En la virginidad se reciben muchos dones buenos, pero no se los da a luz nuevamente en Dios por medio de la fecundidad femenina, (y) con loa agradecida. Estos dones perecen y se anonadan todos, de modo que el hombre nunca llega a tener mayor bienaventuranza ni mejoría a causa de ellos. En tal caso su virginidad no le sirve para nada porque él, más allá de su virginidad, no es mujer con plena fecundidad. En esto reside el mal. Por ello he dicho: «Jesús subió a una villeta y fue recibido por una virgen que era mujer». Necesariamente tiene que ser así, como acabo de explicaros. SERMONES: SERMÓN II 3
Resulta que un maestro pregunta si la luz divina entra fluyendo en las potencias del alma con la misma pureza que tiene en el ser (del alma), ya que ésta tiene su ser inmediatamente de Dios y las potencias fluyen inmediatamente del ser del alma. (La) luz divina es demasiado noble como para poder tener cualquier relación con las potencias; porque a todo cuanto toca y es tocado, Dios le resulta alejado y extraño. Y de ahí que las potencias, porque son tocadas y tocan, pierden su virginidad. (La) luz divina no puede alumbrar en ellas; pero es posible que se hagan susceptibles mediante el ejercicio y la purificación. A este respecto dice otro maestro que se les da a las potencias una luz que se asemeja a la (luz) interior. Se asemeja, es cierto, a la luz interior, pero no es la luz interior. Resulta pues, que esta luz les produce a ellas (las potencias) una impresión de modo que llegan a ser susceptibles de la luz interior. Otro maestro dice que todas las potencias del alma que actúan en el cuerpo, mueren con el cuerpo a excepción del conocimiento y de la voluntad: sólo éstos le quedan al alma. (Aun) cuando mueren las potencias que actúan en el cuerpo, ellas permanecen intactas en su raíz. SERMONES: SERMÓN X 3