LOGIA — DESPERTAR — MORRER — RENASCER (Jo XII, 20-26)
EVANGELHO DE JESUS: Jo 12,24-26
VIDE: Morte-Ressurreição
René Guénon: HOMEM — TREVAS
Desde que uno se coloca en el punto de vista de la constitución del ser humano, las tinieblas inferiores deberán aparecer en él más bien bajo el aspecto de una modalidad de este ser que bajo el de un primer «momento» de su existencia; pero, por lo demás, las dos cosas se juntan en un cierto sentido, pues de lo que se trata es siempre el punto de partida del desarrollo del individuo, desarrollo a cuyas diferentes fases corresponden sus diversas modalidades, entre las cuales se establece por eso mismo una cierta jerarquía; así pues, es lo que se puede llamar una potencialidad relativa, a partir de la cual se efectuará el desarrollo integral de la manifestación individual. A este respecto, lo que representan las tinieblas inferiores no puede ser más que la parte más grosera de la individualidad humana, la más «tamásica» en cierto modo, pero en la cual, sin embargo, esta individualidad toda entera se encuentra envuelta como un germen o un embrión; en otros términos, no será nada más que la modalidad corporal misma. Por lo demás, es menester no sorprenderse de que sea el cuerpo el que corresponde así al reflejo de lo no manifestado en el ser humano, ya que, aquí todavía, la consideración del sentido inverso de la analogía permite resolver inmediatamente todas las dificultades aparentes: como ya lo hemos dicho, el punto más alto tiene necesariamente su reflejo en el punto más bajo, y es así como, por ejemplo, en nuestro mundo, la inmutabilidad principal tiene su imagen invertida en la inmovilidad del mineral. De una manera general, se podría decir que las propiedades del orden espiritual encuentran su expresión, pero en cierto modo «vuelta» y como «negativa», en lo que hay de más corporal; y, en el fondo, no hay en eso más que la aplicación a este mundo de lo que hemos explicado precedentemente en cuanto a la relación inversa del estado de potencialidad con el estado principial de no manifestación. En virtud de la misma analogía, el estado de vigilia, que es el estado donde la consciencia del individuo esta «centrada» en la modalidad corporal, es espiritualmente un estado de sueño e inversamente; por lo demás, esta consideración del sueño permite comprender todavía mejor que lo corporal y lo espiritual aparezcan respectivamente como «noche» uno con respecto al otro, aunque sea naturalmente ilusorio considerarlos simétricamente como los dos polos del ser, debido a que el cuerpo, en realidad, no es una materia prima, sino un simple «substituto» de ésta relativamente a un estado determinado, mientras que el espíritu jamás deja de ser un principio universal y no se sitúa a ningún nivel relativo. Es teniendo en cuenta estas reservas, y hablando conformemente a las apariencias inherentes a un cierto nivel de existencia, como se puede hablar de un «sueño del espíritu» que corresponde a la vigilia corporal; por extraño que pueda parecer, la «impenetrabilidad» de los cuerpos no es más que una expresión de este «sueño», y, por lo demás, todas sus propiedades características podrían interpretarse igualmente según este punto de vista analógico.
Antonio Orbe [AOCG]
Segundo Antonio Orbe, em seu CRISTOLOGIA GNÓSTICA, no Evangelho de Felipe, os gnósticos conheciam muitas espécies de morte: “Um pagão morre, porque nunca viveu para poder morrer. O que acreditou na Verdade viveu, e corre o perigo (kindyneuein) de morrer, porque vive” (Evangelho de Filipe 4). Assim os homens hílicos não morrem, porque nunca houveram vivido. Sua vida mesma é, soteriologicamente, morte. Não morre nem padece o Salvador por eles. Só vive que acredito na Verdade e — submetido a paixões (pathos) — corre perigo de morrer para a fé. Jesus morre somente pelos crente, a fim de que superem as paixões e voltem (epistrophe) impassíveis (apatheia).
Na existência de Jesus, onde se há de situar a morte: no Jordão ou no Calvário? Responde o Evangelho segundo Felipe: “Os que afirmam que o Senhor morreu primeiro e (logo) ressuscitou, se equivocam (planan), pois primeiro ressuscitou e (logo) morreu. Se alguém não logra primeiro a ressurreição (anastasis), não morrerá. Assim Deus vive, naquele…” (Evangelho de Felipe 21).
Entendida a morte segundo o aspecto temporal, a verdadeira ressurreição se situa na gnosis. Jesus a teve no Jordão, doze meses antes de sua paixão (pathos) e morte. Ressuscitou, enquanto homem, ao receber em seu interior ao Espírito Santo. E morreu, também enquanto homem, ao se ausentar o Espírito antes da paixão e morte. A presença e ausência do pneuma determinou em Jesus a “ressurreição” e “morte” — a gnosis e o retorno à ignorância -, que, como pontos extremos, definem a existência rigorosamente divina de Jesus.
Entendida segundo a natureza de Jesus, a ressurreição e morte haviam se cumprido no Jordão. Primeiro foi a ressurreição com a presença do Espírito de Jesus, e em seguida — como efeito imediato — a morte do homem Jesus à vida anterior de ignorância.
Roberto Pla: Evangelho de Tomé – Logion 98 — MORTE DA ALMA