CLEMENTE DE ALEXANDRIA — AMIGO IMPORTUNO
Excertos de Antonio Orbe, « PARÁBOLAS EVANGÉLICAS EM SÃO IRINEU »
Clemente cita Mt 7,7 (Quaerite et invenietis) con relativa frecuencia. De ordinario, sin especial relieve.
Se reparten casi por igual los pasajes en que lo orienta, con espontánea exégesis, hacia la oración; o, por el contrario, hacia la «inquisición» doctrinal. Recojo estos últimos, por su analogía con las anteriores líneas de Tertuliano y su natural parentesco con la exégesis valentiniana.
«Por medio de Salomón nos invita abiertamente (saphestata) al bien (epi ten agathosynen), al decir (Prov 3,13): 'Dichoso el hombre que halló (la) Sabiduría, y (el) mortal que dio con la ciencia'. El bien se deja hallar de quien le busca, y gusta de ser visto por quien le encontró» (Pedagogos I 10,91,3).
El pensamiento se encumbra sobre la mera exégesis del logion evangélico. Mucho más evocan al Alejandrino otras líneas. Hay que llevar los estudios con purísima intención de penetrar las palabras divinas, sin divertirse por fines bastardos.
«De donde la recomendación (del Apóstol): 'Huirás las cuestiones juveniles' (cf. 2 Tim 2,22s). Porque tales disputas pertenecen a muchachos. 'Empero la virtud no es del gusto de mozalbetes', dice el filósofo Platón... (Stromata I, 11,51,2) El Logos no gusta de que el creyente sea inmóvil (e insensible) ante la verdad (Stromata II 9,45,4) y de veras perezoso. Porque 'buscad — dice — y hallaréis'. Sino que al término de la inquisición pone el hallazgo. Destierra la vana charlatanería y adopta para nosotros la teoría que robustece la fe. 'Mas digo esto — afirma el Apóstol (Col 2,4) — para que nadie os engañe con pretextos especiosos'...» (Stromata I 11,51,4s).
Alude a la idea desarrollada por Cicerón en Lucullus, «quaestionis finis, inventio», y al abuso denunciado ya por San Pablo entre preguntones morbosos.
«El oro no se saca de la tierra en masa (formando bola compacta), sino que se cuece la materia y se filtra, y, una vez purificada, se dice oro, tierra purificada. Porque «pedid y se os dará». Tal se dice a quienes pueden por sí mismos íocutmv) escoger lo mejor» (Stromata II 20,116,2).
Las palabras del Salvador invitan a cerner la masa impura. Cada cual ha de escoger para sí lo mejor. El oráculo, en el contexto, mira hacia la impureza pasiones, espíritus malos...) que se deja sentir en todo lo humano, lo mismo en el orden intelectual que, sobre todo, en el ético. Mediante aquella voz «Pedid y se os dará» — en apariencia dirigida a todos, sin excepción — , Cristo habla a quienes son capaces de escoger por sí lo mejor. Como si solo acertaran a pedir según conviene los que entienden «lo mejor» (ta kallista), separándolo de lo impuro y malo; y se lo pidieran a Dios, previa su elección (resp. separación) por ellos, sin descansar en la voluntad divina para que él se lo escogiese.
En otros términos, el Alejandrino distinguiría los siguientes actos: a) elección de lo mejor, previo examen o discernimiento entre lo bueno y lo malo, entre lo mejor y lo no tan bueno. La elección proviene del hombre; b) petición de lo mejor, o súplica a Dios para que le sea otorgado al individuo lo que entendió ser mejor para sí y como tal escogió. Aquí también entra el hombre; c) Dios otorga al hombre su petición, confirmando la capacidad de escoger lo mejor (resp. de pedirlo) asignada a algunos hombres.
El oráculo evangélico vendría a sonar así: Los que sois capaces de ello, entended primero lo que más os conviene (ta kallista); escogedlo, y pedídselo a Dios, seguros de que él os lo otorgará.
El examen previo inquisitorial de ventajas, entrañado en la súplica, abriría margen a una exégesis del «Quaerite et invenietis», malsonante en el mundo de la gracia, que convendría perfilar a la luz de otra (Deut 30,15ss).
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