Erigena. Metafísica da época carolígia
6. El mundo inorgánico
La debilidad natural de toda filosofía fundamental organológica radica en la inclusión de lo me¿ánico dentro de su imagen viva del mundo. Erígena estuvo a punto varias veces de aniquilar lo mecánico con su omnipotente dialéctica, por •ejemplo, cuando podía todavía seguir considerando como vida lo corpóreo inferior a la vida vegetativa, que, sin embargo, comparada con la vida sensitiva apenas es ya vida, o cuando enseña la disolución del cuerpo en el espíritu al final de los tiempos, o cuando declara que la tierra es la solidez de las formas sustanciales. Pero quedábale todavía después el nuevo cielo y la nueva tierra de los últimos tiempos y el fuego eterno, el cuerpo etéreo de los bienaventurados y el cuerpo aéreo de los demonios, puntos importantes de su escatología que tanto recuerda el Crepúsculo de los dioses. Por esto, Erígena buscó los fundamentos permanentes e inconmutables de los cuatro elementos. Estos son las cualidades de lo caliente y seco, de donde procede visiblemente el elemento empírico del fuego, como el aire procede de las cualidades de calor y humedad, el agua del frío y humedad, y la tierra del frío y sequedad. El quantum tiene, pues, que sustentar las cualidades. Pero, ante todo, deben preceder los accidentes de espacio y tiempo, pues todo es contemplado en el espacio, omne intelligitur in loco, y con la visión espacial está unida necesariamente, como en la teoría de la relatividad, la visión temporal, omnino coin-telligitur tempus. Así el ser de todos los existentes es espacial y temporal (I, 41). El concursus de los accidentes forma, dum inter se coeuntes materiam iungunt, la materia como algo soluble y perecedero (I, 39). Mas para que surjan cuerpos determinados, tiene que agregarse todavía, como en la geometría la figura, en la física la forma qualitatis o estructura física, que se distingue claramente de la forma viva sustancial, lo que representa un avance considerable respecto de Aristóteles. Es exactamente lo que llamamos hoy en términos vitalistas la “estructura”-, ordo et dispositio partium in naturalibus rebus (1,53). De esta manera los accidentes no son ahora más que los effectus de la forma sustancial, que es activa, constante e inconmutable, de suerte que todo lo material queda reducido a la forma orgánica como efecto suyo. Así pues, el problema “materia-forma” se ha resuelto aquí, gracias a la ausencia de Aristóteles, de manera puramente dinámica.
Pero ¿qué organismo es la forma sustancial y el portador de la realidad externa del mundo? La naturaleza general humana sólo produce en cada caso en los individuos su propio cuerpo. ¿Cuál es el sujeto del cielo y de la tierra y de los elementos primitivos o cualidades que el organismo individual utiliza para su propia formación? La respuesta sólo puede ser ésta: el alma universal del Timeo de Platón, que Erígena trata, por otra parte, con notable repugnancia. Sólo un pasaje bíblico le trae la seguridad; aquél que según una lectura siria no dice “el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas”, sino “fovebat aquas”, incubaba las aguas. Evidentemente Erígena receló exponer públicamente la forma más crasa de su vitalismo, a saber, que el Espíritu Santo es el alma del mundo. Pero quizá al lado de su obra escrita se conservó alguna tradición secreta, pues en toda la Escuela de Chartres se designa abiertamente y como cosa evidente al Espíritu Santo alma del mundo, hasta que en 1210 fue condenada esta doctrina y prohibido Erígena.
Esta fue, justamente, la influencia de Erígena: su obra capital fue la obra clásica de la filosofía natural medieval hasta la aparición de la física aristotélica por los años de 1200. Erígena influyó como naturalista y como racionalista; a su obra había que ir a beber el conocimiento metafísico, físico y organológico de la naturaleza que buscaban cuantos no estaban conformes con la sencilla fe de la Iglesia. Sabían éstos que era un hereje y racionalista y que su espíritu era justamente la inversión del simbolismo religioso y espiritual, que utiliza todo lo terrestre como alusión a Dios, al paso que Erígena transforma todo lo religioso y empírico en racionalismo vitalista. Generalmente guardan, pues, silencio acerca de su fuente; por ello todavía hoy es el día en que la investigación escolástica está muy lejos de reconocer todos los empréstitos y adaptaciones más o menos profundos de este naturalismo por parte de Gerberto, la Escuela de Char-tres, Abelardo, Amalarico de Bene, David de Dinant, Simón de Tournay hasta llegar a Guillermo de Auvernia, como lo que realmente son, a saber, la verdadera base del racionalismo medieval y de la metafísica naturalista. Pero no hay duda que a Erígena corresponde la innegable gloria de ser el padre no de la Escolástica sino de la Antiescolástica, de la Ilustración medieval, más aún, de manera indirecta, pasando por Siger de Brabante y la Escuela de Padua, el padre de todo el racionalismo europeo.
TEXTOS
Johannis Scoti Erigenae de divisione naturae Hbri 5. C. B. Schlüter, Munster, 1838. —Edición completa por H. I. Floss, 1885; Migne, 122. — Nuevos hallazgos en Drásecke: I. S. E. und dessen Gewährsmänner, Leipzig, 1902. La exposición mejor, aunque todavía insuficiente, la de Johannes Huber: I. S. E., Munich, 1861.