Uno (Eckhart)

Porque posee únicamente a Dios y pone sus miras sólo en Dios, y todas las cosas se le convierten en puro Dios. Semejante hombre lleva consigo a Dios en todas sus obras y en todos los lugares, y todas las obras de este hombre las opera sólo Dios; pues, la obra pertenece más propia y verdaderamente a quien es causa de ella que a quien la ejecuta. Si concentramos, pues, nuestra vista pura y exclusivamente en Dios, Él, en verdad, habrá de hacer nuestras obras y nadie, ni la muchedumbre ni el lugar, son capaces de detenerlo en sus obras. Resulta, pues, que a tal hombre nadie lo puede estorbar porque no ambiciona ni busca ni le gusta nada fuera de Dios; porque Él se une con el hombre en todas sus aspiraciones. Y así como ninguna multiplicidad lo puede distraer a Dios, así nada puede distraer ni diversificar a este hombre ya que es uno solo en lo Uno, donde toda multiplicidad es una sola cosa y una no-multiplicidad. TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 6.

Si el hombre fuera capaz y estuviera en condiciones de vaciar una copa por completo y de mantenerla vacía de todo cuanto puede llenarla, incluso el aire, la copa, sin duda alguna, renegaría de su entera naturaleza, olvidándola, y (el) vacío la llevaría hacia arriba al cielo. Del mismo modo, el estado de desnudez, pobreza y vacío con respecto a todas las criaturas, eleva al alma hacia Dios. Resulta también que la igualdad y el calor alzan hacia arriba. La igualdad se atribuye, en la divinidad, al Hijo, el calor y el amor al Espíritu Santo. (La) igualdad en todas las cosas, mas en especial y en primer término, en la naturaleza divina, constituye el nacimiento de lo Uno, y la igualdad de lo Uno, en lo Uno y con lo Uno, es el comienzo y el origen del amor florido, ardiente. (Lo) Uno es comienzo sin ningún comienzo. (La) igualdad es el comienzo de lo Uno solo y recibe de lo Uno y en ello, el hecho de ser y de ser comienzo. (El) amor posee por naturaleza (la cualidad) de emanar y surgir de dos como uno de lo uno, en cuanto es uno, no surge ningún amor, de dos en cuanto dos, tampoco surge amor; dos como uno produce necesariamente un amor concorde con la naturaleza, impetuoso (y) ardiente. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Ahora bien, dice Salomón que todas las aguas, es decir, todas las criaturas vuelven a fluir y correr hacia su origen (Ecl. 1,7). Por ello es necesariamente verdad lo que acabo de decir: (La) igualdad y (el) amor ardiente elevan hacia arriba y guían y llevan al alma hasta el primer origen de lo Uno que es «Padre» de «todos», «en el cielo y en la tierra» (Cfr. Efesios 4,6). Así digo, pues, que (la) igualdad nacida de lo Uno tira al alma hasta Dios tal como Él es lo Uno en su unión escondida, pues esto es lo que significa Uno. Para ello disponemos de un símbolo evidente (offenbâr angesiht): cuando el fuego material enciende la leña, una chispa obtiene naturaleza ígnea y se iguala al fuego puro que está pegado inmediatamente al lado inferior del cielo. En seguida se olvida y se deshace del padre y la madre, del hermano y la hermana en esta tierra y sube corriendo hacia el padre celestial. El padre de la chispa en esta tierra es el fuego, su madre es la leña, su hermano y su hermana son las otras chispas; a éstas no las espera la primera chispita. Sube apurada hacia su padre legítimo que es el cielo; pues, quien conoce la verdad, sabe muy bien que el fuego, en cuanto fuego, no es el padre verdadero, legítimo de la chispa. El padre verdadero, legítimo de la chispa y de todo lo ígneo es el cielo. Además hay que notar muy bien que esta chispita no sólo abandona y olvida a su padre y madre, hermano y hermana en esta tierra, sino que se abandona y se olvida y se deshace también de sí misma (movida) por el amor para llegar a su padre legítimo, el cielo, pues necesariamente ha de apagarse en el aire frío; no obstante esto, quiere dar testimonio del amor natural que le tiene a su legítimo padre celestial. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Anteriormente dije con referencia al vacío o la desnudez, que el alma, cuanto más transparente, desnuda y pobre esté y cuanto menor sea el número de criaturas que tiene, y cuanto más vacía se conserve de todas las cosas que no son Dios, tanto más puramente aprehenderá a Dios y a tantas más cosas dentro de Dios y tanto más será una con Dios, y su mirada penetrará en Dios y Dios la mirará cara a cara como transformada en su imagen, según dice San Pablo (Cfr. 1 Cor.13,12 y 2 Cor.3,18). Exactamente lo mismo digo ahora, también, de la igualdad y del ardor del amor; pues, en la medida en la cual una cosa se asemeja más a otra, en esta misma medida va corriendo hacia ella con mayor rapidez, y su corrida le produce más felicidad y deleite; y cuanto más se aleje de sí misma y de todo cuanto no es aquella (cosa) hacia la cual va corriendo, y cuanto más disímil (se haga) con respecto a sí misma y a todo cuanto no es aquella (cosa), tanto más se asemejará cada vez a aquella hacia la cual va corriendo. Y como (la) igualdad emana de lo Uno y atrae y seduce a causa de la fuerza y en la fuerza de lo Uno, no hay descanso ni contento ni para lo que atrae, ni para lo que es atraído, hasta que ambos sean aunados en uno. Por eso dijo Nuestro Señor por’ boca del profeta Isaías – cito según el sentido -: No me satisface ninguna semejanza insigne y ninguna paz del amor hasta que Yo mismo no me revele en mi Hijo y arda y sea encendido en el amor del Espíritu Santo (Cfr. Isaías 62,1). Y Nuestro Señor le pidió a su Padre que nosotros, antes que ser solamente unidos (con Él), fuéramos uno con Él y en Él. Para esta palabra y esta verdad poseemos, también en la naturaleza, en lo externo, una imagen visible y un testimonio (concreto). Cuando el fuego surte su efecto y enciende la leña haciéndola arder, el fuego hace la leña muy fina y disímil a sí misma y le quita la robustez, el frío, el peso y la acuosidad y va asemejando la leña cada vez más a él mismo, o sea el fuego; sin embargo, tanto el fuego como la leña no se tranquilizan ni sosiegan ni conforman, sea cual fuere el calor, el ardor y la similitud, hasta que el fuego nazca él mismo en la leña, transmitiéndole su naturaleza y su esencia propias de manera que todo sea un solo fuego igual a ambos, sin distinción, ni más ni menos. Y por ello, hasta que se llegue a ese punto, hay siempre humo, combate, chisporroteos, esfuerzos y desavenencias entre (el) fuego y (la) leña. Pero cuando se ha quitado y alejado cualquier desigualdad, el fuego se sosiega y la leña enmudece. Y yo digo además, conforme a la verdad, que la potencia oculta de la naturaleza odia en secreto la similitud por cuanto lleva en sí diferencia y desdoblamiento, y busca en ella lo uno que es lo que ama en la similitud y sólo por amor de lo uno, así como la boca busca y ama en el vino y con respecto a él, el sabor o la dulzura. Si el agua tuviera el sabor propio del vino, la boca no preferiría el vino al agua. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Y por esta razón he dicho que el alma odia la similitud en la similitud y no la ama en sí y a causa de ella, sino que la ama a causa de lo Uno que se halla escondido en ella y es verdadero «Padre», un comienzo sin comienzo alguno, «de todos» «en el cielo y en la tierra». Y por eso digo yo: Mientras se encuentra y aparece aún una similitud entre el fuego y el leño, no hay en absoluto verdadero placer ni silencio ni descanso ni satisfacción. Y por ello dicen los maestros: El devenir del fuego se realiza en el combate, la excitación, el desasosiego y el tiempo; pero (el) nacimiento del fuego y (el) placer se realizan sin tiempo y distancia. (El) placer y (la) alegría, a nadie le parecen ni largos ni distantes. A todo cuanto acabo de decir se refiere nuestro Señor cuando dice: «La mujer, cuando da a luz al niño, siente angustia y pena y tristeza; pero cuando ha nacido el niño, se olvida de la angustia y pena» (Juan 16,21). Por eso Dios, también nos dice y advierte en el Evangelio, que roguemos al Padre para que nuestra alegría llegue a ser perfecta (Cfr. Juan 15,11), y San Felipe dijo: «Señor, haznos ver al Padre y ya nos basta» (Juan 14,8); porque Padre significa nacimiento y no similitud y se refiere a lo Uno en donde la similitud enmudece y se calla todo cuanto tiene apetito de ser. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

La obra interior también es divina y deiforme y tiene sabor a peculiaridad divina por el siguiente hecho: Así como todas las criaturas, aun en el caso de que hubiera mil mundos, no superarían ni por el ancho de un pelo el valor de Dios solo, – así digo yo y ya lo dije anteriormente – que esa obra exterior, su cantidad y su magnitud, su largor y su anchura no aumentan absolutamente, en ningún caso, la bondad de la obra interior; pues ésta contiene su propia bondad. Por lo tanto, nunca puede ser pequeña la obra exterior cuando la interior es grande, y cuando ésta última es pequeña o no vale nada, aquélla nunca puede ser grande ni buena. En todo momento, la obra interior abarca en sí toda la magnitud y todo el anchor y largor. La obra interior toma y saca su ser completo sólo del corazón de Dios y en él (y) en ninguna otra parte; toma al Hijo y nace como hijo en el seno del Padre celestial. No así la obra exterior: ésta recibe más bien su bondad divina por intermedio de la obra interior, como nacida a término y derramada en el descenso de la divinidad revestida de diferencia, cantidad (y) división; (pero) todo esto y otras cosas por el estilo, así como también (la) misma semejanza, permanecen apartados de Dios y ajenos a Él. (Pues) se apegan y se detienen y se tranquilizan con aquello que es bueno (por separado), que está iluminado, que es criatura, y totalmente ciego con respecto a la bondad y a la luz en sí mismas y a lo Uno donde Dios engendra a su Hijo unigénito y en Él a todos cuantos son hijos de Dios, hijos natos. Ahí (quiere decir, en lo Uno) se hallan la emanación y el origen del Espíritu Santo y sólo por Él – en cuanto es el Espíritu de Dios y Dios mismo es Espíritu – es concebido dentro de nosotros el Hijo y ahí se da esta emanación (del Espíritu Santo) de todos cuantos son hijos de Dios, según han nacido con menor o mayor pureza sólo de Dios, transformados según la imagen y en la imagen de Dios, y apartados de toda cantidad como todavía se encuentra en los ángeles superiores en cuanto a su naturaleza y – si uno quiere llegar a conocerlo bien – ellos hasta están apartados de la bondad, la verdad y todo aquello que está sujeto, aunque fuera sólo en un pensamiento o en una denominación, a una vislumbre o sombra de una diferencia cualquiera, y se han entregado (sólo) a lo Uno que es libre de cualquier especie de cantidad y diferencia, donde también Dios-Padre-Hijo-y-Espíritu-Santo es y son Uno solo, habiendo perdido toda diferencia y cualidad y siendo desnudado de ellas. Y lo Uno obra nuestra salvación, y cuanto más alejados estemos de lo Uno, tanto menos seremos hijos e hijo y con tanta menor perfección surgirá dentro de nosotros y fluirá de nosotros el Espíritu Santo; en cambio, cuanto más cerca estemos de lo Uno, tanto más verdaderamente seremos hijos e hijo de Dios y de nosotros fluirá también Dios-el-Espíritu-Santo. A esto se refiere Nuestro Señor, (el) Hijo de Dios en la divinidad, cuando dice: «En el que beba del agua que yo le dé, surgirá un manantial que salta hasta la vida eterna» (Juan 4, 14), y San Juan afirma que esto lo decía del Espíritu Santo (Juan 7, 39). TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Además, cuando dice Nuestro Señor, el Hijo: «que (el hombre) se niegue a sí mismo y levante su cruz y venga hacia mí», entonces se refiere a lo siguiente: Hazte hijo tal como yo soy Hijo, Dios nato, y (llega a ser lo mismo Uno que yo soy (y) que tomo morando y permaneciendo en el seno y corazón del Padre. Padre – así dice también el Hijo – quiero que aquel que me sigue, el que viene hacia mí, esté allí donde estoy yo (Cfr. Juan 12, 26). En el fondo, nadie llega al Hijo, en cuanto éste es Hijo, sino aquel que se convierte en hijo, y nadie está allí donde está el Hijo quien, en el seno y corazón del Padre es uno dentro de lo Uno, sino aquel que es hijo. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

«Yo» – dice el Padre -, «quiero conducirlos a un desierto y allí hablaré a sus corazones» (Oseas 2, 14). De corazón a corazón, uno dentro de lo Uno, (he aquí lo que) ama Dios. Todo cuanto resulta ajeno y distante a esto (=lo Uno) lo odia Dios. Él atrae y arrastra hacia lo Uno. Todas las criaturas buscan lo Uno, incluso las más bajas lo buscan, y las más elevadas perciben lo Uno; arrastradas más allá de su naturaleza y transformadas en la (divina) imagen, ellas buscan lo Uno en lo Uno, lo Uno en sí mismo. Por eso habrá dicho el Hijo – en la divinidad Hijo (=Logos) en el Padre -: Allí donde estoy yo, habrá de estar quien me sirve, quien me sigue, quien viene hacia mí. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Todavía nos queda (por ver) el séptimo (consuelo contenido) en la palabra de que Dios está con nosotros en el sufrimiento y sufre con nosotros: (consiste en) que la peculiaridad divina nos sabe consolar vigorosamente por cuanto es lo Uno puro sin cualquier agregado de multiplicidad de distingos, aunque fuera sólo (un distingo) con (el) pensamiento; de modo que todo cuanto hay en Él es Dios mismo. Y como esto es verdad digo: Todo cuanto el hombre bueno sufre por Dios, lo sufre en Dios y Dios está padeciendo con él en su sufrimiento. Si mi sufrimiento se encuentra en Dios y Dios lo comparte ¿cómo me puede resultar penoso el sufrimiento, dado que el sufrimiento pierde la pena y mi pena se halla en Dios y mi pena es Dios? Por cierto, así como Dios es Verdad y como yo, dondequiera que encuentre (la) verdad, hallo a mi Dios, o sea la Verdad, así también – (y esto no es) ni más ni menos – cuando hallo el sufrimiento puro por Dios y en Dios, encuentro que mi sufrimiento es Dios. Quien no reconoce este hecho, que eche la culpa a su ceguera y no a mí ni a la verdad divina ni a la benevolencia digna de amor. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Cualquier clase de mediación es extraña a Dios. «Yo soy – dice Dios – el primero y el último» (Apocalipsis 22, 13). (La) distinción no existe ni en la naturaleza de Dios, ni en las personas de acuerdo con la unidad de la naturaleza. La naturaleza divina es una sola y cada persona es también una sola y es lo mismo Uno que es la naturaleza. (La) diferencia entre el ser y la esencia se entiende como lo Uno y es Uno; (solamente) allí donde ello (es decir, lo Uno) no permanece dentro de sí, allí recibe, posee y produce diferencia. Por lo tanto: en lo Uno se encuentra a Dios, y quien ha de hallar a Dios, debe llegar a ser uno. «Un solo hombre – dice Nuestro Señor – se marchó». En (la) diferencia no se halla ni (lo) Uno ni (el) ser ni a Dios ni descanso ni bienaventuranza ni contento. ¡Sé uno para que puedas encontrar a Dios! Y, de veras, si fueras bien uno, permanecerías también uno en lo diferente, y lo diferente se te tornaría uno y así no podría estorbarte en absoluto. (Lo) Uno sigue siendo exactamente uno en mil veces mil piedras como en cuatro piedras, y mil veces mil es tan seguramente un simple número como cuatro es un número. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Un maestro pagano dice que lo Uno ha nacido del Dios supremo. Es su peculiaridad ser uno con lo Uno. Quien lo busca por debajo de Dios, se engaña a sí mismo. Y en cuarto término dice el mismo maestro que esto Uno en el fondo no tiene amistad con nada fuera de las vírgenes o niñas, según dice San Pablo: «A vosotras, vírgenes castas, os he desposado y prometido a uno solo» (2 Cor. 11, 2). Y el hombre debería ser exactamente así porque Nuestro Señor dice: «Un solo hombre se marchó». TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Existen todavía otra explicación y enseñanza relativas a lo que Nuestro Señor llama un «hombre noble». Hay que saber también que aquellos que llegan a conocer al Dios desnudo, conocen a la vez junto con Él a todas las criaturas; porque el conocimiento es una luz del alma, y todos los hombres por naturaleza anhelan tenerlo, pues el conocimiento hasta de las cosas malas es bueno. Ahora bien, dicen los maestros: Cuando se conoce a la criatura en su ser propio, esto se llama un «conocimiento vespertino» y en él se ven las criaturas mediante imágenes de múltiples diferencias; pero, cuando se conoce a las criaturas en Dios, esto se llama y es un «conocimiento matutinal», y de esta manera se ve a las criaturas sin diferencia alguna y desnudadas de todas las imágenes y desvestidas de toda igualdad dentro de lo Uno que es Dios mismo. También éste es el «hombre noble» del que dice Nuestro Señor: «Un hombre noble se marchó», y es noble porque es uno solo y conoce a Dios y a la criatura en lo Uno. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Por eso Nuestro Señor dice muy acertadamente que «un hombre noble marchó para conquistarse un reino y volvió». Porque el hombre tiene que ser uno solo en sí mismo, buscando tal (estado) en su fuero íntimo y en lo Uno y recibiéndolo dentro de lo Uno, esto quiere decir: contemplar únicamente a Dios, y «volver» quiere decir: saber y conocer el hecho de que uno conoce a Dios y sabe (de Él)16. Y todo cuanto acabo de exponer lo dijo ya el profeta Ezequiel cuando expresó que «una recia águila de grandes alas y de largos miembros llenos de diversas clases de plumas, llegó a la montaña pura y sacó la médula o el corazón del árbol más alto y arrancó la copa de su follaje y la llevó hacia abajo» (Ec. 17, 3 s). Lo que Nuestro Señor llama un hombre noble, el profeta lo enuncia como un águila grande. ¿Quién sería pues, más noble que aquel que nació, por una parte, de lo más elevado y de lo óptimo que poseen las criaturas, y por otra parte, del fondo más entrañable de la naturaleza divina y del desierto de ese (fondo)? «Yo – dice Nuestro Señor en (el libro) del profeta Oseas – quiero conducir al alma noble a un desierto y allí hablaré a su corazón» (Oseas 2, 14), uno con Uno, uno de Uno, uno en Uno y eternamente uno en Uno. Amén. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3

Los maestros dicen por lo general que todos los hombres son igualmente nobles en su naturaleza. Pero yo digo conforme a la verdad: Todo el bien que han poseído todos los santos y María, la Madre de Dios, y Cristo, en cuanto a su humanidad, me pertenece (también) a mí en esta naturaleza. Ahora podríais preguntarme lo siguiente: Como yo en esta naturaleza poseo todo cuanto Cristo puede realizar según su humanidad ¿a qué se debe entonces que enaltezcamos a Cristo venerándolo como Nuestro Señor y Nuestro Dios? Esto se debe al hecho de que haya sido un mensajero de Dios (enviado) a nosotros, y nos ha traído nuestra salvación. La salvación que nos trajo era nuestra. Allí donde el Padre engendra a su Hijo en el fondo más entrañable, allí entra también volando esta naturaleza (humana). Ella es una y simple. Puede ser que alguna cosa se deje entrever o se apegue, pero no es lo Uno. SERMONES: SERMÓN IV 3

Ahora fijaos con atención en que Aristóteles se refiere a los espíritus apartados en el libro llamado Metafísica. El más insigne de los maestros que hablara jamás de las ciencias naturales, habla de esos espíritus apartados y dice que no son la forma de ninguna cosa y que reciben su ser como fluyendo inmediatamente de Dios; y de la misma manera vuelven a fluir hacia dentro y reciben la emanación inmediatamente de Dios, por encima de los ángeles, y miran el puro ser de Dios, sin diferenciación. Este ser puro (y) desnudo, lo llama Aristóteles un «qué». Esto es lo más elevado que dijo Aristóteles jamás sobre las ciencias naturales, y ningún maestro es capaz de enunciar nada más elevado a no ser que hable (inspirado) por el Espíritu Santo. Ahora digo yo que este «hombre noble» no se contenta con el ser que los ángeles aprehenden carente de forma y del que dependen inmediatamente; él se contenta tan sólo con lo Uno único. SERMONES: SERMÓN XV 3

«Un hombre preparó una cena, un gran banquete nocturno» (Lucas 14, 16). Quien, por la mañana, ofrece una comida, invita a toda clase de gente, pero para la cena se invita a personas destacadas y queridas y amigos muy íntimos. En el día de hoy la Cristiandad celebra el día de la Cena que Nuestro Señor preparó a sus discípulos, sus amigos íntimos, cuando les dio de comer su sagrado Cuerpo. Esto es lo primero. Otro significado de la cena (es el siguiente): Antes de que se llegue al anochecer debe haber una mañana y un mediodía. La luz divina surge en el alma y crea una mañana y el alma trepa en la luz a la extensión y altura del mediodía; luego sigue el atardecer. Ahora hablaremos en un tercer sentido sobre el atardecer. Cuando baja la luz, anochece; cuando todo el mundo se desprende del alma, entonces anochece (y) así el alma halla su descanso. Pues bien, San Gregorio dice de la cena: Cuando se come por la mañana, sigue más tarde otra comida; pero después de la cena no sigue ninguna otra comida. Cuando el alma prueba la comida en la Cena, y la chispita del alma aprehende la luz divina, entonces ya no le hace falta comida alguna ni busca nada de afuera y se mantiene enteramente dentro de la luz divina. Ahora bien, San Agustín dice: Señor, si te nos quitas, danos otro tú; no encontramos satisfacción en nada que no seas tú, porque no queremos nada fuera de ti. Nuestro Señor se alejó de sus discípulos como Dios y hombre, y se les devolvió como Dios y hombre, pero de otra manera y bajo otra forma. (Es) como allí donde hay una gran reliquia; no se permite que sea tocada o vista descubierta; se la engarza en un cristal o en otra cosa. Así hizo también Nuestro Señor cuando se dio como otro sí mismo. En la Cena Dios se da como comida, con todo cuanto es, a sus queridos amigos. San Agustín se estremeció ante esta comida; entonces le dijo en el espíritu una voz: «Soy una comida para gente mayor; ¡crece y aumenta y cómeme! Tú no me transformas en ti, sino que eres transformado en mí». De la comida y bebida que yo probara hace quince noches, una potencia de mi alma se eligió lo más puro y lo más fino y lo introdujo en mi cuerpo y lo unió con todo cuanto hay dentro de mí de modo que no existe nada tan pequeño que se le pueda poner encima una aguja, que no se haya unido con ello; y es tan propiamente uno conmigo como lo que fue concebido en el seno de mi madre, al principio, cuando se me infundió la vida. La fuerza del Espíritu Santo toma con igual propiedad lo más límpido y lo más fino y lo más elevado, (o sea), la chispita del alma, y lo lleva íntegramente hacia arriba dentro del fuego, (o sea) el amor, tal como diré ahora del árbol: La fuerza del sol elige en la raíz del árbol lo más puro y lo más fino y lo tira todo hacia arriba hasta la rama; allí se convierte en flor. Exactamente de la misma manera, la chispita del alma es llevada arriba en la luz y en el Espíritu Santo, y es levantada de este modo al origen primigenio, y así se hace totalmente una con Dios y tiende completamente hacia lo Uno y es una sola con Dios en un sentido más propio de lo que es la comida con relación a mi cuerpo, ah sí, lo es mucho más en la medida en que es más acendrada y más noble. Por eso se dice: «Una gran cena». Pues bien, dice David: «Señor, cuán grandes y múltiples son la dulzura y la comida que tienes ocultadas para todos aquellos que te temen» (Salmo 30, 20); y a quien reciba con miedo esta comida, nunca le gustará realmente; hay que recibirla con amor. Por eso, un alma amante de Dios vence a Dios para que tenga que entregársele por completo. SERMONES: SERMÓN XIX 3

«Un solo Dios»: en el hecho de que Dios es uno, se cumple la divinidad de Dios. Yo digo: Si Dios no fuera uno, no podría engendrar jamás a su Hijo unigénito. Del hecho de que Dios es uno, Él saca todo cuanto obra en las criaturas y en la divinidad. Digo además: (La) unidad la posee sólo Dios. La peculiaridad de Dios es (la) unidad; de ella toma Dios el hecho de ser Dios, de otro modo no sería Dios. Todo cuanto es número depende de lo Uno, y lo Uno no depende de nada. La riqueza y la sabiduría y la voluntad divinas son entera y exclusivamente uno en Dios; no es (sólo) uno sino que es unidad. Dios posee todo cuanto tiene en lo Uno, es uno en Él. Dicen los maestros que el cielo gira para llevar todas las cosas a lo uno; por eso gira tan rápidamente. Dios tiene toda la plenitud como uno y de ello pende la naturaleza divina, y el hecho de que Dios es uno solo, constituye la bienaventuranza del alma; es su adorno y su honor. Dijo: «Amigo, sube más arriba, eso te proporcionará honor». El que Dios sea uno constituye el honor y el adorno del alma. Dios hace como si fuera uno (solamente) con el propósito de agradar al alma, y como si se adornara sólo para que el alma se volviese loca por Él. Por eso el hombre quiere ora una cosa, ora otra; ora se ejercita en la sabiduría, ora en el arte. Por no poseer lo Uno, el alma nunca llega a descansar hasta que todo sea uno en Dios. Dios es uno solo; ésta es la bienaventuranza del alma y su adorno y su descanso. Dice un maestro: En todas sus obras Dios tiene presentes todas las cosas. El alma es todas las cosas. Todo aquello que por debajo del alma es lo más noble, lo más puro, lo más elevado en todas las cosas lo infunde Dios en ella. Dios es todo y es uno. SERMONES: SERMÓN XXI 3

Una vez – todavía no hace mucho – se me ocurrió la siguiente idea: El que yo sea hombre, también otro hombre lo tiene en común conmigo; que yo vea y oiga y coma y beba, lo hace también el animal; pero lo que soy yo no le es propio a ningún hombre fuera de mí solo, ni de un ser humano ni de un ángel ni de Dios, a no ser en cuanto soy uno con Él; (esta) es una pureza y una unidad. Todo cuanto obra Dios, lo obra en lo Uno como igual a Él mismo. Dios da lo mismo a todas las cosas y, sin embargo, son muy disímiles en sus obras; pero, esto no obstante, tienden en todas sus obras hacia aquello que es igual a su propio ser. La naturaleza realizó en mi padre la obra de la naturaleza. (Mas) la naturaleza tenía la intención de que yo llegara a ser padre tal como él era padre. Él (mi padre) realiza toda su obra por algo semejante a él mismo y por su propia imagen para que él mismo sea lo obrado; en esto siempre se aspira a (que nazca) un «varón». Sólo allí donde la naturaleza es desviada u obstaculizada de modo que no disponga de su fuerza plena en su actuación, se origina una mujer. Mas, donde la naturaleza renuncia a su obra, ahí Dios empieza a obrar y hacer; porque si no hubiera mujeres, tampoco habría varones. Cuando el niño es concebido en el vientre de la madre, posee constitución, forma y figura; esto lo produce la naturaleza. Así permanece durante cuarenta días y cuarenta noches; pero al cuadragésimo día Dios crea al alma mucho más rápido que en un instante, para que el alma llegue a ser forma y vida para el cuerpo. Así, la obra de la naturaleza lleva hacia fuera todo cuanto la naturaleza puede obrar con lo que a forma, constitución y figura se refiere. La obra de la naturaleza sale por completo hacia fuera; y así como la obra de la naturaleza sale afuera, ella es sustituida por completo en el alma racional. Ahora se trata de una obra de la naturaleza y de una creación divina. SERMONES: SERMÓN XXVIII 3

Ya he dicho frecuentemente que la cáscara debe romperse y tiene que salir a luz lo que está adentro; pues, si quieres tener la nuez, debes romper la cáscara. Y, en consecuencia, si quieres hallar a la naturaleza desnuda, se deben romper todos los símiles, y cuanto más uno penetre adentro, tanto más se acercará a la esencia. Cuando el (alma) halla lo Uno donde todo es uno, entonces persevera (en) lo único. ¿Quién «honra» a Dios?… Aquel que en todas las cosas piensa en la gloria de Dios. SERMONES: SERMÓN LI 3