O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 281-290
I, 281: Sus mandamientos no son penosos.
HOMBRE, si vives en Dios y mueres para tu voluntad,
nada te será tan fácil, como cumplir su mandamiento.
I, 282: En Dios, la mejor posición.
¿DE qué me vale que las estrellas matutinas alaben al Señor,
si no estoy por sobre ellas elevado a Él?.
I, 283: Dios es sobre-santo.
GRITAD, serafines, lo que de vosotros se lee:
yo sé que Dios, mi Dios, es aún más que santo.
I, 284: Hay que sobrepasar todo conocimiento.
LO que el querubín llega a conocer, no puede bastarme:
yo quiero volar por sobre él, adonde nada se conoce.
I, 285: Lo cognoscente debe volverse lo conocido.
EN Dios no se conoce nada: Él es un Uno Único.
Lo que se conoce en Él, debe serlo uno mismo.(Nota)
(Nota) así también el divino Ruysbroek: lo que contemplamos, lo somos, y lo que somos, lo contemplamos.
I, 286: Siempre más lejos.
MARÍA es de alto valor: pero yo puedo llegar más alto
de lo que trepó ella y toda la hueste de los santos.(Nota)
(Nota) Cristo es nuestro fin supremo.
I, 287: La belleza.
LA belleza es una luz: cuanto de luz más careces,
tanto más horrendo eres de alma y cuerpo.
I, 288: La belleza abandonada.
HOMBRES, aprended de las florecillas del prado,
cómo podéis agradar a Dios, y ser no obstante bellos. (a)
(a) Pues ellas no se preocupan de su belleza.
I, 289: Sin porqué.
LA rosa es sin porqué, florece porque florece,
no se cuida de sí misma, no pregunta si se la ve.1
I, 290: Deja que Dios provea.
¿QUIÉN engalana los lirios? ¿Quién nutre los narcisos?
¿Por qué entonces, cristiano, estás tan dedicado a ti?
NOTAS:
Sin porqué: »Ohne warumb«. L.G.: «Un terminus technicus de la mística especulativa dominicana medieval, especialmente de Meister Eckhart. El sonder waeromme ya se halla antes por cierto en los escritos de la cisterciense Beatrij van Nazareth (muerta en 1268). Presumiblemente, traduce ésta con él el incomparable ‹Amo quia amo, amo ut amem› (‹Amo porque amo, amo tan sólo para amar›), acuñado en el comentario del Cantar de los Cantares por Bernhard von Clairvaux…. La fórmula se convirtió en una determinación fundamental de toda la mística del medioevo.» ↩