Ahora bien, se dice: «Fue hallado en su interior». «Interior» es aquello que vive en el fondo del alma, en lo más íntimo del alma, en (el) entendimiento, y que no sale ni mira a ninguna cosa. Allí todas las potencias del alma son igualmente nobles; allí «fue hallado justo en su interior». Justo es aquello que es igual en el amor y en el sufrimiento y en la amargura y en la dulzura, (justo es) aquel a quien no lo estorba ninguna cosa para hallarse (como) uno en la justicia. El hombre justo es uno con Dios. (La) igualdad es amada. (El) amor siempre ama a lo igual; por eso, Dios ama al hombre justo como igual a Él mismo. ECKHART: SERMONES: SERMÓN X 3
Esto quiere decir que hemos de ser uno solo en nosotros mismos, y estar apartados de todo, y, siempre inmóviles, debemos ser uno con Dios. Fuera de Dios no existe sino la sola nada. Por eso es imposible que en Dios pueda acaecer de algún modo un cambio o una transformación. Aquello que busca otro lugar fuera de sí, cambia. (Mas) Dios contiene en sí todas las cosas en plenitud; por eso, no busca nada fuera de sí mismo, sino sólo en la plenitud, tal como (todo) es en Dios. Cómo Dios lo lleva en sí, esto no lo puede comprender ninguna criatura. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXI 3
Dice un maestro que este (algo) se halla en presencia de Dios de manera tal que nunca puede darle la espalda a Dios y Él le resulta siempre presente en su interior. Yo digo que Dios eternamente, sin cesar, ha estado en este (algo), y para que el hombre en él sea uno con Dios, no hace falta (la) gracia, porque (la) gracia es criatura, pero allí la criatura no tiene nada que ver; ya que en el fondo del ser divino, donde las tres personas son un solo ser, ella (el alma) es uno (con Dios) conforme al fondo. Por eso, si quieres, todas las cosas y Dios te pertenecen. Esto quiere decir: Renuncia a ti mismo y a todas las cosas y a todo cuanto eres en ti mismo, y acéptate de acuerdo con lo que eres en Dios. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXIV 3
Quien de tal modo permanece en Él, posee cinco cosas. La primera: que entre él y Dios no hay diferencia, sino que son uno. Los ángeles son muchos, sin número, porque no constituyen ningún «número individual», ya que carecen de número; esto se debe a su gran simpleza. Las tres personas en Dios son tres sin número, pero constituyen una multiplicidad. Mas, entre el hombre y Dios no sólo no existe ninguna diferencia, sino que no hay tampoco una multiplicidad; ahí no hay sino uno… La segunda (cosa) consiste en que él está obteniendo su bienaventuranza allí en la pureza donde la toma Dios mismo, y halla en ella su apoyo… La tercera (cosa) es que posee un saber junto con el saber divino y un obrar junto con el obrar divino y un conocimiento junto con el conocimiento divino… La cuarta es que Dios nace todo el tiempo en ese hombre. ¿Cómo nace Dios todo el tiempo en ese hombre? ¡Observad lo siguiente! Cuando el hombre desnuda y de-vela la imagen divina que Dios ha creado en él por naturaleza, entonces la imagen de Dios llega a revelarse en él. Pues en el nacimiento se conoce la revelación de Dios; porque el que el Hijo se llame nacido del Padre, se debe a que el Padre le revela su secreto al modo paternal. Y por eso, cuanto más y cuanto más claramente el hombre desnuda en sí la imagen de Dios, tanto más claramente nace Dios en él. Y entonces el nacimiento de Dios se debe concebir siempre de acuerdo con el hecho de que el Padre de-vela la imagen pura y resplandece en ella… La quinta (cosa) es que el hombre nace todo el tiempo en Dios. ¿Cómo nace el hombre todo el tiempo en Dios? ¡Observad lo siguiente! Por el desnudamiento de la imagen en el hombre, éste se va asemejando a Dios, porque por la imagen el hombre es semejante a la imagen divina que es Dios en su pureza de acuerdo con su esencia. Y cuanto más se desnuda el hombre, tanto más se asemeja a Dios, y cuanto más se asemeja a Dios, tanto más se une con Él. Y por ende, el nacimiento del hombre en Dios, siempre se ha de concebir en el sentido de que el hombre con su imagen está resplandeciendo en la imagen divina, que es Dios desnudo en su esencia (imagen) con la cual el hombre es uno. Por lo tanto, la unidad del hombre y de Dios se debe concebir de acuerdo con la semejanza de la imagen; porque el hombre se parece a Dios con respecto a la imagen. Y por ello: si se dice que el hombre es uno con Dios y es Dios de acuerdo con la unidad, se lo percibe según la parte de la imagen, en la cual se asemeja a Dios, y no según el hecho de que ha sido creado. Pues, si se lo toma por Dios, no se lo hace según su criaturidad; porque si se lo toma por Dios no se niega la criaturidad en el sentido de que la negación se considere como aniquilación de la criaturidad, sino que ha de considerárselo como enunciado relativo a Dios, con el cual se le quita a Él (la criaturidad). Pues Cristo que es Dios y hombre, cuando se lo percibe según la humanidad, no se toma en consideración la divinidad, mas no de modo que se niegue la divinidad, sólo que ésta no se considera en tal percepción. Y así ha de comprenderse la palabra de Agustín cuando dice: «Lo que ama el hombre, esto es el hombre. Si ama una piedra, es una piedra, si ama un hombre, es un hombre, si ama a Dios… ahora no me atrevo a continuar, pues si yo dijera que entonces sería Dios, podríais lapidarme. Pero os remito a la Escritura». Y por ello, cuando el hombre en el amor se adecua enteramente a Dios, entonces se le quita su imagen y se lo in-forma y se lo transforma en imagen dentro de la uniformidad divina, en la cual es uno con Dios. Todo esto lo posee el hombre por la permanencia dentro (de Él)4. Ahora bien, prestad atención al fruto que da el hombre en ese caso. Es el siguiente: cuando es uno con Dios, produce junto con Dios a todas las criaturas y trae la bienaventuranza a todas las criaturas en la medida en que es uno con Él. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XL 3
Nuestros maestros más insignes dicen: Una imagen que se halla en una piedra o en una pared – si por debajo no hubiera ningún agregado -, esta imagen sería – para quien la toma en su carácter de imagen – totalmente una con aquello cuya imagen es. Cuando el alma entra en la imagen (en el alma) en la cual no hay nada extraño sino sólo la imagen (divina), con la cual constituye una sola imagen, entonces (esa alma) está bien aleccionada. Donde uno se halla traspuesto en la imagen en la cual se asemeja a Dios, ahí aprehende a Dios, ahí encuentra a Dios. Donde algo está dividido hacia fuera, no se encuentra a Dios. Cuando el alma entra en aquella imagen y se mantiene exclusivamente en la imagen, (entonces) encuentra a Dios en esa imagen; y el hecho de que se halle a sí y a Dios, implica una sola obra que es atemporal: ahí encuentra a Dios. En la medida en que se halla ahí adentro, en esa misma medida es uno con Dios; él quiere decir: en la medida en que uno se halla encerrado allí donde el alma es imagen de Dios. En cuanto el (hombre) se halle ahí adentro, en tanto será divino; en cuanto ahí adentro, en tanto en Dios, no encerrado ni unido, más bien: es uno. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIV 3
Ahora bien, Él dice: «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10, 30): el alma en Dios y Dios en ella. Si alguien vertiera agua en un recipiente, éste circundaría el agua, mas el agua no se hallaría en medio del recipiente ni el recipiente en medio del agua; pero el alma es tan uno con Dios, que el uno no puede entenderse sin el otro. El calor, sí, se entiende sin el fuego, y el resplandor, sin el sol, pero Dios no se puede conocer sin el alma ni el alma sin Dios; tan uno son. ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIX 3