Alexandre Koyré — Sebastian Franck
Sacramentos e Escritura
Dios actúa directamente sobre el alma, por tanto, es casi una blasfemia pretender vincular su acción a los sacramentos; y como la Biblia misma no tenía ni tuvo para Franck el valor que para Lutero (el de la única revelación real de Dios), no podía alegarse razón verdadera alguna para establecer el valor religioso de los sacramentos. La eficacia del rito es un error del hombre exterior; volver a introducir la obligación del bautismo, de la predicación de la comunión, ¿no es atar el espíritu?. Y, ¿cuál es, en el fondo, el valor y el papel de esa Biblia, cuya infalibilidad habéis proclamado? Si se la toma al pie de la letra, es un entramado de errores, de contradicciones, de cosas inmorales; como su maestro Erasmo, Sebastián Franck proclama: la Biblia tomada al pie de la letra no vale más desde el punto de vista moral que Ovidio o que Tito Livio. Es evidente que no se puede uno limitar a exponerla al pie de la letra, y Franck, por dos veces, en sus célebres Paradojas y en el Libro sellado con los siete sellos amontona con gran ingenio los textos contradictorios de las Escrituras y presenta al lector una auténtica suma de discordantia scripturae. No lleguemos por ello a la conclusión de que Franck rechaza la Escritura. Nada de eso. Los textos de la Escritura se oponen y sin embargo son justos. El hombre es tachado de sabio o de loco, y tanto uno como otro juicio es cierto. ¿Sería Sebastián Franck un escéptico? ¿Habría llevado su escepticismo hasta colocar la contradición en Dios mismo, hasta admitir la relatividad y la equivalencia de las opiniones humanas, hasta abandonar la idea de la verdad?
De ninguna manera; cierto que para Sebastián Franck las opiniones humanas son relativas y falsas. Pero lo son precisamente porque se apartan de la verdad espiritual; y al apartarse de ella, se oponen tanto a ella como entre ellas. La verdad es una. El error múltiple. El espíritu es uno y la verdadera religión, la del espíritu y de la verdad, es una. Las religiones, por el contrario, son numerosas: todas falsas en la medida en que se particularizan, en la medida en que en el espíritu sustituyen «la letra», en la medida que se oponen volviéndose «herejías». Las religiones pertenecen al «mundo», son obra de los hijos de Adán. Pero la oposición que domina la Weltanschauung de Franck es precisamente la del «espíritu» y del «mundo» que simboliza y que expresa la oposición entre Adán y Cristo.
La Escritura no se contradice. La Escritura ironiza. La escritura hace paradojas. Más: es ella misma paradoja. Y precisamente por ser paradoja es verdadera de una verdad superior. La realidad, en efecto, es paradójica. El mundo, como el hombre, es doble. El «mundo interior y el mundo exterior», el mundo de la realidad profunda y el mundo de la apariencia, mundo «real» igualmente por supuesto, pero con una realidad distinta, menor, falsa, correlativa a la «realidad» del hombre exterior y carnal. Igual que en el interior del hombre Adán y Cristo se oponen, en el exterior esos dos mundos también se enfrentan. Por otro lado, es lógico: porque el hombre es un microcosmos, un pequeño mundo que representa al grande. Los «mundos» se oponen y se niegan: desde el punto de vista de uno, el otro es la nada. El mundo carnal, el mundo exterior, el mundo «adánico» no es nada desde el punto de vista del hombre espiritual; su «verdad» es falsa; y su «sabiduría», locura. Y lo mismo a la inversa: desde el punto de vista del mundo exterior, la verdadera sabiduría es una locura. Dios es «Satán», y Cristo, el «Anticristo». Bajo el Nombre de Dios y de Cristo el «mundo exterior» adora precisamente en realidad a Satán y al Anticristo, y para él, la verdad religiosa, la verdad espiritual es falsa. Necesariamente; porque, ya lo hemos visto, desde el punto de vista del hombre exterior, la verdad interior, como el ser interior, no son más que nada. Sólo el espíritu puede interpretar la Escritura, alegoría y símbolo (no lo olvidemos, Franck no duda nunca de su inspiración); por tanto, no es la letra la que actúa en nosotros. Es preciso que el Espíritu mismo, que el Cristo interior nos lo explique; y sólo lo hará al alma pura, y sólo el alma pura podrá contar su significado; el Espíritu lo ha dictado, sólo él puede decirnos el sentido. Pero, entonces, ¿no es reconocer una vez más que Dios puede otorgarlo?
Fides ex auditu, dicen los luteranos, olvidando que «oír» es un acto interior del alma y no un acto exterior de la carne, y crean con su doctrina un sacrifício nuevo, el de la predicación. Y, sin embargo, ¿es la letra la que obra? En tal caso, ¿no deberían ser los modernos fariseos (los Schriftgelehrten) y los judíos muy buenos cristianos? Nueva demostración de que la letra no es nada, que sólo el espíritu cuenta, y para Franck, que hace una separación casi cartesiana entre el espíritu y el cuerpo, la carne, el hombre exterior son — ontologicamente — incapaces de actuar sobre el alma, sobre el espíritu, sobre el hombre interior en el que habitat ventas; sólo el espíritu puede actuar sobre el espíritu.
Ahora bien, si el espíritu sopla donde quiere, sobre todo si Dios se revela por todas partes y siempre a todas las almas que le buscan; si, por otro lado, todo rito, todo dogma, toda ceremonia, todo sacrificio no tienen más valor que el simbólico, entonces no hay Iglesia exterior. Entonces sólo hay la verdadera Iglesia de Dios, la comunidad espiritual de verdaderos creyentes, diseminados entre los paganos, los turcos, los judíos, los falsos cristianos. Comunidad estrictamente espiritual: Franck no es un sectario. Repudia toda separación, toda formación nueva, toda comunidad «exterior» de «elegidos». Esto es lo que le distingue de todos los espiritualistas sectarios de su tiempo. Los marcos de su «Iglesia» son amplios: en ella hay lugar para Sócrates y para Orígenes, y para los «heréticos» que tanto amaba, esos heréticos que en su Ketzerchronik le parecen campeones de ese principio de religión espiritual, de libertad, de convicción personal que había defendido durante toda su vida. Y no lo hay para los «sectarios», para los «santos», para los «elegidos» y los «predestinados».