduría y la inteligencia; el Espíritu del consejo y la fortaleza; el Espíritu de la ciencia y la piedad; el Espíritu del temor de Dios.
14. — En el salmo 50 se lee Espíritu principal; y debido a que en ese pasaje se repite tres veces la palabra Espíritu, hay quienes han pensado que se refiere a la Trinidad; porque también está escrito: “Dios es Espíritu” (Jn 4, 24). Ahora bien, dado que no es cuerpo, y, sin embargo, existe, la única posibilidad que hay es que sea espíritu. Algunos, como decimos, creen que allí se está haciendo referencia a la Trinidad: al Padre, en “Espíritu principal”; al Hijo en “Espíritu recto”; y al Espíritu Santo, en “Espíritu Santo”.
15. — Al Espíritu Santo se le llama Don, porque es dado. Es de todos conocido que el Señor Jesucristo cuando, después de su resurrección de entre los muertos, subió a los cielos, les envió el Espíritu Santo, llenos del cual, los creyentes hablaban las lenguas de todas las naciones (v. línguas de fogo).
16. — Es “don de Dios”, en cuanto se le considera como donado a quienes por medio de él aman a Dios. En cambio, considerado en sí mismo, es Dios; con relación a nosotros, es don; y eternamente el Espíritu Santo es un don que va distribuyendo a cada uno de nosotros, según quiere, los dones de la gracia.
17. — Y así concede el don de la profecía a quien quiere; y a quien quiere, perdona sus pecados, pues los pecados no se condonan sin el Espíritu Santo.
18. — Con toda justicia, el Espíritu Santo recibe el nombre de Caridad, pues está unido íntimamente a las dos personas de las que procede y muestra una unidad con ellas; y actúa en nosotros para que permanezcamos en Dios, y él en nosotros.
19. — De ahí que. entre los dones, ninguno resulta mayor que la caridad, como tampoco hay mayor don de Dios que el Espíritu Santo.
20. — Se le denomina también Gracia, porque se nos concede no por nuestros méritos, sino gratuitamente, por la voluntad divina; de ahí su nombre de “gracia”. Del mismo modo que al Verbo único de Dios lo llamamos “sabiduría”, a pesar de que tanto el Espíritu Santo como el propio Padre son también sabiduría, así el Espíritu Santo recibe de manera especial el nombre de “Caridad”, a pesar de que también el Padre y el Hijo son caridad.
21. — En los libros evangélicos se declara expresamente que el Espíritu Santo es Dedo de Dios. Así, uno de los evangelistas dice: “Expulso los demonios en el Dedo de Dios” (Lc 11, 20). Y otro dice así refiriéndose a lo mismo: “Expulso los demonios en el Espíritu de Dios” (Mt 12, 28). Con el “Dedo de Dios” fue escrita la Ley, entregada cincuenta días después de la muerte del cordero; a los cincuenta días de la pasión de nuestro Señor Jesucristo vino el Espíritu Santo.
22. — Se le llama “Dedo de Dios” para poner de manifiesto el poder de actuación que posee junto con el Padre y el Hijo. Por eso dice Pablo: “Todas estas cosas las realiza un único y mismo Espíritu, repartiendo entre cada uno lo que le parece” (1 Cor 12, 11). Del mismo modo que por el bautismo morimos y renacemos en Cristo, así somos marcados por el Espíritu, porque es “Dedo de Dios” y señal espiritual. Escrito está que el Espíritu Santo descendió en forma de paloma, para poner de relieve su naturaleza por medio de un ave que es todo simplicidad e inocencia. De ahí que dijera el Señor: “Sed sencillos como palomas” (Mt 9, 16). Esta ave, en su cuerpo, carece de hiél y solamente tiene inocencia y amor.
23. — Al Espíritu Santo también se lo conoce con el nombre de Fuego, por contarse en los Hechos de los Apóstoles que apareció bajo formas de lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos.
24. — Por ello se concedió a los apóstoles la gracia de diversas lenguas, para hacerlos idóneos para la predicación de los pueblos fieles.
25. — Se recuerda expresamente que se posó sobre cada uno de ellos, para que se comprenda que no se dividió entre muchos, sino que se mantuvo entero en cada uno de ellos, como suele suceder con el fuego.
26. — Pues es tal la naturaleza del fuego, que cuantos a él se aproximan, cuantos contemplan su “crin de purpúreo esplendor”, a todos ellos alcanza la claridad de su luz, a todos ellos proporciona el beneficio de su favor, mientras que él continúa manteniendo plenamente su integridad.
27. — El Espíritu Santo recibe en el Evangelio el nombre de Agua, en palabras del Señor, que dice: “Si alguno tiene sed, que se acerque a mí y beba. El que en mí crea, ríos de agua viva fluirán de su vientre” (Jn 7,38). El evangelista expone a continuación el motivo de estas palabras, y añade: “Esto lo decía por el Espíritu que habrían de recibir quienes creyeran en él”.
28. — Pero una cosa es el agua del sacramento y otra el agua que simboliza el Espíritu de Dios: el agua del sacramento es visible, en tanto que la del Espíritu es invisible. Aquélla lava el cuerpo y representa con ello lo que sucede en el alma; en cambio, por el Espíritu Santo, es el alma misma la que se limpia y vigoriza.
29. — El Espíritu Santo recibe también el nombre de Unción, según testimonia el apóstol Juan, porque del mismo modo que el óleo, por su peso natural sobrenada en todo líquido, así en el principio, el Espíritu Santo estaba por encima de las aguas. Así leemos que el Señor fue ungido con el óleo de la alegría, es decir, con el Espíritu Santo.
30. — El propio apóstol Juan llama “unción” al Espíritu Santo cuando dice: “Que permanezca en vosotros la unción que de él habéis recibido; no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, ya que su unción os instruirá sobre todas las cosas” (1 Jn 2, 27). El Espíritu Santo es, pues, unción invisible.