Si el hombre fuera capaz y estuviera en condiciones de vaciar una copa por completo y de mantenerla vacía de todo cuanto puede llenarla, incluso el aire, la copa, sin duda alguna, renegaría de su entera naturaleza, olvidándola, y (el) vacío la llevaría hacia arriba al cielo. Del mismo modo, el estado de desnudez, pobreza y vacío con respecto a todas las criaturas, eleva al alma hacia Dios. Resulta también que la igualdad y el calor alzan hacia arriba. La igualdad se atribuye, en la divinidad, al Hijo, el calor y el amor al Espíritu Santo. (La) igualdad en todas las cosas, mas en especial y en primer término, en la naturaleza divina, constituye el nacimiento de lo Uno, y la igualdad de lo Uno, en lo Uno y con lo Uno, es el comienzo y el origen del amor florido, ardiente. (Lo) Uno es comienzo sin ningún comienzo. (La) igualdad es el comienzo de lo Uno solo y recibe de lo Uno y en ello, el hecho de ser y de ser comienzo. (El) amor posee por naturaleza (la cualidad) de emanar y surgir de dos como uno de lo uno, en cuanto es uno, no surge ningún amor, de dos en cuanto dos, tampoco surge amor; dos como uno produce necesariamente un amor concorde con la naturaleza, impetuoso (y) ardiente. 285 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Ahora bien, dice Salomón que todas las aguas, es decir, todas las criaturas vuelven a fluir y correr hacia su origen (Ecl 1,7). Por ello es necesariamente verdad lo que acabo de decir: (La) igualdad y (el) amor ardiente elevan hacia arriba y guían y llevan al alma hasta el primer origen de lo Uno que es «Padre» de «todos», «en el cielo y en la tierra» (Cfr Efesios 4,6). Así digo, pues, que (la) igualdad nacida de lo Uno tira al alma hasta Dios tal como Él es lo Uno en su unión escondida, pues esto es lo que significa Uno. Para ello disponemos de un símbolo evidente (offenbär angesiht): cuando el fuego material enciende la leña, una chispa obtiene naturaleza ígnea y se iguala al fuego puro que está pegado inmediatamente al lado inferior del cielo. En seguida se olvida y se deshace del padre y la madre, del hermano y la hermana en esta tierra y sube corriendo hacia el padre celestial. El padre de la chispa en esta tierra es el fuego, su madre es la leña, su hermano y su hermana son las otras chispas; a éstas no las espera la primera chispita. Sube apurada hacia su padre legítimo que es el cielo; pues, quien conoce la verdad, sabe muy bien que el fuego, en cuanto fuego, no es el padre verdadero, legítimo de la chispa. El padre verdadero, legítimo de la chispa y de todo lo ígneo es el cielo. Además hay que notar muy bien que esta chispita no sólo abandona y olvida a su padre y madre, hermano y hermana en esta tierra, sino que se abandona y se olvida y se deshace también de sí misma (movida) por el amor para llegar a su padre legítimo, el cielo, pues necesariamente ha de apagarse en el aire frío; no obstante esto, quiere dar testimonio del amor natural que le tiene a su legítimo padre celestial. 286 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Hay todavía otra cosa capaz de consolar a una persona. Pongo el caso de que un hombre durante varios años haya gozado de fama y comodidades y ahora las pierde por disposición divina; entonces el hombre ha de razonar sabiamente y darle las gracias a Dios. Sólo cuando se da cuenta del daño y de las molestias que ahora sufre, sabe cuántas ventajas y comodidades tenía anteriormente y debe agradecer a Dios la comodidad de que gozó durante muchos años sin darse perfecta cuenta de lo bien que estaba, y que no se le ocurra estar disgustado. Debe reparar en que el ser humano, de acuerdo con su estado natural, no tiene en sí mismo nada más que malicia y flaquezas. Todo cuanto es bueno y bondad, Dios se lo ha prestado mas no se lo ha dado (como posesión). Pues, quien llega a conocer la verdad, sabe que Dios, el Padre celestial, les da todo cuanto es bueno al Hijo y al Espíritu Santo; pero a las criaturas no les da ningún bien sino que sólo se lo presta. El sol da calor al aire, mas la luz se la da en calidad de préstamo; y por lo tanto, el aire pierde la luz tan pronto como se hunde el sol, pero conserva el calor porque éste se le ha dado como propiedad. Y por ello dicen los maestros que Dios, el Padre celestial, es Padre del Hijo y no (su) Señor y tampoco es el Señor del Espíritu Santo. Pero Dios-Padre-Hijo-y Espíritu Santo, es un solo Señor y, (en efecto), un Señor de las criaturas, y nosotros decimos que Dios desde la eternidad fue Padre; pero desde el momento en que creó las criaturas, es Señor. 293 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
La otra palabra en que pienso, (se refiere al hecho de) que algunas personas brutas digan que muchas cosas escritas por mí en este libro, y también en otras partes, no son verdad. A ésos les contesto lo que dice San Agustín en el primer libro de sus «Confesiones». Allí afirma que Dios ya ahora ha hecho todo lo venidero aunque sucediera en miles y miles de años — con tal de que el mundo subsistiera durante tanto tiempo — y que hará todavía hoy aquello que pasó hace milenios. ¿Qué culpa tengo yo si alguien no lo entiende? Y además dice en otra parte que ama demasiado a sí mismo aquel hombre que quiere cegar a otras personas para que permanezca oculta su ceguera. A mí me basta que lo que digo y escribo sea verdad en mi fuero íntimo y en Dios. Quien ve una vara sumergida en el agua, tiene la sensación de que está torcida a pesar de que es completamente recta y esto se debe al hecho de que el agua es más espesa que el aire; sin embargo, la vara es recta y no está torcida tanto en sí misma como para la mirada de quien la ve sólo a través del aire puro. 338 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3
La cuarta enseñanza es la mejor de todas. Dice que «murieron». La muerte, (sin embargo), les otorga un ser. Afirma un maestro: La naturaleza nunca destruye nada a no ser que dé algo mejor. Cuando el aire se convierte en fuego, entonces es algo mejor; mas, cuando el aire se convierte en agua, es una destrucción y un error. Si (incluso) la naturaleza actúa así, cuánto más lo hace Dios: nunca destruye sin dar algo mejor. Los mártires están muertos y perdieron una vida (pero, en cambio) recibieron un ser. Dice un maestro que lo más noble son (el) ser y (la) vida y (el) conocimiento. (El) conocimiento es más sublime que (la) vida o (el) ser, pues en el hecho de conocer posee a la vez (la) vida y (el) ser. Mas luego, (la) vida es más noble que (el) ser o (el) conocer, como en el caso del árbol que vive, mientras la piedra (sólo) tiene el ser. Pero, si por otra parte, concebimos al ser como puro y acendrado, tal como es en sí mismo, entonces el ser es más sublime que (el) conocimiento o (la) vida. Han perdido una vida y encontrado un ser. Dice un maestro que nada se asemeja tanto a Dios como (el) ser; (una cosa), en cuanto tiene ser, en tanto se asemeja a Dios. Dice un maestro: (El) ser es tan puro y tan elevado que todo cuanto es Dios, es ser. Dios no reconoce nada fuera del ser, no sabe nada fuera de su ser, (el) ser es su anillo. Dios no ama nada fuera de su ser, no piensa en nada fuera de su ser. Yo digo: Todas las criaturas son un solo ser. Dice un maestro que ciertas criaturas se hallan tan cerca de Dios y poseen tanta luz divina impresa en ellas, que dan (el) ser a otras criaturas. Esto no es verdad, porque (el) ser es tan elevado y tan puro y tan afín a Dios, que nadie puede dar (el) ser sino sólo Dios en sí mismo. La esencia más propia de Dios es (el) ser. Dice un maestro: Una criatura bien puede darle vida a otra. Justamente por eso, todo cuanto es de alguna manera, está fundamentado tan sólo en (el) ser. Ser es un nombre primigenio. Todo cuanto es defectuoso, es un abandono del ser. Nuestra vida entera debería ser un ser. Nuestra vida, en cuanto es un ser, en tanto está en Dios. Nuestra vida es afín a Dios en la medida en que está recogida en (el) ser. Por mezquina que sea nuestra vida, si se la aprehende en cuanto es ser, es más noble que cualquier cosa que alguna vez haya logrado vivir. Estoy seguro de que si un alma conociera lo más insignificante que tiene ser, nunca más le daría la espalda por un solo momento. Lo más pobre que se conociera dentro de Dios — aunque se conociera sólo una flor tal como tiene su ser en Dios — sería más noble que todo el mundo. Lo más insignificante que se halla en Dios, en cuanto es un ser, es mejor que un ángel si alguien lo llegara a conocer. 542 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VIII 3
Consideremos ahora (el conocimiento) tal como es en el alma que posee una «gotita» de entendimiento, una «chispita», una «rama». Ella (el alma) tiene potencias que obran en el cuerpo. Hay una potencia con cuya ayuda digiere el hombre; ésta obra más de noche que de día; (y) gracias a ella el hombre aumenta de peso y crece. El alma posee además una potencia en el ojo: mediante ella el ojo resulta tan sutil y fino que no acepta las cosas en su rudeza como son en sí mismas; antes tienen que ser cernidas y refinadas al aire y a la luz; esto sucede porque el (ojo) tiene consigo al alma. Otra potencia más se encuentra en el alma, con ella piensa. Esta potencia se imagina dentro de sí las cosas que no se hallan presentes, de modo que conozco las cosas tan bien — y aun mejor — como si las viera con mis ojos — en pleno invierno puedo imaginarme muy bien una rosa —, y con esta potencia opera el alma en (el) no-ser y en este aspecto lo imita a Dios que obra en (el) no-ser. 562 ECKHART: SERMONES: SERMÓN IX 3
Ahora digo yo: «Él se dirigió a la ciudad». Esa ciudad es aquella alma que se halla bien ordenada y fortificada y protegida contra las imperfecciones y que ha excluido toda multiplicidad y se encuentra en armonía y bien fortalecida en la salvación por Jesús, mientras está amurallada y cercada por la luz divina. Por eso dice el profeta: «Dios es un muro alrededor de Sión» (Cfr Isaías 26, 1). Dice la eterna Sabiduría: «Pronto descansaré de nuevo en la ciudad bendecida y santificada» (Eclesiástico 24, 15). Nada descansa ni une tanto como lo semejante; por ende, todo lo semejante se halla adentro y cerca y al lado. Es bendita aquella alma en la cual se encuentra sólo Dios y donde ninguna criatura logra (su) descanso. Por eso dice: «Pronto descansaré de nuevo en la ciudad bendecida y santificada». Toda santidad proviene del Espíritu Santo. La naturaleza no salta por encima de nada; siempre comienza a obrar en la parte más baja y sigue obrando así hasta llegar a lo más elevado. Dicen los maestros que el aire, si primero no se ha vuelto enrarecido y caliente, nunca se convierte en fuego. El Espíritu Santo toma al alma y la purifica en la luz y en la gracia y la atrae hacia arriba hasta lo altísimo. Por eso dice: «Pronto descansaré de nuevo en la ciudad santificada». Cuanto descansa el alma en Dios, tanto descansa Dios en ella. Si ella descansa (sólo) en parte en Él, Él descansa (sólo) en parte en ella; si ella descansa totalmente en Él, Él descansa totalmente en ella. Por eso dice la Sabiduría eterna: «(Pronto descansaré de nuevo». 736 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVIII 3
El mar, ¿por qué se llama «furia»? Porque se enfurece y está inquieto. «Ordenó a sus discípulos que subieran». Quien quiere escuchar al Verbo y llegar a ser discípulo de Cristo, tiene que subir y elevar su entendimiento por encima de todas las cosas corpóreas, y debe cruzar la «furia» de la inconstancia (inherente) a las cosas perecederas. Mientras existe alguna volubilidad, ya sea astucia o ira o tristeza, ella tapa el entendimiento de modo que no puede escuchar al Verbo. Dice un maestro: Quien ha de entender las cosas naturales y aun las materiales, debe desnudar su conocimiento de todas las demás cosas. Yo ya he dicho varias veces (lo siguiente): Cuando el sol vierte su luz sobre las cosas corpóreas, entonces transforma aquello a que puede abrazar, en (vapor) fino y lo alza consigo: si la luz del sol fuera capaz de hacerlo, lo elevaría hasta el fondo de donde ella ha emanado. Mas, cuando lo alza por el aire y (el vapor) se ha extendido en sí mismo y calentado por obra del sol y luego (cuando) sube hacia el frío, sufre un revés por el frío y se precipita en (forma de) lluvia o nieve. Así sucede con el Espíritu Santo: levanta al alma y la eleva y alza junto con Él, y si ella estuviera preparada, la levantaría hasta el fondo de donde Él ha emanado. Así acaece cuando el Espíritu Santo mora en el alma: entonces ella sube porque Él la alza junto consigo. Mas, cuando el Espíritu Santo se retira del alma, ella cae hacia abajo porque aquello que es de la tierra, cae hacia abajo; pero aquello que es de fuego, va girando hacia arriba. Por ello, el hombre debe haber pisoteado todas las cosas que son terrestres, y todo cuanto pueda encubrir el entendimiento para que no quede nada que no sea igual al conocimiento. Si (el alma) obra (sólo) en el conocimiento, es igual a éste. El alma que de tal manera ha ido más allá de todas las cosas, es elevada por el Espíritu Santo y Él la alza junto consigo hasta el fondo de donde Él emanó. Ah sí, la lleva a su imagen eterna de donde ella ha surgido, a esa imagen según la cual el Padre ha configurado todas las cosas, a esa imagen en la cual todas las cosas son uno, a la extensión y profundidad en las cuales vuelven a terminar todas las cosas. Quien quiere llegar a este (punto), escuchar al Verbo y ser discípulo de Jesús, la salvación, debe haber pisoteado todas las cosas que son desiguales (a la imagen). 831 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3
San Pablo fue arrobado al tercer cielo (Cfr 2 Cor 12, 2 y 3). ¡Fijaos ahora en cuáles son los tres cielos! Uno es la separación de toda corporeidad, otro la enajenación de todo ser-imagen; el tercero un mero conocimiento inmediato en Dios. Ahora surge un interrogante: Si San Pablo, en el lapso en que estaba arrebatado, habría sentido si lo hubieran tocado. ¡Yo digo que sí! Cuando estaba recluido con la cerradura de la divinidad, él habría notado si lo hubiesen tocado con la punta de un alfiler, pues San Agustín dice en el libro «Del alma y del espíritu»: El alma fue creada, por decirlo así, en un punto límite entre el tiempo y la eternidad. Con los sentidos más bajos se ocupa, en el tiempo, de las cosas temporales; en cuanto a su potencia suprema comprende y siente, fuera del tiempo, las cosas eternas. Por eso digo: Si en el lapso de su arrobamiento lo hubieran tocado a San Pablo con la punta de un alfiler, él lo habría notado ya que su alma permanecía en su cuerpo, como la forma en su materia respectiva. Y así como el sol alumbra el aire, y el aire la tierra, así su espíritu recibió luz pura de parte de Dios, y (lo mismo) el alma, del espíritu y el cuerpo, del alma. Por lo tanto es evidente cómo San Pablo fue arrebatado y permaneció también (con su alma en el cuerpo). Fue arrebatado en cuanto a ser-espíritu y permaneció en cuanto a ser-alma. 835 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIII 3
Es como un principio natural en todas las cosas que las superiores fluyen en las inferiores, en tanto que las inferiores se hallan dirigidas hacia las superiores. Porque las superiores nunca reciben de las inferiores, sino que las inferiores reciben de las superiores. Como Dios se halla por encima del alma, Dios es en todo momento El que fluye en el alma sin poder escapársele nunca. El alma sí se le escapa, mas, mientras el hombre se mantiene por debajo de Dios recibe el influjo pura e inmediatamente y no se halla por debajo de ninguna otra cosa: ni del miedo ni del amor ni de la pena ni de cosa alguna que no sea Dios. Pues bien, sométete del todo a Dios, entonces recibirás el influjo divino total y puramente. ¿Cómo recibe el alma de Dios? El alma no recibe nada de Dios como cosa extraña, tal como el aire recibe (la) luz del sol, pues aquél recibe sobre la base de la extrañeza. Pero el alma no recibe a Dios sobre la base de la extrañeza, ni como (si se hallara) por debajo de Dios, porque aquello que se encuentra por debajo de otro, tiene carácter de extraño y alejado. Dicen los maestros que el alma recibe como luz de la luz porque ahí no hay ni extrañeza ni lejanía. 848 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIV 3
Esa casa significa el alma en su totalidad, y los senderos de la casa representan a las potencias del alma. Dice un viejo maestro que el alma está hecha entre uno y dos. Uno es la eternidad que se preserva siempre sola y es uniforme. Dos, (empero), es el tiempo que se transforma y multiplica. (Con eso) quiere decir que el alma, con las potencias más elevadas, toca a la eternidad, o sea, a Dios; y con las potencias inferiores toca al tiempo y por ello es sometida al cambio y se inclina hacia las cosas corpóreas y, al hacerlo, pierde su nobleza. Si el alma pudiera conocer íntegramente a Dios, como (hacen) los ángeles, nunca habría entrado en el cuerpo. Si pudiera conocer a Dios sin el mundo, éste nunca habría sido creado a causa de ella. El mundo fue creado a causa de ella con la finalidad de que la vista del alma fuera ejercitada y fortalecida para que fuese capaz de soportar la luz divina. Así como la luz del sol no se proyecta sobre la tierra sin ser envuelta por el aire y desparramada sobre otras cosas, ya que de otra manera la vista humana no la podría soportar, así también la luz divina es fortísima y tan clara que la vista del alma no la podría soportar sin ser fortalecida y elevada por la materia y las parábolas, y de esta manera es conducida hasta la luz divina y aclimatada dentro de ella. 975 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3
Él (San Juan) dice, pues: «Fue al atardecer de aquel día». Cuando el calor del mediodía se infiltra en el aire acalorándolo, luego se le agrega (aún) el calor de la tarde y el calor aumenta todavía: entonces, al atardecer, por el calor que se añade, hace más calor que nunca. De la misma manera, el año tiene también su atardecer, éste es agosto, es entonces cuando más calor hace en el año. De tal modo atardece en un alma amante de Dios. Allí hay puro silencio cuando uno está bien penetrado y totalmente inflamado por el amor divino. «Fue al atardecer de aquel día». En semejante día la mañana y el mediodía y la tarde permanecen unidos unos con otros, y nada se pierde; (pero) en el día de este tiempo la mañana y el mediodía pasan y (les) sigue el atardecer. Así no es con el día del alma; ahí (todo) sigue siendo uno. La luz natural del alma, ésta es la mañana. Cuando el alma penetra hasta lo más elevado y puro de esta luz, entrando así en la luz del ángel, entonces es de media mañana en esta luz; y así el alma sube con la luz del ángel, entrando en la luz divina, éste es el mediodía; y el alma permanece en la luz de Dios y en el silencio del descanso puro, éste es el atardecer. Es entonces cuando hace más calor en el amor divino. Ahora bien, él (San Juan) dice: «Fue el atardecer de aquel día». Este es el día en el alma. 1028 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3
«El patriarca Jacobo llegó a un lugar y al atardecer, cuando el sol se había puesto, quiso descansar» (Cfr Gén 28, 10 s). Se dice: en un lugar, sin nombrarlo. El lugar es Dios. Dios no tiene nombre propio y es un lugar y una ubicación de todas las cosas y es el lugar natural de todas las criaturas. El cielo en su (parte) más elevada y acendrada, no tiene lugar; antes bien, en su decadencia, en su efecto, es lugar y ubicación de todas las cosas corpóreas que se hallan por debajo de él. Y el fuego es (el) lugar del aire y el aire es (el) lugar del agua y de la tierra. Lugar es aquello que me rodea, en cuyo medio estoy. Así el aire rodea a la tierra y al agua. Cuanto más sutil es una cosa, tanto más vigorosa es; por eso es capaz de obrar dentro de las cosas que son más toscas y se hallan por debajo de ella. La tierra (=el elemento) no es capaz de ser lugar en el sentido propio, porque es demasiado tosca y es también el más bajo de los elementos. El agua, en parte, es lugar; por ser más sutil es más vigorosa. Cuanto más vigoroso y sutil es el elemento, tanto más se presta para ser ubicación y lugar de otro. Así el cielo es (el) lugar de todas las cosas corpóreas y él mismo no tiene lugar que sea físico; mas aún: su lugar y su orden y su ubicación lo constituye el ángel más bajo, y así siempre hacia arriba; cada ángel, que es más noble, se constituye en lugar y ubicación y medida de otro, y el ángel supremo se constituye en lugar y ubicación y medida de todos los demás ángeles que se encuentran por debajo de él, y él mismo no tiene lugar ni medida. Pero Dios tiene su medida (la del ángel) y es su lugar y el (ángel) es espíritu puro. (Mas) Dios no es espíritu, según las palabras de San Gregorio quien dice que todas las palabras que enunciamos sobre Dios, son un balbuceo sobre Dios. Por eso dice (la Escritura): «Llegó a un lugar». El lugar es Dios que da su ubicación y orden a todas las cosas. He dicho algunas veces: Lo mínimo de Dios llena a todas las criaturas y en ello viven y crecen y reverdecen, y lo máximo de Él no se halla en ninguna parte. Mientras el alma se encuentra en alguna parte, no está en lo máximo de Dios, que no se halla en ninguna parte. 1029 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVI b 3
Es cierto que Dios infundió suficiencia y placer en las criaturas; pero la raíz de toda suficiencia y la esencia de todo placer se las ha reservado Dios en Él solo. (Escuchad) un símil: El fuego, es cierto, arroja junto con el calor su raíz en el agua, pues, cuando se quita el fuego, el calor permanece por un rato en el agua y también en la madera; luego de la presencia del fuego, el calor perdura tanto tiempo como ha sido poderoso el fuego. Mas el sol, si bien alumbra el aire dejándolo traslúcido, no arroja en el su raíz; pues, cuando el sol ya no se halla presente, tampoco tenemos luz. Así procede Dios con las criaturas: arroja el resplandor de su suficiencia en las criaturas; pero la raíz de toda suficiencia la mantiene sólo en Él mismo porque quiere que existamos únicamente para Él mismo y para nadie más. Dios se adorna, pues, para el alma y se le ofrece y se ha esforzado con toda su divinidad para resultarle agradable al alma; porque Dios quiere gustar, Él solo, al alma y no quiere tener rival. Dios no tolera ninguna limitación; tampoco quiere que se anhele o apetezca ninguna otra cosa fuera de Él. 1116 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLI 3
Por encima de la luz se halla (la) gracia; ésta no entra nunca en (el) entendimiento ni en (la) voluntad. Si (la) gracia hubiera de entrar en (el) entendimiento, entonces (el) entendimiento y (la) voluntad tendrían que llegar más allá de sí mismos. Tal cosa no puede ser, porque la voluntad es tan noble en sí misma que no se la puede llenar sino con el amor divino. El amor divino opera obras muy grandes. Mas, por encima hay todavía una parte que es (el) entendimiento: éste es tan noble en sí mismo que no puede ser perfeccionado sino por la verdad divina. Por eso dice un maestro: Hay algo muy secreto que se halla por encima, esto es la cabeza del alma. Ahí se realiza la verdadera unión entre Dios y el alma. (La) gracia no ha operado jamás obra alguna, pero sí emana en el ejercicio de una virtud. (La) gracia no conduce jamas a la unión en una obra. (La) gracia es un in-habitar y un co-habitar del alma con Dios. Para ello es demasiado bajo todo cuanto alguna vez se haya llamado obra, ya sea exterior, ya sea interior. Todas las criaturas buscan algo semejante a Dios; cuanto más bajas son, tanto más externa es su búsqueda como, por ejemplo, el aire y el agua: éstos se dispersan. Pero el cielo que es más noble, busca (una semejanza) más cercana a Dios. El cielo gira continuamente y en su trayectoria trae afuera a todas las criaturas; en esto se asemeja a Dios, pero no es su intención (hacerlo) sino (que busca) algo más elevado. Por otra parte: en su trayectoria busca la quietud. Al cielo nunca se le ocurre obra alguna para servir a una criatura que se halla por debajo de él. Por este hecho se asemeja más a Dios. Para el que Dios nazca en su Hijo unigénito, todas las criaturas son insensibles. Sin embargo, el cielo tiende hacia aquella obra que Dios opera en sí mismo. Si el cielo y otras criaturas más bajas (que el cielo) (ya) proceden así, (cuánto) más noble es el alma que el cielo. 1151 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIII 3
Dice un maestro: Si no hubiera ningún medio (= cosa intermediaria), se vería una hormiga en el firmamento. Mas, otro maestro dice: Si no hubiera medio, no se vería nada. Ambos tienen razón. El color que hay en la pared, si ha de ser traído a mi ojo, debe ser cribado y refinado al aire y a la luz, y así espiritualizado se lo tiene que presentar a mi ojo. Del mismo modo, el alma que ha de ver a Dios, debe ser cribada en la luz y en la gracia. Por eso tiene razón aquel maestro que dijo: Si no hubiera medio, no veríamos. También tiene razón el otro maestro que dijo: Si no hubiera medio, veríamos la hormiga en el firmamento. Si no hubiera ningún medio en el alma, ella vería a Dios desnudo. 1183 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3
Dice un maestro: Dios es la medida de todas las cosas, y un hombre, en cuanto alberga en su fuero íntimo una mayor parte de Dios, tanto más sabio, noble y mejor es que el otro. Tener más de Dios no es otra cosa que asemejarse más a Dios; cuanto más semejanza con Dios hay en nuestro interior, tanto más espirituales somos. Dice un maestro: Donde terminan los espíritus más bajos, allí comienzan las cosas corporales más elevadas. Todo esto quiere decir: Como Dios es espíritu, por eso es más noble la cosa más insignificante que es espíritu, que lo más elevado que es corpóreo. En consecuencia, el alma es más noble que todas las cosas corpóreas por nobles que sean. El alma fue creada como en un punto entre (el) tiempo y (la) eternidad, tocando a ambos. Con las potencias más elevadas toca la eternidad, pero con las potencias inferiores, el tiempo. Mirad, de tal manera obra en el tiempo, no según el tiempo sino según la eternidad. Esto lo tiene de común con los ángeles. Dice un maestro: El espíritu es un trineo que lleva la vida a todos los miembros a causa de la gran unión que el alma tiene con el cuerpo. A pesar de que el espíritu sea racional y realice toda la obra que se efectúa en el cuerpo, no se debe decir: Mi alma conoce o hace esto o aquello, sino que hace falta expresar: Yo hago o conozco esto o aquello a causa de la gran unión que hay entre ambos; porque los dos juntos son un solo hombre. Si una piedra recogiera en sí el fuego, obraría de acuerdo con la potencia del fuego; mas, cuando el aire recoge en sí la luz del sol, no aparece ninguna luz fuera del aire (alumbrado). Ello se debe a la penetrabilidad que éste tiene para con la luz; aun cuando en una milla (de espacio) cabe más aire que en media (milla). Mirad, me atrevo a decir, y es verdad: Debido a la gran unión que tiene el alma con el cuerpo, el alma es tan perfecta en el miembro más insignificante como en todo el cuerpo. Con referencia a ello dice Agustín: Si (ya) es tan grande la unión existente entre cuerpo y alma, es mucho más grande la unión en la cual (el) espíritu se une con (el) espíritu. Mirad, por esta razón es «Señor» y «Espíritu», para que nos haga bienaventurados en la unión con Él. 1212 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLVII 3
En tercer término dice que esa «ciudad» es «nueva». «Nuevo» se llama aquello que no está ejercitado o se halla cerca de su comienzo. Dios es nuestro comienzo. Cuando estamos unidos a Él, nos tornamos «nuevos». Alguna gente, por necia, se imagina que Dios habría hecho eternamente, o retenido en Él mismo, las cosas que vemos ahora, y que las dejaría salir a luz en el tiempo. Debemos entender que la obra divina no implica trabajo, según quiero explicaros: Yo estoy parado aquí, y si hubiera estado parado aquí hace treinta años, y si mi rostro hubiese estado desembozado sin que nadie lo hubiera visto, yo habría estado aquí lo mismo. Y si se tuviera a mano un espejo y lo colocaran delante de mí, mi rostro se proyectaría y configuraría en él sin trabajo mío; y si ello hubiera sucedido ayer, sería nuevo, y otra vez, (si fuera) hoy, sería más nuevo todavía, y lo mismo luego de treinta años o en la eternidad, sería (nuevo) eternamente; y si hubiera miles de espejos, sería sin trabajo mío. Así (también) Dios contiene en sí, eternamente, todas las imágenes, (y esto) no como alma o como cualquier criatura, sino como Dios. En Él no hay nada nuevo ni imagen alguna, sino que — tal como he dicho del espejo — en nosotros es tanto nuevo como eterno. Cuando el cuerpo está preparado, Dios le infunde el alma y la forma de acuerdo con el cuerpo, y ella tiene semejanza con él y a causa de esta semejanza, amor (por él). Por eso no existe nadie que no se ame a sí mismo; se engañan a sí mismos quienes se imaginan que no se quieren a sí mismos. Deberían odiarse y (ya) no podrían existir. Debemos amar correctamente las cosas que nos conducen a Dios; sólo esto es amor junto con el amor divino. Si mi amor se cifrara en atravesar el mar, y me gustara tener un barco, ello sería tan sólo porque desearía estar allende el mar; y cuando hubiera logrado cruzar el mar, el barco ya no me haría falta. Dice Platón: Qué es lo que es Dios, no lo sé — y quiere decir: El alma, mientras se encuentra en el cuerpo, no puede conocer a Dios — pero lo que no es, lo sé bien, como se puede observar en el sol cuyo brillo no lo puede aguantar nadie, a no ser que primero sea envuelto en el aire y que luego alumbre así la tierra. San Dionisio dice: «Si la luz divina ha de alumbrar mi fuero íntimo, tiene que estar insertada (en él) tal como está insertada mi alma (en el cuerpo). Él dice también: La luz divina aparece en cinco clases de personas. Las primeras no la recogen. Son como los animales, incapaces de recibir, como se puede ver en un símil. Si me acercara al agua y ésta estuviera revuelta y turbia, no podría ver en ella mi cara a causa del desnivel (de la superficie del agua)… A los segundos se les hace visible sólo un poco de luz, como (por ejemplo) el destello de una espada cuando alguien la está forjando… Los terceros reciben más (de la luz divina), (algo así) como un fuerte destello que ora es luz y ora oscuridad; son todos aquellos que reniegan de la luz divina, (cayendo) en pecado… Los cuartos reciben más todavía de ella; pero a veces los elude (Dios con su luz), sólo para incitarlos y ampliar sus anhelos. Es cierto, si alguien quisiera llenar el regazo de cada uno de nosotros, cada cual ensancharía su regazo para poder recibir mucho. Agustín: Quien quiere recibir mucho, que amplíe su anhelo… Los quintos reciben una gran luz, como si fuera de día, y, sin embargo, es como si se hubiera colado por una fisura. Por eso dice el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me ha mirado a través de una fisura; (y) su rostro era agraciado» (Cfr Cantar de los Cant 2, 9 y 14). Por ello dice también San Agustín: «Señor, tú das a veces una dulzura tan grande que, si ella se hiciera completa (y) esto no fuera el reino de los cielos, yo no sabría qué es el reino de los cielos». Un maestro dice: Quien quiere conocer a Dios sin estar adornado con obras divinas, será echado atrás hacia las cosas malas. Mas ¿no hace falta ningún medio para conocer a Dios por completo?… Ah sí, de esto habla el alma en El Libro de Amor: «Mi amado me miraba a través de una ventana» (Cantar de los Cant 2, 9) — esto quiere decir: sin impedimento —, «y yo lo percibía, estaba parado cerca de la pared» — esto quiere decir: cerca del cuerpo que es decrépito —, y dijo: «¡Ábreme, amiga mía!» (Cantar 5, 2), esto quiere decir: Ella me pertenece por completo en el amor porque «Él es para mí, y yo soy sólo para él» (Cfr Cant 2, 16); «paloma mía» (Cantar 2, 14) — esto quiere decir: simple en el anhelo —, «hermosa mía» — esto quiere decir: en las obras —, «¡Levántate rápido y ven hacia mí! El frío ha pasado» (Cfr Cantar 2, 10 y 11) por el cual mueren todas las cosas; por otra parte, todas las cosas viven por el calor. «Ha desaparecido la lluvia» (Cantar 2, 11) —ésta es la concupiscencia de las cosas perecederas —. «Las flores han brotado en nuestra tierra» (Cantar 2, 12) — las flores son el fruto de la vida eterna —. «¡Vete, aquilón» que resecas! (Cantar 4, 16) — con ello Dios le manda a la tentación que ya no estorbe al alma —. «¡Ven, auster y sopla por mi jardín para que mis aromas se desparramen!» (Cfr Cantar 4, 16) — con ello Dios le ordena a toda la perfección que se adentre en el alma. 1382 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVII 3
En estas palabras se pueden notar tres cosas. Una consiste en que se debe seguir y servir a Nuestro Señor por cuanto Él dice: «Quien me sirve, que me siga». Por ello, las palabras vienen a propósito para San Segundo, (cuyo nombre) dice lo mismo que «el que sigue a Dios», pues él (San Segundo) dejó (sus) bienes y vida y todo por amor de Dios. Así, todos cuantos quieren seguir a Dios, habrán de dejar cuanto puede ser un estorbo para (su trato) con Dios. Dice Crisóstomo: Estas son palabras duras para quienes se inclinan hacia este mundo y las cosas corpóreas, las cuales, para ellos, son una posesión muy dulce y (les es) difícil y amargo dejarlas. En esto se puede ver lo difícil que resulta a algunas personas, que no conocen las cosas espirituales, renunciar a las materiales. Como ya he dicho varias veces: ¿Por qué no les gustan las cosas dulces a los oídos lo mismo que a la boca?… Porque no están hechos para ello. Por la misma razón, el hombre carnal no conoce las cosas espirituales, ya que no tiene la disposición correspondiente. En cambio, a un hombre conocedor que conoce las cosas espirituales, le resulta fácil dejar todas las cosas corpóreas. San Dionisio dice que Dios pone en venta su reino de los cielos; y no hay cosa de tan poco valor como el reino de los cielos cuando está en venta, y nada es tan noble y su posesión hace tan feliz con tal de que se lo tenga merecido. Se dice que es de poco valor porque se le ofrece a cada cual por cuanto él sea capaz de procurar. Por ello, el hombre ha de dar todo cuanto posee a trueque del reino de los cielos: (en especial) su propia voluntad. Mientras conserva algo de su propia voluntad, no tiene merecido el reino de los cielos. A quien renuncia a sí mismo y a su propia voluntad, le resulta fácil dejar todas las cosas materiales. Como ya he narrado varias veces que un maestro le enseñó a su discípulo cómo podía llegar a conocer las cosas espirituales. Entonces dijo el discípulo: «Maestro, tu instrucción me ha enaltecido y sé que todas las cosas materiales son como un barquito que se mece en el mar, y como un pájaro que vuela por el aire». Porque todas las cosas espirituales están por encima de las materiales; cuanto más elevadas están, tanto más se extienden y van comprendiendo a las cosas materiales. Por eso, las cosas materiales son pequeñas frente a las espirituales; y cuanto más sublimes son las cosas espirituales, tanto más grandes son; y cuanto más vigorosas son en las obras, tanto más puras son en (su) esencia. Lo he dicho también varias veces y es cierto y un enunciado verdadero: Si un hombre estuviera muriendo de hambre y si se le ofreciese la mejor de las comidas, sin que hubiera en ella semejanza con Dios, él, antes de probar o gustar (la comida), se moriría de hambre. Y, si el hombre sintiera un frío mortal y se le ofreciese cualquier clase de vestimenta, sin que en ella hubiera semejanza con Dios, él no podría echarle mano ni ponérsela. Esto se refiere al primer (punto) de cómo hay que dejar todas las cosas y seguir a Dios (= Cristo). 1391 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LVIII 3