Sangue [AOCG]

ANTONIO ORBE — CRISTOLOGIA GNÓSTICA

EFUSÃO DE SANGUE

  • 1. Sangue da Virgem celeste
  • 2. Simbolismo do sangue
  • 3. Preço do resgate
  • 4. A modo de conclusão

    Más que a un capítulo orgánico, con planteamiento, desarrollo y conclusión obvios, se presta la «efusión de sangre» a una serie de notas mal hilvanadas. El tema no se planteó entre gnósticos. La sangre se ofrece en alusiones escriturarias y mitos, entre simbolismos y metáforas; y casi siempre, al margen de doctrinas sólo indirectamente relacionables con la pasión y muerte del Salvador.

Junto con la carne, figura en páginas de subido tono eucarístico. Su estudio afectaría, más bien, a la doctrina sacramental. Las indicamos aquí por el probable fondo común con otras de sabor mítico; singularmente en torno al flujo de la sangre luminosa de una virgen superior. Tal vez, un análisis más paciente demuestre en forma apodíctica la unidad de origen en mitos como el de la hemorroísa celeste (valentiniana y ofítica) y el flujo seminal divino de la Virgo luminis. Y, al propio tiempo, su enlace con el Anthropos andrógino, que deja fluir lo femenino sobre el mundo para — en su día — devolverlo, con rumbo contrario, a su primera unidad.

Contento con haber señalado premisas, me permito, a modo de conclusión, aventurar el fondo sobre que discurren los grandes gnósticos, en consonancia con los temas, mucho mejor individuados, del horos o cruz celeste (resp. crucifixión del Logos, su eficacia sobre el cosmos y la iglesia terrena), el pathos del Hijo, origen de la economía, la salud anunciada desde antes de la creación, las interferencias entre el Logos y Sofía (resp. el Hijo y el Espíritu personal), entre el Logos y el Salvador (resp. entre el Espíritu femenino, al servicio del Logos, y el Espíritu masculino), entre las iglesias, diseñadas en paradigma y disueltas por el mundo…

Salvo meliori, la efusión cruenta del Calvario responde a otra invisible, gnósticamente más real. Así como el cuerpo de donde fluye la sangre a vista de los judíos responde a otra carne invisible, gnósticamente más verdadera. El ideal sería restituir el paradigma, «carne y sangre» verdaderos, y situar el misterio de la «efusión de sangre» en la «verdadera carne».

La analogía con el misterio de Adán y Eva, Cristo y Sofía, se presta, quizá, a ello. Sobre todo, a la luz del vaticinio de Adán (Gen 2,23): «Hueso de mis huesos, carne de mi carne». El proceso desde Cristo (= Adán), hombre divino, a los individuos espirituales dispersos por el mundo en vísperas de su iluminación por El, sigue en todos los sectarios el mismo camino:

1) Secesión de Sofía (= Eva) a partir del Cristo (andrógino), como «carne (sacada) de la carne». Fruto de la secesión es la dualidad de substancias divinas: Espíritu masculino en el Cristo remanente y Espíritu femenino en Sofía (= Espíritu Santo), madre de la futura iglesia. Yo me permito traducir esto por el binomio Logos-Sofía o por su análogo Sol-Luna.

2) Flujo de Sofía, como madre de la iglesia (espiritual) terrena. Análogo al de hemorroísa (resp. Virgo luminis), se caracteriza — como sangre venida de mujer — por femenino y por seminal, ya que arrastra en su corriente las simientes llamadas a morir en el mundo y multiplicarse. Eficacia lunar.

3) Desarrollo y crecimiento de las simientes (gotas de sangre divina) en el mundo hasta la venida de Cristo. El Salvador les comunica su propio Espíritu masculino, como sol que derrama sus rayos para iluminarlas y darles madurez (= gnosis). Eficacia solar.

Los sectarios habrían podido muy bien distinguir dos clases de efusión (simbólica) de sangre. La de Sofía (Eva), o Espíritu Santo (femenino), que para engendrar hijos al Logos derrama — a modo de flujo seminal — («sangre luminosa») su esencia en el mundo. Y la del Logos, o Espíritu (masculino), que infunde sobre los individuos espirituales ya dispuestos su propia luz (o espíritu perfecto), otorgándoles la gnosis del Padre.

El flujo de Sofía, femenino como el Espíritu que derrama, y el de Cristo, masculino como el Espíritu que comunica sobre el primero.

En la misma línea hay margen a distinguir la persona y el don: a) la persona de Sofía (= Espíritu personal) y el pneuma femenino que infunde como madre; b) la persona de Cristo (= Logos) y el pneuma masculino, que posee en común con el Padre e infunde sobre los hijos de Sofía para masculinizarlos como Salvador.

Dentro de tales categorías, se comprende el alcance otorgado por algunos gnósticos a la eucaristía de Cristo «carne y sangre»: carne, en su persona, y sangre, en el Espíritu (masculino) que comunica.

Y se vislumbra la posibilidad de armonizar las dos efusiones — femenina y masculina — del Espíritu, sangre luminosa de Dios, sobre el mundo.

Dando un paso más, sin abandonar nunca esquemas y categorías gnósticas, cabría situar ambas efusiones en función de la cruz (celeste) del Hijo: con su doble eficacia sobre la sangre femenina de Sofía (Achamot) y sobre la masculina del Salvador.

El horos, mediante la eficacia «separativa» (= purificante), elimina el flujo de sangre inmunda provocado por el patitos de Sofía, derramándole extramuros del Pleroma. A raíz de tal efusión aparece la materia informe, origen del universo. Mediante la eficacia «confirmativa» (= consolidante) del horos, el Cristo (= Salvador), crucificado para iluminar a Achamot, infunde sobre ella el Espíritu (masculino), sangre de luz.

Los símbolos resultan equívocos. Mas entre técnicos que conocían la doble eficacia del horos, la doble tensión del Espíritu — según se halla en el Hijo o en Sofía (= Espíritu personal) — no se presume confusión.

A la «sangre» o a su efusión sobre el mundo acompaña el mismo fundamental equívoco que al Espíritu, femenino en Sofía y masculino en el Salvador. El contexto decide en cada caso. La sangre — como el Espíritu — puede ser principio de vida femenina — en la lluvia de sangre luminosa sobre el mundo — o de vida masculina. Por lo primero funda la existencia de los hombres espirituales, enfermos (y aún moribundos), en el mundo. Por lo segundo, explica su regeneración a la vida perfecta, común al Padre y al Hijo.

No hay noticia tocante a la efusión simbólica de sangre que no tenga explicación plausible por este camino.