Antonio Orbe: CRISTOLOGIA GNÓSTICA
El vocablo “agonistes”, ignorado lo mismo en el AT que en el NT, tuvo — en la forma sustantivada — escasa aceptación en los primeros siglos cristianos y en la antigüedad grecolatina.
En formal verbal o equivalente posee multitud de aplicaciones.
4 Mac 12,15 denuncia con él a los que cultivan la virtud. De donde los «agones vitae et certamina pietatis» de Orígenes y otros. La piedad requiere lucha; el alma «entrenada a ella» (egonismene) sabe combatir el duelo de la piedad. A diferencia del régimen futuro, la existencia actual es enagonios bios (Corpus Hermeticum).
Filón presenta a Abrahán coronado como un luchador (os agonisten) que ha reportado victoria. En los Acta Petri et Andreae, el Señor llama a San Andrés «mi buen luchador» (o kalos agonistes). Y San Ireneo, refiriéndose a San Pablo, a propósito de sus recomendaciones atléticas (1 Cor 9,24ss):
Llama la atención la frecuencia del latinizado agonista en el tratado pseudociprianeo De centesima. A él parece ir destinado principalmente el escrito en algunas de sus secciones más representativas. El agonista ocupa el puesto que en San Cipriano y San Agustín corresponde a las vírgenes: entre el mártir y los justos ordinarios. A la manera del asketes de Filón, define al asceta virgen, miembro, tal vez, del clero. Ignoro de dónde le haya podido venir el tecnicismo.
Clemente Alejandrino repite con alguna frecuencia el término. Es notable por su aplicación a Cristo ya desde el primer escrito:
Porque (Is 2,3) «de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén el Logos del Señor», Logos celeste, el verdadero luchador (o gnesios agonistes), que recibe la corona a vista de todo el mundo.
Y en la misma obra:
No fue ignorado (el Logos de Dios) cuando asumió la máscara de hombre y se revistió de carne para cumplir el drama salvífico de la humanidad. Era, en efecto, verdadero luchador y compañero de lucha del hombre (Protreptico).
Quería salvarnos con todo género de lucha (pammachos) (Pedagogo).
Tal vez el epíteto de «magno atleta» y «magno luchador» (megas agonistes) otorgado a Cristo (Contra Celso) encubre esta idea: el que desea salvarnos afrontando toda suerte de combates, por ser el genuino competidor, amigo y compañero de su creatura, deseoso de coronarse — para beneficio del hombre — en el teatro del mundo. Sin límites de espacio ni de tiempo para su acción salvífica, probado a través de todas las humanas experiencias (cf. Hebr 4,15).
Nada pudo nacer sin su voluntad — escribe el Logos Authenticos — . El Padre, como deseaba revelar su riqueza y su gloria, hizo esta magna lucha (agon) en el mundo (kosmos), pues quería se manifestasen los luchadores (agonistes); y todos los que combaten abandonan detrás de sí lo sujeto a nacimiento, y lo menosprecian (kataphronein) con un saber elevado e inalcanzable, y se afanan por lo que existe (con firmeza). Y a los que con nosotros luchan con enemistad (antikeimenos), los vencemos en su ignorancia mediante nuestro saber, por haber nosotros ya conocido al Inalcanzable de que hemos salido…
El gnóstico es agonistes durante su vida en el mundo sensible y lucha con los enemigos, espíritus del mal. El combate querido por Dios dispone al triunfo sobre lo sensible, sujeto a «génesis», por amor de lo verdadero y estable. El Padre les revelará, en premio, sus riquezas y gloria inherentes al conocimiento (resp. ciencia) con que supieron vencer al enemigo.