Dice un maestro: Dios es algo que obra eternamente, indiviso en sí mismo, (y) que no necesita de la ayuda de nadie ni de herramienta alguna y perdura en sí mismo, no necesita nada, pero todas las cosas necesitan de (este algo) y hacia ello tienden todas las cosas como hacia su última meta. Esta meta no tiene ningún modo definido, se emancipa del modo y se va extendiendo. Dice San Bernardo: Amar a Dios es modo sin modo. Un médico que quiere curar a un enfermo, no tiene ningún modo (determinado) de salud en el sentido de lo sano que quiere hacer al enfermo; pero sí tiene (un) modo con el que lo quiere curar; mas lo sano que lo quiere hacer, no tiene modo determinado: tan sano como él es capaz (de hacerlo). Para la medida del amor que le debemos tener a Dios, no existe modo (determinado); debemos amarlo tanto cuanto seamos capaces de hacerlo; esto no tiene modo. SERMONES: SERMÓN IX 3
¿Qué es lo que quiere decir cuando dice: «Moisés imploro a Dios, su Señor»? De veras, si Dios ha de ser tu Señor, tú tienes que ser su siervo; mas, cuando luego haces tus obras en provecho propio o por tu placer o por tu propia bienaventuranza, en verdad, no eres su siervo; porque no buscas solamente la honra de Dios, buscas tu propio provecho. ¿Por qué dice: Dios, su Señor? Si Dios quiere que estés enfermo, mas tú quisieras estar sano… si Dios quiere que tu amigo muera, mas tú quisieras que viviese en contra de la voluntad de Dios, en verdad, Dios no sería tu Dios. Si amas a Dios y luego estás enfermo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Si muere tu amigo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Si pierdes un ojo… ¡(sea) en el nombre de Dios! Y semejante hombre estaría bien encaminado. Mas, si estás enfermo y le pides a Dios (que te dé) salud, entonces prefieres la salud a Dios (y) por lo tanto no es tu Dios: es el Dios del cielo y de la tierra, pero no es tu Dios. SERMONES: SERMÓN XXV 3
El tercer significado de: ¡Obra tu provecho en todas las cosas! es éste: ¡Amarás a Dios de la misma manera en todas las cosas!; esto quiere decir: Ama a Dios tan gustosamente en (la) pobreza como en (la) riqueza, y tenle tanto amor en (la) enfermedad como en (la) salud; ámalo tanto en (la) tentación como sin tentación y en (el) sufrimiento como sin sufrimiento. Ah sí, cuanto mayor (el) sufrimiento, tanto menor (el) sufrimiento; (es) como dos baldes: cuanto más pesado (es) el uno, tanto más liviano (es) el otro, y cuanto más sacrifica el hombre, tanto más fácil le resulta el sacrificio. A un hombre que ama a Dios, le resultaría tan fácil renunciar a todo este mundo como a un huevo. Cuanto más sacrifica, tanto más fácil le resulta el sacrificio, como (fue con) los apóstoles: cuanto más pesados eran (sus) sufrimientos, con tanta más facilidad los soportaban (Cfr. Hechos 5, 41). SERMONES: SERMÓN XXX 3
En el alma hay una potencia que es más extensa que todo este mundo. Tiene que ser muy extensa ya que Dios mora allí adentro. Alguna gente no «invita al espíritu de la sabiduría»; «invita» a (la) salud y a (las) riquezas y a (la) voluptuosidad, pero en éstas no entra «el espíritu de la sabiduría». La cosa que solicitan, la prefieren a Dios – como cuando alguien da un penique por un pan, él prefiere el pan al penique -, convierten a Dios en servidor de ellos. «¡Hazme esto y sáname», diría acaso un hombre rico, «pide lo que quieras, yo te lo daré!». Y si alguien luego solicitara un cuarto sería una necedad; y si le solicitara cien marcos, el (otro) se los daría gustosamente. Por eso es una enorme necedad cada vez que alguien le pide a Dios otra cosa que (no sea) Él mismo. Para Él (semejante pedido) es indigno porque no existe nada que dé tan gustosamente como a sí mismo. Dice un maestro: Todas las cosas tienen un porqué, pero Dios no tiene ningún porqué; y el hombre que le solicita a Dios otra cosa que (no sea) Él mismo, le crea a Dios un porqué. SERMONES: SERMÓN LIX 3
Por amor de Dios, San Pablo deseaba ser apartado de Cristo por (la salud de) sus hermanos (Cfr. Romanos 9, 3). Este (aspecto) preocupa mucho a los maestros y les produce grandes dudas. Algunos dicen que (sólo) se refería a un tiempo determinado. Esto, en absoluto es verdad; de tan mal grado por un instante como eternamente, y también con tanto gusto eternamente como por un instante. Siempre y cuando ponga sus miras en la voluntad de Dios, será más de su agrado cuanto más dure, y cuanto mayor sea el suplicio, tanto más lo querrá, exactamente como (sucede con) un mercader. Si él estuviera seguro de que aquello que compraba por un marco, le rendiría diez, pondría todos los marcos que poseyese, y todo el trabajo necesario, con tal de estar seguro de que volvería a casa con vida y ganaría tanto más… todo esto le resultaría agradable. Justamente esto le sucedió a San Pablo: la cosa de la que sabía que era la voluntad de Dios… cuanto más tiempo, tanto más querida, y cuanto mayor (el) suplicio, tanto mayor (la) alegría; porque cumplir con la voluntad divina, es el reino de los cielos; y cuánto mayor (sea) el suplicio (sufrido) de acuerdo con la voluntad divina, tanto mayor (será) la bienaventuranza. SERMONES: SERMÓN LIX 3
«Ellos siguen al cordero dondequiera que va» (Apocalipsis 1-4, 4). Esa gente sigue a Dios a dondequiera Él la guía: en los días de enfermedad o en (la) salud, hacia (la) buena suerte o (el) infortunio. San Pedro se iba adelantando a Dios; entonces dijo Nuestro Señor: «¡Satanás, vete detrás de mí!» (Mateo 16, 23). Resulta que Nuestro Señor dijo: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Juan 14, 11). Del mismo modo, Dios está en el alma y el alma está en Dios. SERMONES: SERMÓN LIX 3