TRINDADE E ENERGIAS DIVINAS
Vladimir Lossky
Teologia Mística da Igreja do Oriente
Aunque distingue en Dios las tres hipóstasis, la naturaleza una y las energías naturales, la teología ortodoxa no admite en él ninguna composición. Como las personas, las energías no son elementos del ser divino que podrían ser consideradas aparte, separadamente de la Trinidad de la que son la manifestación común, la irradiación eterna. No son accidentes (symbebekoi) de la naturaleza en su cualidad de energías puras, y no implican ninguna pasividad en Dios. Tampoco son seres hipostáticos, semejantes a las tres personas. Ni siquiera se puede atribuir una energía cualquiera exclusivamente a una de las hipóstasis divinas, aunque se diga «la sabiduría o el poder del Padre» al hablar del Hijo. Se podría decir, empleando un término usual, que las energías son atributo de Dios; sin embargo, esos atributos dinámicos y concretos nada tienen de común con los atributos-conceptos dados a Dios por la teología abstracta y estéril de los manuales. Las energías revelan los nombres innumerables de Dios, según la enseñanza del Aeropagita: Sabiduría, Vida, Poder, Justicia, Amor, Ser, Dios, y una infinidad de otros nombres que permanecen desconocidos para nosotros, pues el mundo no puede contener la plenitud de la manifestación divina que se revela en las energías, de igual modo que no podría contener los libros, si se escribiera cuanto había hecho Jesús, en palabras de san Juan (21,25). Al ser los nombres divinos innumerables, como las energías, la naturaleza que revelan permanece anónima, incognoscible; tiniebla oculta por la profusión de la luz.
Para el pensamiento ortodoxo, las energías significan una manifestación exterior de la Trinidad, que no puede ser interiorizada, introducida, por decirlo así, en el interior del ser divino, como su determinación natural. Éste fue el punto de partida del desarrollo teológico y también el error fundamental del padre Boulgakof, que quiso ver en la energía de Sabiduría (Sophia), que identifica con la esencia, el principio mismo de la divinidad. En efecto, Dios no está determinado por ninguno de sus atributos; todas las determinaciones le son inferiores, lógicamente posteriores a su ser en sí, en su esencia. Cuando decimos que Dios es Sabiduría, Vida, Verdad, Amor, nos referimos a las energías, lo que viene después de la esencia, sus manifestaciones naturales pero exteriores al ser mismo de la Trinidad. Por eso, contrariamente a la teología occidental, la tradición de la Iglesia de Oriente jamás designa las relaciones entre las personas de la Trinidad por los nombres de los atributos. Jamás se dirá, por ejemplo, que el Hijo procede por modo de la inteligencia, y el Espíritu Santo por modo de la voluntad. Nunca se asimilará el Espíritu al amor del Padre y del Hijo. Se verá en el psicologismo trinitario de san Agustín una imagen analógica más bien que una teología positiva que expresa las relaciones de las personas. San Máximo se negaba a admitir en la Trinidad calificaciones de orden psicológico referentes a la voluntad; veía en ellas lo que es posterior a la naturaleza de Dios, sus determinaciones exteriores, sus manifestaciones. Al decir: «Dios es amor», «las personas divinas están unidas por el amor mutuo», se tiene presente una manifestación común, el amor-energía poseído por las tres hipóstasis, pues la unión de las Tres es incluso superior al amor. San Gregorio Palamas aplica algunas veces a las energías, atributos reales de Dios en la medida en que son posteriores a la Trinidad, el nombre de «divinidad inferior» (hypheimene theotes) por oposición a la esencia, «divinidad superior» (hypereimene), lo cual escandalizaba mucho a sus adversarios. Sin embargo, tal expresión es legítima al referirse a la manifestación, lógicamente posterior a Aquel que se manifiesta, «pues Dios significa Aquel que opera, y divinidad (en cuanto energía) significa su operación».