certeza (Eckhart)

En toda esta doctrina que se halla escrita en el Santo Evangelio, y que se conoce con certeza a la luz natural del alma racional, el hombre encuentra un verdadero consuelo respecto a cualquier sufrimiento. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Además existe otro consuelo. Si el hombre ha perdido bienes exteriores o a su amigo o a su pariente, o un ojo, una mano o lo que sea, ha de estar seguro de que, sufriéndolo pacientemente por amor de Dios, Él por lo menos se lo tiene todo en cuenta al precio por el cual no hubiera querido sufrirlo (la pérdida). (Pongamos por caso): Un hombre pierde un ojo. Si no hubiera querido echar de menos ese ojo por mil marcos o por seis mil o más, entonces ciertamente ante Dios y en Dios se le va a tener en cuenta todo aquello (= todo el contravalor) por lo cual no hubiera querido sufrir ese daño o pena. Y acaso Nuestro Señor se haya referido a esto cuando dijo: «Es mejor para ti entrar con un solo ojo en la vida eterna que perderte teniendo dos ojos» (Mateo 18,9). Y Dios también se habrá referido a ello cuando dijo: «Cualquiera que dejare padre y madre, hermana y hermano, casa o campo o lo que sea, recibirá cien veces tanto y la vida eterna (Cfr. Mateo 19,29)». Me atrevo a decir con certeza por mi salvación eterna y (basándome) en la verdad divina que, aquel que, por amor de Dios y por bondad, dejare padre y madre, hermano y hermana o lo que sea, recibirá cien veces tanto (y ello) de dos modos: por una parte, su padre, su madre, su hermano y hermana, le resultarán cien veces más queridos de lo que le son ahora. Por otra parte, no sólo cien (personas) sino toda la gente, en cuanto gente y seres humanos, le resultarán incomparablemente más queridos de lo que le son ahora por naturaleza su padre, (su) madre o (su) hermano. El que el hombre no se percate de ello, proviene única y exclusivamente del hecho de que aún no ha dejado por completo al padre y a la madre, a la hermana y al hermano y a todas las cosas, puramente por amor de Dios y de la bondad. ¿Cómo ha dejado por amor de Dios al padre y a la madre, a la hermana y al hermano, aquel que los encuentra aún en esta tierra dentro de su corazón, aquel que se aflige y piensa y se fija todavía en lo que no es Dios? ¿Cómo ha dejado todas las cosas por amor de Dios aquel que repara y se fija aún en este bien y en aquél? San Agustín dice: Quita este bien y aquél, entonces queda la pura Bondad flotando en sí misma en su mera extensión: éste es Dios. Pues, como he dicho arriba: este bien y aquél no le agregan nada a la bondad, sino que esconden y encubren la bondad dentro de nosotros. Este hecho lo conoce y descubre quien lo mira y contempla en la verdad ya que es verdadero en la verdad, y por lo tanto hay que descubrirlo allí y en ninguna otra parte. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Existe, empero, otro consuelo más. Debe saberse que a la naturaleza entera le es imposible romper una cosa, arruinarla o tan sólo tocarla, sin que pretenda lograr algo mejor para lo que toca. No le basta crear algo igualmente bueno; siempre quiere hacer algo mejor. ¿Cómo? Un médico sabio nunca toca el dedo enfermo de una persona provocándole dolores, si no es capaz de producir un estado mejor para el dedo o para el hombre en su totalidad y procurarle alivio. Si puede lograr una mejoría para el hombre y también para el dedo, lo hace; si no es así, le corta el dedo para que mejore el hombre. Y es mucho mejor sacrificar el dedo solo y conservar al hombre, antes que permitir que se arruinen tanto el dedo como el hombre. Un solo daño es mejor que dos, sobre todo cuando uno sería incomparablemente mayor que el otro. Debe saberse también que el dedo y la mano y cualquier miembro por naturaleza, antes que a sí mismo quiere mucho más al hombre cuyo miembro es y que, en beneficio de ese hombre, se expone de buen grado y con alegría no premeditada a (sufrir) apremios y daños. Digo con toda confianza y de acuerdo con la verdad que semejante miembro en absoluto se ama a sí mismo a no ser por y en aquel cuyo miembro es. Por ello sería muy justo y nos correspondería por naturaleza que en absoluto nos amásemos, a no ser por amor de Dios y en Él. Y si fuera así, nos resultaría fácil y un deleite todo cuanto Dios quisiera de nosotros y en nosotros, en especial si tuviéramos la certeza de que Dios en medida incomparablemente menor sería capaz de permitir que (nos sucediera) ningún defecto o daño, a no ser que viera y pretendiera con ello una ganancia mucho mayor (para nosotros). Por cierto, si alguien en este aspecto no confía en Dios, es sólo justo que tenga sufrimientos y penas. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Quiero referirme aún en detalle a otro significado de lo que es el «hombre noble». Digo: Cuando el hombre, o sea el alma, el espíritu, contempla a Dios, entonces se concibe y se conoce también como cognoscitivo, es decir, él conoce que contempla y conoce a Dios. Ahora bien, algunas personas se han imaginado – y parece muy plausible – que la flor y el núcleo de la bienaventuranza residen en (ese) conocimiento donde el espíritu conoce el hecho de conocer a Dios; pues, si yo tuviera todo el gozo imaginable sin saber que lo tenía ¿para qué me serviría y qué gozo sería para mí? Pero yo digo con toda certeza que no es así. Unicamente es verdad que el alma sin esto probablemente no sería bienaventurada, pero la bienaventuranza no reside en ello; pues lo primero en que reside la bienaventuranza es el hecho de que el alma contemple a Dios desnudo. Ahí recibe todo su ser y vida y saca todo cuanto es, del fondo divino y no sabe nada ni del saber ni del amor ni de cualquier otra cosa. Ella se sosiega entera y exclusivamente en el ser de Dios, no sabe de nada que no sea el ser y Dios. Mas, cuando sabe y conoce que contempla, conoce y ama a Dios, este hecho constituye según el orden natural un éxodo y un retorno con respecto a lo primero, porque nadie se conoce como blanco fuera de quien es realmente blanco. Por lo tanto, quien se reconoce Como blanco, se basa en el ser-blanco y construye sobre él y no saca su conocimiento inmediatamente y antes de saber el color del mismo, sino que saca el conocimiento y el saber del color de aquello que en este momento es blanco, y no toma el conocimiento exclusivamente del color en sí, antes bien, toma el conocimiento y el saber de lo teñido o de lo blanco y se conoce a sí mismo como blanco. Lo blanco es algo muy inferior y mucho más externo que el ser-blanco (o sea, la blancura). Una cosa es la pared y muy otra el fundamento sobre la cual se halla construida la pared. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Hay un maestro llamado Avicena que dice: La nobleza del espíritu que se mantiene desasido es tan grande que cualquier cosa que vea, es verdadera y cualquier cosa que pida, le está concedida y en cualquier cosa que mande, se le debe obedecer. Y has de saber con certeza: Cuando el espíritu libre se mantiene en verdadero desasimiento, lo obliga a Dios a (acercarse) a su ser; y si fuera capaz de estar sin ninguna forma ni accidente, adoptaría el propio ser de Dios. Pero este (ser) no lo puede dar Dios a nadie fuera de Él mismo; por lo tanto, Dios no le puede hacer al espíritu desasido otra cosa que dársele Él mismo. Y el hombre que se halle así en perfecto desasimiento, será elevado a la eternidad, en forma tal que ninguna cosa perecedera lo pueda conmover, que no sienta nada que sea corpóreo, y se dice que está muerto para el mundo porque no le gusta nada que sea terrestre. A esto se refirió San Pablo cuando dijo: «Vivo y, sin embargo, no vivo; Cristo vive en mí» (Gal. 2, 20). TRATADOS DEL DESASIMIENTO 3

Ahora, ¡prestad atención! Tenéis que saber lo siguiente: los hombres que se entregan a Dios y que buscan con todo ahínco sólo (hacer) su voluntad, cualquier cosa que Dios da a semejante hombre es la mejor; con la misma certeza que tienes con respecto a la existencia de Dios, has de saber que necesariamente debe ser lo mejor de todo y que no podría haber otro modo mejor. Por más que alguna otra cosa parezca mejor, para ti no sería tan buena, porque Dios quiere justamente este modo y no otro, y este modo ha de ser, necesariamente, el mejor para ti. Sea pues, enfermedad o pobreza o hambre o sed o lo que sea, aquello que Dios te imponga o no te imponga o lo que Dios te dé o no te dé, para ti todo esto es lo mejor; aun cuando no tengas ni recogimiento ni fervor, ninguno de los dos, y lo que tengas o no tengas: disponte sin embargo a tener bien presente en todas las cosas la gloria de Dios y luego, cualquier cosa que te haga, será la mejor. SERMONES: SERMÓN IV 3

El alma toca a Dios con las potencias supremas; debido a ello está formada a (semejanza de) Dios. Dios se halla formado a semejanza de sí mismo y tiene su imagen de Él mismo y de nadie más. Su imagen consiste en que se conoce a fondo, no siendo nada más que luz. Cuando el alma lo toca con verdadero conocimiento, ella se le asemeja en esta imagen. Cuando un sello se imprime en cera verde o colorada o en un paño, se produce en todo caso una imagen. (Mas) cuando el sello traspasa completamente la cera de modo que no sobra ninguna cera que no sea acuñada por el sello, ella constituye una sola cosa con el sello, sin distinción alguna. De la misma manera el alma, cuando toca a Dios con verdadero conocimiento, le es unida totalmente en la imagen y en la semejanza. Dice San Agustín que el alma es tan noble y fue creada tan por encima de todas las criaturas que ninguna cosa perecedera, que perecerá en el Día del Juicio Final, es capaz de hablar ni obrar en el interior del alma sin mediación y sin mensajeros. Éstos son los ojos y los oídos y los cinco sentidos; ellos son los «senderos» por los cuales el alma sale al mundo y el mundo, a su vez, retorna al alma por estos senderos. Dice un maestro que «las potencias del alma han de regresar al alma con grandes ganancias». Cuando salen, siempre traen algo de vuelta. Por ello, el hombre debe vigilar afanosamente sus ojos para que no traigan nada nocivo para el alma. Tengo esta certeza: cualquier cosa que ve el hombre bueno, lo perfecciona. Cuando ve cosas malas, le da las gracias a Dios por haberlo puesto a salvo de ellas, y reza por aquel en quien aparece (el mal), para que Dios lo convierta. (Mas) cuando ve algo bueno, anhela que sea realizado en él. SERMONES: SERMÓN XXXII 3

Dice un Escrito: La virtud nunca es virtud a no ser que provenga de Dios o por Dios o en Dios (= con Dios); una de estas tres (cosas) debe haber siempre. Si le pasara algo distinto, no sería virtud; porque aquello que se anhela sin Dios, es demasiado pequeño. La virtud es Dios o (se halla) inmediatamente en Dios. Mas cuál sería lo mejor, de esto no quiero deciros nada por el momento. Ahora podríais preguntar: «Decid, señor, ¿cómo es esto? ¿cómo podríamos hallarnos inmediatamente en Dios de modo que no anheláramos ni buscáramos nada mas que Dios, y como podríamos ser tan pobres y renunciar a todo? ¡Es una afirmación muy dura (decir) que no debiéramos desear ninguna recompensa!»… Tened la certeza de que Dios no dejará de dárnoslo todo; y aunque hubiera renegado (de hacerlo), no podría renunciar a ello, tendría la obligación de dárnoslo. Le hace mucha más falta a Él darnos que a nosotros recibir; pero no debemos anhelarlo; porque, cuanto menos lo deseemos y apetezcamos, tanto más dará Dios. Pero, con ello Dios no pretende sino que lleguemos a ser mucho más ricos y que recibamos mucho más. SERMONES: SERMÓN XLI 3