Bien

Este Discernimiento comporta varios grados: en el más bajo, distingue en primer lugar entre el «bien» y el «mal», pero no hay que olvidar, conforme a la narración del Génesis, que el conocimiento del Árbol del Bien y del Mal es precisamente inherente a la «caída», y que la caída no existía antes de que el hombre hubiera probado el fruto de este Árbol (Gen. II, 8,17). Entonces, lo que hay que reencontrar, es el Árbol de la Vida que estaba situado en medio del jardín y al cual se identifica la Cruz de Cristo, el Árbol de la ciencia del Bien y del Mal debe ser reintegrado en el Árbol de la Vida. En definitiva, el discernimiento del Bien y del Mal debe de ser superado, y el error «moralista» consiste en pararse ahí. 605 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LA VIDA

Ahora bien, si abro el Génesis, si mi inteligencia no está oscurecida por las elucubraciones de la ciencia o de la filosofía profana, aprendo de la teología – y no de la historia o de la ciencia – aprendo que Dios a creado el Cielo y la Tierra, que el Espíritu de Dios se movía por la superficie de las Aguas, que el hombre a sido hecho a “imagen de Dios”, que el hombre a sido creado “varón y hembra”, que mi padre se llamaba Adam y que mi madre Eva, pero que después de haber probado del Arbol de la ciencia del Bien y del Mal, todo fué puesto en duda. Si continúo leyendo la sagrada escritura – saltando hasta lo más importante – y si yo añado los comentarios de la Tradición y de los Padres, aprendo que “Adam” no era mas que la figura de Cristo, el Nuevo Adam, y que “Eva” no era mas que la figura de la Virgen María o de la Iglesia Virgen y Madre, la Nueva Eva. Aprendo también que la Nueva Eva, la Iglesia, la Sagrada Esposa, salió de la costilla del Cristo dormido en la muerte, en el momento en el que el centurión Longin atravesó con su lanza el costado del Crucificado, exactamente como Eva salió de la costilla de Adam dormido; aprendo además que el agua salida del costado de Cristo no es otra que el agua del bautismo, el agua de la “regeneración”, la misma que las Aguas del Génesis en las que se movía el Espíritu de Dios… ¡y aprendo todavía muchas más cosas! ¡Que lejos estamos del lagarto! 976 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN