Inmaculada

Sin duda la «síntesis» entre los dogmas como la Inmaculada Concepción, la Maternidad divina, la Virginidad perfecta y perpetua y la Asunción de María, supone una exposición metafísica preliminar, pero el dogma debe de ser suficiente para la inteligencia clarificada por la Fe y purificada por la Gracia: santa Bernadette y santa Teresa de Lisieux nunca han hecho metafísica. 14 Abbé Henri Stéphane: EL MISTERIO DE LA VIRGEN MARÍA

Uno a veces se asombra al constatar las paradojas que se presentan en relación con la Virgen; por una parte, la Iglesia le concede oficialmente un lugar considerable en su liturgia y existe toda una «literatura» religiosa que se consagra a ella; por el contrario, en la teología dogmática, la «mariología» ocupa un lugar ínfimo, mientras que existe una «cristología» fundada en los escritos de San Pablo y sólidamente estructurada gracias a una metafísica de origen griego. Otra paradoja: los fieles manifiestan «colectivamente» formas de devoción marial importantes y numerosas (cofradías, legiones, peregrinaciones, etc.) justificadas por lo demás por apariciones o milagros reconocidos oficialmente por la Iglesia, pero por el contrario, en el orden individual, muchos fieles parecen manifestar con relación a la Virgen una indiferencia y una incomprensión sorprendentes, ya que no saben como situarla en su devoción personal, mientras que grandes santos como San Bernardo y tantos otros, le han otorgado un lugar eminente. Se puede además añadir que los Protestantes la han rechazado por completo y que los ortodoxos le dan un lugar importante en su liturgia y en su iconografía, pero le niegan ciertos privilegios como la Inmaculada Concepción. 45 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

¿Cómo se puede remediar este estado de cosas? ¿Cómo llegar a estructurar sólidamente una dogmática de la Virgen susceptible de proporcionar al mismo tiempo una base indiscutible a la espiritualidad tanto colectiva como individual? ¿Cómo hacer comprender, por ejemplo, que la Iglesia divinamente inspirada haya utilizado los textos de la Sabiduría para componer la liturgia marial, que haya definido los dogmas como a Inmaculada Concepción y la Asunción, que haya puesto en labios de sus fieles una oración «angélica» como el Ave María, recomiende el rosario, etc.? 47 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Esta «estructura» de la Divinidad, si se puede hablar así, considerada bajo su doble aspecto de «Infinito» y de «Posibilidad universal», debe reflejarse en todos los niveles de la existencia universal que no es, por decirlo así, más que «la apariencia exterior» de la Divinidad. Así, todo ser manifestado, en la medida en que se sitúa en un cierto nivel de existencia (el ser humano por ejemplo), no es más que la apariencia o la manifestación exterior de «su posibilidad principial» –su arquetipo eterno– en Dios. El conjunto de todos los «arquetipos», cuya «totalidad», constituye la Posibilidad universal, representa a nivel de la Divinidad o de lo no-manifestado una «concepción» de la divina Esencia, concepción puramente principial, no manifestada e indiferenciada, que es propiamente el misterio de la Inmaculada Concepción en su intelección más elevada. 57 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

En esta perspectiva, todo el misterio el mal consiste en la ilusión separativa, o en la separatividad aparente, en virtud de la cual el ser manifestado en un cierto grado de existencia olvida de algún modo su arquetipo eterno o su propia posibilidad principial, y por ello mismo se toma por algo autónomo, por un «en-sí», poniendo un límite, por otra parte ilusorio, al Infinito divino. Aquí reside el misterio del «pecado original», del que todos los demás no son sino consecuencias particulares; se trata, por tanto, de un «pecado de origen», es decir, de una salida ilusoria (oriri) del Principio, y, por consiguiente, de un «pecado de naturaleza» que afecta necesariamente al mundo manifestado como tal, en cualquier grado que se lo considere, salvo a la Virgen que se identifica con la Posibilidad universal en su Inmaculada Concepción, y que está exenta del pecado original. 59 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Como consecuencia, reencontrar su arquetipo eterno, identificarse con su propia posibilidad principial, o con su propia realidad esencial in divinis, es realizar en sí el misterio de la Virgen. Lo que constituye en efecto la Omniposibilidad universal, en tanto que «concepción» de la Divinidad, es su exención de todas las determinaciones o limitaciones que constituyen el mundo manifestado como tal en todos los grados o niveles de la existencia. Estas limitaciones deben pues ser negadas o destruidas para que el Ser –o los seres– vuelvan a encontrar o realicen la pureza, la belleza, la bondad, la pobreza que son las cualidades principiales de la Virgen en su indiferenciación primordial, o en su Inmaculada Concepción. 61 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

En este plano, se puede hablar aún de la Inmaculada Concepción o de la virginidad de la sustancia primordial enteramente sometida al principio activo y aplicarle, por transposición, la expresión evangélica: Ecce Ancilla Domini [NA: «He aquí la sierva del Señor», respuesta de la Virgen al ángel de la Anunciación]. 65 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

La recitación de las palabras del Ave María produce y realiza en el alma las «cualidades» de la Sustancia primordial y el «contenido» del misterio de la Encarnación: Ave María – Al saludar a María, el alma reconoce la misteriosa belleza de la sustancia primordial y de sus diversas «cualidades», es decir, se identifica misteriosamente con lo que nunca ha dejado de ser eternamente en Dios, si no es por la «ilusión separativa» de la «caída». — Gratia Plena – La Sustancia primordial no debe sus «cualidades» más que a esta «gracia» que hace de ella la Inmaculada Concepción. — Dominus Tecum – El Verbo está constantemente en comunicación con la sustancia, que, sin él, no tendría realidad alguna. — Benedicta tu in mulieribus – Entre todas las sustancias «microcósmicas», la sustancia universal es llamada buena, bella, etc. — Et benedictus fructus ventris tui, Jesus – Jesús que es la Bendición y que, según las apariencias, nace de la Virgen, es llamado «ser bendito»; sin embargo, no es el Verbo eterno quien en realidad nace de la sustancia, sino ésta, y con ella todas las sustancias «separadas» las que mueren en el Verbo y resucitan en él: es el misterio de la Asunción de María. 81 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Este simbolismo tradicional no parecerá hermético más que a aquellos –¡desgraciadamente numerosos!– que están embrutecidos por la cultura profana, pero las almas simples lo comprenden inmediatamente. Así, que la Sangre de Cristo sea a la vez creadora y redentora no tiene nada de extraño para aquel que sabe que la Creación y la redención son dos aspectos complementarios de la Obra del Verbo divino. La Virgen ella misma es a la vez una criatura –lo cual evocan las gotas de sangre transformadas en rosas– y la «co-redentora», –lo cual es evocado por la Rosa, aquí el cáliz de la flor recibiendo la Sangre divina– pero ella es también la criatura redimida por la sangre de Cristo, como lo enseña el dogma de la Inmaculada Concepción; en fin señalemos una representación en la que las cinco llagas de Cristo están figuradas por cinco rosas, lo cual religa la Pasión y la Resurrección, y muestra, como lo decíamos al comienzo, que la Rosa no debe de estar separada de la Cruz. 121 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario

Las «Hipóstasis descendentes» aparecen así como los grados de la Realidad (principial), o como determinaciones de lo Absoluto en lo relativo, pero siempre in divinis, lo cual les confiere el carácter «ilusorio» de Mâyâ, ya que es in divinis como Mâyâ debe de ser «concebida» (la Inmaculada Concepción). Mâyâ es entonces el “Juego” de Dios consigo mismo, y se identifica así con la Sabiduría: «YHVH [NA: Tetragrama sagrado del Nombre inefable de Dios. Los judíos dicen «Adonai» (mi Señor) cuando leen la Biblia. La vocalización Jehovah es antigua, pero la de las Biblias modernas (Yaweh o Yavé) no tiene ningún sentido.] me ha poseído desde el comienzo de sus caminos, antes de sus obras más antiguas. Yo fui fundada en la eternidad (…) Yo era su obra, gozándome cada día, y jugando sin cesar en su presencia» (Libro de los Proverbios VIII, 22-31). Es por lo tanto Ananda, la Beatitud, el Amor: «Yo soy el océano de Infinita Felicidad, y es en mi que, al aliento caprichoso de Mâyâ, se elevan o se apaciguan todas las olas del universo» [NA: Viveka-cuda-mani, de Shankara, editorial OBELISCO.] 214 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

El Verbo se encarna en la Virgen –anima mundi, Substancia universal, Inmaculada Concepción– bajo la acción del Espíritu. «El Alma del mundo» es así reintegrada en la Unidad; ella es «asumida» por el Espíritu; es la Asunción de la Virgen. Así debe suceder en el alma del hombre cuando ha llegado a ser «virgen». 342 Abbé Henri Stéphane: ALQUIMIA DE LA ORACIÓN

D. ¿Cómo puede el Espíritu Santo realizar esa obra en el alma que no está todavía purificada para que su operación verdadera, la Encarnación del Verbo, pueda realizarse ahí a continuación? — M. Esta cuestión es absurda. No hay más que una operación del Espíritu Santo, pero se puede dialécticamente distinguir dos aspectos o dos fases: una fase de purificación y una fase de transfiguración, pero estas dos fases no son distintas más que desde nuestro punto de vista; en la realidad Una, el Verbo no cesa de encarnarse en la Virgen, el Intelecto no cesa de transfigurar la Substancia: María es Inmaculada en su Concepción, su Virginidad es eterna, su Asunción está fuera del tiempo. 373 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

Finalmente en un estadio superior, todo discernimiento queda sobrepasado: estamos en el nivel de la No-Dualidad, de la Esencia divina que «comprende» todas las cosas a título de posibilidades «no existentes» o más bien «no manifestadas todavía», y que no se manifiestan más que en los estados inferiores. Estas posibilidades «no existentes» son por lo tanto «puras relaciones» con la Esencia divina que, ella, es sin relación con cualquier cosa diferente, ya que este otro no existe; la relación es, si se quiere, unilateral. Vistas en el Intelecto divino (el Verbo) complementario de la Esencia con la cual el Intelecto se identifica como el Conocimiento del Ser, las posibilidades todavía no existentes toman el nombre de «arquetipos»; apareciendo estos como «concepciones divinas», si bien que su conjunto es el de los «puros posibles» (Los «puros posibles» no se manifiestan; son «posibilidades de no-manifestación».) constituyen la Posibilidad Universal, que no es otra que la Inmaculada Concepción –o la Omni-Potencia divina (Shakti). 609 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA

Añadamos que esta idea de Receptáculo o de Espejo aparece claramente en la teología católica a propósito de la Theotokos, Espejo de Justicia, Sede de la Sabiduría, Concepción Inmaculada, Receptáculo del Verbo. Hemos hablado suficientemente de ello en otros tratados. 633 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA

La expresión dogmática de esta verdad aparece netamente en el Misterio de la Inmaculada Concepción: la Virgen es una pura relación con Dios, ya que ella no tiene realidad más que por la Encarnación del Verbo. Decir «Yo soy la Inmaculada Concepción» equivale a decir: «Yo soy una pura relación en Dios». Es a este nivel «ontológico» donde se sitúa la verdadera Virginidad, y todas las disertaciones morales sobre la pureza o la castidad no son más que sombras en comparación con la verdadera esencia de la Virginidad. Que el alma humana, purificando sus facultades mentales o síquicas por la «Docta ignorancia», se esfuerce en contemplar su propia virginidad, en el estado de pura relación con respecto a Dios, realizando su esencia verdadera: «Yo soy la Inmaculada Concepción». 792 Abbé Henri Stéphane: DE LA IGNORANCIA

ilusión………………..17

D. Pero entonces ¿Cómo el alma caída de su condición primordial puede recobrar su virginidad intemporal? — M. Es necesario que el alma escape de la ilusión egocéntrica o «separativa». El ascetismo debe mortificar las pasiones; la Fe o la Gnosis debe purificar su inteligencia; la Esperanza o el Recuerdo de Dios debe purificar la memoria; la Caridad y las Virtudes espirituales deben purificar su voluntad. Todo esto es obra del Espíritu Santo. 375 Abbé Henri Stéphane: DIALOGO SOBRE LA ORACIÓN

Después de la caída, el hombre camina en las tinieblas, en la mentira, en el error, en la desorientación, en la dispersión; el mundo está bajo el imperio de Satán, Príncipe de las Tinieblas y de la Mentira. El hombre vive en la ilusión de su propia realidad y olvida que su verdadera realidad reside en Dios, en ese Verbo «en quién todo ha sido hecho». Porque Dios es el Ser Total fuera del cual no hay nada: el Todo es inmanente en cada una de las partes, sin lo cual el Todo no sería el Todo, puesto que estaría limitado por una de las partes. Así, la parte no se distingue que según un modo ilusorio del Todo al cual ella pertenece. A partir de eso, conferirle una realidad propia, verlo independientemente del Todo que la contiene, mirarla como una «cosa en si» es la ilusión de las ilusiones, el error, la perdida, la mentira, las tinieblas. Después de la caída, la inteligencia del hombre, privada de la Luz, vive en esa ilusión, se detiene en las apariencias de las cosas, se deja atrapar en la red de sus propios límites y de los límites de las cosas, y no ve más en las cosas y en si mismo la Unica Realidad del Todo, fuera del cual la realidad de las cosas no es más que ilusoria. 483 Abbé Henri Stéphane: DIOS ES LUZ

A esta cuestión, hay que responder si y no. Si se considera la vida en el sentido habitual de la palabra, es decir este conjunto de actividades humanas de las que somos conscientes, hay que responder que no. En efecto, este conjunto de actividades conscientes no desemboca en nada, puesto que todo se termina con la muerte, y el hecho de transmitir la vida a nuestros descendientes, que mueren a su vez tras haberla transmitido a otros, no cambia nada de la situación. Todo esto se desenvuelve indefinidamente y sin objetivo, en el «plano «horizontal»; los cambios «internos» susceptibles de producirse en el interior de este «circulo» en el curso de la historia pueden dar a los ingenuos la ilusión de un progreso o de una evolución. En realidad, el círculo está cerrado y no se puede salir de él más que siguiendo la «vertical». 599 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA

Perdidos por la circunferencia de la «rueda cósmica», nosotros hemos perdido nuestro Centro, hemos olvidados quienes somos. Nuestros juicios de «valor» sobre nosotros mismo o sobre los demás están no tienen fundamento porque ignoramos Quienes son ellos y Quienes somos nosotros. Soñamos que somos Un tal o Un cual, confundiendo nuestro «Si-mismo Inmortal» con la sucesión indefinida de nuestros estados de consciencia. Fabricamos teorías científicas o filosóficas que no son más que hipótesis laboriosas fundadas sobre generalizaciones estadísticas: creemos que el Sol se levantará mañana, porque hasta el presente siempre se ha levantado. Pero, ¿qué impide a Dios aniquilar el mundo en un instante? Nos divertimos en contar los barrotes de nuestra prisión existencial en lugar de intentar salir de ella. Algunos desesperados creen que saldrán de ella por la muerte, pero es eso todavía una ilusión ya que tras la muerte encontrarán otro mundo, otra prisión. Sin embargo la muerte corporal es un símbolo de la muerte verdadera, la muerte mística, por la cual nosotros escapamos finalmente a todos los mundos posibles para «resucitar con Cristo». Si, entonces, meditamos sobre la muerte, en el sentido habitual de la palabra, hay que tomar la precaución de transponer el asunto como se acaba de decir: «Aquel que pierde su vida, la encontrará» (Mateo XVI, 25); «Morir antes de que os muráis» (Formula atribuida al Profeta. Cf. Angélus Silesius «stirb ehe du stirbist», en A. K. COOMARASWAMY, Hinduismo y Budismo.). 675 Abbé Henri Stéphane: LOS CONDENADOS DE LA TIERRA

En el plano humano, es por lo tanto una imposibilidad y un absurdo el querer amar al prójimo como a si mismo. La caridad es un misterio, no es un altruismo. Es por lo tanto imposible que un individuo humano tenga la caridad de la que aquí se trata hacia otro individuo humano, ya que la ilusión altruista esta al mismo nivel que la ilusión egocéntrica. Un progresista no comprenderá nunca esto, o dejará de ser progresista. 726 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

«Amar al prójimo como a si mismo», es realizar el misterium caritatis; es decir realizar en él y en mi esta transparencia del alma que permita a la Luz increada dispersar las tinieblas de la ilusión egocéntrica y altruista. Ya no hay más ni «yo» ni «tu», sino El, el Paráclito, el Consolador, el Amor increado, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, único Principio de Unidad capaz de disolver los «nudos» del ego, y de romper los límites de la individualidad: «esta divina Persona como espirando de su espiración divina, eleva y dispone el alma de una manera muy elevada a espirar ella misma en Dios la misma espiración de amor que el Padre espira en el Hijo y el Hijo en el Padre, y que es el mismo Espíritu Santo que ellos espiran en ella en esta transformación». Es a este nivel de la Unión transformante donde se sitúa el misterium caritatis. Toda la caridad de aquí abajo no es más que la sombra de ello, o todo lo más el símbolo. 732 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

No hay peor ilusión que la ciencia, la filosofía, el arte y la literatura profanos: es ahí donde reside la ignorancia verdadera, puesto que una seudo-sabiduría tiende a substituir a la Sabiduría Verdadera (1 Cor. I, 19). Por que esta es también «Ignorancia», No-saber, Apofatismo. Se le llama la «Docta Ignorancia», y la ignorancia del iletrado es, de alguna manera, su reflejo diríamos natural; el falso-saber del filósofo profano es, por el contrario, su contraparte satánica o luciferína. 784 Abbé Henri Stéphane: DE LA IGNORANCIA

En el retorno de la multiplicidad a la Unidad no es la multiplicidad de los egos individuales como tales lo que retorna al Principio, sino los «fragmentos» de la Divinidad dispersos en los seres, y no es sino por la «muerte» de dichos egos que la Deidad desmembrada es restaurada en su integridad y su plenitud primeras. Así, la multiplicidad de los seres se presenta bajo dos aspectos recíprocamente inversos: en el sentido de la «caída», del «pecado» o del «mal», lo que se manifiesta es la «separatividad», con la ignorancia de nuestro verdadero Sí y la ilusión egoísta o altruísta; en el sentido del retorno a la Unidad, la multiplicidad de los seres aparece por el contrario como liberada de todas las limitaciones individuales que les separan, para constituir una «multiplicidad integral» o «unificada», una realidad «única», un Pléroma unido a la Deidad de una manera inefable, más allá de toda dualidad y de toda distinción. Es desde esta perspectiva que puede considerarse la «reintegración» de todo en el Uno como un matrimonio sagrado, como la unión mística de la Esposa y el Esposo. Este matrimonio sagrado se basa en una doble Muerte o en un Sacrificio doble: la Muerte y la Deidad, previamente dispersa en sus hijos, y la muerte de los egos individuales en el retorno a la Unidad. Tal es, tanto como pueda ser susceptible de analizar, el misterio del Amor y de la Muerte. 874 Abbé Henri Stéphane: CONSIDERACIONES SOBRE LA MISA

No hay motivo para refutar el transformismo más que cualquier otra teoría del mismo género, ya que participa necesariamente de la ilusión cósmica y de la vanidad de la ciencia profana, pero se puede utilizarlo como ilustración de los principios universales que vamos a recordar. 982 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

Cuanto más analiza, más estrecha los eslabones de lo que él llama “evolución”, más crece su ignorancia y se cierra en la ilusión de su “sistema”. Hacer derivar al hombre de una serie de seres inferiores y finalmente de algún “átomo primitivo” – o cualquier otra teoría del mismo género – es una parodia y una falsificación de la “ontogénesis” tradicional: el hipotético “átomo primitivo” no es más que una parodia de la “Substancia primordial” (Prakriti); la “filogénesis” no es más que una parodia del “encadenamiento causal” que religa entre ellos los diferentes estados del ser, cuyo lazo es “Purusha”, y cuya “permanente actualidad” excluye toda evolución. Esto no es finalmente más que un “punto de vista” elaborada por un mental ignorante, a partir de datos empíricos proporcionados por el aspecto negativo del Cosmos, por medio de una hipótesis gratuita, una especie de “juicio sintético a priori” o de síntesis artificial, propiamente “luciferina”. 996 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

La dificultad que presenta esta cuestión se debe evidentemente a una imperfección de nuestro espíritu y, como siempre, a la imperfección del lenguaje que es la expresión de nuestro pensamiento. Hay sin embargo aquí un obstáculo especial, una ilusión “sui generis”, que vamos a intentar precisar. Es relativamente fácil, para un hombre normal y sano de espíritu, el concebir a Dios como, por ejemplo, el “Esse per se subsistens” (el Ser subsistente por si mismo), el Acto Puro, el Infinito, lo Incondicionado, etc. Además el hombre toma consciencia, de una manera inmediata, de su existencia y de la de el mundo que le rodea. La dificultad mayor es entonces la de la relación entre el universo y Dios, es decir precisamente el “problema” de la creación. De hecho estos dos “problemas”, el de Dios y el de la creación, están conectados. Si uno se hace de Dios una idea falsa o insuficiente, uno estará tentado de deificar el universo y de desembocar así en una u otra de las formas de panteísmo, y el concepto de creación no tendrá evidentemente ningún lugar en un sistema tal. Pero puede ocurrir que se tenga de Dios una idea exacta pero, por así decirlo, “ineficaz”, y que uno esté en una especie de impotencia para concebir la relación del universo con Dios: no se “ve” la relación de lo finito – o de lo indefinido – y de lo Infinito, del tiempo y de la eternidad, de lo contingente y de lo necesario; parece que el espíritu humano carece entonces de una dimensión conceptual, de una “calidad contemplativa” que le permita pasar del plano horizontal, en el que se despliega el universo, al plano “vertical” en el que se sitúa realmente la Causa del Mundo. Esta incapacidad es casi congénita en todos los “cientifistas”, positivistas o humanistas, y finalmente materialistas del mundo moderno. Armados de procedimientos de investigación de la ciencia, del telescopio o del microscopio electrónico, buscan, conscientemente o no, la causa del mundo en el mundo, a menos que, reducidos al estado de “sabios” o de “coleccionistas”, no se contenten con buscar el “como” de los fenómenos o de clasificarlos en un fichero de biblioteca. El agnóstico del mundo moderno es un impotente condenado a poner etiquetas sobre los hechos, o a tejer sobre los datos de sus observaciones una red de ecuaciones diferenciales que no explicarán nunca nada, pero que permitirán eventualmente construir frigoríficos o aviones a reacción. 1008 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

Podemos ahora precisar lo que hemos llamado al comienzo de este artículo la ilusión “sui generis” concerniente a la creación: esa ilusión consiste esencialmente en imaginarse que se ha explicado el “origen del mundo” cuando se han establecido entre las cosas de aquí abajo, relaciones temporales o un encadenamiento pseudo-causal remontando, sin salir del plano horizontal, hasta una “monada” o un “átomo” primitivo cualquiera, sea como sea la manera como se imagine todo esto. La consecuencia desastrosa de esta fantasmagoría es, al menos para una gran parte de los “intelectualmente débiles”, la expulsión pura y simple del Creador. Se debe señalar a propósito de esto la conexión entre el concepto de creación, entendido correctamente, y las “pruebas de la existencia de Dios” tal como son desarrolladas por la filosofía escolástica. Los dos argumentos se implican mútuamente: la prueba de Dios por la contingencia de lo creado implica la dependencia “vertical” y “actual”, extra-temporal e incondicionada del cosmos vis-a-vis de su Causa ontológica, a falta de lo cual se desemboca todo lo más en una concepción “demiurgica” de la formación de las cosas y de la Divinidad misma. Es necesario a la vez concebir a la Causa Primera como absolutamente transcendente a sus efectos, y a estos en dependencia “total” y “actual” con relación a ella; de ahí resultan la importancia y la necesidad de una concepción exacta de la creación bajo pena de falsear igualmente la del Creador, de ahí la obligación de mostrar la futilidad y la nocividad de esos productos de sustitución como el evolucionismo. 1016 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN