Una última nota concierne al nombre secreto que los «Fieles de Amor» daban a Dios: Francesco da Barberino, en su Tractatus Amoris, se ha hecho representar en una actitud de adoración ante la letra I; y, en la Divina Comedia, Adán dice que el primer nombre de Dios fue I, (NA: Paraíso, XXVI, 133.) nombre que vino a ser después El. Esta letra I, que Dante llama la «novena figura», según su lugar en el alfabeto latino (NA: y sabemos la importancia simbólica que tenía para él el número 9), ( (NA: N. del T.): En el original francés pone el n. 4 pero creemos que está equivocado y que en realidad se refiere al número 9.) no es evidentemente otra que la iod, aunque ésta sea la décima letra en el alfabeto hebreo; y, de hecho, la iod, dado que es la primera letra del Tetragrama, constituye un nombre divino por sí misma; ya sea aislada o ya sea repetida tres veces. (¿Es por una simple coincidencia que el corazón de Sant-Denis d’Orques, del que acabamos de hablar, lleve una herida (NA: o algo que se le parece) en forma de iod? Y ¿no habría razones para suponer que las antiguas representaciones del «Sagrado Corazón» anteriores a su adopción «oficial» por la Iglesia, hayan podido tener alguna relación con la doctrina de los «Fieles de Amor» y de sus continuadores?) Es esa misma iod la que, en la Masonería, se ha transformado en la letra G, por asimilación con God (NA: pues fue en Inglaterra donde se operó esta transformación); esto sin perjuicio de otros múltiples significados que han venido secundariamente a concentrarse en esa misma letra G, y que no está en nuestro propósito examinar aquí. ESOTERISMO CRISTIANO: EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»