O tempo se completou para Elizabete, e ela deu à luz um filho. João é seu nome.
Brugger
1. «Para Isabel llegó el tiempo ( de su alumbramiento ) y dio a luz a un hijo. Su nombre es Juan. Entonces dijo la gente: ¿Qué maravilla llegará a ser este niño? Pues la mano de Dios está con él» ( Lucas 1, 57; 63; 66 ). En un escrito se dice: Éste es el don máximo, que somos hijos de Dios y que Él engendra en nosotros a su Hijo ( véase 1 Juan 3, 1 ). El alma que pretende ser hijo de Dios no debe alumbrar nada en sí, y en aquella en la que habrá de nacer el Hijo de Dios, no debe engendrarse nada más. La intención máxima de Dios consiste en engendrar. Nunca se contenta, a no ser que engendre en nosotros a su Hijo. El alma tampoco se da por satisfecha en manera alguna, si no nace en ella el Hijo de Dios. Y de ahí surge la gracia. Ahí se infunde ( la ) gracia. ( La ) gracia no obra; su devenir es su obra. Fluye desde el ser divino y fluye en el ser del alma, mas no en las potencias.
2. Cuando llegó el tiempo, nació ( la ) «gracia». ¿Cuándo es ( la ) plenitud del tiempo? Cuando ya no existe el tiempo. Cuando uno, en medio del tiempo, ha puesto su corazón en la eternidad y todas las cosas temporales han muerto en su fuero íntimo, entonces es la «plenitud del tiempo». Alguna vez dije: Quien se alegra en el tiempo, no se alegra todo el tiempo. Dice San Pablo: «¡Todo el tiempo alegraos en el Señor!» ( Filip. 4, 4 ). Quien se alegra por encima del tiempo y fuera del tiempo, éste se alegra todo el tiempo. Dice un escrito: Tres cosas le impiden al hombre que pueda reconocer a Dios de algún modo. La primera es ( el ) tiempo, la segunda ( la ) corporalidad, ( la ) tercera la multiplicidad. Mientras estas tres permanecen dentro de mí, Dios no se encuentra en mi interior ni opera verdaderamente en mi fuero íntimo. Dice San Agustín: Débese a la concupiscencia del alma el que quiera agarrar y poseer muchas cosas y por ello extiende la mano hacia el tiempo y la corporalidad y la multiplicidad y al hacerlo pierde justamente lo que posee. Pues, mientras hay en tu interior más y más ( cosas ), Dios no puede nunca morar ni obrar dentro de ti. Si Dios ha de entrar, esas cosas siempre deben ser expulsadas, a no ser que tú las poseas de forma mejor y más elevada ( en el sentido de ) que dentro de ti la multiplicidad se haya convertido en uno. Entonces, cuanto mayor sea la multiplicidad en tu fuero íntimo, tanta más unidad habrá, pues una cosa será trocada en la otra.
3. Alguna vez dije: ( La ) unidad une toda la multiplicidad, pero ( la ) multiplicidad no une ( la ) unidad. Si somos levantados por encima de todas las cosas, y si todo cuanto hay en nuestro interior se halla ( igualmente ) elevado, nada nos oprime. Lo que está por debajo de mí, no me oprime. Si yo tendiera con pureza hacia Dios, de modo que no hubiese nada por encima de mí a excepción de Dios, nada me resultaría pesado y yo no me afligiría tan rápidamente. Dice San Agustín: Señor, si me dirijo hacia ti, se me quitan cualquier molestia, pena y trabajo. Si hemos ido más allá del tiempo y de las cosas temporales, somos libres y siempre alegres, y entonces se da ( la ) plenitud del tiempo; entonces el Hijo de Dios nace en ti. Alguna vez dije: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo» ( Gal. 4, 4 ). Si nace en tu interior alguna cosa que no es el Hijo, no tienes el Espíritu Santo, y ( la ) gracia no opera dentro de ti. ( El ) origen del Espíritu Santo no puede emanar ni salir floreciendo de ningún lugar que no sea el Hijo. Allí donde el Padre engendra a su Hijo, le da todo cuanto posee en su esencia y naturaleza. De este acto de dar emana el Espíritu Santo. Así también es la intención de Dios dársenos completamente. Sucede de la misma manera que cuando el fuego quiere asimilar el leño y asimilarse a su vez al leño, entonces descubre que el leño le es desigual. Por esta razón le hace falta tener tiempo. Primero calienta y caldea ( al leño ) y luego, éste humea y crepita porque es desigual ( al fuego ); y después, cuanto más se caliente el leño, tanto más calmo y tranquilo se pondrá y cuanto más se iguale al fuego, tanto más pacífico será hasta convertirse totalmente en fuego. Si el fuego ha de asimilar al leño, toda la desigualdad debe ser expulsada.
4. Por la verdad que es Dios: si has puesto tus miras en una cosa cualquiera y no sólo en Dios o si buscas algo distinto a Dios, la obra que realizas no es tuya ni es, por cierto, de Dios. La obra la constituye aquello hacia lo cual apunta tu propósito final. Aquello que obra dentro de mí, es mi padre y yo estoy sometido a él. Es imposible que en la naturaleza existan dos padres; siempre debe haber un solo padre en la naturaleza. Cuando las otras cosas están expulsadas y «plenas» ( en su tiempo ) entonces tiene lugar este nacimiento. Lo que llena por completo, toca todos los extremos y no falta en ninguna parte; tiene anchura y longitud, altura y profundidad. Si tuviera altura mas no anchura ni longitud ni profundidad, no llenaría por completo. Dice San Pablo: «Rogad que podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura, la altura, la longitud y la profundidad». ( Efesios 3, 18 ).
5. Estos tres aspectos significan tres clases de conocimiento. El primero es sensitivo: el ojo ve hasta muy lejos las cosas que están fuera de él. El segundo es racional y mucho más elevado. El tercero significa una potencia noble del alma, tan elevada y noble que aprehende a Dios en su propia esencia desnuda. Esta potencia no tiene ninguna cosa en común con nada, de nada hace algo y todo. No sabe nada de ayer ni de anteayer ni de mañana ni de pasado mañana, porque en la eternidad, no existe ni ( el ) ayer ni ( el ) mañana, allí hay un «ahora» presente; lo que fue hace mil años y lo que sobrevendrá luego de mil años, allí se halla presente, e ( igualmente ) aquello que se encuentra allende el mar. Esta potencia aprehende a Dios en su vestuario. Un escrito dice: «En Él, por intermedio de Él y por Él» ( Cfr. Romanos 11, 36 ). «En Él», esto es en el Padre, «por intermedio de Él», esto es en el Hijo, y «por Él», esto es en el Espíritu Santo. San Agustín pronuncia una palabra que suena muy desigual con respecto a la anterior y, sin embargo, le resulta del todo igual: Nada es verdad a no ser que encierre en sí toda la verdad. Esta potencia aprehende todas las cosas en la verdad. Para esta potencia no hay cosa encubierta. Dice un escrito: «La cabeza de los varones ha de estar desnuda y la de las mujeres cubierta» ( Cfr. 1 Cor. 11, 7 y 6 ). Las «mujeres» son las potencias inferiores que deben estar cubiertas. El «varón» ( en cambio ), es dicha potencia que ha de estar desnuda y descubierta.
6. «¿Qué maravilla llegará a ser este niño?» Vez pasada pronuncié una palabrita ante algunas personas que acaso estén presentes también aquí, y dije lo siguiente: No hay nada tan encubierto que no se haya de descubrir ( Mateo 10, 26; Lucas 12, 2; Marcos 4, 22 ). Todo cuanto es ( la ) nada, ha de ser depuesto y encubierto de modo tal que ni siquiera se lo deba pensar jamás. No debemos saber nada de ( la ) nada y no hemos de tener nada en común con ( la ) nada. Todas las criaturas son pura nada. Lo que no está ni acá ni allá, y donde existe el olvido de todas las criaturas, allí hay plenitud de todo ser. Dije en aquella ocasión: En nuestro fuero íntimo no debe estar encubierto nada que no descubramos íntegramente ante Dios, entregándoselo por completo. Cualquiera que sea el estado en que nos encontremos, sea en la capacidad o en la incapacidad, sea en el amor o en la pena, cualquier cosa hacia la cual nos veamos inclinados, de ( todo ) esto debemos despojarnos. En verdad, si le descubrimos ( a Dios ) todo, Él, a su vez, nos descubre todo cuanto tiene y en la verdad no nos encubre absolutamente nada de todo cuanto es capaz de ofrecer, ni sabiduría ni verdad ni misterio ni divinidad ni ninguna otra cosa. Ciertamente, esto es tan verdad como el hecho de que Dios vive, siempre y cuando se lo descubramos ( todo ). Si no se lo descubrimos, no es nada sorprendente que Él tampoco nos descubra nada; pues ha de ser totalmente equitativo: cuanto ( le hacemos ) nosotros a Él, tanto ( nos hace ) Él a nosotros.
7. Dan motivo para lamentarse ciertas personas que se imaginan haber llegado a un punto muy alto y estar muy unidos con Dios y, sin embargo, todavía no se han desasido en absoluto y aún se aferran a nonadas en ( el ) amor y en ( la ) pena. Están muy alejados de lo que se imaginan ( ser ). Ambicionan muchas cosas y pretenden otro tanto. Alguna vez dije yo: Quien busca ( la ) nada ¿a quién puede quejarse por haber encontrado ( la ) nada? Si encontró lo que buscaba. Quien busca o ambiciona una cosa cualquiera, busca y ambiciona ( la ) nada, y quien pide una cosa cualquiera recibe ( la ) nada. Pero quien no busca ni ambiciona nada fuera de Dios solo, a éste Dios le descubre y da todo cuanto tiene escondido en su corazón divino para que le sea tan propio como es propiedad de Dios, ni más ni menos, con tal de que tienda inmediatamente hacia Dios solo. El que el enfermo no saboree la comida y el vino ¿es de sorprender? Pues, él no percibe el sabor peculiar del vino y de la comida. La lengua tiene una saburra y una capa con las cuales percibe, y éstas son amargas según el carácter enfermizo de la dolencia. ( La comida y la bebida ) todavía no han llegado hacia donde se las debía saborear; al enfermo le parecen amargas y él tiene razón, porque han de ser amargas debido a la saburra y la capa. Si no se quita esta capa, nada tiene su sabor propio. Mientras no se nos haya quitado la «capa», nunca saborearemos a Dios en su peculiaridad, y nuestra vida a menudo nos resultará penosa y amarga.
8. Dije cierta vez: «Las vírgenes le siguen al cordero dondequiera que vaya, inmediatamente» ( Apocal. 14, 4 ). En nuestro caso hay algunas vírgenes, mas otras no son vírgenes y, sin embargo, se imaginan serlo. Aquellas que son vírgenes de verdad, le siguen al cordero dondequiera que vaya, en lo penoso como en lo agradable. Algunas le siguen al cordero cuando avanza en medio de la dulzura y comodidad; pero, cuando marcha hacia el sufrimiento y el infortunio y el trabajo, se dan vuelta y no lo siguen. A fe mía, éstas no son vírgenes, parezcan lo que parecieran. Algunos dicen: Y bien, señor, yo podré llegar allí en medio del honor, de las riquezas y de la comodidad. ¡Por cierto! si el cordero llevaba semejante vida y os precedía así, yo os permito de buen grado que ( lo ) sigáis de la misma manera, ( mas ) las vírgenes corren detrás del cordero por los estrechos y las tierras lejanas y por dondequiera que vaya.
9. Cuando llegó la plenitud del tiempo, nació ( la ) «gracia». Que Dios nos ayude para que todas las cosas sean acabadas en nosotros a fin de que ( la ) gracia divina nazca en nuestro interior. Amén.
Evans
‘ Now Elizabeth’s full time came that she should be delivered and she brought forth a son and called him John. Then said the people, What manner of child shall this be, for the hand of the Lord is with him.’ One scripture says, ‘ The greatest gift is that we are God’s child ’ : that he begets his Son in us. The soul who is God’s child, in whom the Son of God is born, in her shall nothing else be brought to birth. God’s ultimate purpose is birth. He is not content until he brings his Son to birth in us. Nor is the soul content until the Son of God is born in her. It is thence grace springs. Grace is infused therein, grace doing nothing : its work is its becoming. It flows out of the essence of God and into the essence of the soul, not into her powers.
When the time was fully come grace was born. Time is fulfilled when time is done. He who in time has his heart established in eternity and in whom all temporal things are dead, in him is the fullness of time. ‘ Rejoice in God all the time,’ says St Paul. He rejoices all the time who rejoices above time and apart from time. Three things prevent a man from knowing God at all. The first is time, the second body, and the third is multiplicity or number. As long as these three things are in me God is not in me nor is he working in me really. St Augustine says, ‘ Because the soul is greedy, because she wants to have and hold so much, therefore she reaches into time and, snatching at the things of time and number, loses what she already has.’ While there is more and less in thee God cannot dwell nor work in thee. These things must go out for God to come in; except thou have them in a higher, better way: multitude summed up to one in thee. Then the more of multiplicity the more there is of unity, for the one is changed into the other.
I said on one occasion, unity unifies multiplicity but multiplicity unites not unity. Once having gotten over things, everything in us raised up to a higher power, we shall never be cast down. If I minded God and God alone, had nothing over me but God, then nothing would be hard and surely nothing troublesome. St Augustine says, ‘ Lord, when I turn to thee, all hardship, suffering and toil are taken from me.’ Once gotten beyond time and temporalities we are free and joyous all the time ; then is the fullness of time, then the Son of God is bom in thee. I once said that in the fullness of time God sent his Son. If aught is bom in thee except the Son thou hast gotten nothing of the Holy Ghost and neither is grace working in thee. The origin of the Holy Ghost is the Son. Were there no Son there would be no Holy Ghost. The Holy Ghost does not proceed, it cannot blossom forth, except where the Father is in travail with his Son. Then he gives him all he has, natural and essential. It is in this giving that the holy Breath wells out. And it is God’s intention to give himself entirely to us. As fire, to consume the wood must penetrate the wood, finding the wood unlike. That is a matter of time. First it makes it warm, then hot, then it smokes and crackles, on account of its unlikeness ; and the hotter the wood grows the quieter and stiller it becomes, and the liker to the fire the more peaceful it becomes till at last it turns to fire altogether. For fire to consume the wood there must be no unlikeness.
In truth, which is God, if thou intendest aught but God or seekest aught but God alone, the work thou does.t is not thine nor is it God’s. Thy intention in thy work that also is thy work. That which energises in me is my father and I am subordinate to him. It is impossible in nature that one should have two fathers : in nature one father is the rule. When other things are all fulfilled and done with, then there is this birth. A thing that fills is everywhere in contact with its boundary, nowhere falling short; it has length, breadth, height and depth. If it had height and no length, breadth or depth it would not fill. St Paul says, ‘ Pray that ye may be able to comprehend with all saints what is the height, breadth, length and depth.’
These three things stand for three kinds of knowledge. The first is sensible. The eye sees from afar what is outside it. The second is rational and is a great deal higher. The third corresponds to an exalted power of the soul, a power so high and noble it is able to see God face to face in his own self. This power has naught in common with naught, it knows no yesterday or day before, no morrow or day after (for in eternity there is no yesterday or morrow): therein it is the present now ; the happenings of a thousand years ago. a thousand years to come, are there in the present and the antipodes the same as here. This power descries God in his vestibule. ‘ In him, over him, through him,’ says the scripture. In means, in the Father; over him is in the Son ; through him, in the Holy Ghost. There is no truth but contains the whole of truth, as St Augustine says. This power knows all things in the truth. From this power nothing is veiled. According to the scriptures, men’s heads should be bare, the women’s covered. The women are the lower powers, which are veiled. The man is the power which is bare and face to face.
‘ What wonders shall come from this child ? ’ Speaking lately to some people who are very likely here to-day, I said, nothing is so hidden but it shall be revealed. All that is naught shall be done away, hidden and not thought of any mote. We shall know nothing of naught, shall have nothing in common with naught. All creatures are a mere naught. That which is not here or there, which is an oblivion of all creatures, that is fullness of being. I told them how nothing that is in us shall be bid, that we shall disclose and give up to God everything we find within ourselves, willing or unwilling, good or bad, whatever we are prone to we shall die to in the truth. If we discover everything to God he shall discover to us in return everything he has : he shall hide from us in truth absolutely nothing of all that he has gotten, not wisdom, truth nor holiness nor deity nor nothing whatsoever. As God lives this is in truth the case. If we disclose nothing to him, no wonder if he reveals nothing to us : we must both do the same, as we to him so he to us.
It is lamentable how some people think themselves so far advanced, so one with God, although they have not yet abandoned self at all but hug themselves, like trivial things, in fortune and misfortune. They are precious far from what they think. They are full of notions and intentions. I sometimes say, if a man who seeks nothing finds nothing, what right has he to complain ? After all, he has found what he sought. To seek or purpose aught is to seek or purpose naught and to pray for aught is to get nothing. But a man with no ulterior motive, who sets his mind on God and God alone, to that man God unbosoms himself wholly and gives him all the things concealed within his heart and for his very own as they are God’s own, no more nor less, provided he is after God and not things in between. What wonder if a sick man does not relish meat and wine ? He cannot taste the meat and wine ; his tongue wherewith he tastes is covered with a coating which is nasty and bitter by reason of the sickness of the man : he does not taste the proper flavour, everything tastes bitter. He is right: things are rendered bitter by means and hindrances. When the hindrance is removed he tastes things properly. As long as there is anything between, God will never taste like himself to us and life will seem very hard and bitter.
I once said that virgins follow the lamb wherever it goes, close behind. Some are virgins, some are not, whatever they appear. Wherever this lamb goes the virgins follow, some only while it leads them in the pleasant places that they like. When it takes them into suffering, travail and discomfort they turn back and refuse to follow, and these are not virgins for all they seem to be. Some say, Lord, I want to go in honour, riches, comfort. Well, if the lamb has led you by that way I wish you well in following his footsteps. True virgins will follow the lamb through the highways and byways, whithersoever it may lead, and have no pity on themselves, befall what may. ‘ In the fullness of time there was born John,’ that is, grace, as I have explained. May all things be fulfilled in us and grace be born in us, So help us God. Amen.