Dice San Agustín: Para Dios no hay nada que sea lejano o largo. Si quieres que nada te resulte ni lejano ni largo, vincúlate a Dios, pues entonces mil años son como el día de hoy. De la misma manera digo yo: En Dios no hay ni tristeza ni pena ni infortunio. Si te quieres ver libre de todo infortunio y pena recurre y dirígete solamente a Él con completa integridad. Ciertamente, todas las penas provienen del hecho de que no te dirijas hacia Dios, ni únicamente a Él. Si tú, en cuanto a tu forma y nacimiento, te hallaras únicamente en la justicia, entonces por cierto, ninguna cosa podría darte pena a ti, así como la justicia no (puede afligir) a Dios mismo. Dice Salomón: «Al justo no lo aflige nada de lo que le pueda suceder» (Prov. 12, 21). No dice: «Al hombre justo», ni «al ángel justo», ni a esto ni a aquello. Dice: «Al justo». Lo que de algún modo pertenece al justo, especialmente lo que convierte en suya su justicia y el hecho de que él sea justo, esto es hijo y tiene (un) padre en esta tierra y es criatura y está hecho y creado porque su padre es criatura, hecha o creada. Pero «justo» sin más, no tiene ningún padre hecho o creado, y Dios y la justicia son completamente una sola cosa, y la justicia sola es su padre, por eso no caben en él (es decir, en el justo) ni pena ni infortunio como tampoco pueden caber en Dios. (La) justicia no le puede producir pena, ya que (la) justicia no es nada más que alegría, placer y deleite: además: si (la) justicia le produjera pena al justo, ella misma se produciría esta pena. Ninguna cosa despareja e injusta, ni hecha ni creada, podría apenar al justo porque todo lo creado permanece muy por debajo de él en la misma medida en que (se halla) por debajo de Dios, y no surte ninguna impresión ni influencia en el justo y no engendra a sí misma en aquel cuyo Padre es solo Dios. Por eso, el hombre debe esforzarse mucho por quitarse la imagen de sí mismo y de todas las criaturas, no conociendo a ningún padre fuera de Dios solo; luego, nada lo puede apenar ni afligir, ni Dios ni la criatura, ni lo creado ni lo increado, y todo su ser, vivir, conocer, saber y amar, proviene de Dios y (se halla) en Dios y (es) Dios. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Ahora pongo por caso que un hombre tenga cien marcos; pierde cuarenta y retiene sesenta. Si el hombre piensa entonces continuamente en los cuarenta (marcos) perdidos, queda sin consuelo y apenado. ¿Cómo podría ser consolado y estar sin pena quien se vuelve hacia el daño y la pena y los configura en su fuero íntimo y se (configura) en ellos y los mira, y ellos, a su vez, lo vuelven a mirar, y él charla y habla con el daño y el daño, a su vez, charla con él y ambos se miran cara a cara? Sí, en cambio, él se volviera hacia los sesenta marcos que todavía posee y diera la espalda a los cuarenta que están perdidos, y se configurara en esos sesenta y los mirara cara a cara, charlando con ellos, sin duda alguna, sería consolado. Aquello que es algo y bueno, sabe consolar; pero lo que ni es ni es bueno, lo que no es mío y está perdido para mí, tiene que producir necesariamente desconsuelo y pena y pesares. Por ello dice Salomón: «En los días de la pena no olvides los días del bienestar» (Eclesiástico 11, 27). Esto quiere decir: Cuando tienes sufrimientos y malestares, recuerda lo bueno y agradable que todavía posees y conservas. Otro consuelo será también para el hombre pensar en los miles (de personas) que, si poseyeran los sesenta marcos que tú aún retienes, se considerarían grandes señores y damas y tendrían la idea de ser muy ricos y se alegrarían de todo corazón. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Cualquier afición, placer y amor provienen de lo que es igual a uno, porque todas las cosas tienden hacia sus semejantes y los aman. El hombre puro ama toda pureza, el justo ama la justicia y tiende hacia ella; la boca del hombre habla de lo que hay en su fuero íntimo, según dice Nuestro Señor que «la boca habla de la abundancia del corazón» (Luc.6,45), y Salomón dice que «la fatiga del hombre está en su boca» (Ecles.6,7). Por eso, si el hombre todavía halla afecto y consuelo en lo exterior, es señal auténtica de que en su corazón no habita Dios sino la criatura. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
Ahora bien, dice Salomón que todas las aguas, es decir, todas las criaturas vuelven a fluir y correr hacia su origen (Ecl. 1,7). Por ello es necesariamente verdad lo que acabo de decir: (La) igualdad y (el) amor ardiente elevan hacia arriba y guían y llevan al alma hasta el primer origen de lo Uno que es «Padre» de «todos», «en el cielo y en la tierra» (Cfr. Efesios 4,6). Así digo, pues, que (la) igualdad nacida de lo Uno tira al alma hasta Dios tal como Él es lo Uno en su unión escondida, pues esto es lo que significa Uno. Para ello disponemos de un símbolo evidente (offenbâr angesiht): cuando el fuego material enciende la leña, una chispa obtiene naturaleza ígnea y se iguala al fuego puro que está pegado inmediatamente al lado inferior del cielo. En seguida se olvida y se deshace del padre y la madre, del hermano y la hermana en esta tierra y sube corriendo hacia el padre celestial. El padre de la chispa en esta tierra es el fuego, su madre es la leña, su hermano y su hermana son las otras chispas; a éstas no las espera la primera chispita. Sube apurada hacia su padre legítimo que es el cielo; pues, quien conoce la verdad, sabe muy bien que el fuego, en cuanto fuego, no es el padre verdadero, legítimo de la chispa. El padre verdadero, legítimo de la chispa y de todo lo ígneo es el cielo. Además hay que notar muy bien que esta chispita no sólo abandona y olvida a su padre y madre, hermano y hermana en esta tierra, sino que se abandona y se olvida y se deshace también de sí misma (movida) por el amor para llegar a su padre legítimo, el cielo, pues necesariamente ha de apagarse en el aire frío; no obstante esto, quiere dar testimonio del amor natural que le tiene a su legítimo padre celestial. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
A todo esto agregadle aún lo que dije hace rato: que un hombre bueno, nacido en Dios (como) hito de Dios, ama a Dios por amor de Él mismo, y en Él mismo, y recordad (a este respecto) otras muchas palabras que pronuncié arriba. Para mejor comprensión hay que saber que un hombre bueno – como también he dicho con frecuencia – que ha nacido de la bondad y en Dios, se adentra en toda la peculiaridad divina – según las palabras de Salomón – el que Dios haga todas las cosas por amor de sí mismo (Prov. 16, 4) es decir, que no mira ningún porqué fuera de sí mismo sino únicamente por amor-de-sí-mismo; ama y hace todas las obras por amor de sí mismo. Por lo tanto, si el hombre lo ama a Él mismo y a todas las cosas y hace todas sus obras no a causa de la recompensa, del honor o del bienestar, sino sólo por Dios y por la gloria de Dios, esto es señal de que es hijo de Dios. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
«No os fijéis – opina El Libro de Amor – en que soy morena, no obstante soy bella y de hermosa figura, pero el sol me ha desteñido» (Cantar de los Cant. 1, 5). «El sol» es la luz de este mundo y significa que aun lo más excelso y lo mejor que ha sido creado y hecho, encubre y destiñe la imagen de Dios dentro de nosotros. «Quitad la herrumbre de la plata», dice Salomón, «y relucirá y brillará el recipiente purísimo» (Proverbios 25, 4), eso es, la imagen, el Hijo de Dios, dentro del alma. Y esto es lo que quiere decir Nuestro Señor con estas palabras donde dice que «un hombre noble se marchó», pues el hombre debe dejar atrás todas las imágenes y a sí mismo y llegar a estar muy apartado y ser diferente de todas estas cosas, si realmente quiere y debe recibir al Hijo y hacerse hijo en el seno y corazón del Padre. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
La segunda es la potencia tendente hacia arriba; su obra por excelencia es el tender hacia arriba. Así como es propio del ojo ver figuras y colores, y del oído oír dulces sonidos y voces, así es acción propia del alma tender ininterrumpidamente hacia arriba con esta potencia; mas, si mira a un lado, cae víctima del orgullo, lo cual es un pecado. No soporta que haya algo por encima de ella. Creo que ni siquiera puede soportar que Dios se encuentre por encima de ella; cuando Él no se halla dentro de ella, y cuando no las pasa tan bien como Él mismo, no puede descansar nunca. En esta potencia Dios es aprehendido dentro del alma en cuanto sea posible a la criatura, y en este sentido se habla de la esperanza que es también una virtud teologal. En ella, el alma tiene tan grande confianza en Dios que le parece que Dios no tiene nada en todo su ser que no le sea posible recibir. Dice el señor Salomón que «el agua hurtada es más dulce» que otra (Prov. 9, 17). Y afirma San Agustín: Me resultaban más dulces las peras que robaba que las que me compraba mi madre; justamente porque me estaban prohibidas y vedadas. Así también le resulta más dulce al alma esa gracia que ella conquista con especial sabiduría y empeño antes que aquella que es común a todo el mundo. SERMONES: SERMÓN XXXII 3
He sacado una palabrita de la Epístola que se lee hoy con referencia a dos santos, y otra palabra del Evangelio. Hoy, el rey Salomón dice en la Epístola: «Quienes siguen a la justicia, a éstos los ama Dios» (Prov. 15, 9). La otra palabrita la pronuncia mi señor, San Mateo: «Bienaventurados son los pobres y quienes tienen hambre y sed de justicia» y «la siguen» (Mateo 5, 6). SERMONES: SERMÓN XLI 3
En tercer lugar: esa luz quita el tiempo y el espacio. «Había un hombre». ¿Quién le dio esa luz?… La pureza. La palabra «erat» pertenece a Dios por antonomasia. En lengua latina no existe ninguna palabra que pertenezca tanto a Dios como «erat». Por eso acude Juan en su Evangelio, diciendo muchas veces: «erat», «era», y con ello se refiere a un ser puro. Todas las cosas añaden, pero aquello (= erat) no añade sino en el pensamiento, mas no en un pensamiento que agregue, sino en un pensamiento que quita (= abstrae). (La) bondad y (la) verdad agregan por lo menos en el pensamiento, pero, el ser desnudo al cual no se ha añadido nada, éste significa «erat». Por otra parte, «erat» significa un nacimiento, un devenir perfecto. He venido ahora, hoy estaba viniendo, y si el tiempo fuera quitado al hecho de que estaba viniendo y que he venido, entonces «viniendo» y «he venido» serían aunados y serían uno. Donde «viniendo» y «he venido» se aúnan en una sola cosa, ahí nacimos y somos creados y formados otra vez en la imagen primigenia. También he dicho ya varias veces: Mientras alguna parte de una cosa se halla en su ser, no es creada otra vez; es cierto que se la pinta o renueva como un sello que ha envejecido; a éste lo colocan otra vez renovándolo. Dice un maestro pagano: Lo que es, ningún tiempo lo hace envejecer; ahí hay bienaventurada vida en un siempre jamás donde no existe ninguna curvatura, donde nada está encubierto, donde hay un ser puro. Salomón dice: «No hay nada nuevo bajo el sol» (Eclesiástico 1, 10). Esto se entiende raras veces de acuerdo con su significado. Todo cuanto se halla bajo el sol, envejece y disminuye; pero allí no hay sino un ser nuevo. (El) tiempo produce dos cosas: (la) vejez y (la) disminución. Aquello sobre lo cual brilla el sol, se halla en el tiempo. Todas las criaturas son ahora y son de Dios; mas, allí donde están en Dios, son tan desiguales a lo que son aquí, como el sol (lo es) a la luna, y mucho más (todavía). Por eso, dice (Lucas): «erat in eo». «El Espíritu Santo estaba en él», donde se hallan el ser (puro) y un devenir (perfecto). SERMONES: SERMÓN XLIV 3