Trindade Pessoas Energias

TRINDADE — PESSOAS — ENERGIAS

VIDE: ENERGEIA; ENERGIAS DIVINAS


Cristologia
Vladimir Lossky: TEOLOGIA MÍSTICA DA IGREJA DO ORIENTE

En el orden de la manifestación económica de la Trinidad en el mundo, toda energía proviene del Padre, comunicándose con el Hijo en el Espíritu Santo (ek patros, dia uiou en agio pneumati). Así, se dirá que el Padre lo crea todo por el Hijo en el Espíritu Santo. Esto está expresado con gran realce por san Cirilo de Alejandría: «la operación de la substancia increada — dice — es una especie de cosa común, bien que convenga propiamente a cada persona, de modo que sea gracias a las tres hipóstasis que la operación conviene a cada uno como propiedad de una persona perfecta. Luego el Padre opera, pero por el Hijo en el Espíritu. El Hijo opera también, pero como potencia del Padre, en la medida en que él es de él y en él según su propia hipóstasis. El Espíritu opera también; pues es el Espíritu del Padre y del Hijo, Espíritu todopoderoso». En la prestación de las energías manifestadoras aparecerá el Padre como posesor del atributo manifestado, el Hijo como la manifestación del Padre, el Espíritu Santo como aquel que manifiesta. Así, para san Gregorio Nacianceno, el Padre es el Verdadero, y el Hijo es la Verdad y el Espíritu Santo el Espíritu de la Verdad. Según san Gregorio Niseno «la fuente de todo poder es el Padre; el poder del Padre es el Hijo, el Espíritu de poder es el Espíritu Santo». Por eso el atributo de la Sabiduría, común a la Trinidad, designará al Hijo en el orden de la economía divina; se dirá «el Hijo es la Sabiduría hipostática del Padre». El nombre mismo del VerboLogos — atribuido al Hijo, es también una designación sobre todo «económica», propia de la segunda hipóstasis en la medida en que manifiesta la naturaleza del Padre. Es lo que da a entender san Gregorio Nacianceno, al decir: «me parece que el Hijo es llamado Logos no solamente porque está engendrado sin pasión, sino también porque permanece unido al Padre y lo revela. Quizá se podría decir también: porque es en relación al Padre como la definición es al sujeto definido. Porque logos quiere decir además definición y aquel que conoce al Hijo conoce al Padre (Jn 14,7). El Hijo es, pues, una declaración breve y clara de la naturaleza del Padre, pues todo ser engendrado es una muda definición de su generador. Finalmente, si por la palabra logos se entiende la razón esencial de cada cosa, no se errará atribuyendo este nombre al Hijo. Porque nada puede existir que no se apoye en el Logos». No se puede expresar más claramente el carácter económico del nombre Logos, manifestación exterior de la naturaleza del Padre por el Hijo. San Ireneo se expresaba en el mismo orden de ideas, típico sobre todo para el pensamiento cristiano de los primeros siglos: «lo invisible del Hijo es el Padre y lo visible del Padre es el Hijo». El Hijo, al hacer visible la naturaleza secreta del Padre, es casi identificado aquí con las energías manifestadoras. Asimismo san Basilio, cuando dice: «el Hijo muestra en sí al Padre por completo surgiendo con toda su gloria por resplandecimiento»33, pone el acento en el carácter energético («gloria», «resplandor») de la manifestación del Padre por el Hijo.

La enseñanza de los padres acerca de las personas del Verbo y el Espíritu, consideradas como imágenes perfectas de Dios, no puede explicarse más que en el mismo sentido, es decir en el plano exterior de la Trinidad, que se manifiesta en el mundo por las energías. Desarrollando la idea contenida en el texto de san Pablo (splendor gloriae ejus et figura substantiae, Heb 1,3), san Juan Damasceno dirá: «el Hijo es la imagen del Padre, y el Espíritu la imagen del Hijo». Ahora bien, la imagen (eikon) es para el Damasceno una manifestación y declaración de lo que permanece oculto35. Y precisa así su pensamiento acerca de la acción manifestadora de las dos personas que proceden del Padre: «El Hijo es la imagen del Padre, imagen natural, completa, en todo semejante al Padre, salvo la innacibilidad y la paternidad. Porque el Padre es progenitor no engendrado, mientras que el Hijo es engendrado y no es Padre»… «el Espíritu Santo es la imagen del Hijo. Porque nadie puede decir: Señor Jesús, si no es en el Espíritu Santo (2Cor 12,3). Por el Espíritu Santo, pues, conocemos a Cristo, Hijo de Dios y Dios, y en el Hijo vemos al Padre». Luego las personas consubstanciales del Hijo y del Espíritu, obrando en el mundo, no se manifiestan a sí mismas — pues no actúan en virtud de una voluntad propia — sino que el Hijo da a conocer al Padre y el Espíritu Santo da testimonio del Hijo. Retengamos un rasgo importante: la persona del Espíritu Santo permanece no manifestada, no tiene su imagen en otro. Tendremos que volver sobre este asunto más tarde, cuando tratemos la cuestión del Espíritu Santo y la gracia. Por ahora hagamos esta observación: la Iglesia de Oriente ha reprochado a la teología occidental el confundir el plano exterior de las actividades manifestadoras en el mundo, en el que el Espíritu Santo revela al Hijo en cuanto persona consubstancial enviada por el Padre y el Hijo, y el plano interior de la Trinidad en sí misma, en el que la persona perfecta del Espíritu Santo procede sólo del Padre sin tener ninguna relación en origen con el Hijo. La diferencia entre los dos planos la constituye la voluntad, que no interviene nunca, para la tradición oriental, en las relaciones ‘nteriores de la Trinidad, pero determina las actividades exteriores de las personas divinas respecto a la criatura. Esta voluntad es común a las tres personas; por eso, en la misión del Hijo y el Espíritu Santo, cada una de las tres personas actuará en concurrencia con las otras dos: el Hijo se encarna, pero enviado por el Padre y tomando la carne con asistencia del Espíritu Santo; el Espíritu Santo desciende, pero enviado del Padre por el Hijo. En este plano de la economía divina el amor de la Santísima Trinidad que se manifiesta en el misterio de la cruz será expresado así por Filareto de Moscú: «el amor del Padre que crucifica, el amor del Hijo crucificado, el amor del Espíritu Santo que triunfa en la fuerza invencible de la cruz».