ANTONIO ORBE — batismo e ascensão. Vários documentos põem em relevo a identidade entre a anastasis com o batismo de perfeição (teleiosis); mediante a iluminação, o gnóstico morre aos sentidos e ressuscita a Deus. A natureza humana de Jesus iniciou no Jordão nova existência, despertando à próprio do Salvador.
- 1. Ressuscita por obra do Pai
- Os primeiros discursos de Pedro assim o indicam, assim como os Atos (3,15; 4,10; 3,26). Eclesiásticos traduziram o mencionado Deus nestas citações por Pai. Era a ressurreição “secundum carnem” do Filho Jesus. Seria o mesmo Deus que enviou os apóstolos, YHWH criador, ressuscitou de entre os mortos a Jesus. Não um Deus Pai superior, segundo os gnósticos.
- 2. O Espírito ressuscita a Jesus, segundo o Evangelho da Verdade
- Outra coisa é a notícia ofítica de Irineu sobre a ressurreição do Salvador. Antes do pathos, o Cristo superior (= Espírito Santo superior) havia-se retirado da humanidade de Jesus, retornando ao Pleroma (eão incorruptível). Jesus fica destituído dEle, padece e morre na cruz. Não o esquece o Cristo superior, posto que — ao terceiro dia, como é suposto — enviou-lhe uma virtus, que o ressuscitou em corpo animal e espiritual.
- O Cristo superior ou Anthropos celeste (= terceiro Anthropos) rigorosamente não se tinha separado pessoalmente da humanidade de Jesus; havia tão somente suspendido sua virtude taumatúrgica e evangélica, e tinha “miticamente” se afastado.
- 3. Jesus ressuscita por sua própria virtude
- 4. O corpo redivivo
- a) Exegese de 2 Cor 5,3
- b) «Corpus reale, non mundiales»
- 5. Vida gloriosa
- 6. Duração da vida gloriosa
- 7. Conclusão
Hay su paradoja en consagrar un capítulo a la resurrección y vida gloriosa de Jesús. ¿No negaban los gnósticos a priori la resurrección de la carne? ¿Y, por lo mismo, la de Jesús al tercer día?
Los críticos de la gnosis restan importancia al tema, y prácticamente lo omiten. Tal vez por prejuicios.
Aparte la relación con misterios como el bautismo y la transfiguración, precisaba definir — según categorías propias — el hecho. Los sectarios acogían los evangelios y daban cabida al misterio, tomando posición sobre los puntos más graves. Jesús resucitó. ¿En qué circunstancias?
Ante todo, ¿quién obró la resurrección de Jesús? Las tres soluciones, al parecer, contrastantes — Dios Padre, el Espíritu, el propio Hijo — se reducen a una. No le resucitó Sofía o el Espíritu Santo (femenino), sino el Espíritu (masculino): el mismo que había bajado a Jesús en el Jordán y le había abandonado antes de la pasión y muerte. Espíritu, como masculino, impersonal; común al Padre y al Hijo.
Entre las familias que atribuyeron al Señor un cuerpo de carne tomado de María, ninguna enseñó su retorno a los vivos «según la carne», sino sólo en cuerpo visible de índole no-carnal. Los ofitas de San Ireneo — muy explícitos sobre el fenómeno — subrayan la resurrección de Jesús en cuerpo «animal y espiritual»; en condición similar a la que los valentinianos itálicos otorgaban a Jesús durante su vida terrena. No hubo transformación. De los tres cuerpos o sustancias (humanas)— hílica, animal y pneumática — que poseía Jesús antes de morir, recobró para su vida gloriosa los dos últimos y abandonó el primero a la tierra (a la corrupción).
Los documentos conocidos no se plantean el problema, hoy tan debatido, del sepulcro vacío. ¿Quedó — según los gnósticos — en el sepulcro el cuerpo material («mundiale corpus»), para corromperse, y resucitaron los otros dos — psíquico y espiritual —, para manifestarse a los discípulos a lo largo de la vida gloriosa? El enigma interfiere, tal vez, con un pensamiento del tardío judaismo sobre los dos cuerpos de Moisés: el uno, destinado al sepulcro, y el otro, asociado a los ángeles (y visible, tal vez, en la transfiguración).
La tesis gnóstica podía conjugar ambas cosas: la desaparición del «verdadero» soma de Jesús del sepulcro, y la corrupción, en él, del cuerpo hílico («mundiale»), plasma arcóntico — al igual del cuerpo de Adán, «casa de los demonios y vaso donde habitan ellos, y sujeto a la Ley» (Apocalipse de Pedro). Los ángeles, en diálogo con las mujeres, aludirían al cuerpo «angélico» o celeste de Jesús, resucitado a nueva vida; no al cuerpo «terreno».
La identidad entre el cuerpo difunto y el redivivo se define muy diversamente por eclesiásticos y sectarios. Indicamos los axiomas de unos y otros; las secuelas, antitéticas, a que normalmente llevan, el ningún valor que les podían atribuir los adversarios.
Eclesiástica es la formulación de la Ep. apostolorum (copt. 19s): «Lo que ha caído resurgirá, y lo perdido será hallado, y lo que era débil es curado». Gnóstico, el logion paulino tomado a la letra (1 Cor 15,50): «La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios».
Al igual que Marción, los sectarios leían 2 Cor 5,3 con una variante, que daba pie a la anastasis por sustitución, no por sobre-vestición. El hombre hílico (resp. el cuerpo carnal) quedaría en el sepulcro, y en su lugar revestiría Jesús el hombre celeste, un cuerpo incorruptible. Los docetas y setianos de Hipólito se anticipaban a resolver el problema desde el bautismo de Espíritu. Jesús adquirió en el Jordán un «cuerpo» sui generis para vestirlo (en sustitución del llevado a la cruz y abandonado al sepulcro) al ir a resucitar de entre los muertos. El Evangelio según Felipe invocaba, con títulos similares, la eficacia de la eucaristía. En virtud del cuerpo y sangre del Salvador-Logos (carne) y Espíritu Santo (sangre)-, el hombre adquiere y vigoriza el cuerpo, que sustituirá al de tierra el día de la resurrección.
Entre gnósticos, es muy probable que el bautismo (de perfección) y la eucaristía se orientaran igualmente hacia la «carne y sangre» redivivas.
Algunos, sin embargo, como el autor de Apocalypsis Adae y los ofitas de San Ireneo (Adv. haer. I 30) apuntan otra idea. En contraste con la degradación cualitativa que se operó en el cuerpo de Adán y Eva a raíz de su pecado, debió de haber en la anastasis de Jesús, a raíz de su triunfo sobre la carne pecadora, una transformación cualitativa inversa. Y si primero la sustancia se había convertido, de lúcida, y leve, y «casi espiritual», en oscura, torpe e hílica, con la anastasis ocurrió al revés: de oscura, torpe y material volvería a la condición primera, «casi espiritual». A ser así, la resurrección representaría un simple cambio cualitativo, según tesis perfectamente ortodoxa.
No es fácil sopesar tales dos tendencias, conciliando en sentido obvio todas las afirmaciones. Mas tampoco es lícito reducir la problemática de la gnosis heterodoxa a una simple negación de la anastasis carnal. La sarx, polivalente, da pie a mil equívocos.
Es casi seguro que algunos sectarios — v.gr., los ofitas de Ireneo (I 30) — se adelantaban a la doctrina que había de combatir luego San Metodio en Orígenes. La metabole, que a raíz del pecado de Adán determinó el tránsito de los cuerpos leves y traslúcidos a organismos tenebrosos y graves, señalaba el camino inverso vinculado a la acción salvífica de Jesús. A través de las noticias, muy imperfectas y parciales, se presumen las soluciones o tendencias últimas. El salto de lo cualitativo a lo sustancial, facilitado por la Estoa, resulta tentador.
VIDE: VIDA GLORIOSA