corazón

Si el intelecto hundido en el corazón del hombre, purificado e iluminado por la gracia, se hace capaz de comprender inmediatamente el lenguaje de la Revelación y de la metafísica tradicional, concebirá la Divinidad (la Deidad o el Hyperthéos) como el Principio supremo, eterno e inmutable, que contiene a todos los seres en modo principial, arquetípico e indestructible. A este nivel, la «muerte de Dios» o la «muerte del hombre» no tienen ningún sentido. Pero cuando los seres «salen» –ilusoriamente por otra parte– del Principio supremo, del que no habían salido más que en modo ilusorio, es entonces cuando se puede decir, con el Maestro Eckhart, que «Dios desaparece», y que el hombre, tal como lo conocemos en su modalidad existencial, corporal o psíquica, desaparece igualmente (Véase nuestro trabajo «Le Mystére de la deité chez Maître Eckhart et saint Denys l´Areopagite» (Traité I.5) en «Introduction à l´ésotérisme chreétien, París, Dervy, 1979.). 247 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO

Estas palabras son incomprensibles al hombre ordinario: semejante a los prisioneros de la Caverna, él no ve más que las sombras sobre la pared y su inteligencia se aplica en construir una ciencia efímera; el prisionero que busca escaparse es deslumbrado por el Sol inteligible, porque su inteligencia no está purificada, y vuelve a entrar en la Caverna. Según Evagiro, «Moisés, cuando quiso acercarse a la Zarza ardiente, fue impedido hasta que se quito el calzado» lo que simboliza evidentemente la purificación previa. «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mat. V, 8). 397 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

El alma es sin embargo susceptible, no solamente de un reposo en su equilibrio inicial o en su perfección existencial, sino también de una tendencia positiva inversa, de una “salida fuera de si” en modo activo; es entonces la fe confiada y caritativa, el fervor; es la fusión del corazón en el calor divino, en Dios que es Misericordia, Vida esencial, Amor infinito. 434 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

El hombre, en su estado de decadencia, se cierra a la gracia; está como muerto a Dios y cerrado a la Misericordia divina; este estado es el endurecimiento del corazón, la indiferencia hacia Dios y hacia el prójimo, el egoísmo, la avaricia, la trivialidad mortal; esta última es como el complemento inverso de la dureza, es como un desmenuzamiento del alma en hechos estériles, en su multiplicidad insignificante y vana; es el chapoteo de la “vida ordinaria” donde la fealdad y el tedio se erigen en “realidad”. En este estado el alma es a la vez dura como la piedra y pulverizada como la arena; el alma vive en la corteza muerta de las cosas y no en la Esencia una que es Vida y Amor; el alma es entonces dureza, pesadez, sequedad, disolución. 436 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

El amor al prójimo es una manifestación necesaria de la licuefacción espiritual del corazón, es como el criterio del amor de Dios: primero porque el ego, que es una forma de petrificación, es compensado y vencido por la caridad, y segundo porque Dios aparece en el prójimo, al menos para nosotros y de una cierta manera; en otras palabras hay que amar a Dios – que es misericordia – no solamente perdiéndose uno mismo, sino también reconociéndole en el prójimo. 440 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

En otros términos, la exterioridad es un derecho y la interioridad es un deber; tenemos derecho a la exterioridad porque pertenecemos a este mundo espacial, temporal y material, y debemos hacer realidad la interioridad porque nuestra naturaleza espiritual no es de este mundo, y en consecuencia tampoco lo es nuestro destino. Dios es generoso; cuando nosotros nos retiramos hacia el interior, El, en compensación, se manifiesta para nosotros en el exterior; la nobleza del alma consiste en tener el sentido de las intenciones divinas es decir de los arquetipos y de las esencias, los cuales se revelan de buen grado al alma noble y contemplativa. Inversamente, cuando nos retiramos hacia el corazón, descubrimos allí todas las bellezas percibidas en el exterior; no como formas, sino en sus posibilidades quintaesenciales. Al volverse hacia Dios, el hombre jamás puede perder nada. 450 Abbé Henri Stéphane: NOTA SOBRE LA ORACIÓN

«Dixit insipiens in corde suo: no es Deus» (Sal. XIV,1) (El insensato a dicho en su corazón: no hay Dios. Aquí, insipiens designa a aquel que no tiene sabiduría.). Aquel que está en lo Incognoscible, cuya mente está tranquilizada y que no se goza con nada más, ha dicho en su corazón: Dios no está. Ya que si Dios está, todo el Universo, el mundo y el ego están con El, y la Existencia Universal (Maya) envuelve al Si-mismo con una nube impenetrable: «Dios no aparece más que cuando todas las criaturas lo enuncian… Es por eso que rogamos a Dios que nos libere de Dios» (Eckhart). (Ver El Misterio de la Deidad en Maestro Eckhart y San Dionisio el Areopagita, (tratado I.5)) 497 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

Lo que constituye el «saber propio» del hombre, es que Dios existe, que el Universo existe, que él mismo existe. Debe vaciar su mente de este conocimiento «objetivo» que está «sobreimpuesto» al Si-mismo (Shankara) y decir en su corazón: «Dios no está». Negando el Principio mismo de la manifestación y de la objetividad (o de la «objetivación»), él permite al Si-mismo afirmarse él mismo in corde suo. La frase dixit insipiens debe de relacionarse con el Si-mismo; ella es pronunciada en el corazón y el Si-mismo dice: «No hay Dios». En lenguaje teológico, es la Palabra eterna pronunciada por el Padre engendrando al Hijo Unico: «Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (Sal. II,7); es así como el hombre debe «dejar a Dios operar lo que le place» ya que, dice también Maestro Eckhart, «el Padre no puede querer mas que una cosa, y es engendrar al Hijo Unico», lo que supone que, por su parte, el hombre permanece enteramente disponible. Toda racionalización, todo discurso, toda discusión, van en contra de esta disponibilidad. En terminos vedanticos, cuando las cinco envolturas (kosha) que envuelven el Âtmâ (anna, prâna, manas, vijñâna, ânanda, – el cuerpo grosero, el hálito vital, el mental, el intelecto y la felicidad) han sido rechazadas por el aspirante, lo que subsiste al termino del análisis, es el Testigo, el Si-mismo, Âtmâ. 503 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo» (Mat. XXII, 34-40). Tal es el primero de todos los mandamientos, al cual se sujeta toda la Ley y los Profetas; ver ahí una «ética», un «altruismo» o una «filantropía» cualquiera es no solamente un infantilismo, sino un error (cf. Cor. XIII,3) 722 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

El simbolismo de la Flor, o de la Rosa, ilustra todo esto que acabamos de decir: el Cáliz abierto hacia el Rocío Celeste, la flor girada hacia el sol, simbolizan la virginidad de la mente en el estado de «Docta ignorancia». No carece de interés el notar que este simbolismo es universal: Jesús de Nazaret quiere decir «Jesús nacido de la flor», ya que Nazaret significa «flor» (De la raíz hebrea NâZaR (floruit), pero esta etimología es discutida.). La invocación budica mani padmé –joya en el loto– tiene la misma significación. El simbolismo del «Profeta iletrado» en el Islam significa igualmente la virginidad mental –o la Docta ignorancia– de aquel que recibe el Corán. Citemos finalmente este pasaje de un poema turco: «He preguntado a la flor: «¿Por que inclinas la cabeza?» La flor me ha respondido: «Oh derviche, mi corazón está erguido hacia Alá». (Poema de Younous Emré.) 796 Abbé Henri Stéphane: DE LA IGNORANCIA

«Dios que, por su Hijo, la verdadera piedra angular, has aportado a tus fieles el fuego de tu Luz, santifica este fuego nuevo que nosotros hemos sacado de la piedra para nuestro uso, y concédenos estar tan inflamados durante estas fiestas pascuales por el deseo de los bienes del Cielo, que podamos llegar, con un corazón puro, a las fiestas de la Luz eterna» 1093 Abbé Henri Stéphane: La Iluminación

«Que la Luz de Cristo resucitando en su gloria disipe las tinieblas del corazón y del espíritu» 1095 Abbé Henri Stéphane: La Iluminación

Esto significa que hay que tener el espíritu, el alma o el corazón, libre, (como un apartamento libre), dócil, sumiso, receptivo a la acción del Espíritu, siendo el perfecto modelo de esta sumisión la Santa Virgen, Aquella que muestra el Camino… Amen. 16 de mayo de 1976. 1159 Abbé Henri Stéphane: HOMILIA PARA EL CUARTO DOMINGO