Hugo de S. Victor — Atitude diante da Filosofia
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. II (1º): EL CRISTIANISMO Y LA FILOSOFÍA PATRÍSTICA. PRIMERA ESCOLÁSTICA: 2
Actitud ante la filosofía.
Ante las artes liberales y la filosofía adopta una actitud muy distinta de la desdeñosa de San Pedro Damiani, que contribuye a zanjar el viejo debate de las relaciones entre el saber sagrado y el profano1. Todas las ciencias tienen por objeto el conocimiento de la verdad, y sobre todo el de Dios, que es la Verdad suprema (humus namque et patria nostra Deus est)2. El saber culmina en la ciencia divina y en la mística. Pero para llegar al conocimiento de Dios, tanto por medio de la naturaleza como de la Sagrada Escritura, considera muy útiles las artes liberales, como conocimientos auxiliares y preparatorios.
En Hugo se consolida el concepto de las artes liberales como preparación para el estudio de la filosofía, de ésta como vestíbulo para la teología, y, finalmente, de la mística, que es la coronación de todo el saber, a la cual se ordenan todas las ciencias humanas3.
El pensamiento de Hugo puede sintetizarse en el siguiente esquema:
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Las artes liberales no deben disgregarse. Forman un todo compacto e indispensable para pasar a otros estudios superiores. No debe despreciarse ningún saber, por humilde que parezca. A cada arte hay que darle lo que le corresponde. Todo es útil y aprovechable.
Menos favorable se muestra hacia lo que llama «appenditia artium», es decir, la poesía en todas sus formas («tragedia, comedia, satirae, heroica, lírica, yambica, didascalica, fabulae quoque et historiae»). Primero deben estudiarse las artes liberales, «deinde, caetera, quaeque si vacat, legantur».
Tampoco hay que detenerse en el estudio de la filosofía, porque por sí sola no puede llegar a conocer toda la verdad, a no ser con el auxilio de la gracia de Dios.
El saber debe ser prudente y moderado. Tan estulto es ignorar lo que se debe saber como presumir que se sabe lo que no se puede saber. Su aspiración fundamental es pasar del mundo visible de los sentidos al invisible de las realidades espirituales, que solamente pueden percibirse por la inteligencia. La ciencia debe seguir un orden ascendente, empezando por las realidades naturales (naturalia), pasando a las inteligibles para llegar, finalmente, a las intelectibles. El alma está destinada a conocer esas realidades suprasensibles y degenera cuando se inclina a las cosas corpóreas.
Su abolengo agustiniano no podía menos de manifestarse en su profunda aspiración a la inteligencia de la fe. Lo primero es creer, pero después hay que penetrar en la inteligencia de las verdades creídas. Así lo expresan las Miscellanea que figuran entre sus obras, y que, aunque no son suyas, reflejan exactamente su pensamiento.
Hugo distingue perfectamente entre saber profano y sagrado, entre filosofía y teología, pero más bien como grados ascendentes de una sabiduría total, cuya cumbre es la mística y la contemplación de Dios. La actividad humana tiene un doble fin: atender a las necesidades de la vida, para lo cual sirven las artes mecánicas y las ciencias profanas; y restaurar en nosotros la imagen de Dios. Para esto sirven la vida moral y la sabiduría. La sabiduría completa tiene una etapa preparatoria, que es el estudio de las artes liberales, y tres grados ascendentes, que son filosofía, teología y mística.
Para adquirir la sabiduría hacen falta: natura, o sea talento y disposición natural; exercitium, o práctica escolar, que implica la lección y la meditación, y, por último, disciplina (c.765). Hugo concibe la adquisición de la sabiduría en un orden ascendente cuyas etapas son éstas: 1.°, lectio, sive doctrina, que es por donde hay que comenzar; 2.°, meditatio, que viene a ser una contemplación activa; 3.°, oratio; 4.°, operatio; 5.°, contemplatio, que es el grado perfecto y que recoge anticipadamente el fruto y recompensa de las buenas obras. «Oratio quaerit, contemplatio invenit». Contemplación pasiva, infusa. En este proceso debe intervenir el esfuerzo del hombre, pero sobre todo la gracia de Dios. «Si solus tu operaris, nihil perficis; si solus Deus operatur, nihil mereris» (c.797-799).
Hugo nos ofrece un buen testimonio del método escolástico, tal como se practicaba en la primera mitad del siglo XII, como principio de un proceso que se desarrolla hasta llegar a su perfección en el siglo siguiente. Hay que tener en cuenta que la ciencia en aquel tiempo consistía ante todo en el estudio de libros o de textos (Sagrada Escritura, Santos Padres, «autores» sagrados o profanos). Así, pues, la ciencia se adquiere fundamentalmente por dos medios: lección y meditación: «Duae praecipue res sunt, quibus quisque ad scientiam instruitur, videlicet lectio et meditatio». La meditación es algo íntimo y personal, que debe ser hecha por cada uno. En cambio, la lección puede tener sentido activo y pasivo, de tres maneras: a) lectura privada y personal de un libro (lego librum); b) lectura por el maestro (lego librum illi); c) lectura por el discípulo (lego librum ab illo).
Tomada en sentido activo, de lectura por el maestro, o de enseñanza, ésta implicaba varias cosas: la primera, previa, era una introducción, en que, tratándose de un texto escrito, debía explicarse por lo menos quién era su autor, su título, su contenido en general, su género literario, en la forma acostumbrada en las antiguas escuelas de gramática. Después de la introducción comenzaba la lectura propiamente dicha, o sea la explicación o exposición (expositio). En esto tenía lugar importante la división, o sea el análisis del texto (methodus legendi in dividendo constat: Didasc. III 10,772; VI 12,809). La exposición comprendía tres cosas: a) la explicación del simple significado gramatical de las palabras y frases (littera); b) la fijación del sentido obvio y a primera vista de cada elemento (sensus), y c) la penetración en el sentido profundo del pasaje que se trataba de entender (sententia). En este último, el maestro no se atenía solamente a la letra, sino que con frecuencia echaba mano del simbolismo y la alegoría.
NOTAS
Las ciencias y las artes de los filósofos contribuyen a atenuar los males ocasionados por el pecado. «La filosofía teórica combate la ignorancia; la práctica o moral, el vicio; las artes mecánicas, la debilidad del cuerpo» (Didasc. I 6: PL 176,745B; cf. Ricardo de San Víctor, Excerptiones I 3 y 5: PL 177,195-1966). ↩
Arca Noe morali III 4: PL 176,6500; De Sacram. II 14,9: PL 176, 57oss. ↩
Las artes liberales, en sus dos ramas (sermocinales = trivio, reales = quadrivio), son útiles para la interpretación de la Sagrada Escritura. Las primeras, para determinar el sentido literal (historia); las segundas, para penetrar en el sentido alegórico y tropológlco. Hugo tiene el mérito de haber reaccionado contra el excesivo alegorismo y simbolismo, revalorizando el sentido literal (historia). ↩