Tertuliano Carne

TERTULIANO — DA CARNE DO CRISTO

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Michel Henry: ENCARNAÇÃO

Ese Dios archi-arquetípico, lo más allá de la esencia, ¿se lo imagina uno, en efecto, naciendo de las entrañas chorreantes que manipulan comadronas y médicos, «coágulo de sangre entre las inmundicias»? Estas representaciones poco gratas rechazadas por la gnosis, ellas mismas o lo que despiertan, son las que Tertuliano propone con furor en su diatriba contra Marción: «explicando desde el exordio tu odio al nacimiento, vamos, perora ahora sobre esta porquería que los órganos genitales han puesto en el vientre, sobre estos repelentes coágulos de sangre y de agua […] Descríbenos ese vientre, cada vez más monstruoso, más pesado […] Da rienda suelta contra los órganos indecentes de la mujer en parto […]» (Tertuliano, La Chair du Christ, Cerf, París 1995). ¡Ciertamente resulta más difícil pensar la relación entre Dios y el hombre cuando, dejando a un lado el horizonte luminoso de Grecia, esa se convierte en la relación entre el Verbo y una carne surgida de un pobre nacimiento y condenada a una muerte segura!

Es verdad que, como por otra parte la mayoría de los Padres, Tertuliano no limita de ningún modo la realidad del hombre a la de su carne. Si al principio de De carne Christi declara no hablar sino de ella, es, dice él, porque «en cuanto a su sustancia espiritual, todo el mundo está de acuerdo». Tertuliano todavía piensa en «griego». Cristo tiene un alma lo mismo que un cuerpo y no se ve aparecer crítica alguna a la definición clásica del hombre como compuesto de dos sustancias. Esta, por el contrario, subyace al tratado De carne, pero intervendrá explícitamente en varias tomas de postura y, posteriormente, mucho más todavía.