João Crisóstomo — Parábola das Minas
En Lucas la parábola de los talentos se cuenta de otro modo (Lc 19,12 y sgts.); pero debemos decir que se trata de parábolas distintas. En Lucas de una misma suma los lucros son diversos, puesto que de una mina un siervo entregó cinco, otro diez minas; y por esto no tuvieron la misma recompensa. Acá, en cambio, fue al contrario; y por esto las coronas fueron iguales. Pues así como el que recibió dos talentos entregó además otros dos, así el que recibió cinco entregó otros cinco. En cambio, en la otra parábola, con el mismo capital uno logró mayor rendimiento y otro menos; y por lo mismo, al premiarlos no es igual la recompensa.
Advierte cómo el dueño no exige al punto y desde luego la ganancia. Así también dio la viña a los vinicultores y se fue lejos. Y en esta parábola les dio a los siervos su capital, y él se marchó. Para que por aquí entiendas su gran paciencia. A mí me parece que aquí deja entender la resurrección. Sólo que aquí no hay distinción entre vinicultores y viña, sino que todos son operarios. Es porque aquí habla no a solos los príncipes y a los judíos, sino a todos los hombres.
Al entregar los resultados, los operarios ingenuamente confiesan y entregan en conjunto lo suyo y lo de su señor. Uno dice: Señor: cinco talentos me diste; otro dice dos; con lo que demuestran que pudieron proceder a su operación gracias a su Señor y que por lo mismo le están muy agradecidos, y todo lo estiman como de su Señor. ¿Qué les dice el Señor?: ¡Enhorabuena, siervo diligente y fiel! Porque es propio del hombre honrado reconocer las cualidades del prójimo. Has sido fiel en lo poco, yo te estableceré en lo mucho. Entra en el festín de tu Señor. Palabra que encierra toda la felicidad y bienandanza, No dijo lo mismo el otro siervo, sino ¿que?: Señor: yo sabía que eres severo. Siegas donde no has sembrado y allegas donde no has esparcido. Por esto, aterrorizado, fui y escondí en tierra tu talento. Mira: aquí tienes lo que es tuyo. ¿Qué le respondió el Señor? ¡Siervo malo y perezoso! Lo razonable era que llevaras mi dinero a los banqueros. Es decir, debiste acudir a ellos, hablarles, instarlos, consultarlos. ¿Dirás que ellos no hacen caso de eso? No te toca a ti. ¿Quién hay más manso que este Señor? Ciertamente los hombres no proceden así; sino que obligan a dar cuentas al mismo que colocó a rédito.
783 Pero este Señor no procede del mismo modo. Sino que dice al siervo: A ti te tocaba poner mi dinero a rédito y a mí dejarme eso de exigir cuentas. Yo habría exigido mi dinero con sus réditos. Llama réditos a la exhibición de las obras que se siguen de escuchar la predicación.
Es como si le dijera: A ti te tocaba lo más fácil, dejándome a mí lo más difícil. Pues bien, como no lo hiciste: Quitadle el talento y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a todo el que tiene se le dará y sobreabundará; mas al que no tiene, aun lo poco que tiene se le quitará. ¿Qué quiere decir esto? Que quien ha recibido el don de la palabra y la doctrina para utilidad de los demás, pero no lo ha usado, perderá ese don; pero quien puso su empeño se atraerá un don mayor, mientras que el otro perderá lo que había recibido. Mas al siervo desidioso no le aconteció solamente esa calamidad, sino además se le impuso un intolerable castigo y juntamente con el castigo una sentencia re bosante de justa recriminación. Pues dice el Señor: Y en cuanto al siervo perezoso, arrojadlo a las tinieblas exteriores. Ahí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Adviertes cómo no únicamente el ladrón y el criminal, sino también el que simplemente no obra el bien, sufren el extremo suplicio?
Pues bien: escuchemos nosotros estas palabras; y mientras es tiempo aún, aseguremos nuestra salvación. Tomemos aceite juntamente con nuestras lámparas y coloquemos a rédito el ta-lento recibido. Pues si acá fuéramos desidiosos y perezosos, en la otra vida nadie se compadecerá de nosotros, aun cuando miles de veces lloremos. También el que entró en el banquete con los vestidos astrosos y manchados, muchas veces se condenó a sí mismo por eso, pero sin utilidad alguna. Este otro siervo devolvió el talento que se le había entregado, y a pesar de eso fue condenado. Las vírgenes necias rogaron, se acercaron, llamaron, pero todo en vano y para nada.
Sabiendo esto, pongamos a disposición de los pobres nuestros dineros, nuestro empeño, nuestro patrocinio. Porque en la parábola se llama talento a lo que cada cual posee, ya sea capacidad de patrocinar, ya dineros, ya doctrina, ya otra cosa cualquiera parecida. Que nadie diga: Yo no tengo sirio un talento y nada puedo hacer; pues con solo un talento puedes proceder como se debe. No eres más pobre que la viuda aquella del evangelio, ni más ignorante que Pedro y que Juan, que lo eran totalmente y no tenían letras algunas. Y sin embargo, obtuvieron el cielo porque pusieron empeño y todo lo hicieron para común utilidad. (Crisostomo — Mateo 782)