vino

A pesar de todas las dificultades que resultan de tal estado de cosas, hay sin embargo al menos un punto que no parece dudoso y que además no ha sido contestado por ninguno de los que nos han hecho partícipes de sus observaciones, sino sobre el cual, por contra, algunos se apoyan para formular varias de sus objeciones: es que, lejos de ser la religión o la tradición exotérica que se conoce actualmente bajo este nombre, el Cristianismo en sus orígenes tuvo, tanto por sus ritos como por su doctrina, un carácter esencialmente esotérico y por consecuencia iniciático. Se puede encontrar una confirmación en el hecho de que la tradición islámica considera al Cristianismo primitivo como habiendo sido propiamente una tariqah, es decir en suma una vía iniciática, y no una sharyah o legislación de orden social y dirigida a todos; y esto es de tal forma cierto que, seguidamente, esta falta se tuvo que suplir con la constitución de un derecho «canónico» (NA: A este respecto, no carece quizás de interés subrayar que en árabe, la palabra qanun, derivada del griego, es empleada para designar toda ley adoptada por razones puramente contingentes y no formando parte íntegramente de la shariyah o de la legislación tradicional.) que no fue en realidad más que una adaptación del antiguo derecho romano, así pues algo que vino completamente del exterior y no de un desarrollo de lo que estaba contenido desde el principio en el Cristianismo. ESOTERISMO CRISTIANO: CRISTIANISMO E INICIACIÓN

Debemos añadir ahora que el simbolismo de la «Tierra Santa» tiene un doble sentido: que sea referido al Centro supremo o a un centro subordinado, representa no solamente ese centro mismo sino también, por una asociación que es completamente natural, la tradición que emana o que es conservada, es decir, en el primer caso, la Tradición primordial y en el segundo, una cierta forma tradicional particular. (NA: Analógicamente, desde el punto de vista cosmogónico, el «Centro del Mundo» es el punto original desde donde es proferido el Verbo creador, y es también el Verbo mismo.) Este doble sentido se vuelve a encontrar paralelamente y de una forma muy clara en el simbolismo del «Santo Grial», que es a la vez un vaso (NA: grasale) y un libro (NA: gradale o graduale); este último aspecto designa manifiestamente la tradición, mientras que el otro concierne más directamente al estado correspondiente a la comprensión efectiva de esa tradición; es decir, el «estado edénico» si se trata de la Tradición primordial, y aquel que ha llegado a este estado es, por ello mismo, reintegrado al Pardes, de tal manera que se puede decir que su residencia es desde entonces el «Centro del Mundo». (NA: Es importante tener en cuenta a este propósito que en todas las tradiciones, los lugares simbolizan estados. Por otra parte, resaltaremos que hay un parentesco evidente entre el símbolo del vaso o de la copa y el de la fuente que ha salido más arriba, se ha visto también que, en los egipcios, el vaso era el jeroglífico del corazón, centro vital del ser. Finalmente recordemos lo que ya hemos dicho en otras ocasiones respecto al vino como sustituto del soma védico y como símbolo de la doctrina oculta; todo esto, bajo una forma u otra, trata siempre del «brebaje de inmortalidad» y de la restauración del «estado primordial».) No es sin motivo que recordamos aquí estos dos símbolos pues su estrecha similitud muestra que cuando se habla de la «Caballería del Santo Grial» o de los «guardianes de Tierra Santa», lo que debe entenderse por estas dos expresiones es exactamente lo mismo; nos queda por explicar, en la medida de lo posible, en qué consiste propiamente la función de estos «guardianes», función que en particular fue la de las Templarios. (NA: Saint-Yves d’Alveydre emplea para designar a los «guardianes» del Centro supremo, la expresión de «Templarios del Agartha»; las consideraciones que exponemos aquí harán ver la justicia de este término, que de por sí quizá no habría recogido plenamente todo el significado.) ESOTERISMO CRISTIANO: LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA

La confusión del Sr. Valli entre esoterismo y «heterodoxia» es tanto más sorprendente cuanto que ha comprendido, al menos mucho mejor que sus predecesores, que la doctrina de los «Fieles de Amor» no era de ningún modo «anticatólica» (NA: era incluso, como la de los Rosacruces, rigurosamente «católica» en el verdadero sentido de la palabra), y que no tenía nada en común con las corrientes profanas de las que debió salir la Reforma (NA: PP. 79-80 y 409). únicamente, ¿dónde ha visto que la Iglesia haya dado a conocer al vulgo el sentido profundo de los «misterios»? (NA: p. 101). Le enseña por el contrario tan poco que se puede dudar que en sí misma haya guardado consciencia de ellos; y es precisamente en esta «pérdida del espíritu» en lo que consistía la «corrupción» denunciada ya por Dante y sus asociados. (NA: La cabeza de Medusa, que convierte a los hombres en «piedras» (NA: palabra que juega un papel muy importante en el lenguaje de los «Fieles de Amor»), representa los misterios divinos (NA: según los sufis) que se convierten en serpientes, tornadas evidentemente en sentido desfavorable pues, en el otro sentido, la serpiente es también un símbolo de la Sabiduría.) La más elemental prudencia les recomendaba, cuando hablaban de esta «corrupción», no hacerlo en lenguaje claro; pero no es necesario concluir de ello que el uso de una terminología simbólica no tenga otra razón de ser que la voluntad de disimular el verdadero sentido de una doctrina; hay cosas que, por su misma naturaleza no pueden ser expresadas de otro modo que bajo esta forma, y este lado de la cuestión, que es con mucho el más importante, no parece haber sido considerado para nada por el autor. Aún hay un tercer aspecto, en cierta manera intermedio, que se trata con mucha prudencia en interés de la doctrina y no de los que la exponen, y es aquel que se refiere más particularmente al símbolo del vino para los Sufís (NA: cuya enseñanza, digámoslo de pasada, no puede ser calificada de «panteísta» más que por un error muy occidental); la alusión que se hace a este símbolo (NA: PP. 72 y 104) no indica claramente que «vino» significa «misterio», doctrina secreta o reservada, porque en hebreo iaïn y sod son numéricamente equivalentes; y para el esoterismo musulmán, el vino es la «bebida de la élite», que los hombres vulgares no pueden usar impunemente. (NA: La expresión proverbial «beber como un templario», que el vulgo toma en su sentido más groseramente integral, no tiene sin duda otro origen real: el «vino» que bebían los templarios era el mismo que bebían los kabbalistas judíos y los sufís musulmanes. Asimismo, la otra expresión «jurar como un templario» no es sino una alusión al juramento iniciático, desviada de su significado original por la incomprensión y la malevolencia profanas. Para comprender mejor lo que dice el autor en el texto, observaremos que el vino, en su sentido ordinario, es una bebida que no está permitida en el Islam, cuando se habla, pues, en el esoterismo islámico, de ella, debe entenderse como designando algo más sutil y, efectivamente, según las enseñanzas de Mohyiddin ibn Arabi, el «vino» designa la «ciencia de los estados espirituales» (NA: ilmu-al-ahwâl), mientras que el «agua» representa la «ciencia absoluta» (NA: al-ilmu-I-mutlac), la «leche» la «ciencia de las leyes reveladas» (NA: ilmu-ch-chrây’î) y la «miel» la «ciencia de las normas sapienciales» (NA: ilmu-n-nawâmis). Si advertimos, además, que estos cuatro «brebajes» son exactamente las substancias de los cuatro tipos de ríos paradisíacos según el Corán 47,17, nos daremos cuenta de que el «vino» de los sufís tiene, como las otras bebidas iniciáticas, otra substancialidad que la del líquido que le sirve de símbolo. (NA: Nota de M. Valsan).) ESOTERISMO CRISTIANO: EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»

Otros han emitido una objeción verdaderamente cómica: sería «vil», pretenden, escribir en «jerga», es decir, en un lenguaje convencional; evidentemente no ven en ello más que una especie de cobardía y de disimulo. A decir verdad, quizá el Sr. Valli mismo ha insistido demasiado exclusivamente, como ya lo habíamos hecho notar, sobre la voluntad que tenían los «Fieles de Amor» en ocultarse por motivos de prudencia; no es discutible que esto haya ocurrido en efecto, y fue una necesidad que les vino impuesta por las circunstancias; pero esa no es más que la menor y la más externa de las razones que justifican el empleo que han hecho de un lenguaje que no era sólo convencional sino también y ante todo simbólico. Se encontrarían ejemplos análogos en cualquier otra circunstancia en que no hubiese habido ningún peligro en hablar claramente si la cosa hubiese sido posible; se puede decir que, incluso entonces, existiría la necesidad de descartar a los que no estuviesen «cualificados», lo que proviene ya de otra preocupación distinta a la simple prudencia; pero lo que es necesario decir sobre todo, es que las verdades de cierto orden, por su naturaleza misma, no pueden explicarse más que simbólicamente. ESOTERISMO CRISTIANO: EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»

Una última nota concierne al nombre secreto que los «Fieles de Amor» daban a Dios: Francesco da Barberino, en su Tractatus Amoris, se ha hecho representar en una actitud de adoración ante la letra I; y, en la Divina Comedia, Adán dice que el primer nombre de Dios fue I, (NA: Paraíso, XXVI, 133.) nombre que vino a ser después El. Esta letra I, que Dante llama la «novena figura», según su lugar en el alfabeto latino (NA: y sabemos la importancia simbólica que tenía para él el número 9), ( (NA: N. del T.): En el original francés pone el n. 4 pero creemos que está equivocado y que en realidad se refiere al número 9.) no es evidentemente otra que la iod, aunque ésta sea la décima letra en el alfabeto hebreo; y, de hecho, la iod, dado que es la primera letra del Tetragrama, constituye un nombre divino por sí misma; ya sea aislada o ya sea repetida tres veces. (¿Es por una simple coincidencia que el corazón de Sant-Denis d’Orques, del que acabamos de hablar, lleve una herida (NA: o algo que se le parece) en forma de iod? Y ¿no habría razones para suponer que las antiguas representaciones del «Sagrado Corazón» anteriores a su adopción «oficial» por la Iglesia, hayan podido tener alguna relación con la doctrina de los «Fieles de Amor» y de sus continuadores?) Es esa misma iod la que, en la Masonería, se ha transformado en la letra G, por asimilación con God (NA: pues fue en Inglaterra donde se operó esta transformación); esto sin perjuicio de otros múltiples significados que han venido secundariamente a concentrarse en esa misma letra G, y que no está en nuestro propósito examinar aquí. ESOTERISMO CRISTIANO: EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»

En efecto, el Santo Grial es la copa que contiene la preciosa sangre de Cristo, y que la contiene dos veces, puesto que sirvió primero en la Cena, y después para que José de Arimatea recogiese la sangre y el agua que escaparon de la herida abierta por la lanza del centurión en el costado del Redentor. Esta copa se sustituye de alguna manera por el Corazón de Cristo como receptáculo de su sangre, toma por así decirlo su lugar y se convierte en un equivalente simbólico; ¿y no es por eso aún más notable, en esas condiciones, que la vasija haya sido ya antiguamente un emblema del corazón? Además, la copa, bajo una u otra forma, juega, tanto como el corazón mismo, un papel muy importante en muchas tradiciones antiguas; y sin duda fue así para los Celtas, puesto que fue de estos de donde vino lo que constituyó el fondo o al menos la trama de la leyenda del Santo Grial. Es lamentable que no se pueda saber con precisión cuál fue la forma de esta tradición anteriormente al Cristianismo, como ocurre por lo demás con todo lo que concierne a las doctrinas celtas, para las cuales la enseñanza oral fue siempre el único modo de transmisión utilizado; pero existen, por otra parte, bastantes concordancias para que al menos pueda ser fijado el sentido de los principales símbolos que representaron, y que era en suma, lo que tenían de más esencial. ESOTERISMO CRISTIANO: EL SAGRADO CORAZÓN Y LA LEYENDA DEL SANTO GRIAL