TRINDADE E CRIATURA
VIDE
- Três
Vladimir Lossky
Teologia Mística da Igreja do Oriente
San Gregorio Nacianceno, a quien se llama a menudo «el cantor de la Santísima Trinidad», dice en sus poemas teológicos: «a partir del día en que renuncié a las cosas de este mundo para consagrar mi alma a las contemplaciones luminosas y celestiales, cuando la inteligencia suprema me arrebató de aquí abajo para ponerme lejos de todo lo carnal, para encerrarme en el secreto del tabernáculo celestial, a partir de ese día mis ojos han estado deslumhrados por la luz de la Trinidad, cuyo brillo supera todo cuanto el pensamiento podía presentar a mi alma; porque desde su sublime asiento la Trinidad derrama sobre toda cosa su resplandor inefable común a los Tres. Ella es el principio de cuanto se halla aquí abajo, separado de las cosas supremas por el tiempo… A partir de ese día, estoy muerto para este mundo y el mundo está muerto para mí…». Al final de su vida, desea estar «allí donde está mi Trinidad y el brillo reunido de su esplendor… Trinidad, de la cual hasta las sombras confusas me llenan de emoción».
Si bien el principio mismo del ser creado es el cambio, el paso del no ser al ser, si bien la criatura es contingente por naturaleza, la Trinidad es una estabilidad absoluta. Querríamos decir una necesidad absoluta del ser perfecto, y sin embargo la idea de necesidad no le conviene, porque la Trinidad está más allá de la antinomia de lo necesario y de lo contingente: completamente personal y completamente naturaleza, libertad y necesidad no hacen en ella sino uno, o más bien no pueden tener lugar en Dios. No hay ninguna dependencia de la Trinidad con respecto al ser creado, ninguna determinación de lo que se ha dado en llamar «procesión eterna de las personas divinas» por el acto de la creación del mundo. Las criaturas podrían no existir y Dios sería sin embargo Trinidad — Padre, Hijo y Espíritu Santo — pues la creación es un acto de voluntad y la procesión de las personas es un acto «conforme a la naturaleza» (kata physin). No hay ningún proceso interior en Dios, ninguna «dialéctica» de las tres personas, ningún devenir ni «tragedia en el Absoluto» que necesite, para superarse o resolverse, el desarrollo trinitario del ser divino. Estos conceptos propios de las tradiciones románticas de la filosofía alemana del pasado siglo, son completamente ajenas al dogma de la Trinidad. Si se habla de las procesiones, de los actos o determinaciones interiores, estas expresiones que implican la idea del tiempo, del devenir, de la intención, muestran solamente cuán pobres y deficientes son nuestro lenguaje y el propio pensamiento ante el misterio primordial de la revelación.