Satz Caminho

Mario Satz — CAMINHOS DO JARDIM DO CORAÇÃO

Un hermoso fragmento de Heráclito (B 60) establece que: «El camino de subida y el camino de bajada son uno mismo.» También el Evangelio alude al mismo principio de no-dualidad en relación al camino. En Juan 14.5 leemos: «Dícele Tomás: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el camino (HA-DÉREJ) y la verdad (HA-EMET) y la vida (ha-jaím).” » Por otra parte, la casi imposible traducción del concepto chino de Tao a cualquier lengua occidental no puede obviar, sin embargo, igual idea de camino o sendero, ya que el ideograma que lo transmite posee los caracteres de «cabeza» y de «ir». Retornando a la tradición hebrea, gran parte de lo que se denomina HALAJÁ, o precepto talmúdico, nace del verbo HALÁJ, que significa precisamente, ir, andar, caminar. Esta Ley, este conjunto de normas, se ha ido consolidando en la larga marcha del Pueblo de Israel por los meandros de la historia, desde la partida inicial de Abraham hasta el paradigma del «resto que retorna» entrevisto por el profeta. Paralelamente, la metáfora del movimiento o acción ha dado lugar a la HAGADÁ, colección de expresiones o Narraciones paralelas a la preceptiva. Por un lado, el código, y por el otro, el ejemplo que lo ilustra. Sin perder de vista la relación entre ambos, Buber cuenta una curiosa anécdota del Rabí de Rizhyn:

«Un joven rabí se quejó al maestro diciendo: “Durante las horas en que me dedico a mis estudios siento la vida y la luz, pero en el momento que dejo de estudiar, todo ha desaparecido. ¿Qué debo hacer?” El Rabí de Rizhyn respondió: “Es como cuando un hombre marcha por un bosque en una noche oscura y durante un tiempo se le une otro con una linterna en la mano, pero en un cruce se separan y el primero debe seguir solo y a tientas su camino. Si uno lleva su propia luz consigo, no debe tener miedo a la oscuridad.”»

Caminar con la propia luz, podemos inquirir, ¿no consistirá en transformarse en «el camino, la verdad y la vida»? Si por el Hijo se va al Padre, éste, el Padre, AB, ¿acaso entregó a su Hijo la clave, del alfabeto, AB, para que por imagen éste Lo busque en el espejo del mundo? Si subir al cielo es idéntico a bajar de él, al cabo de un tiempo uno camina como un delicado equilibrista sobre la mismísima eclíptica y su senda solar ya no pregunta sino que responde al orden cósmico. Tal vez por ello, los tres ejemplos citados, el griego, el cristiano y el chino, se proponen revelarle al hombre que toda marcha externa, que todo periplo temporal y geográfico, lleva al eterno laberinto de su propio ser. Capaces de descifrar nuestras huellas digitales, ¿palparíamos en ellas el dibujo de nuestra luz, su peculiar brillo, HEL, que desde la partida nos contenía en el LEJÁ, regalándonos un para ti, a ti? Pero toda conducta externa, toda moral, carece de sentido si no dilata nuestro espacio interior. En el texto gnóstico Enseñanzas de Silvano está escrito: «Vivid de acuerdo con vuestra mente. Adquirid fuerza, pues la mente es fuerte. Iluminad vuestra mente. Encended la lámpara dentro de vosotros… Llamad a vosotros mismos como si fuerais una puerta y caminad sobre vosotros mismos como sobre un camino recto. Porque si camináis por el camino es imposible que os extraviéis. Abrid la puerta vosotros mismos para que podáis saber qué es…»