centro universal

CENTROCENTRO UNIVERSAL

René Guénon: ESPÍRITO NO CORPO OU CORPO NO ESPÍRITO?

En lo que concierne al centro, se ve claramente aquí, por la relación inversa que existe entre el centro verdadero, que es el del ser total o del Universo, según se consideren las cosas bajo el punto de vista «microcósmico» o «macrocósmico», y el centro de la individualidad o de su dominio particular de existencia, se ve, decimos, así como lo hemos expuesto ya en otras ocasiones, como lo que es lo primero y lo más grande en el orden de la realidad principal deviene de una cierta manera (sin ser no obstante alterado o modificado de ninguna manera en sí mismo) lo último y lo más pequeño en el orden de las apariencias manifestadas Upanishads)) que hemos citado en diversas ocasiones sobre este tema, así como la parábola evangélica del «grano de mostaza».. Para continuar sirviéndonos del simbolismo espacial, se trata en suma de la relación del punto geométrico con lo que se puede llamar analógicamente el punto metafísico: éste es el verdadero centro primordial, que contiene en sí todas las posibilidades, y que, por consiguiente, es lo que hay de más grande; este punto metafísico no está «situado» en modo alguno, ya que nada puede contenerle o limitarle, y son al contrario todas las cosas las que se sitúan en relación a él (no hay que decir que esto debe entenderse todavía simbólicamente, puesto que en eso no se trata únicamente de las posibilidades espaciales solo). En cuanto al punto geométrico, que está situado en el espacio, es evidentemente, e inclusive en el sentido literal, lo que hay de más pequeño, puesto que es sin dimensiones, es decir, que no ocupa rigurosamente ninguna extensión; pero esta «nada» espacial corresponde directamente al «todo» metafísico, y son, se podría decir, los dos aspectos extremos de la indivisibilidad, considerada respectivamente en el principio y en la manifestación. En lo que concierne a la consideración del «primero» y del «último», basta, a este respecto, recordar lo que hemos explicado precedentemente, de que el punto más alto tiene su reflejo directo en el punto más bajo; y, a este simbolismo espacial, se puede agregar también un simbolismo temporal, según el cual lo que es primero en el dominio principial, y por consiguiente en el «no-tiempo», aparece en último lugar en el desarrollo de la manifestación 1.

Es fácil hacer la aplicación de todo esto a lo que hemos considerado en primer lugar: en efecto, es el espíritu (Atma) el que es verdaderamente el centro universal que contiene todas las cosas 2; pero, al reflejarse en la manifestación humana, aparece por eso mismo como «localizado» en el centro de la individualidad, e incluso, más precisamente, en el centro de su modalidad corporal, puesto que ésta, en tanto que es el término de la manifestación humana, es también su modalidad «central», de suerte que es su centro el que es propiamente, en relación a la individualidad, el reflejo directo y la representación del centro universal. Este reflejo no es, ciertamente, más que una apariencia, al mismo título que la manifestación individual misma; pero, mientras el ser está limitado por las condiciones individuales, esta apariencia es para él la realidad, y no puede ser de otro modo, puesto que es exactamente del mismo orden que su consciencia actual. Solo cuando el ser ha rebasado esos límites, el otro punto de vista deviene real para él, como él es (y siempre lo ha sido), de una manera absoluta; su centro está entonces en lo universal y la individualidad (y con mayor razón el cuerpo) ya no es más que una de las posibilidades que están contenidas en ese centro; y, por el «volvimiento» que se efectúa así, las relaciones verdaderas de todas las cosas se encuentran restablecidas, tal como jamás han dejado de ser para el ser principial.

  1. En la tradición islámica, el Profeta es a la vez «el primero de la creación de Dios» (awwal Khalqi’Llah) en cuanto a su realidad principial (en-nûr el-mohammedî), y «el sello (es decir, el último) de los enviados de Dios» (Khâtam rusuli’Llah) en cuanto a su manifestación terrestre; él es así «el primero y el último» (el-awwal wa el-akher) en relación a la creación (bin-nisbati lil-khalq), del mismo modo que Allah es «el Primero y el Último» en el sentido absoluto (mutlaqan).- En la tradición cristiana igualmente, el Verbo es «el Alfa y el Omega, el comienzo y el fin» de todas las cosas.[]
  2. A propósito de esto, recordaremos que, en la tradición islámica, la Luz primordial (en-nûr el-mohammedî), según lo que ha sido dicho en la nota precedente, es también el Espíritu (Er-Rûh), en el sentido total y universal de este término; se sabe, por otra parte, que la tradición cristiana identifica la Luz al Verbo mismo.[]