Cuando decimos que Jesús es «verdadero Dios» y «verdadero Hombre», hay que evitar separar los dos términos como si él fuera primero uno y después el otro. Es porque él es verdadero Dios que es «verdadero hombre», es decir «el Hombre verdadero» y no «el hombre caído» que no es un «verdadero hombre» porque ha perdido «el estado primordial», edénico y andróginico [NA: El estado del Adán primordial en el jardín del Edén.], que el Segundo Adán [NA: Es decir el Cristo.] «que no es ni hombre ni mujer» viene a restaurar. Privado de hipóstasis [NA: La Substancia individual o la persona. En el vocabulario cristiano designa las Personas de la Santísima Trinidad.] humana –lo cual limitaría la naturaleza humana al nivel de la caída– la naturaleza humana en Jesús es asumida por la Hipóstasis del Verbo, y «dilatada» más allá de toda medida, en el sentido de la «amplitud» y de la «exaltación», el «verdadero hombre» y el «verdadero Dios» identificándose así con el «Hombre universal» [NA: Las palabras «amplitud», «exaltación» y «Hombre universal» se refieren al esoterismo musulmán.]. 148 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA ASUNCIÓN
Addendum: Podemos enfocar la cuestión de una manera un poco diferente recordando que el bautismo confiere la virtualidad del estado «primordial» o «edénico», es decir de la integralidad del estado humano, o también del «hombre perfecto». En una perspectiva tal, ningún hombre en el estado actual del mundo puede ser considerado como «verdaderamente hombre» y, desde este punto de vista, se podría creer que la distinción hecha más arriba entre aquellos que son verdaderamente «hombres» y aquellos que no lo son más que «accidentalmente» no es valida. En realidad, desde el punto de vista del estado edénico, la distinción en cuestión no se aplica, y se puede decir que no es verdaderamente «hombre» más que aquel que realiza este estado, verdadero «centro» del estado humano visto en su integralidad. Pero desde el punto de vista del estado actual del mundo, ella es plenamente valida en el sentido de que aquel que ha recibido la «virtualidad» del estado edénico es ya en potencia el «hombre verdadero», mientras que el hombre «sin religión» no tiene esa virtualidad en él; es por lo tanto «menos hombre» que el precedente, pero lo es al menos más que el animal o que la planta, puesto que tiene la posibilidad de recibir esta «virtualidad». 1190 Abbé Henri Stéphane: Algunas Consideraciones sobre los Estados Postumos