Acabo de pronunciar una palabrita en latín que está escrita en la Epístola que se lee en el día de hoy, y la palabra reza en lengua vulgar: «Moisés imploró a Dios, su Señor: “Señor, ¿por qué tu encono se ha enfurecido contra tu pueblo?”» (Exodo 32, 11). Entonces le contestó Dios y dijo: «”¡Moisés, deja que me enfurezca, concédeme, permíteme, admíteme, acéptame que me enfurezca y me vengue de ese pueblo!” Y Dios elogió a Moisés y dijo: “Yo te enalteceré y te haré grande y extenderé tu estirpe y te haré Señor de un pueblo grande” (Cfr. Exodo 32, 9 s.). (Mas) Moisés dijo: “¡Señor, bórrame del libro de los vivientes o perdónale al pueblo!”» (Exodo 32, 31 s.). SERMONES: SERMÓN XXV 3
«Dios hizo una promesa a Moisés», mas él no la tomó en cuenta; ah sí, aunque le hubiera prometido toda su divinidad (Moisés) no le habría permitido (enfurecerse). «Y Moisés imploró a Dios y dijo: ¡Señor, bórrame del libro de los vivientes!» (Exodo 32, 32). Los maestros preguntan: ¿Era que Moisés amaba más al pueblo que a sí mismo?, y dicen: ¡No! porque Moisés sabia bien que si el buscaba la honra de Dios (manifestada) en su pueblo, se hallaba más cerca de Dios que si hubiera renunciado a la honra de Dios (manifestada) en su pueblo, buscando su propia bienaventuranza. Así debe ser un hombre bueno, de manera que no busque lo suyo en todas sus obras sino únicamente la honra de Dios. En tanto que tú con todas tus obras tiendes de alguna manera más hacia ti o más hacia una persona que hacia otra, la voluntad de Dios aún no ha llegado a ser verdaderamente tu voluntad. SERMONES: SERMÓN XXV 3