Cordeiro [AOCG]

ANTONIO ORBE — CRISTOLOGIA GNÓSTICA

O CORDEIRO DE DEUS

  • Comentário de Heracleon
  • 1. Eis aí o Cordeiro de Deus
  • 2. O que tira o pecado do mundo
  • 3. O Cordeiro e a cruz
  • 4. Sacrifício e sacramento
  • 5. A modo de conclusão

    Habrá advertido el lector, antes de ahora, que los capítulos de más fina teología, los elementos más profundos y originales, no suelen repartirse por igual entre las familias gnósticas. Ni siquiera se los disputan las grandes sectas. Los aspectos de mayor contenido teológico, las exégesis más hondamente cristianas, suelen provenir, casi exclusivamente, de la escuela valentiniana.

Los basilidianos aportan muchas noticias. Y literariamente sostienen a veces el parangón con las valentinianos. Pero las cuestiones típicamente evangélicas, peculiares a la teología cristiana e incompatibles con la pagana, se quedan alguna vez para los ofitas de San Ireneo, casi siempre para los discípulos de Valentín.

Así, no ha mucho, en exégesis a la purificación del templo. Heracleón perfilaba con noticias del cuarto evangelio la actividad salvífica de Jesús en Jerusalén y descubría la relación entre el constitutivo humano del Salvador, la crucifixión de su cuerpo y su eficacia sacerdotal.

Otro tanto se advierte ahora. Los valentinianos tienen el secreto de la palabra concisa, técnica, de inacabables resonancias. Un término sugiere otro, y amplía horizontes o involucra temas, distrayendo al lector de una noticia a otra, de un fragmento a otro. Por su gran vecindad a la problemática de la magna Iglesia, evocan soluciones paralelas del campo ortodoxo. Y lo que, por arrancar de una cláusula simplicísima, apenas prometía, acaba enredándose en mil cuestiones, de que difícilmente sale uno con victoria.

La inspirada palabra del Precursor (Io 1,29) a vista de Jesús, abre a los discípulos de Valentín una perspectiva de asombroso contenido tocante al sacrificio y sacramento del cuerpo de Jesús.

En ambos aspectos, los gnósticos se adelantan a la teología de la magna Iglesia, representada — en torno a Io 1,29 — por Orígenes, tan extenso en la exégesis del logion como parco en su doctrina salvífica.

Las premisas rigurosamente cristológicas — el constitutivo del Salvador — impiden a los valentinianos (itálicos), a que pertenecía Heracleón, aplicar el sacrificio (y sacramento), en su sentido obvio, a la carne de Cristo, lo mismo en su ejercicio (= crucifixión y muerte) que en su eficacia sacramental. No murió en carne para salud de la carne, ni se dio en manjar para nutrir la carne. Tampoco el sacrificio afectó en el Salvador a lo mismo que el sacramento. Una physis va a la cruz, y otra se comunica en manjar al hombre (interno). Aunque una misma persona suba a la cruz y se convierta en manjar de espirituales.

Murió y se sacrificó «el Cordero de Dios», lo débil e inmaturo del Salvador. Hízose manjar «el que quita el pecado (o pecados) del mundo», lo fuerte y maduro de Jesús. Gracias al sacrificio del Cristo animal, indumento pasible del Hijo, pudo éste — como forma y gnosis personal de Dios — darse en manjar de fuertes a ángeles y hombres.

La víctima es el Mesías (psíquico), cuerpo del Salvador. El manjar, el Salvador mismo: forma, reposo, sacerdote sumo (= mediador personal) del Padre.

Apurando, con base explícita en ET 62: la víctima, cuerpo del Salvador, no es sólo el Mesías, sino el compuesto «carne-hueso», el hombre formado por el «cuerpo (psíquico) de la economía» y el Cristo animal. Por lo primero, se quiebra o traspasa lo pasible de Jesús, el organismo virginalmente asumido por el Salvador en el seno de la Virgen. Por lo segundo, se mantiene entera, no obstante el sacrificio, el alma del Salvador, fuera del alcance del Thanatos. En disposición de beneficiar, como instrumento homogéneo del Salvador, a la iglesia de los llamados, y de ser manjar salvífico de la psique, sin obstáculo para la eficacia superior de «lo espiritual», en Jesús, sobre la iglesia de los escogidos.

Aunque la antítesis Adán-Cristo figure entre valentinianos, rara vez se les ocurrió contraponer al pecado de Adán por desobediencia el sacrificio de Jesús por sumisión al Padre. El pecado que el Hijo quita en la cruz no es, en general, la transgresión del protoplasto (al Padre). Sino — apurando las escenas del Génesis — la separación de Eva a partir del Adán andrógino. «Si la mujer no se hubiera apartado del hombre, tampoco habría muerto con el hombre», enseña el Evangelio según Felipe (§ 78). «La separación de él fue principio de la muerte. Por eso vino Cristo: para remediar nuevamente la separación que desde el inicio había; para unirlos a ambos y poder vivificar y unir a los que habían muerto con la separación». Lo confirma la relación que ET 62 establece entre la «carne y hueso» del Cordero Cristo y los componentes («hueso y carne») de Eva en el vaticinio de Adán (Gen 2,23).

Alguna vez, a título excepcional, apunta la correlación entre la obediencia de Cristo y la desobediencia de Adán al Padre. El Apocalypsis Adae señala las premisas; a saber, la desobediencia de Adán al Dios bueno por el culto al demiurgo Yahvé. Dentro de esa tradición, el Hijo de Dios, nacido del seno virginal del Padre (cf. Evangelio según Felipe 83), habría descendido (en el Jordán) a la carne pecadora de Jesús, hijo de José y de María (ibid., 91), para triunfar en ella del pecado mediante la cruz; haciéndola, de pecadora, inocente; de pasible, impasible; y devolviéndola, de su condición pesada, oscura y material, a la que tenía entre los primeros padres antes del delito: leve, lúcida y casi espiritual (cf. Iren., I 30,9).

Al margen del esquema (secesión de Sofía — restitución al Logos Anthropos), más genérico que el paulino (transgresión — obediencia), la eficacia de la cruz hay que proyectarla al universo conforme al paradigma del Horos celeste. Desde la purificación de Sofía (resp. la iglesia espiritual femenina) hasta la del demiurgo (resp. la iglesia animal) dentro del mundo sensible, lugar de cautiverio para las dos estirpes eclesiales.

El gran pecado reside en la ignorancia del verdadero Dios y de la economía revelada por su Hijo, provocada por la división del Anthropos en masculino y femenino.

Es mérito de Heracleón haber enlazado, a propósito de la Pascua (resp. «cordero pascual»), las dos dimensiones del «cuerpo» del Salvador: a) sacrificio en cruz, en cuanto «Cordero de Dios», pasible y mortal, y, por lo mismo, imperfecto; b) sacramento o manjar, a raíz de la consumación (teleiosis) operada en el «Cordero», convirtiéndole — en virtud de la pasión y muerte — en «oveja», manjar sólido, capaz de conferir a los perfectos la epoptia, el «descanso perfecto» de la gnosis.

El mismo cuerpo del Salvador que, a título de «Cordero pascual», va imperfecto al sacrificio de la cruz, se vuelve allí manjar perfecto de perfectos, «oveja» servida en el banquete final de bodas (cf. ET 63-64) y con eficacia para el «descanso (o consumación) nupcial» definitivo entre ángel y hombre.

A través de las palabras de Juan (Io 1,29), los valentinianos itálicos descubrían infinidad de matices: a) distinguían el «Cordero», del Salvador escondido en él; b) así como el «Cordero», del carnero; c) la «carne» del Cristo, destinada a romperse en el sacrificio, del «hueso» protegido por ella (resp. el Mesías animal); d) diferenciaban el «Cordero» y el sacrificio, de un lado; la «oveja» y el sacramento (= manjar perfecto), de otro; e) enlazaban el «cordero pascual» del Exodo, profecía del cuerpo de Cristo, y el sacrificado en la cruz; con sus dos elementos — «carne y hueso» — rompible e irrompible; f) el vaticinio (Gen 2,23) sobre Eva — «carne y hueso» de Adán — , a través de la profecía del Exodo se extiende a los componentes de Jesús crucificado («carne y hueso»); g) unían el sacrificio de la cruz con el sacramento en su doble plano de eucaristía celeste (con el Logos y el Espíritu, por «carne y sangre» divinos) y terrena (con la «carne y sangre», pan y vino eucaristizados); h) acentuaban la eficacia del cuerpo (y sangre) de Jesús, manjar perfecto en el banquete final de bodas, sobre el descanso (o comunión) nupcial de los «escogidos»… Y así otros matices.

Fuera de la familia de Valentín hay elementos parciales, nunca un sistema que con simplicidad desarrolle tantísimos elementos en torno al «Cordero» de Dios que quita el pecado del mundo.