En primer lugar debe saberse que el sabio y la sabiduría, el veraz y la verdad, el justo y la justicia, el bueno y la bondad, se miran mutuamente y se relacionan el uno con el otro de la siguiente manera: la bondad no fue creada ni hecha ni ha nacido; sin embargo, es parturienta y da a luz al bueno, y el bueno, en cuanto es bueno, no fue hecho ni creado y, no obstante, es niño nato e hijo de la bondad. La bondad engendra a sí misma y a todo cuanto es, en la persona del bueno: infunde en el bueno (el) ser, (el)saber, amar y obrar, todos juntos, y el bueno recibe todo su ser, saber, amar y obrar del corazón y fondo más íntimo de la bondad y solamente de ella. (El) bueno y (la) bondad no son sino una sola bondad, completamente unos en todo, a excepción de dar a luz (por una parte) y (por otra) nacer; de todos modos, el dar a luz por parte de la bondad y el nacer en el bueno, constituyen cabalmente un solo ser, una sola vida. Todo cuanto pertenece al bueno, lo recibe tanto de la bondad como en la bondad. Allí existe y vive y mora. Allí se conoce a sí mismo y a todo cuanto conoce, y ama a todo cuanto ama, y coopera con la bondad en la bondad, y la bondad (a su vez realiza) todas sus obras con él y dentro de él, como está escrito y lo dice el Hijo: «El Padre que permanece y mora en mí, hace las obras» (Juan 14, 10). «El Padre obra hasta ahora y yo obro» (Juan 5, 17). «Todo cuanto es del Padre, es mío, y todo cuanto es mío y de lo mío, es de mi Padre: (es) suyo cuando lo da y mío cuando lo tomo» (Juan 17, 10). TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Todo cuanto acabo de decir pues, del bueno y de la bondad, es igualmente verdadero también con respecto al veraz y a la verdad, al justo y a la justicia, al sabio y a la sabiduría, al Hijo de Dios y a Dios Padre; (es verdadero) para todo cuanto ha nacido de Dios y no tiene padre en esta tierra (y) en lo cual no nace tampoco nada de todo lo creado, de todo cuanto no es Dios, y en lo cual no hay imagen alguna fuera de Dios en su desnudez (y) pureza. Pues, así dice San Juan en su Evangelio: «Les dio poder y capacidad para llegar a ser hijos de Dios a todos cuantos no han nacido ni de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón sino de Dios y solamente de Dios» (Juan 1, 12 s.) TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 1
Existe, empero, otro consuelo más. Debe saberse que a la naturaleza entera le es imposible romper una cosa, arruinarla o tan sólo tocarla, sin que pretenda lograr algo mejor para lo que toca. No le basta crear algo igualmente bueno; siempre quiere hacer algo mejor. ¿Cómo? Un médico sabio nunca toca el dedo enfermo de una persona provocándole dolores, si no es capaz de producir un estado mejor para el dedo o para el hombre en su totalidad y procurarle alivio. Si puede lograr una mejoría para el hombre y también para el dedo, lo hace; si no es así, le corta el dedo para que mejore el hombre. Y es mucho mejor sacrificar el dedo solo y conservar al hombre, antes que permitir que se arruinen tanto el dedo como el hombre. Un solo daño es mejor que dos, sobre todo cuando uno sería incomparablemente mayor que el otro. Debe saberse también que el dedo y la mano y cualquier miembro por naturaleza, antes que a sí mismo quiere mucho más al hombre cuyo miembro es y que, en beneficio de ese hombre, se expone de buen grado y con alegría no premeditada a (sufrir) apremios y daños. Digo con toda confianza y de acuerdo con la verdad que semejante miembro en absoluto se ama a sí mismo a no ser por y en aquel cuyo miembro es. Por ello sería muy justo y nos correspondería por naturaleza que en absoluto nos amásemos, a no ser por amor de Dios y en Él. Y si fuera así, nos resultaría fácil y un deleite todo cuanto Dios quisiera de nosotros y en nosotros, en especial si tuviéramos la certeza de que Dios en medida incomparablemente menor sería capaz de permitir que (nos sucediera) ningún defecto o daño, a no ser que viera y pretendiera con ello una ganancia mucho mayor (para nosotros). Por cierto, si alguien en este aspecto no confía en Dios, es sólo justo que tenga sufrimientos y penas. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2
La tercera razón por la cual me resultaría mezquino y repugnante pedirle a Dios que me cure (es la siguiente): No quiero ni debo solicitarle una insignificancia a este Dios rico, cariñoso y generoso. Pongamos que yo llegara a ver al Papa tras haber recorrido cien o doscientas millas y al presentarme ante él le diría: Señor, Santo Padre, he llegado tras haber recorrido con grandes gastos un camino fatigoso de unas doscientas millas y os ruego – razón por la cual he venido a veros – que me deis un garbanzo. De cierto, él mismo y cualquiera que lo escuchara, diría, y con toda razón, que soy un gran necio. Pues bien, es una verdad segura cuando digo que todos los bienes y aun todas las criaturas en comparación con Dios, son menos que un garbanzo en comparación con todo este mundo material. Por lo tanto, si yo fuera un hombre bueno y sabio, tendría que negarme con razón a solicitarle a Dios que estuviese sano. TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 3
Con respecto a la nobleza del hombre interior, (o sea) el espíritu, y a la futilidad del hombre exterior, (o sea) la carne, dicen también los maestros paganos Tulio y Séneca que, a ninguna alma racional le falta Dios; (la) semilla de Dios está dentro de nosotros. Si el labrador fuera bueno, sabio e industrioso, la semilla se desarrollaría en proporción y crecería hacia Dios a quien pertenece, y el fruto se asemejaría a la naturaleza divina. La semilla de un peral crece para (ser) peral, la del nogal para (ser) nogal, y la semilla de Dios para (ser) Dios (Cfr. 1 Juan 3, 9). Pero si la semilla buena tiene un labrador tonto y malo, entonces crece la cizaña y encubre y desplaza la semilla buena de modo que no puede ni salir a luz ni crecer. Orígenes, un gran maestro, dice sin embargo: Como Dios mismo sembró y colocó y engendró esta semilla, si bien es posible que sea cubierta y escondida, nunca podrá ser exterminada ni ahogada en sí misma; echa llamas y brilla, alumbra y arde y se inclina sin cesar hacia Dios. TRATADOS DEL HOMBRE NOBLE 3
Si en alguna parte existiera un rey rico que tuviese una hija hermosa y la desposara con el hijo de un hombre pobre, entonces serían elevados y ennoblecidos por este hecho todos los integrantes de su estirpe. Dice, pues, un maestro: Dios se hizo hombre (y) gracias a ello todo el género humano ha sido elevado y ennoblecido. Con razón debemos regocijarnos de que Cristo, nuestro hermano, por fuerza propia haya ascendido al cielo por encima de todos los coros angelicales, y esté sentado a la diestra del Padre. Este maestro ha dicho palabras acertadas, pero yo por cierto, no daría gran cosa por ello. ¿De qué me serviría si yo tuviera un hermano que fuese un hombre rico mientras yo fuera pobre? ¿De qué me serviría si tuviera un hermano que fuera un hombre sabio mientras yo fuera un necio? SERMONES: SERMÓN IV 3
Cada cosa obra dentro de (su) ser; ninguna cosa puede obrar más allá de su ser. El fuego no puede obrar sino en el leño. Dios obra por encima del ser en la dimensión donde Él puede desempeñarse; obra en (el) no-ser. Antes de que hubiera (el) ser, obraba Dios; obraba (el) ser cuando (el) ser aún no existía. Algunos maestros brutos dicen que Dios es un ser puro; Él se halla tan por encima del ser, como el ángel supremo está por encima del mosquito. Si yo dijera de Dios que es un ser, cometería un error tan grande, como si llamara al sol pálido o negro. Dios no es ni esto ni aquello. Y un maestro dice: Quien cree haber llegado a conocer a Dios y quien (al hacerlo), conozca alguna cosa, no conoce a Dios. Pero si he dicho que Dios no es un ser y se halla por encima del ser, esto no significa que le haya negado (el) ser, antes bien lo he enaltecido en Él. Si tomo (el) cobre envuelto en oro, entonces existe ahí y subsiste de una manera más elevada de la que tiene en sí mismo. Dice San Agustín: Dios es sabio sin sabiduría, bueno sin bondad, poderoso sin poder. SERMONES: SERMÓN IX 3
Ahora bien, un maestro dice que no existe ningún hombre tan bobo que no aspire a (la) sabiduría. Pero entonces ¿por qué no llegamos a ser sabios? Para eso se necesita mucho. Lo más importante es que el hombre deba atravesar todas las cosas e ir más allá de ellas y de su causa, y luego, esto comienza a molestar al hombre. En consecuencia, el hombre persevera en su insignificancia. Si soy un hombre rico, no soy sabio gracias a ello; pero si está configurada dentro de mí la esencia de la sabiduría y la naturaleza de ésta y si soy la sabiduría misma, entonces soy un hombre sabio. SERMONES: SERMÓN X 3
Ahora bien, San Pablo dice: «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas que están arriba». Con respecto a la primera palabra (=habéis resucitado) piensa en dos significados. Alguna gente resucita a medias, se ejercita en una virtud y no en otra. Hay otros, poco nobles por naturaleza, que están ansiosos por las riquezas. Otros son más nobles por naturaleza y no se fijan en los bienes, pero quieren obtener honores. Dice un maestro que todas las virtudes necesariamente se dan en estrecha unión. Si bien sucede que un hombre esté más dispuesto a ejercitarse en una virtud que en las otras, todas están unidas, necesariamente, como una sola cosa. Ciertas personas resucitan del todo, mas no resucitan con Cristo. Por eso, todo cuanto es propio de uno, tiene que resucitar por completo. Por otra parte, se hallan algunas personas que resucitan del todo con Cristo; pero quien haya de experimentar un verdadero renacimiento con Cristo, tendrá que ser muy sabio. Los maestros dicen que es verdadera la resurrección cuando una persona ya no muere más. En ninguna parte existe una virtud tan grande como para que no se encuentre alguna gente que la haya puesto en práctica con fuerza natural, porque a menudo la fuerza natural opera signos maravillosos y milagros. Si se han visto también en los paganos todas las obras exteriores que alguna vez se han comprobado en los santos. Por eso dice (San Pablo): Debéis resucitar con Cristo porque Él se halla arriba, adonde no puede llegar ninguna naturaleza. Aquello que es nuestro, debe resucitar por completo. SERMONES: SERMÓN XXXV 3
Ahora bien, dice la mujer: «Señor, mi marido, tu siervo, está muerto». «Siervo» significa lo mismo que alguien que recibe y conserva (algo) para su señor. Si lo retuviera para sí mismo, sería un ladrón. (El) entendimiento es «siervo» en sentido propio antes que (la) voluntad o (el) amor. (La) voluntad y (el) amor se dirigen hacia Dios en cuanto es bueno, y si no fuera bueno, no se fijarían en Él. (El) entendimiento (empero) empuja hacia arriba, hacia la esencia, antes de pensar en (la) bondad o (el) poder o (la) sabiduría o cualquier cosa que sea accidental. No tiene en cuenta las cosas que se han añadido a Dios; lo toma a Él en Él (= en su sí mismo); se hunde en el ser y toma a Dios tal como es ser puro. Y aunque Él no fuera ni sabio ni bueno ni justo, lo tomaría, no obstante, tal como es ser puro. En esto (el) entendimiento se parece al orden supremo de los ángeles, que contiene los tres coros: (los) Tronos que recogen en ellos a Dios y lo conservan en sí y Dios descansa en ellos, (los) Querubines que conocen a Dios y persisten en ello, los Serafines que son el fuego. A éstos se asemeja (el) entendimiento y conserva a Dios en sí mismo. Junto con estos ángeles, (el) entendimiento concibe a Dios en su vestuario, desnudo, tal como es Uno sin distinción. SERMONES: SERMÓN XXXVII 3
En la Epístola de hoy leemos una palabrita, el sabio dice: «El justo vive eternamente» (Sab. 5, 16). SERMONES: SERMÓN XXXIX 3
El justo no intenta (conseguir) nada con sus obras; pues, quienes intentan (conseguir) algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios. Por eso, si quieres ser in-formado en la justicia y transformado en su imagen, no pretendas nada con tus obras y no te construyas ningún porqué, ni en (el) siglo ni en (la) eternidad ni (con miras) a una recompensa o a la bienaventuranza o a esto o a aquello; porque semejantes obras de veras están todas muertas. Ah sí, aun cuando configuras en tu interior la imagen de Dios, todas las obras que hagas con esa finalidad, están muertas, y las buenas obras las echas a perder. Y no sólo echas a perder las buenas obras, sino que cometes también un pecado; pues procedes exactamente como un jardinero que debía plantar un jardín y luego talaba los árboles y, para colmo, reclamaba su paga. De la misma manera echas a perder las obras buenas. Por eso, si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas. Es propio de la criatura hacer algo de algo; mas, es propio de Dios hacer algo de nada. Por eso, si Dios ha de hacer algo en tu interior o contigo, debes haberte aniquilado antes. Y por ende, entra en tu propio fondo y obra ahí; y las obras que haces ahí, serán todas vivas. Y por eso dice (= el sabio): «El justo vive». Porque obra por ser justo y sus obras viven. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3
Ahora dice (= el sabio): «Su recompensa está con el Señor». (Hablemos) un poco de esto. Cuando dice «con» significa que la recompensa del justo está allí donde está Dios mismo; pues la bienaventuranza del justo y la bienaventuranza de Dios son una sola bienaventuranza, ya que el justo es bienaventurado allí donde lo es Dios. Dice San Juan: «El Verbo estaba con Dios» (Juan 1, 1). Él (también) dice «con» y por ello el justo se asemeja a Dios porque Dios es la justicia. Y por lo tanto: quien está en la justicia, está en Dios y es Dios. SERMONES: SERMÓN XXXIX 3
Ahora dice: «¡Joven, te digo: levántate!». Él mismo quiere hacer la obra. Si alguien me mandara que transportase una sola piedra, lo mismo me podría ordenar transportar mil piedras en vez de una, siempre y cuando él mismo quisiera llevarlas. O, si mandara a alguien que transportase un quintal, lo mismo podría ordenar que transportara mil quintales en vez de uno, siempre y cuando él mismo quisiera llevarlos. Ea, Dios mismo quiere hacer esta obra, el hombre sólo ha de obedecer y no oponerse. Ay, si el alma sólo se dispusiera a vivir adentro, tendría presentes todas las cosas. Hay una potencia en el alma y no sólo una potencia sino: (una) esencia y no sólo (una) esencia, sino algo que desliga de (la) esencia… esto es tan acendrado y tan elevado y tan noble en sí mismo que ninguna criatura puede entrar sino sólo Dios que mora ahí. Ah sí, (lo digo) con plena verdad: Dios mismo no puede entrar tampoco, en cuanto tiene modo de ser ni en cuanto es sabio ni en Cuanto es bueno ni en cuanto es rico. Ah sí, Dios no puede entrar ahí con ningún modo (de ser). Dios puede entrar ahí sólo con su desnuda naturaleza divina. SERMONES: SERMÓN XLII 3
Dice un maestro: Dios es la medida de todas las cosas, y un hombre, en cuanto alberga en su fuero íntimo una mayor parte de Dios, tanto más sabio, noble y mejor es que el otro. Tener más de Dios no es otra cosa que asemejarse más a Dios; cuanto más semejanza con Dios hay en nuestro interior, tanto más espirituales somos. Dice un maestro: Donde terminan los espíritus más bajos, allí comienzan las cosas corporales más elevadas. Todo esto quiere decir: Como Dios es espíritu, por eso es más noble la cosa más insignificante que es espíritu, que lo más elevado que es corpóreo. En consecuencia, el alma es más noble que todas las cosas corpóreas por nobles que sean. El alma fue creada como en un punto entre (el) tiempo y (la) eternidad, tocando a ambos. Con las potencias más elevadas toca la eternidad, pero con las potencias inferiores, el tiempo. Mirad, de tal manera obra en el tiempo, no según el tiempo sino según la eternidad. Esto lo tiene de común con los ángeles. Dice un maestro: El espíritu es un trineo que lleva la vida a todos los miembros a causa de la gran unión que el alma tiene con el cuerpo. A pesar de que el espíritu sea racional y realice toda la obra que se efectúa en el cuerpo, no se debe decir: Mi alma conoce o hace esto o aquello, sino que hace falta expresar: Yo hago o conozco esto o aquello a causa de la gran unión que hay entre ambos; porque los dos juntos son un solo hombre. Si una piedra recogiera en sí el fuego, obraría de acuerdo con la potencia del fuego; mas, cuando el aire recoge en sí la luz del sol, no aparece ninguna luz fuera del aire (alumbrado). Ello se debe a la penetrabilidad que éste tiene para con la luz; aun cuando en una milla (de espacio) cabe más aire que en media (milla). Mirad, me atrevo a decir, y es verdad: Debido a la gran unión que tiene el alma con el cuerpo, el alma es tan perfecta en el miembro más insignificante como en todo el cuerpo. Con referencia a ello dice Agustín: Si (ya) es tan grande la unión existente entre cuerpo y alma, es mucho más grande la unión en la cual (el) espíritu se une con (el) espíritu. Mirad, por esta razón es «Señor» y «Espíritu», para que nos haga bienaventurados en la unión con Él. SERMONES: SERMÓN XLVII 3
Ahora bien, esto ¿qué significa? Dice San Agustín: Al principio, la Escritura le sonríe a la gente menuda y atrae al niño; pero, al final, cuando uno quiere ahondar en ella, se burla de los sabios; y nadie tiene la mentalidad tan simple, que no encuentre en ella lo adecuado para él, y, por otra parte, nadie es tan sabio que, cuando quiere ahondar en ella, no la halle (cada vez) más profunda y con más cosas (ocultas). Todo cuanto podemos escuchar aquí (en esta tierra) y todo cuanto saben decirnos, tiene en ella (la Escritura) un segundo sentido oculto. Pues, todo cuanto comprendemos en esta tierra, es tan disímil a lo que es en sí mismo y a lo que es en Dios, como si no existiera. SERMONES: SERMÓN LI 3
David dice: «Su nombre es el Señor» (Salmo 67, 5). «Señor» significa lo mismo que la superposición de un señorío; «siervo» implica una sujeción. Algunos nombres son propios de Dios y se hallan desprendidos de todas las otras cosas, como «Dios». «Dios», este nombre es el nombre más propio de Dios, como «hombre» es el nombre del ser humano. Un hombre siempre es un ser humano, por estúpido o sabio que sea. Séneca dice: «Es ruin el hombre que no llega más allá del hombre»… Algunos nombres tienen un apego (accidental) a Dios, como «paternidad» y «filiación». Donde se habla de «padre» se sobreentiende «hijo». No puede haber ningún padre que no tenga hijo, y ningún hijo que no tenga padre; pero ambos contienen en sí, más allá del tiempo, un solo ser eterno… En tercer lugar: algunos nombres significan una elevación hacia Dios y (al mismo tiempo) una vuelta hacia el tiempo. También en la Escritura se menciona a Dios con muchos nombres. Digo yo: Cuando alguien conoce algo en Dios y le pone un nombre, esto no es Dios. Dios se halla por encima de (los) nombres y de (la) naturaleza. Leemos que un hombre bueno imploraba a Dios en sus rezos queriendo darle un nombre. Entonces dijo un hermano: «¡Cállate, estás deshonrando a Dios!» No sabemos encontrar ningún nombre que le podamos dar a Dios. Mas, nos está permitido (usar) los nombres con los cuales lo han llamado los santos a quienes Dios ha santificado para ello en sus corazones, inundándolos con divina luz. Y para ello debemos aprender en primer lugar cómo hemos de rogar a Dios. Debemos decir: «Señor; te imploramos y te alabamos con los mismos nombres que Tú has santificado así en los corazones de tus santos, inundándolos con tu luz»… En segundo lugar hemos de aprender a no dar ningún nombre a Dios como si pensáramos que al hacerlo lo hubiésemos alabado y ensalzado suficientemente; porque Dios se halla «por encima de nombres» y es inefable. SERMONES: SERMÓN LIII 3
En el escrito de un Papa se dice: Cada vez que Nuestro Señor elevó los ojos, estaba pensando en cosas grandes. Afirma el sabio en el Libro de la Sabiduría que el alma es elevada hasta Dios por la sabiduría divina (se trataría de Sabiduría 7, 28). San Agustín dice también que todas las obras y enseñanzas de Dios hecho hombre son un ejemplo y un símil de nuestra vida santificada y de (nuestra) gran dignidad ante Dios. El alma ha de ser purificada y hecha sutil a la luz (de la sabiduría) y en la gracia, y (se le debe) quitar y mondar todo cuanto de extraño hay en el alma, y también una parte de lo que es ella misma. Lo he dicho varias veces ya: El alma ha de ser desnudada de todo cuanto le es accidental (= a su ser puro), y ser elevada, así de pura, refluyendo en el Hijo con la misma pureza con que emanó de Él. Porque el Padre creó al alma dentro del Hijo. Por ello debe adentrarse en Él con tanta pureza como (tenía) al emanar de Él. SERMONES: SERMÓN LIII 3
Esta sentencia cuadra bien con lo que dije ayer: «Lo llamé y lo invité y lo atraje, y el espíritu de la sabiduría ha entrado en mi fuero íntimo, y lo he apreciado más que todos los reinos y (el) poder y (el) dominio, y más que (el) oro y (la) plata, y más que (las) piedras preciosas, y en comparación con el espíritu de la sabiduría he considerado todas las cosas como grano de arena y fango y nada» (Sabiduría 7, 7 a 9). Constituye evidente señal de que posee «el espíritu de la sabiduría» aquel hombre que considera pura nada a todas las cosas. «El espíritu de la sabiduría» no vive en aquel que mira a alguna cosa como (si fuera) algo. Cuando él (= el sabio) dijo «como un grano de arena», esto era demasiado poco; cuando dijo «como fango», también era demasiado poco; cuando dijo: «como nada», estaba bien dicho, porque todas las cosas son pura nada en comparación con «el espíritu de la sabiduría». «Lo llamé y lo atraje y lo invité, y el espíritu de la sabiduría ha entrado en mi fuero íntimo». Quien lo llama dentro de lo más entrañable, en éste entra «el espíritu de la sabiduría». SERMONES: SERMÓN LIX 3
Pues bien, él (= el sabio) dice: «Con el espíritu de la sabiduría he recibido a la vez todas las cosas buenas» (Sabiduría 7, 11). Por entre los siete dones, el don de la sabiduría es el más noble. Dios no da ninguno de estos dones sin darse primero Él mismo, y de modo igual y de manera engendrante. Todo cuanto es bueno y puede traer gozo y consuelo, lo poseo todo en el «espíritu de la sabiduría» y (también) toda la dulzura, de manera que no permanece fuera (del espíritu) ni tanto como la punta de una aguja; y, sin embargo, sería nonada si uno no lo poseyera tan perfecta e igual y rectamente como lo goza Dios, así gozo yo lo mismo de modo igual en su naturaleza. Porque Él, en «el espíritu de la sabiduría», opera en forma completamente igual de modo que lo mínimo llega a ser como lo máximo, pero no lo máximo como lo mínimo. Es como si alguien injertara un vástago noble en un tronco tosco, luego todos los frutos salen según la nobleza del vástago y no según la tosquedad del tronco. Así sucede también en este espíritu: allí todas las obras se vuelven iguales, porque lo mínimo llega a ser como lo máximo, y no lo máximo como lo mínimo. Él (= Dios) se entrega de manera engendrante, porque la obra más noble en Dios es engendrar, con tal de que en Dios una cosa fuera más noble que otra; porque todo el placer de Dios está cifrado en engendrar. Todo cuanto me es congénito no me lo puede quitar nadie, a no ser que me quite a mí mismo. (En cambio) todo cuanto me puede caer en suerte, lo puedo perder; por eso, Dios nace íntegramente en mí para que no lo pierda nunca; pues, todo cuanto me es congénito, no lo pierdo. Dios tiene todo su placer en el nacimiento, y por eso engendra a su Hijo en nuestro fuero íntimo para que tengamos en ello todo nuestro deleite y engendremos junto con Él al mismo Hijo natural; porque Dios cifra todo su placer en el nacimiento y por eso nace dentro de nosotros para tener todo su deleite en nuestra alma y para que nosotros tengamos todo nuestro deleite en Él. Por eso dijo Cristo, según escribe San Juan en el Evangelio: «Me siguen» (Juan 10, 27). Seguir a Dios en sentido propio, eso está bien: que obedezcamos a su voluntad, como dije ayer: «¡Hágase tu voluntad!» (Mateo 6, 10). San Lucas escribe en el Evangelio que Nuestro Señor dijo: «Quien quiere seguirme, que renuncie a sí mismo y tome su cruz y sígame» (Lucas 9, 23). Quien renunciara a sí mismo en sentido propio, éste pertenecería a Dios por antonomasia, y Dios le pertenecería a él por antonomasia; de ello estoy tan seguro como del hecho de ser hombre. Para semejante hombre resulta tan fácil renunciar a todas las cosas como a una lenteja; y a cuanto más renuncia, tanto mejor. SERMONES: SERMÓN LIX 3