alegría (Eckhart)

Mas el arrepentimiento divino es muy distinto. Tan pronto como el hombre siente un desagrado, se eleva en seguida hacia Dios y se afianza en una voluntad inquebrantable de dar por siempre la espalda a todos los pecados. Y al hacerlo se eleva hacia una gran confianza en Dios y adquiere una gran seguridad; y de ello proviene una alegría espiritual que sube al alma por encima de toda pena y aflicción, y la vincula firmemente con Dios. Pues, cuanto más débil se halle el hombre y cuanto más haya pecado, tanta más razón tiene para vincularse con Dios mediante un amor indiviso en el cual no hay ni pecado ni imperfección. El mejor escalón, pues, que se puede pisar, cuando se quiere ir hacia Dios con plena devoción, es (el siguiente): estar sin, pecado en virtud del arrepentimiento divino. 111 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 13.

Y por ende considero que la mejor de todas las cosas es ésta: que el hombre se confíe completamente a Dios, de modo que él, si Dios quiere imponerle una carga, ya sean ignominias, penas o un sufrimiento cualquiera, la acepte con alegría y gratitud, y que el hombre, antes que colocarse él mismo en tal situación, se deje guiar por Dios. Por lo tanto ¡aprendedlo todo gustosamente de Dios y seguidlo, así seréis buenos! Procediendo de este modo también es lícito aceptar honores o comodidades. Mas si a tal hombre le sobrevienen incomodidades y deshonra, que las aguante también y esté dispuesto a hacerlo con gusto. Y por ello pueden comer con pleno derecho quienes estarían igualmente dispuestos a ayunar. 150 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 18.

Nuestro leal Dios permite que sus amigos a menudo sucumban a sus flaquezas únicamente para que carezcan de todo sostén que les permitiría reclinarse o apoyarse. Pues, a un hombre amante le daría una gran alegría poder hacer numerosas y grandes cosas, ya sea con vigilias, ayunos u otros ejercicios, y con cosas especialmente grandes y difíciles: todo esto da gran alegría, apoyo y esperanza de modo que sus obras le brindan sostén y apoyo y confianza. Justamente esto se lo quiere quitar Nuestro Señor y quiere ser, Él solo, su sostén y confianza. Y la única razón por que procede así, reside en su pura bondad y misericordia. Pues, fuera de su propia bondad no hay nada que lo mueva a Dios a hacer ninguna obra; nuestras obras no sirven en absoluto para que Dios nos dé o haga algo. Nuestro Señor quiere que sus amigos se desprendan de semejante sostén y por lo tanto se lo quita para que Él solo sea su sostén. Pues quiere darles algo grande y quiere hacerlo puramente por su libre bondad; Él habrá de ser su sostén y consuelo y ellos deben descubrir y considerar que son pura nada en medio de todos los grandes dones de Dios. Porque, cuanto más desnudo y libre sea el ánimo que se abandone a Dios, siendo sostenido por Él, tanto más hondo será colocado en Dios el hombre y será susceptible de hallar a Dios en todos sus preciosísimos dones. Pues el hombre ha de confiar sólo en Dios. 158 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 19.

Pero, si Dios se obstina tanto en ello ¿qué se propone? Pues Él quiere pertenecernos solo y totalmente. Lo quiere y se lo propone, y se obstina sólo en que pueda serlo y que se lo permitan. En este hecho residen su máximo deleite y placer. Y cuanto más y en forma más extensa pueda serlo, tanto mayores serán su deleite y su alegría; pues, cuanto más poseamos de todas las cosas, tanto menos lo poseeremos a Él, y cuanto menor sea nuestro amor a todas las cosas, tanto más lo tendremos a Él con todo cuanto Él puede ofrecer. Por eso, cuando Nuestro Señor quiso hablar sobre todas las bienaventuranzas, puso a la cabeza de todas ellas la pobreza en espíritu, y ella era la primera en señal de que toda bienaventuranza y perfección, sin excepción alguna, comienzan con la pobreza en espíritu. Y, en verdad, si hubiera un fundamento sobre el cual se pudiera erigir todo el bien, ese fundamento no existiría sin esta (virtud). 220 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Quien tiene su plena voluntad y su deseo (cumplido), tiene alegría. Pero ésta no la tiene nadie sino aquel cuya voluntad es completamente una con la de Dios. ¡Que Dios nos dé esta unión! Amén. 233 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Dice San Agustín: Para Dios no hay nada que sea lejano o largo. Si quieres que nada te resulte ni lejano ni largo, vincúlate a Dios, pues entonces mil años son como el día de hoy. De la misma manera digo yo: En Dios no hay ni tristeza ni pena ni infortunio. Si te quieres ver libre de todo infortunio y pena recurre y dirígete solamente a Él con completa integridad. Ciertamente, todas las penas provienen del hecho de que no te dirijas hacia Dios, ni únicamente a Él. Si tú, en cuanto a tu forma y nacimiento, te hallaras únicamente en la justicia, entonces por cierto, ninguna cosa podría darte pena a ti, así como la justicia no (puede afligir) a Dios mismo. Dice Salomón: «Al justo no lo aflige nada de lo que le pueda suceder» (Prov 12, 21). No dice: «Al hombre justo», ni «al ángel justo», ni a esto ni a aquello. Dice: «Al justo». Lo que de algún modo pertenece al justo, especialmente lo que convierte en suya su justicia y el hecho de que él sea justo, esto es hijo y tiene (un) padre en esta tierra y es criatura y está hecho y creado porque su padre es criatura, hecha o creada. Pero «justo» sin más, no tiene ningún padre hecho o creado, y Dios y la justicia son completamente una sola cosa, y la justicia sola es su padre, por eso no caben en él (es decir, en el justo) ni pena ni infortunio como tampoco pueden caber en Dios. (La) justicia no le puede producir pena, ya que (la) justicia no es nada más que alegría, placer y deleite: además: si (la) justicia le produjera pena al justo, ella misma se produciría esta pena. Ninguna cosa despareja e injusta, ni hecha ni creada, podría apenar al justo porque todo lo creado permanece muy por debajo de él en la misma medida en que (se halla) por debajo de Dios, y no surte ninguna impresión ni influencia en el justo y no engendra a sí misma en aquel cuyo Padre es solo Dios. Por eso, el hombre debe esforzarse mucho por quitarse la imagen de sí mismo y de todas las criaturas, no conociendo a ningún padre fuera de Dios solo; luego, nada lo puede apenar ni afligir, ni Dios ni la criatura, ni lo creado ni lo increado, y todo su ser, vivir, conocer, saber y amar, proviene de Dios y (se halla) en Dios y (es) Dios. 257 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Además, hay que saber otra cosa igualmente consoladora para el hombre en todos sus infortunios. Resulta que el hombre justo y bueno con seguridad se alegra de la obra de la justicia incomparable e, incluso digo, inefablemente más de lo que para él, o hasta para el supremo de los ángeles, son el deleite y la alegría que sienten con respecto a su ser o vida naturales. Por ello, los santos entregaron también alegremente su vida por amor de la justicia. 258 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Ahora digo yo: Si el hombre bueno y justo sufre un daño exterior y permanece inmutable con ecuanimidad y paz en el corazón, entonces es verdad lo que acabo de decir, (a saber), que al justo no lo entristece nada de todo cuanto le sucede. Si él, en cambio, se entristece a causa del daño exterior, de cierto, es sólo equitativo y justo que Dios haya permitido que se dañara a este hombre que pretendía ser justo y se imaginaba serlo mientras tales nonadas todavía podían afligirlo. Si se trata, pues, de la justicia divina, de veras, él no ha de afligirse, sino, al contrario, sentir una alegría mucho mayor de (la que le produce) su propia vida la que da mucha más alegría a todo hombre y que le resulta más valiosa que todo este mundo; pues ¿para qué le serviría al hombre todo este mundo si él no existiera? La tercera palabra que se puede y debe conocer, es ésta según la cual sólo Dios, de acuerdo con la verdad natural, es el único manantial y la vena fontal de toda bondad, de la verdad esencial y del consuelo, y todo cuanto no es Dios tiene de suyo una amargura natural y desconsuelo y pena, y no agrega nada a la bondad que proviene de Dios y es Dios, sino que ella (la amargura) mengua y encubre y esconde la dulzura, el deleite y el consuelo que da Dios. 259 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1

Por ello dicen los maestros que los bienaventurados en el reino de los cielos conocen a las criaturas desnudas de toda imagen, pues las conocen por medio de una sola imagen que es Dios y en la cual Dios conoce y ama y quiere a sí mismo y a todas las cosas. Y Dios mismo nos enseña a orar y suplicar así cuando decimos: «Padre nuestro», «santificado sea tu nombre» lo cual quiere decir: que te conozcamos sólo a ti (Cfr Juan 17,3); «que venga tu reino» para que yo no tenga nada que considere y conozca como rico fuera de ti, el rico. A esto se refiere el Evangelio al decir: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3), quiere decir: en la voluntad, y por ello pedimos a Dios que se «haga su voluntad», «en la tierra», quiere decir: dentro de nosotros, «como en el cielo», quiere decir: en Dios mismo. Semejante hombre comparte una sola voluntad con Dios de modo tal que quiere todo cuanto quiere Dios y de la misma manera que lo quiere Dios. Y por eso, como Dios en cierto modo quiere que yo también haya pecado, yo no quisiera no haberlo hecho porque así se hace la voluntad de Dios «en la tierra», o sea en el pecado, «como en el cielo», o sea en la buena acción. En este sentido, el hombre quiere hallarse privado de Dios por amor de Dios y ser apartado de Dios por amor de Dios, y sólo éste es un verdadero arrepentimiento de mis pecados; así me apeno sin pena del pecado tal como Dios se apena sin pena de toda maldad. Siento pena y la máxima pena por el pecado — pues no cometería ningún pecado por nada creado o creable, por más que hubiera en la eternidad miles de mundos — mas (lo haría) sin pena; y acepto y tomo las penas de la voluntad divina y por ella. Tan sólo semejante pena es una pena perfecta, porque proviene y surge del puro amor de la bondad y alegría más puras de Dios. Así llega a ser verdad y se echa de ver lo que he dicho en este librito: que el hombre bueno, en cuanto es bueno, entra en toda la peculiaridad de la Bondad misma que es Dios en sí mismo. 275 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora bien, ¡observa qué vida maravillosa y deliciosa tiene tal hombre «en la tierra como en el cielo» en Dios mismo! El desasosiego se le hace sosiego y la pena le resulta igualmente una cosa querida, y además ¡nota que en todo esto hay un consuelo especial! pues, cuando poseo la gracia y la bondad de las cuales acabo de hablar, siento un consuelo y una alegría iguales (y) completas en todo momento y en todas las cosas: (pero), si no tengo nada de esto, he de carecer de ello por amor de Dios y de acuerdo con su voluntad. Si Dios me quiere dar lo que anhelo, lo tengo pues, y me deleito; si Dios, (en cambio), no me lo quiere dar, pues bien, acepto que me falte de acuerdo con la misma voluntad de Dios según la cual Él no quiere, y así tomo hallándome privado y sin tomar. Entonces ¿qué es lo que me falta? Y ciertamente, en el sentido más propio se toma a Dios hallándose privado y no tomando; pues, cuando el hombre toma, el don en sí mismo posee aquello que le produce al hombre alegría y consuelo. Pero cuando no toma, no tiene ni encuentra ni sabe nada de qué alegrarse, a no ser sólo Dios y su voluntad. 276 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

En medio de su sufrimiento el hombre habrá de recordar, también, que Dios dice la verdad y hace promesas por Él mismo, que es la Verdad. Si Dios renegara de su palabra, de su verdad, renegaría de su divinidad y no sería Dios porque Él es su palabra, su verdad. Su palabra, (empero), dice que nuestra pena habrá de ser trocada en alegría (Cfr Jerem 31,13). Ciertamente, si yo supiera con seguridad que todas mis piedras serían convertidas en oro, estaría tanto más a gusto cuantas más piedras tuviera y cuanto más grandes fueran: ah sí, incluso pediría me diesen piedras y, si pudiera, adquiriría unas piedras grandes y éstas en cantidades; me gustarían tanto más cuanto más numerosas y más grandes fuesen. De esta manera, el hombre sentiría seguramente en medio de todos sus sufrimientos un consuelo grande. 282 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Otra cosa más (y) parecida a la anterior: Ningún recipiente puede llevar en sí dos clases de bebida. ‘Si ha de contener vino, hay que verter necesariamente el agua; el recipiente debe estar vacío y limpio. Por eso: si has de recibir divina alegría y a Dios mismo, debes necesariamente verter a las criaturas. Dice San Agustín: «Vierte para que seas llenado. Aprende a no amar para que aprendas a amar. Apártate para que seas acercado». En resumidas cuentas: Todo cuanto ha de tomar y ser capaz de recibir, debe estar vacío y tiene que estarlo. Dicen los maestros: Si el ojo cuando ve contuviera algún color, no percibiría ni el color que contenía ni otro que no contenía; pero como carece de todos los colores, conoce todos los colores. La pared tiene color y por eso no conoce ni su propio color ni ningún otro, y el color no le da placer, y el oro o el esmalte no la atraen más que el color del carbón. El ojo no contiene (color) y, sin embargo, lo tiene en el sentido más verdadero, pues lo conoce con placer y deleite y alegría. Y cuanto más perfectas y puras son las potencias del alma, tanto más perfecta y completamente recogen lo que aprehenden y tanto más reciben y sienten mayor deleite, y se unen tanto más con lo que recogen (y) esto hasta tal punto que la potencia suprema del alma, que está desembarazada de todas las cosas y no tiene nada en común con cosa alguna, no recibe nada menos que a Dios mismo en la extensión y plenitud de su ser. Y los maestros demuestran que, en cuanto a placer y deleite, nada se puede comparar a esta unión y este traspaso (de lo divino) y este deleite. Por eso dice Nuestro Señor (y es) muy notable: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3). Es pobre quien no tiene nada. «Pobre en espíritu» quiere decir: así como el ojo es pobre y carece de color, siendo susceptible de (ver) todos los colores, así el pobre en espíritu es susceptible de aprehender toda clase de espíritu, y el espíritu de todos los espíritus es Dios. El amor, la alegría y la paz son fruto del espíritu. Estar desnudo, ser pobre, no tener nada, hallarse vacío, (todo esto) transforma a la naturaleza: (el) vacío hace que el agua suba por la montaña y (opera) otros muchos milagros de los cuales ahora no es momento de hablar. 283 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Por eso: si quieres tener y encontrar en Dios plena alegría y consuelo, procura estar desasido de todas las criaturas (y) de cualquier consuelo de parte de las criaturas: pues ciertamente, mientras la criatura te consuela y es capaz de hacerlo, no hallarás nunca verdadero consuelo. Pero si nada es capaz de consolarte fuera de Dios, Él, por cierto, te consolará y junto con Él y en Él (lo hará) todo cuanto es deleite. Si te consuela lo que no es Dios, no tendrás (consuelo) ni acá ni allá. Si, en cambio, la criatura no te consuela y no tiene sabor para ti, hallarás consuelo tanto acá como allá. 284 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Y por esta razón he dicho que el alma odia la similitud en la similitud y no la ama en sí y a causa de ella, sino que la ama a causa de lo Uno que se halla escondido en ella y es verdadero «Padre», un comienzo sin comienzo alguno, «de todos» «en el cielo y en la tierra». Y por eso digo yo: Mientras se encuentra y aparece aún una similitud entre el fuego y el leño, no hay en absoluto verdadero placer ni silencio ni descanso ni satisfacción. Y por ello dicen los maestros: El devenir del fuego se realiza en el combate, la excitación, el desasosiego y el tiempo; pero (el) nacimiento del fuego y (el) placer se realizan sin tiempo y distancia. (El) placer y (la) alegría, a nadie le parecen ni largos ni distantes. A todo cuanto acabo de decir se refiere nuestro Señor cuando dice: «La mujer, cuando da a luz al niño, siente angustia y pena y tristeza; pero cuando ha nacido el niño, se olvida de la angustia y pena» (Juan 16,21). Por eso Dios, también nos dice y advierte en el Evangelio, que roguemos al Padre para que nuestra alegría llegue a ser perfecta (Cfr Juan 15,11), y San Felipe dijo: «Señor, haznos ver al Padre y ya nos basta» (Juan 14,8); porque Padre significa nacimiento y no similitud y se refiere a lo Uno en donde la similitud enmudece y se calla todo cuanto tiene apetito de ser. 288 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora digo yo: En vista de que al hombre le es dado en préstamo todo cuanto es bueno o consolador o temporal, ¿con qué derecho se queja cuando Aquel que se lo prestó lo quiere recuperar? Debe dar las gracias a Dios por habérselo prestado durante tanto tiempo. Tiene que agradecerle también que no le haya quitado íntegramente cuanto le había prestado; y si el hombre se enoja porque le haya quitado una parte de lo que nunca le perteneció y cuyo amo no fue jamás, sólo será justo que Dios le quite todo cuanto le había prestado. Y por ello el profeta Jeremías dijo con toda razón en medio de grandes sufrimientos y lamentaciones: «¡Son múltiples las misericordias de Dios para que no perezcamos del todo!» (Lamentac 3,22). Si alguien me hubiera prestado su chaqueta, su jubón de piel y su sobretodo, y me quitara otra vez su sobretodo dejándome, para las heladas, la chaqueta y el jubón de piel, yo debería agradecérselo con mucha razón y sentir alegría. Y así debo comprender en especial la gran equivocación que cometo, cuando me enojo y me quejo tan pronto como pierdo alguna cosa; pues, si pretendo que lo bueno que tengo me sea dado como propio y no (sólo) prestado, quiero ser Señor e Hijo de Dios por naturaleza y en sentido absoluto, mientras ni siquiera he llegado a ser hijo de Dios por obra de la gracia; porque la cualidad del Hijo de Dios y del Espíritu Santo consiste en observar igual conducta frente a todas las cosas. 294 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Además, hay que saber también que en la naturaleza la impresión y la influencia de la naturaleza suprema y más elevada, le resultan a cualquier persona más deliciosas y placenteras que su propia naturaleza y ser. El agua corre, por su propia naturaleza, hacia abajo, hacia el valle y en esto reside también su idiosincrasia. Mas, bajo la impresión e influencia de la luna arriba en el cielo, reniega y se olvida de su propia naturaleza y fluye cuesta arriba hacia lo alto y este flujo hacia arriba le resulta más fácil que el flujo hacia abajo. El hombre ha de saber si está bien encaminado por lo siguiente: si constituye para él un motivo de deleite y alegría dejar su voluntad natural y renegar de ella y desasirse por completo en cuanto a todo aquello que el hombre debe sufrir según la voluntad de Dios. Y a esto se refiere, en acertado sentido, Nuestro Señor cuando dijo: «Quien quiere llegar hacia mí, debe desasirse de sí y negarse a sí mismo y ha de levantar su cruz» (Mateo 16, 24), esto es: se ha de despojar y desasir de todo cuanto es cruz y sufrimiento. Pues seguramente, quien se hubiera negado a sí mismo y hubiera abandonado del todo su propio yo, a éste nada le resultaría ni cruz ni pena ni sufrimiento; todo constituiría para él un deleite, una alegría, un placer entrañable, y este (hombre) acudiría a Dios y lo seguiría de veras. Pues, así como nada puede entristecer ni apenar a Dios, tampoco existe cosa alguna que pueda preocupar o apenar a semejante hombre. Por consiguiente, cuando dice Nuestro Señor: «Quien quiere llegar hacia mí, niéguese a sí mismo y levante su cruz y sígame», no se trata tan sólo de un mandamiento, como se dice y cree comúnmente; antes bien, es una promesa y una enseñanza divina relativa a cómo, para el hombre, todo su sufrimiento, toda su actuación, toda su vida, llegan a ser deliciosas y alegres, y antes que un mandamiento es una recompensa. Porque un hombre de tal carácter posee todo cuanto quiere y no quiere nada malo y ésta es (la) bienaventuranza. También por eso dice bien Nuestro Señor: «Bienaventurados son los que sufren ‘por la justicia» (Mateo 5, 10). 305 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Existe, empero, otro consuelo más. Debe saberse que a la naturaleza entera le es imposible romper una cosa, arruinarla o tan sólo tocarla, sin que pretenda lograr algo mejor para lo que toca. No le basta crear algo igualmente bueno; siempre quiere hacer algo mejor. ¿Cómo? Un médico sabio nunca toca el dedo enfermo de una persona provocándole dolores, si no es capaz de producir un estado mejor para el dedo o para el hombre en su totalidad y procurarle alivio. Si puede lograr una mejoría para el hombre y también para el dedo, lo hace; si no es así, le corta el dedo para que mejore el hombre. Y es mucho mejor sacrificar el dedo solo y conservar al hombre, antes que permitir que se arruinen tanto el dedo como el hombre. Un solo daño es mejor que dos, sobre todo cuando uno sería incomparablemente mayor que el otro. Debe saberse también que el dedo y la mano y cualquier miembro por naturaleza, antes que a sí mismo quiere mucho más al hombre cuyo miembro es y que, en beneficio de ese hombre, se expone de buen grado y con alegría no premeditada a (sufrir) apremios y daños. Digo con toda confianza y de acuerdo con la verdad que semejante miembro en absoluto se ama a sí mismo a no ser por y en aquel cuyo miembro es. Por ello sería muy justo y nos correspondería por naturaleza que en absoluto nos amásemos, a no ser por amor de Dios y en Él. Y si fuera así, nos resultaría fácil y un deleite todo cuanto Dios quisiera de nosotros y en nosotros, en especial si tuviéramos la certeza de que Dios en medida incomparablemente menor sería capaz de permitir que (nos sucediera) ningún defecto o daño, a no ser que viera y pretendiera con ello una ganancia mucho mayor (para nosotros). Por cierto, si alguien en este aspecto no confía en Dios, es sólo justo que tenga sufrimientos y penas. 308 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Además, si el hombre se dispusiera a tomar conciencia y reflexionar sobre la gran alegría que sienten seguramente Dios mismo a su manera y todos los ángeles y cuantos conocen y aman a Dios a causa de la paciencia del hombre cuando por amor de Dios sufre penas y perjuicios, en realidad, esta (noción) por sí sola ya de derecho debería procurarle consuelo. Si una persona es capaz de entregar sus bienes y soportar molestias para dar alegría a su amigo y hacerle un favor. 312 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

En sexto lugar digo: Si es así que Dios sufre antes que lo haga yo, y si yo sufro por amor de Dios, entonces, por cierto, todo mi sufrimiento, por grande y múltiple que sea, se me torna fácilmente en consuelo y alegría. Es una verdad ya por naturaleza: si el hombre realiza una obra a causa de otra (obra), entonces se halla más cerca de su corazón el fin por el cual lo hace, y aquello que ejecuta está más lejos de su corazón y lo afecta sólo con miras a ese fin por el cual lo hace. Quien edifica y corta la madera y labra la piedra porque y a causa de que quiere edificar una casa (que lo proteja) contra el calor estival y las heladas invernales, (ese hombre) tiene centrado su corazón, ante todo y cabalmente, en la casa y no labraría jamás la piedra ni haría el trabajo, si no fuera por la casa. Ahora bien, vemos que el enfermo, cuando toma el vino dulce, tiene la idea, y lo dice, de que es amargo, y es cierto; porque el vino pierde toda su dulzura afuera, en el sabor amargo de la lengua, antes de que penetre adentro donde el alma percibe y juzga el gusto. Así sucede y en medida incomparablemente mayor y más verdadera, cuando el hombre hace todas sus obras por amor de Dios, en este caso Dios es el mediador y lo que permanece más cerca del alma, y nada es capaz de tocar el alma y el corazón de este hombre sin perder, necesariamente, su amargura gracias a Dios y a su dulzura, debiendo convertirse en pura dulzura antes de poder tocar jamás el corazón de esa persona. 320 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

El hombre exterior, éste es el hombre hostil y malo que sembraba y arrojaba encima la cizaña (Cfr Mateo 13, 24 ss). De él dice San Pablo: Encuentro en mí una cosa que me estorba y que está en contra de lo que manda Dios y de lo que aconseja Dios y de lo que ha hablado Dios y todavía sigue hablando en lo más elevado, o sea, en el fondo de mi alma (Cfr Romanos 7, 23). Y en otra parte dice lamentándose: «¡Oh, desdichado de mí! ¿Quién me librará de esta carne y de este cuerpo de muerte?» (Romanos 7, 24). Y en otra parte vuelve a decir que el espíritu del hombre y su carne siempre se hacen la guerra. La carne aconseja (entregarse a) vicios y malicias; el espíritu aconseja (que se tenga) amor de Dios, alegría, paz y toda virtud (Cfr Gal 5, 17 ss). Quien le obedece al espíritu y vive de acuerdo con su consejo, a éste le pertenece la vida eterna (Cfr Galat 6, 8). El hombre interior es aquel de quien dice Nuestro Señor que «un hombre noble marchó a un país lejano para conquistarse un reino». Éste es el árbol bueno del cual dice Nuestro Señor que siempre da frutos buenos y nunca malos, porque quiere (la) bondad y se inclina hacia (la) bondad tal como flota (concentrada) en sí misma sin hallarse afectada por esto o aquello. El hombre exterior es el árbol malo que nunca es capaz de dar frutos buenos (Mateo 7, 18). 351 ECKHART: TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Yo he dicho también varias veces que hay en el alma una potencia que no es tocada ni por el tiempo ni por la carne; emana del espíritu y permanece en él y es completamente espiritual. Dentro de esta potencia se halla Dios exactamente tan reverdecido y floreciente, con toda la alegría y gloria, como es en sí mismo. Allí hay tanta alegría del corazón y una felicidad tan incomprensiblemente grande que nadie sabe narrarla exhaustivamente. Pues el Padre eterno engendra sin cesar a su Hijo eterno dentro de esta potencia, de modo que esta potencia co-engendra al Hijo del Padre y a sí misma como el mismo hijo en la potencia única del Padre. Si un hombre poseyera un reino entero o todos los bienes de la tierra y renunciara a ellos con pureza, por amor de Dios, y se convirtiera en uno de los hombres más pobres que viven en cualquier parte de este mundo, y si Dios luego le diera tantos sufrimientos como los ha dado jamás a un hombre, y si él lo sufriera todo hasta su muerte, y si entonces Dios le concediera ver una sola vez con un solo vistazo cómo Él se halla dentro de esta potencia su alegría se haría tan grande que todo ese sufrimiento y esa pobreza todavía hubieran sido demasiado pequeños. Ah sí, aun en el caso de que Dios posteriormente nunca le diera el reino de los cielos, él habría recibido, sin embargo, una recompensa demasiado grande por todo cuanto había sufrido jamás, pues Dios se halla en esta potencia como en el «ahora» eterno. Si el espíritu estuviera unido todo el tiempo a Dios en esta potencia, el hombre no podría envejecer; pues el instante en el cual Dios creó al primer hombre y el instante en el que habrá de perecer el último hombre y el instante en que estoy hablando, son (todos) iguales en Dios y no son sino un solo instante. Ahora mirad, este hombre habita dentro de una sola luz junto con Dios; por lo tanto no hay en él ni sufrimiento ni transcurso del tiempo sino una eternidad siempre igual. A este hombre se le ha quitado en verdad todo asombro, y todas las cosas se yerguen esenciales dentro de él. Por ello no recibe nada nuevo de las cosas futuras ni de ninguna casualidad, ya que habita en un solo «ahora», siempre nuevo, ininterrumpidamente. Tal majestad divina hay en esta potencia. 428 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3

Existe otra potencia más, que es también incorpórea; emana del Espíritu y permanece en Él y es enteramente espiritual. En esta potencia se halla Dios de continuo, fosforeciendo y ardiendo con toda su riqueza, con toda su dulzura y todo su deleite. De veras, en esta potencia hay una alegría tan grande y un deleite tan grande (e) inconmensurable que nadie sabe narrarlo ni revelarlo exhaustivamente. Digo otra vez: Si hubiera una sola persona que con la razón y de acuerdo con la verdad, contemplara ahí, por un instante, el deleite y la alegría contenidos en (esta potencia): todo el sufrimiento que padeciera y que Dios quisiera que lo soportase, le resultaría de poca monta y hasta como nada; digo más aún: Sería para él únicamente alegría y sosiego. 429 ECKHART: SERMONES: SERMÓN II 3

Parece difícil aquello que mandó el Señor: que uno debe amar al hermano en Cristo como a sí mismo (Cfr Marcos 12, 31; Mateo 22, 39). Las personas de mentalidad grosera suelen decir que la idea es ésta: uno los debería amar a ellos (los hermanos en Cristo) con miras al mismo bien por el cual uno se ama a sí propio. No, no es así. Uno debe amarlos tanto como a sí mismo y esto no es difícil. Si queréis pensarlo bien, el amor antes que mandamiento es recompensa. El mandamiento parece difícil, (pero) la recompensa es apetecible. Quien ama a Dios como ha de amarlo y también debe amarlo, quiéralo o no, y como lo aman todas las criaturas, tiene que amar a su semejante como a sí mismo, y regocijarse de sus alegrías como de sus propias alegrías, y (debe) ansiar la honra del otro tanto como la suya propia y (amar) al forastero tanto como al pariente. Y procediendo de esta manera, el hombre se halla siempre en (un estado de) alegría, honra y ventaja, y así está verdaderamente como en el reino de los cielos y siente alegría más a menudo que si se regocijara únicamente de su propio bien. Y sabed por cierto: si tu propia honra te hace más feliz que la de otro, eso está mal. 461 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IV 3

Uno se encuentra con gente a la que gusta Dios de una manera, pero de otra no, y se empeñan en poseer a Dios sólo en una forma de devoción y en otra no. Lo dejo pasar, pero es todo un error. Quien ha de tomar a Dios de manera correcta, debe tomarlo de igual modo en todas las cosas, en (la) aflicción como en (el) bienestar, en (el) llanto como en (la) alegría; en todo debe ser el mismo para ti. Si tú no tienes devoción ni fervor, sin haberlo provocado por un pecado mortal, y deseas tener devoción y fervor, y, si entonces crees que justamente por no tener devoción ni fervor, tampoco tienes a Dios (y) ello te da pena, precisamente esto es, en ese momento, (tu) devoción y fervor. Por lo tanto no debéis insistir en ningún modo, porque Dios no es en absoluto ni esto ni aquello. De ahí que aquellos que tomen a Dios de la manera descrita, proceden mal con Él. Toman el modo, pero no a Dios. Por ende recordad esta palabra: Debéis pensar puramente en Dios y buscarlo a Él. Cualquiera que sea luego el modo resultante, ¡contentaos con él! Pues vuestra intención ha de estar dirigida puramente hacia Dios y a ninguna otra cosa. (Luego) estará bien lo que os guste o no os guste, y sabed que otra cosa estaría completamente mal. Quienes pretenden tener muchos modos, empujan a Dios por debajo de un banco. Ya sean llantos o suspiros o muchas otras cosas por el estilo: todo esto no es Dios. Si os sucede, aceptadlo y contentaos; si no sucede, contentaos lo mismo y tomad lo que Dios os quiere dar en ese momento y conservad siempre un humilde aniquilamiento y el rebajamiento (de vosotros mismos). Y en todo momento ha de pareceros que sois indignos de (recibir) cualquier bien que Dios podría haceros si quisiera. Así hemos interpretado pues, la palabra escrita por San Juan: «En esto se nos ha manifestado a nosotros el amor de Dios». Si fuéramos así, este bien se manifestaría dentro de nosotros. La culpa de que esté escondido para nosotros no la tiene nadie más que nosotros. Somos la causa de todos nuestros impedimentos. Cuídate de ti mismo y te has cuidado bien. Y si resulta que no queremos tomarlo, Él nos ha escogido para ello, (sin embargo). Si no lo tomamos, habremos de arrepentimos y sufriremos gran reprimenda. La culpa de que no lleguemos adonde, se recibe este bien, no la tiene Él, sino nosotros. 478 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V a 3

A los ángeles y a los santos hay que darles alegría. ¡Oh, maravilla superior a todas las maravillas! ¿Es posible que un ser humano en esta vida les dé alegría a quienes se hallan en la vida eterna? ¡Sí, es cierto! Todo santo siente mucha e inefable alegría por cualquier obra buena; por una voluntad o una aspiración buenas sienten tamaña alegría que no hay boca capaz de pronunciar ni corazón capaz de pensar lo grande que es la alegría que esto les da. ¿Por qué será así? Porque aman a Dios sobremanera, y su amor es tan verdadero que prefieren la honra (de Dios) a la bienaventuranza de ellos. Y esto les da tanto placer no sólo a los santos y a los ángeles, sino también a Dios mismo, tal como si fuera la bienaventuranza de Él, y su ser y su contento y su deleite dependen de ello. ¡Pues bien, ahora prestad atención! Si quisiéramos servir a Dios por ninguna otra causa que por la gran alegría que sienten quienes están en la vida eterna, y Dios mismo, podríamos hacerlo con gusto y con todo empeño posible. 506 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VI 3

Si te amas a ti mismo, amas a todos los hombres como a ti mismo. Mientras le tienes menos amor a un solo hombre que a ti mismo, nunca has llegado a amarte de veras, con tal de que no ames a todos los hombres como a ti mismo, a todos los hombres en un solo hombre: y este hombre es Dios y hombre. De modo que va por buen camino el hombre que se ama a sí mismo y ama a todos los hombres como a sí mismo; y éste sí va por buen camino. Algunas personas dicen empero: Prefiero a mi amigo que me hace el bien, a otro hombre. Eso está mal, es una imperfección. Sin embargo, hay que dejarlo pasar, así como alguna gente cruza el mar a medio viento y llega también (a destino). Así sucede con las personas que prefieren un hombre a otro; es natural. Si yo lo amara en verdad como a mí mismo, cualquier cosa que le pasara, ya sea alegría, ya sea pena, ya sea muerte, ya sea vida, todo esto me gustaría tanto si me acaeciera a mí como a él, y ésta sería verdadera amistad. 615 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3

Ahora se suele preguntar con respecto a los ángeles, si los ángeles que viven acá con nosotros y nos sirven y nos guardan, si ellos (digo) tienen de algún modo menos igualdad en cuanto a sus alegrías que aquellos que se hallan en la eternidad, o si ellos debido a su actividad de guardarnos y servirnos, experimentan alguna pérdida. Yo digo: ¡No, en absoluto! Su alegría y su igualdad por ello no son menores; porque la obra del ángel es la voluntad de Dios, y la voluntad de Dios es la obra del ángel; por eso no sufre ningún menoscabo en cuanto a su alegría, a su igualdad y a sus obras. Si Dios le mandara al ángel que se fuera a un árbol y le quitara las orugas, el ángel estaría dispuesto a quitar las orugas y eso constituiría su felicidad y sería la voluntad divina. 619 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3

El hombre que de tal modo se conserva apegado a la voluntad de Dios, no quiere nada fuera del ser divino y de la voluntad de Dios. Si estuviera enfermo, no querría estar sano. Toda pena es una alegría para él, toda multiplicidad es para él una sencillez y unidad, siempre y cuando se conserve apegado a la voluntad de Dios como es debido. Ah sí, aunque se vinculara a ello el suplicio infernal, para él sería una alegría y una felicidad. Es libre y se ha desasido de sí mismo y debe ser libre de todo cuanto ha de recibir. Si mi ojo ha de ver el color, debe ser libre de todo color. Si veo el color azul o el blanco, entonces la Vista que ve el color, o sea justamente aquello que ve, es lo mismo que es visto por el ojo. El ojo con el cual veo a Dios, es el mismo ojo con el cual me ve Dios; mi ojo y el de Dios son un solo ojo y una sola visión y un solo conocer y un solo amar. 620 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XII 3

Ahora digo yo: ¿Cómo puede ser que el desasimiento del conocimiento conoce en sí mismo todas las cosas sin forma e imagen, sin que se dirija hacia fuera y se transforme él mismo? Digo que proviene de su simplicidad, porque el hombre, cuanto más puramente simplificado se halla en sí mismo, con tanta más simplicidad conoce toda la multiplicidad en él mismo y se mantiene inmutable en sí mismo. Dice Boecio: Dios es un bien inmovible que se mantiene tranquilo en sí mismo, intacto e inmóvil, y que mueve todas las cosas. Un conocimiento simple es tan acendrado en sí mismo que comprende de inmediato al ser divino, puramente desnudo. Y gracias a esta influencia (del ser divino) recibe naturaleza divina al igual que los ángeles, hecho éste que a ellos les da gran alegría. A cambio de poder ver a un solo ángel, uno querría pasar mil años en el infierno. Este conocimiento es tan acendrado y tan claro en sí mismo, que todo cuanto se vería a esta luz, se convertiría en ángel. 680 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XV 3

Nuestros maestros dicen: ¿Qué es lo que alaba a Dios? Esto lo hace (la) semejanza. Así pues, lo alaba a Dios todo aquello en el alma que se asemeja a Dios; lo que de alguna manera es desigual a Dios no lo alaba; así como un cuadro alaba a su maestro que le ha impreso todo el arte que alberga en su corazón y que así se ha asemejado completamente (el cuadro). Esta semejanza del lienzo elogia a su maestro sin palabras. Aquello que se puede alabar con palabras o que se reza con la boca, es poca cosa. Porque Nuestro Señor dijo una vez: «Vosotros rezáis pero no sabéis qué es lo que rezáis. Vendrán verdaderos rezadores que adorarán a mi Padre en espíritu y en verdad» (Cfr Juan 4, 22 y 23). ¿Qué es (la) oración? Dice Dionisio: Trepar hacia Dios en el entendimiento, esto es (la) oración. Dice un pagano: Allí donde se hallan (el) espíritu y (la) unidad y (la) eternidad, allí quiere obrar Dios. Donde (la) carne está en contra del espíritu, donde (la) disgregación está en contra de (la) unidad, donde (el) tiempo está en contra de (la) eternidad, allí no obra Dios; no se aviene a ello. Antes bien, todo el placer, contento, alegría y bienestar que puedan tenerse acá (en esta tierra), todo esto debe desaparecer. Quien quiere elogiar a Dios, tiene que ser santo y estar reconcentrado y ser espíritu sin hallarse afuera en ninguna parte; antes bien, con perfecta semejanza tiene que ser llevado hacia arriba, hasta la eternidad, por encima de todas las cosas. Me refiero no sólo a todas las criaturas que están creadas, sino (también) a todo cuanto Él sería capaz de hacer si quisiera (hacerlo); el alma tiene que sobrepasar todo esto. Mientras exista alguna cosa por encima del alma y mientras haya algo, sea lo que fuere, que se anteponga a Dios (y) no es Dios, (el alma) no llega al fondo «a lo largo de los días». 755 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XIX 3

El tercer interrogante trata de si él estaba en Dios o Dios en él. Yo digo: Dios conoció en él, y él como no (hallándose) en Dios. Escuchad un símil: El sol brilla a través del vidrio y expele el agua de la rosa; esto se debe a la fineza de la materia del vidrio (y) a la fuerza generadora del sol: así el sol da a luz en el vidrio y no el vidrio en el sol. Lo mismo sucedió con San Pablo: cuando el claro sol de la divinidad bañó a su alma, se expelió de la diáfana rosa de su espíritu el río amoroso de la contemplación divina, del que dice el profeta: «El ímpetu del río da alegría a mi ciudad» (Salmo 45, 5), o sea, a mi alma. Y esto le sucedió gracias a la claridad de su alma. El amor penetró a través de ésta debido a la facultad procreativa de la divinidad. 837 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3

Nuestro Señor dice en el Evangelio: «Mi doctrina no es mía sino de Aquel que me ha enviado» (Juan 7, 16). Un hombre bueno debe proceder de la misma manera (pensando): «Mi obra no es mía, mi vida no es mía». Y si me comporto así: toda la perfección y toda la bienaventuranza que tiene San Pedro, y, el hecho de que San Pablo ofreciera su cabeza, y toda la bienaventuranza que obtuvieron a causa (de su actitud), se me hacen tan gustosas como a ellos, y participaré perpetuamente de ello como si hubiera hecho las obras yo mismo. Más aún: de todas las obras realizadas alguna vez por todos los santos y todos los ángeles y aun de las hechas alguna vez por María, (la) Madre de Dios, habré de recibir eterna alegría como si las hubiese realizado yo mismo. 865 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3

Ahora bien, él dice: «¡Alegraos!»Jerónimo dice: Nadie puede recibir de Dios saber, sabiduría y alegría sin ser un hombre bueno. Quien no ha cambiado su conducta anterior, no es un hombre bueno; no puede recibir de Dios saber, sabiduría y alegría… Él dice, pues: «¡Alegraos en el Señor!» No dijo: en Nuestro Señor, sino: «en el Señor». Ya he dicho varias veces que el poderío de Dios no consiste sólo en que es el Señor de todas las criaturas; antes bien, su poder consiste en que podría crear mil mundos en tanto que Él seguiría flotando por encima de ellos en su esencia pura: en esto reside su poder. 1001 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIV 3

El ángel tiene también muy alto nivel: los más distinguidos de los maestros dicen que cada ángel posee una naturaleza entera. Es como si hubiera un hombre que tuviese todo cuanto todos los hombres juntos han poseído alguna vez, lo que poseen ahora y habrán de poseer en cualquier momento, en lo que a poder y sabiduría y todas las cosas se refiere, esto sería un milagro y, sin embargo, él no sería nada más que un hombre, porque ese hombre poseería todo cuanto tienen todos los hombres y, no obstante, se hallaría lejos de los ángeles. Así, pues, cualquier ángel posee una naturaleza entera (para sí) y se halla separado de otro, como un animal de otro que es de diferente especie. Dios es rico en esa cantidad de ángeles, y quien llega a conocer este hecho, conoce el reino de Dios. Ella (= la cantidad de ángeles) representa el reino de Dios, así como un señor es representado por la cantidad de sus caballeros. Por ello se llama: «Un señor-Dios de los ejércitos» (Isaías 1, 24 et passim). Toda esa cantidad de ángeles, por sublimes que sean, colaboran y ayudan para que Dios nazca en el alma, es decir: sienten placer y alegría y deleite por el nacimiento; (mas) no obran nada. Ahí no existe ninguna obra de las criaturas, pues Dios opera, Él solo, el nacimiento: en este aspecto les corresponde (sólo) una obra servil a los ángeles. Todo cuanto coopera en ello, constituye una obra servil. 1064 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

«Ave», esto quiere decir, «sin dolor». Quien se abstiene de las criaturas, se halla «sin dolor» y sin infierno, y quien es y tiene criatura en un grado mínimo, tiene un mínimo de dolor. He dicho algunas veces: Quien posee lo menos del mundo, lo posee en grado máximo. A nadie el mundo le pertenece tanto como a aquel que ha dejado a todo el mundo. ¿Sabéis por qué razón Dios es Dios? Dios es Dios porque carece de criatura. Él nunca se nombró en el tiempo. En el tiempo hay criaturas y pecado y muerte. En cierto sentido éstos tienen un parentesco, y como el alma ahí se ha escapado del tiempo, no hay (en esa situación) ni dolor ni pena; ahí hasta el infortunio se le convierte en alegría. Todo cuanto se puede imaginar jamás de placer y de alegría, de deleite y de cosas dignas de ser amadas, si se lo compara con el deleite inherente a ese nacimiento, no es alegría. 1067 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

En alguna ocasión expliqué lo que es un hombre justo mas, ahora digo otra cosa en sentido diferente. Un hombre justo es aquel que está formado en la justicia y transformado en su imagen. El justo vive en Dios y Dios en él; pues Dios nace en el justo y el justo en Dios, ya que Dios nace a causa de cualquier virtud del justo, y cualquier virtud del justo le da alegría. Y no sólo cualquier virtud del justo sino también cualquier obra del justo por insignificante que sea, siempre que la haga en justicia, con ella Dios se alegra y la alegría hasta penetra en Él; porque no queda nada en su fondo que no reciba cosquillas de alegría. Tal hecho lo deben creer las personas de mentalidad burda, mientras los iluminados han de saberlo. 1079 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIX 3

¡Ahora prestad atención! Si amáis a la justicia, por cuanto (la) justicia se halla sobre ti o en ti, no amáis a la justicia en cuanto es la justicia, y así no la tomáis ni la amáis tal como es en su simpleza, sino que la tomáis como dividida. Como Dios es, pues, la justicia, no lo tomáis ni lo amáis de acuerdo con el hecho de que es simple. Y por ello, tomad la justicia en cuanto es (la) justicia, porque entonces la tomáis según ella es Dios. Y, por lo tanto: donde opera la justicia, ahí operáis vosotros porque entonces ejercéis (la) justicia en todo momento. Ah sí, y aunque el infierno se hallara en el camino de la justicia, vosotros ejerceríais la justicia y aquél no constituiría para vosotros ninguna pena, os redundaría en alegría ya que vosotros mismos seríais la justicia; y en consecuencia debéis ejercer la justicia. Pues, en la medida en que alguna cosa asciende dentro de la comunidad, en esta misma medida es uno con la simpleza de esa comunidad y es (proporcionalmente) más simple. 1200 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVI 3

«Entonces avanzó»; entonces Él le salió al encuentro. «Ella pensó que era un jardinero y dijo: “¿Dónde lo habéis colocado?”» (Cfr Juan 20, 15). Estaba tan preocupada por Él que sólo recordaba una de las palabras (que podría haber dicho): «¿Dónde lo habéis colocado?» Así le dijo. Luego Él se le reveló paso a paso. Si Él se le hubiera revelado de improviso, cuando todavía estaba llena de anhelos, ella habría muerto de alegría. Si el alma supiera cuándo Dios entraría en ella, la alegría la mataría; y si, además, supiera cuándo se separaría de ella, moriría de dolor. No sabe cuándo viene ni cuándo se va. Lo que concibe bien es cuándo está con ella. Un. maestro dice: Su llegada y su retirada se (le) ocultan. Su presencia no se esconde, ya que Él es una luz, y a la naturaleza de la luz corresponde revelarse. 1366 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVI 3

El otro (significado se ve) cuando afirma que la «ciudad» es «santa». San Dionisio dice que (la) «santidad es pureza total, libertad y perfección». (La) pureza reside en que el hombre se halla apartado de los pecados; este hecho libera al alma. El deleite y la alegría máximos que existen en el cielo, se constituyen en (la) semejanza; y si Dios entrara en el alma y ella no fuera semejante a Él, ese hecho la atormentaría, pues San Juan dice: «Quien comete el pecado, es siervo del pecado» (Juan 8, 34). Podemos afirmar de los ángeles y de los santos que son perfectos, pero de los santos no en sentido pleno, ya que todavía abrigan amor a sus cuerpos que yacen aún en cenizas; solamente en Dios hay completa perfección. Me sorprende que San Juan alguna vez haya osado decir que existen tres personas (divinas) a no ser que lo haya visto en el espíritu: cómo el Padre, con toda perfección, se vierte en el Hijo en el nacimiento, y se vierte con bondad en el Espíritu Santo como en (un flujo de) amor. 1380 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3

Por amor de Dios, San Pablo deseaba ser apartado de Cristo por (la salud de) sus hermanos (Cfr Romanos 9, 3). Este (aspecto) preocupa mucho a los maestros y les produce grandes dudas. Algunos dicen que (sólo) se refería a un tiempo determinado. Esto, en absoluto es verdad; de tan mal grado por un instante como eternamente, y también con tanto gusto eternamente como por un instante. Siempre y cuando ponga sus miras en la voluntad de Dios, será más de su agrado cuanto más dure, y cuanto mayor sea el suplicio, tanto más lo querrá, exactamente como (sucede con) un mercader. Si él estuviera seguro de que aquello que compraba por un marco, le rendiría diez, pondría todos los marcos que poseyese, y todo el trabajo necesario, con tal de estar seguro de que volvería a casa con vida y ganaría tanto más… todo esto le resultaría agradable. Justamente esto le sucedió a San Pablo: la cosa de la que sabía que era la voluntad de Dios… cuanto más tiempo, tanto más querida, y cuanto mayor (el) suplicio, tanto mayor (la) alegría; porque cumplir con la voluntad divina, es el reino de los cielos; y cuánto mayor (sea) el suplicio (sufrido) de acuerdo con la voluntad divina, tanto mayor (será) la bienaventuranza. 1406 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3

«¡Renuncia a ti mismo y toma tu cruz!» (Cfr Lucas 9, 23). Los maestros dicen que el suplicio consiste en ayunar y otros sufrimientos (= ejercicios de penitencia). Mas, yo digo que esto no constituye sino un librarse del suplicio porque a tal actitud no la sigue sino alegría. Luego (de Juan 10, 27) dice Él: «Les doy la vida» (Juan 10, 28). Muchas otras cosas que se hallan en los entes racionales, son accidentes; mas la vida es propia de toda criatura racional, como ser suyo. Por eso dice: «Yo les doy la vida», porque su ser es su vida; pues Dios se da por completo cuando dice: «Yo doy». Ninguna criatura sería capaz de darla (= la vida); si fuera posible que alguna criatura pudiera darla, Dios amaría (no obstante) tanto al alma que no podría tolerarlo, sino que Él mismo quiere darla. Si alguna criatura la diera, le repugnaría al alma; le importaría tan poco como una mosca. Exactamente como si un Emperador le diese una manzana a un hombre, éste la apreciaría más que si otra persona le regalara un jubón del mismo modo el alma tampoco puede admitir que reciba la (vida) de otro que no sea Dios. Por eso, dice: «Yo doy», para que sea perfecta la alegría del alma por el don. 1407 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3