Boehme

En verdad, parece que el Sr. Waite también esté más o menos influenciado por un cierto «evolucionismo»; esta tendencia se traiciona claramente en cuanto que declara que lo que importa es mucho menos el origen de la leyenda que el último estado al cual ha llegado; y parece creer que ha debido existir, entre uno y otro, un perfeccionamiento progresivo. En realidad, si se trata de algo que tiene un carácter verdaderamente tradicional, todo debe encontrarse desde el principio, y los desarrollos ulteriores no hacen más que explicarlo, sin añadir elementos nuevos del exterior. El Sr. Waite parece admitir una especie de «espiritualización», por la cual un sentido superior habría podido venir a incorporarse sobre algo que no lo comportaba desde el principio, de hecho, es más bien a la inversa lo que se produce generalmente y recuerda un poco las maneras profanas de los «historiadores de las religiones». Encontramos, a propósito de la alquimia, un ejemplo muy sorprendente de esta especie de inversión: el Sr. Waite piensa que la alquimia material ha precedido a la alquimia espiritual, y que ésta no hizo su aparición más que con Khunrath y Jacob Boehme; si conociese algunos tratados árabes bastante anteriores a aquéllos, estaría obligado, incluso ateniéndose a documentos escritos, a modificar esta opinión; de otro modo, puesto que reconoce que el lenguaje empleado es el mismo en ambos casos, podríamos preguntarle cómo puede estar seguro de que, en tal o cual texto, no se trata más que de operaciones materiales. La verdad es que nunca se ha tenido la necesidad de declarar expresamente que se tratase de otra cosa, que debía, bien al contrario, ser velada precisamente por el simbolismo utilizado; y, si se ha llegado después a que algunos lo hayan declarado, fue sobre todo en presencia de degeneraciones debidas a que había gente que, ignorantes del valor de los símbolos, tomaban todo al pie de la letra y en un sentido exclusivamente material: eran los «sopladores», precursores de la química moderna. Pensar que un sentido nuevo puede ser dado a un símbolo que no lo poseyera ya en sí mismo es casi negar el simbolismo, pues es hacer de él algo artificial sino completamente arbitrario, y en todo caso puramente humano; y en este orden de ideas, el Sr. Waite llega a decir que cada uno encuentra en un símbolo lo que él mismo pone, si bien que su significado cambiaría con la mentalidad de cada época; reconocemos ahí las teorías «psicológicas» tan queridas por un buen número de nuestros contemporáneos; ¿no teníamos razón para hablar de «evolucionismo»? Lo habíamos dicho a menudo, y no podríamos más que repetirlo: todo verdadero símbolo lleva sus múltiples sentidos en sí mismo, y esto desde el principio, pues no está constituido como tal en virtud de una convención humana, sino en virtud de la «ley de correspondencia» que religa todos los mundos entre sí; que, mientras que algunos ven esos sentidos, otros no los ven o no ven más que una parte, pero no por eso dejan de estar realmente contenidos, y el «horizonte intelectual» de cada uno marca toda la diferencia; el simbolismo es una ciencia exacta y no una ilusión en la que las fantasías individuales pueden tener libre curso. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SANTO GRIAL