cosmos

Al nivel del cosmos, la pareja Purusha-Prakriti se vuelve a encontrar en «el Espíritu de Dios que se movía sobre la faz de las aguas» (primordiales) de que habla el Génesis(I, 2), simbolizando las aguas por su plasticidad la perfecta sumisión de Prakriti. En el nivel del ser humano, encontramos la pareja Adán-Eva, o el andrógino primordial, y es en este nivel específico donde se sitúa la concepción habitual del pecado original que afecta a toda la descendencia de Adán. Por último, en el nivel más bajo de la manifestación grosera, tenemos el hombre y la mujer en el sentido ordinario. 67 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Todo lo que acabamos de decir no extrañará de ningún modo a aquellos que saben a qué atenerse sobre la «edad sombría» (Kali-yuga) (Kali-yuga significa «edad mala» o «edad de conflictos». Es el cuarto y último período de la historia romana, y la traducción de kali-yuga por «edad sombría», aunque no sea etimológicamente exacto, traduce bastante bien la realidad actual.) predicha por las Escrituras y caracterizada por un número considerable de «signos», entre los cuales figura la pérdida del sentido de lo sagrado. En el final de los tiempos, es ciertamente abusivo decir que «Dios ha muerto» o que «el hombre ha muerto», pero es preciso saber reconocer que lo que está muerto –o en estado agónico– son las mediaciones entre Dios y el hombre: lo sagrado, la religión, la fe. Es más exacto decir que en el mundo moderno, desacralizado y ateo, Dios parece estar ausente: las relaciones entre Dios y el hombre se han cortado, lo que en última instancia permite dar un sentido a las expresiones abusivas que hemos citado. También podríamos decir que en razón del «endurecimiento» del cosmos, del «caparazón» que cubre el mundo actual, las influencias espirituales ya no lo traspasan (Véase R. Guénon, «El reino de la cantidad y los signos de los tiempos» cap. XVII.). El hombre privado de la gracia puede ser considerado como muerto; Dios, cuya gracia y ano desciende o es interceptada, puede igualmente ser considerado como «muerto». 241 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO

No merecería la pena insistir más sobre el caso de estos impotentes, que no son en el fondo mas que un tipo especial de “edonistas”, y se podría abandonarlos a sus juegos infantiles, si no existiera entre ellos un cierto número de “filósofos” que quieren erigir sus hipótesis o sus teorías científicas en sistemas pretendidamente metafísicos y susceptibles de proporcionar una “explicación” del mundo. La futilidad de su empresa aparece inmediatamente desde el momento en el que uno se da cuenta de que sus trabajos y sus descubrimientos se sitúan únicamente en le “plano horizontal” del mundo material, no permitiéndoles de ninguna manera llegar a la “dimensión vertical” del Cosmos, que religa a este con su causa ontológica. Después de haberse así dispersado en un análisis indefinido de los hechos, experimentan a pesar de todo una cierta nostalgia del “metacosmos”, y entonces intentan, con la ayuda de hipótesis puramente imaginativas o de teorías mentales físico-matemáticas, rehacer una síntesis a partir de los hechos imprecisos que ellos tienen bajo sus ojos y en los cuales han conseguido a duras penas establecer “leyes” que no son más que generalizaciones estadísticas. Un simple ejemplo permitirá comprender lo que en realidad es una ley física: cada vez que una corriente eléctrica pasa por un conductor, se produce un cierto desprendimiento de calor. Una formula matemática establece una relación entre las medidas convencionales de magnitud tales como la intensidad expresada en amperios y la cantidad de calor expresada en calorías; se constata que esta ley es verificada siempre y se admite que lo será por siempre, de ahí su carácter esencialmente “estadístico”. El sabio puro se contenta con constatar la invariabilidad de esta relación consultando su termómetro y su amperímetro, pero el sabio “filósofo” tiende a confundir esta ley con una “relación causal”, confunde entonces el plano horizontal del mundo sensible con la verticalidad del “mundo inteligible”, y sin dudar de ello, evidentemente, diviniza al cosmos; profesa un panteísmo materialista puro y simple. 1010 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

Podemos ahora precisar lo que hemos llamado al comienzo de este artículo la ilusión “sui generis” concerniente a la creación: esa ilusión consiste esencialmente en imaginarse que se ha explicado el “origen del mundo” cuando se han establecido entre las cosas de aquí abajo, relaciones temporales o un encadenamiento pseudo-causal remontando, sin salir del plano horizontal, hasta una “monada” o un “átomo” primitivo cualquiera, sea como sea la manera como se imagine todo esto. La consecuencia desastrosa de esta fantasmagoría es, al menos para una gran parte de los “intelectualmente débiles”, la expulsión pura y simple del Creador. Se debe señalar a propósito de esto la conexión entre el concepto de creación, entendido correctamente, y las “pruebas de la existencia de Dios” tal como son desarrolladas por la filosofía escolástica. Los dos argumentos se implican mútuamente: la prueba de Dios por la contingencia de lo creado implica la dependencia “vertical” y “actual”, extra-temporal e incondicionada del cosmos vis-a-vis de su Causa ontológica, a falta de lo cual se desemboca todo lo más en una concepción “demiurgica” de la formación de las cosas y de la Divinidad misma. Es necesario a la vez concebir a la Causa Primera como absolutamente transcendente a sus efectos, y a estos en dependencia “total” y “actual” con relación a ella; de ahí resultan la importancia y la necesidad de una concepción exacta de la creación bajo pena de falsear igualmente la del Creador, de ahí la obligación de mostrar la futilidad y la nocividad de esos productos de sustitución como el evolucionismo. 1016 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN