reino de Dios (Eckhart)

(He aquí) otro significado de «plenitud del tiempo». Si alguien tuviera la habilidad y el poder de modo que pudiese concentrar en un «ahora» presente el tiempo y todo cuanto jamás ha sucedido en el tiempo, durante seis mil años, y lo que todavía habrá de acontecer hasta el fin, esto sería «plenitud del tiempo». Ese es el «ahora» de la eternidad en el que el alma conoce en Dios todas las cosas como nuevas y lozanas y presentes, y con el placer (con que conozco las cosas) que tengo presentes ahora mismo. El otro día leí en un libro – ¡ojalá alguien supiera escrutarlo a fondo! – que Dios hace al mundo ahora como en el primer día cuando creó al mundo. En este (aspecto) Dios es rico y esto es el reino de Dios. El alma en la cual Dios habrá de nacer, debe ser abandonada por el tiempo y escaparse del tiempo, y ha de elevarse y persistir con la mirada fija en esta riqueza divina: ahí hay extensión sin extensión y anchura sin anchura; ahí el alma conoce todas las cosas y las conoce perfectamente. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

El ángel tiene también muy alto nivel: los más distinguidos de los maestros dicen que cada ángel posee una naturaleza entera. Es como si hubiera un hombre que tuviese todo cuanto todos los hombres juntos han poseído alguna vez, lo que poseen ahora y habrán de poseer en cualquier momento, en lo que a poder y sabiduría y todas las cosas se refiere, esto sería un milagro y, sin embargo, él no sería nada más que un hombre, porque ese hombre poseería todo cuanto tienen todos los hombres y, no obstante, se hallaría lejos de los ángeles. Así, pues, cualquier ángel posee una naturaleza entera (para sí) y se halla separado de otro, como un animal de otro que es de diferente especie. Dios es rico en esa cantidad de ángeles, y quien llega a conocer este hecho, conoce el reino de Dios. Ella (= la cantidad de ángeles) representa el reino de Dios, así como un señor es representado por la cantidad de sus caballeros. Por ello se llama: «Un señor-Dios de los ejércitos» (Isaías 1, 24 et passim). Toda esa cantidad de ángeles, por sublimes que sean, colaboran y ayudan para que Dios nazca en el alma, es decir: sienten placer y alegría y deleite por el nacimiento; (mas) no obran nada. Ahí no existe ninguna obra de las criaturas, pues Dios opera, Él solo, el nacimiento: en este aspecto les corresponde (sólo) una obra servil a los ángeles. Todo cuanto coopera en ello, constituye una obra servil. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

Por entre todos los nombres, ninguno es más acertado que «El que es». Pues, si alguien quiere señalar una cosa (y) dice «es», parecería una necedad; si dijera «es un leño o una piedra», se sabría qué es lo que quiere decir. Por eso decimos: (Hallarse) completamente separado y reducido y pelado para que no quede nada fuera del único «es»: en esto reside la peculiaridad de su nombre. Por eso, Dios le dijo a Moisés: «Di: El que es me ha enviado» (Exodo 3, 14). A causa de ello, Nuestro Señor llama a los suyos con su propio nombre. Nuestro Señor dijo a sus discípulos: «Quienes son mis seguidores, se sentarán a mi mesa en el reino de mi Padre y comerán mi comida y tomarán mi bebida que mi Padre me ha preparado; así os la he preparado yo también» (Cfr. Mateo 19, 28 y Lucas 22, 29 ss.). Bienaventurado es el hombre que ha llegado a recibir junto con el Hijo de lo mismo de lo cual recibe el Hijo. Justamente ahí recibiremos nosotros también nuestra bienaventuranza, y allí donde reside su bienaventuranza, en el interior donde Él tiene su ser, en ese mismo fondo todos sus amigos recibirán y sacarán su bienaventuranza. Esta es la «mesa en el reino de Dios». ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLV 3