Origenes Cantico Prologo 6

Orígenes — Comentários ao Cântico dos Cânticos

Ahora bien, que al poner el fundamento de la verdadera filosofa y establecer el orden de las ciencias y de las reglas, no se le pasó por alto a Salomón ni desechó tampoco la cuestión lógica, lo demuestra con toda claridad el comienzo mismo de sus Proverbios. Lo primero de todo, por el hecho mismo de haber titulado su libro Proverbios, pues en todo caso este nombre significa que por fuera, a la vista de todos, se dice una cosa, pero por dentro se está indicando otra. Esto, efectivamente, lo enseña el uso que comúnmente se hace de los proverbios, y Juan, en su Evangelio, presenta al Salvador cuando dice así: Esto os lo he dicho en parábolas. Llega la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda franqueza os hablaré del Padre. Esto por lo que atañe al título mismo. Pero en lo que sigue, Salomón añade inmediatamente una distinción de lenguaje, y distingue la ciencia de la sabiduría y la disciplina de la ciencia, pone que la comprensión de las palabras es diversa, y dice que la prudencia (sophrosyne — phronesis) consiste en poder entender las sutilezas de las palabras. Distingue también la verdadera justicia de la rectitud de juicio, y hasta nombra cierta sagacidad como necesaria a los que está instruyendo, la misma —creo— que hace posible el comprender y esquivar la argucia de los sofismas. Y por esa razón dice que por la sabiduría se da a los simples la sagacidad, sin duda alguna para que en lo que atañe a la palabra de Dios no se les sorprenda con la trampa del sofisma. Y creo que justamente en este punto Salomón está recordando la lógica, gracias a la cual se delimitan la ciencia de las palabras y los significados de las sentencias, y se distingue con norma segura el carácter especifico de cada expresión. En esta disciplina es en la que conviene ante todo instruir a los niños. A ello exhorta, efectivamente, cuando dice: Para dar al joven ciencia y reflexión. Y como quiera que quien se instruye en esto forzosamente se gobierna a sí mismo de manera racional, gracias a lo aprendido, y mantiene su vida en mayor equilibrio, por eso dice: Y el inteligente adquirirá el arte de gobernar. Ahora bien, por conocer que en las palabras divinas, en las cuales se ha entregado al género humano por medio de los profetas el plan de vida, existen diversas figuras de lenguaje y varias clases de estilos,.y sabiendo que entre ellas tenemos una figura que podríamos llamar parábola, otra que podríamos decir palabra obscura, otras que podríamos denominar enigmas y otras que se podrían llamar sentencias de los sabios, por eso escribe luego: Entenderás también la parábola y la palabra obscura, y las sentencias y los enigmas. Así pues, con estas expresiones Salomón va exponiendo abierta y claramente la lógica, y con breves y sucintas máximas declara pensamientos sublimes y perfectos.

Todo esto, si uno medita en la ley de Dios día y noche y es como la boca del justo, que se ejercita en la sabiduría del Señor, podrá investigarlo con mayor exactitud, con tal que lo busque rectamente y, al buscarlo, haya llamado a la puerta de la sabiduría pidiendo a Dios que le abran, y merezca recibir, por obra del Espíritu Santo, la palabra de sabiduría y de ciencia, y participar de aquella sabiduría que decía: Pues dilataba yo mis palabras y no escuchabais. Y dice con razón que dilataba sus palabras en el corazón de aquel a quien, según dijimos antes, Dios había dado anchura de corazón, pues, efectivamente, se dilata el corazón de quien es capaz de explicar con mayor amplitud doctrinal, mediante afirmaciones tomadas de los libros sagrados, lo que en los misterios está dicho brevemente.

Por lo tanto, en conformidad con esta misma doctrina del sapientísimo Salomón, es necesario que quien desee conocer la sabiduría comience por la instrucción moral y comprenda lo que está escrito: Deseaste la sabiduría: guarda los mandamientos y el Señor te la dará. Por la misma razón este maestro, el primero en enseñar a los hombres la filosofía divina, puso como preámbulo de su obra el libro de los Proverbios, en el que, según dijimos, se enseña la moral, de suerte que, cuando uno ya progresado en la inteligencia y en las costumbres, pase también a la disciplina del conocimiento (gnosis) de la naturaleza, y allí, al distinguir las causas y la naturaleza de las cosas, reconozca que es preciso abandonar la vanidad y apresurarse, en cambio, hacia las realidades eternas y perpetuas. Y por eso, tras los Proverbios, se pasa al Eclesiastés, que, según dijimos, enseña que todas las cosas visibles y corpóreas son caducas y frágiles. En todo caso, cuando se dé cuenta de ello el que se consagra a la sabiduría, sin duda alguna las despreciará y desdeñará y, renunciando, por así decirlo, al mundo entero, se encaminará hacia las realidades invisibles y eternas que se enseñan en el Cantar de los Cantares con pensamientos espirituales, aunque velados por ciertas alegorías amorosas. Tal es la razón verdadera de ocupar este libro el último lugar, de modo que, cuando se llegue a él, uno esté ya purificado y haya aprendido a conocer y distinguir las cosas corruptibles y las incorruptibles, y por ello le sea imposible escandalizarse de nada a causa de esas alegorías con que se describe y representa el amor de la esposa al esposo celeste, es decir, del alma perfecta al Verbo de Dios. Efectivamente, una vez establecidos los medios por los cuales el alma se purifica en las acciones y en las costumbres, y alcanza el discernimiento de las cosas naturales, es el momento adecuado para pasar a las exposiciones dogmáticas y elevarse con amor sincero y espiritual a la contemplación de la divinidad.

Por eso pienso que esta triple forma de la filosofía divina está prefigurada también en aquellos santos y bienaventurados varones en razón de cuyas normas de vida santísimas el Dios supremo quiso llamarse Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Abrahán, por su obediencia, representa la filosofía moral: fue tanta, en efecto, su obediencia y su observancia de los mandatos que, cuando oyó: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre, no vaciló, y en seguida lo hizo; es más, hizo algo aún más grande, pues, cuando oye que inmole a su hijo, ni aún entonces duda, sino que obedece al mandato y, para dar a la posteridad ejemplo de obediencia, que es parte de la filosofía moral, no perdonó ni a su hijo único. También Isaac: representa la filosofía natural cuando cava los pozos y escudriña la hondura de las cosas. Y Jacob, por su parte, representa la filosofía contemplativa, ya que, por causa de su contemplación de las cosas divinas, recibió también el nombre de Israel, vio el campamento del cielo y la casa de Dios, y divisó los caminos de los ángeles, es decir, las escalas tendidas desde la tierra hasta el cielo. De ahí que con toda razón hallamos que estos tres santos varones erigieron altares a Dios, esto es, le consagraron los progresos de su filosofía, evidentemente para hacer saber que talEs progresos no deben atribuirse a las artes humanas, sino a la gracia de Dios. Habitan además en tiendas, para demostrar con ello que quien se dedica a la filosofía divina no puede poseer en la tierra nada propio, sino que siempre debe estar avanzando, no tanto de un lugar a otro, cuanto del conocimiento (gnosis) de lo inferior al conocimiento (gnosis) de lo perfecto. Pero aún hallarás en las divinas Escrituras muchos otros pasajes, que, según este mismo criterio, señalan ese orden que, dijimos, se guarda en los libros de Salomón, sólo que exponerlos ahora nos resulta largo, cuando tenemos entre manos otro tema. Por consiguiente, si alguien ha cumplido el primer capitulo, señalado por los Proverbios, enmendando las costumbres y observando los mandamientos, y luego, tras comprender la vanidad del mundo y considerar la fragilidad de las cosas caducas, consigue renunciar al mundo y a todo lo que en el mundo hay, llegará también a contemplar y desear las realidades invisibles y eternas. Mas, para poder llegar a ellas, necesitamos de la misericordia divina. ¡Ojalá entonces, tras contemplar la belleza del Verbo de Dios, seamos capaces de abrasarnos en saludable amor por él, de suerte que también él se digne amar a esta alma a la que ha visto ansiosa de él!