Esta última proposición –«yo era un tesoro oculto y he querido ser conocido; por eso he creado el mundo»– proporciona la clave y el fundamento ontológico de lo sagrado: el mundo. no se trata del «mundo» en el sentido neotestamentario, donde esta palabra designa el reino de Satán, «príncipe de este mundo». se trata del mundo (mundus=puro) saliendo de las manos del creador o también o también del Cosmos, del «caos organizado» por el Fiat Lux («Sea la luz», primera palabra de Dios al comienzo del Génesis.). Este mundo es esencialmente sagrado, pero no en el sentido de «puesto aparte» que esta palabra tomará después en razón de la Caída y la desacralización progresiva del Cosmos (A menos de considerar el «caos organizado», el Cosmos, como una sacralización (primordial) del caos de las posibilidades, una «puesta aparte» de las posibilidades de manifestación por relación a la nada. En este sentido, la existencia es sagrada.). 251 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
Si en el origen todo es sagrado y si la naturaleza virgen sirve de templo a la divinidad y al hombre, al final de los tiempos, como hemos suficientemente desarrollado, todo está desacralizado. Entre ambos extremos, el hombre tiene necesidad de templos, siendo precisamente el templo una imagen o símbolo del Cosmos. Así a lo largo de toda la historia, lo sagrado aparece en su significado y en su papel más propio: elementos de este mundo «puestos aparte», «consagrados» para la mediación entre Dios y el hombre. La Iglesia y el orden sacramental, el sacerdocio, el sacrificio (sacrum facere), el arte sagrado, pertenecen con toda evidencia al dominio de lo sagrado. 255 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO
El Padre profiere el Verbo, y de ahí procede el Espíritu. Al alma «anima» es el Aliento de Dios en el hombre y en el Cosmos. Dividido por la «caída», este «Aliento» debe retornar a la Unidad del Espíritu: in unitate Spiritus Sancti. 340 Abbé Henri Stéphane: ALQUIMIA DE LA ORACIÓN
El Cosmos caído presenta al hombre caído su aspecto de inversión con relación al Principio Supremo. Cuando el paleontólogo examina las capas geológicas, estas no le muestran más que el aspecto invertido de la “ontogénesis”, y su mental ignorante edifica una teoría abstracta: ese es el origen del transformismo. 994 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
Cuanto más analiza, más estrecha los eslabones de lo que él llama “evolución”, más crece su ignorancia y se cierra en la ilusión de su “sistema”. Hacer derivar al hombre de una serie de seres inferiores y finalmente de algún “átomo primitivo” – o cualquier otra teoría del mismo género – es una parodia y una falsificación de la “ontogénesis” tradicional: el hipotético “átomo primitivo” no es más que una parodia de la “Substancia primordial” (Prakriti); la “filogénesis” no es más que una parodia del “encadenamiento causal” que religa entre ellos los diferentes estados del ser, cuyo lazo es “Purusha”, y cuya “permanente actualidad” excluye toda evolución. Esto no es finalmente más que un “punto de vista” elaborada por un mental ignorante, a partir de datos empíricos proporcionados por el aspecto negativo del Cosmos, por medio de una hipótesis gratuita, una especie de “juicio sintético a priori” o de síntesis artificial, propiamente “luciferina”. 996 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
No merecería la pena insistir más sobre el caso de estos impotentes, que no son en el fondo mas que un tipo especial de “edonistas”, y se podría abandonarlos a sus juegos infantiles, si no existiera entre ellos un cierto número de “filósofos” que quieren erigir sus hipótesis o sus teorías científicas en sistemas pretendidamente metafísicos y susceptibles de proporcionar una “explicación” del mundo. La futilidad de su empresa aparece inmediatamente desde el momento en el que uno se da cuenta de que sus trabajos y sus descubrimientos se sitúan únicamente en le “plano horizontal” del mundo material, no permitiéndoles de ninguna manera llegar a la “dimensión vertical” del Cosmos, que religa a este con su causa ontológica. Después de haberse así dispersado en un análisis indefinido de los hechos, experimentan a pesar de todo una cierta nostalgia del “metacosmos”, y entonces intentan, con la ayuda de hipótesis puramente imaginativas o de teorías mentales físico-matemáticas, rehacer una síntesis a partir de los hechos imprecisos que ellos tienen bajo sus ojos y en los cuales han conseguido a duras penas establecer “leyes” que no son más que generalizaciones estadísticas. Un simple ejemplo permitirá comprender lo que en realidad es una ley física: cada vez que una corriente eléctrica pasa por un conductor, se produce un cierto desprendimiento de calor. Una formula matemática establece una relación entre las medidas convencionales de magnitud tales como la intensidad expresada en amperios y la cantidad de calor expresada en calorías; se constata que esta ley es verificada siempre y se admite que lo será por siempre, de ahí su carácter esencialmente “estadístico”. El sabio puro se contenta con constatar la invariabilidad de esta relación consultando su termómetro y su amperímetro, pero el sabio “filósofo” tiende a confundir esta ley con una “relación causal”, confunde entonces el plano horizontal del mundo sensible con la verticalidad del “mundo inteligible”, y sin dudar de ello, evidentemente, diviniza al cosmos; profesa un panteísmo materialista puro y simple. 1010 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN
En el origen, Dios habla al hombre por intermediación del Cosmos y, a este respecto, la «naturaleza virgen» es el soporte directo de la Revelación. En el devenir de los tiempos, la «caída» conlleva a la vez un oscurecimiento de la inteligencia humana y un endurecimiento del Cosmos: la naturaleza ya no habla más y el hombre ya no escucha: él no percibe más que las cosas más que en sus aspectos prácticos y económicos. Entonces Dios «enseña» a los hombres las Artes y las Ciencias tradicionales, pero a su vez estas se corrompen en el «paganismo». Dios habla entonces al hombre por los Profetas y por la manifestación directa de su Verbo (Ep. a los Hebreos, I). Una restauración de las Artes y de las Ciencias tradicionales se opera entonces y dura hasta en final de la Edad Media, después es la decadencia y la perdida de las doctrinas tradicionales en los Tiempos modernos. Los testigos del pasado que han sobrevivido en el ámbito del Arte no son más, a los ojos de nuestros contemporáneos, que «monumentos históricos», incomprensibles para el hombre de la «era nuclear». En esas condiciones ¿cómo presentar a nuestros contemporáneos la cuestión del simbolismo? 1082 Abbé Henri Stéphane: VARIOS ESCRITOS SOBRE ARTE