RAMA COOMARASWAMY — BHAGAVAD GITA
“Porque la batalla es del Señor”. I Sam, XVII
“Recordemos al Hijo Bendito de Dios quien nos llama a una Guerra Santa” Raimundo Lulio, Blanquerna.
El Bhagavad Gita proporciona al lector occidental una excelente introducción a las escrituras del Hinduismo, siempre y cuando se le den ciertas “claves” para su entendimiento. El propósito de esta introducción es proporcionar algunas de estas claves y clarificar el significado de ciertos términos técnicos sin los cuales el texto no puede ser tratado, de tal forma que se le dé al lector como una especie de guía de material básico.
Ahora bien, la preponderancia del Gita está demostrada por el hecho de que sea probablemente el texto escritural indio más disponible y conocido en Occidente, disponible en una variedad de traducciones que van desde las más simples a las más elaboradas y fantásticas. Margaret Noble dice de él que “de todos los escritos sagrados de la humanidad, no hay probablemente otro que sea por sí mismo tan grande, tan completo y tan corto” (Web of Indian Life). También es — y todavía lo es — en la India, el texto más comúnmente conocido y rezado. Los hindúes de todos los matices de ortodoxia, de todas las castas y en todas partes del país lo honran, y frecuentemente lo conocen en su totalidad de memoria. Los comentarios tradicionales de los grandes teólogos hindúes como Sankaracharya y Ramanuja están disponibles en traducción inglesa. Es recitado o salmodiado diariamente por quizá millones de personas, tal como lo eran los salmos en la Iglesia Católica hasta hace una o dos décadas.
Al tratar los textos sagrados de otras tradiciones diferentes de la nuestra, nosotros debemos despojarnos de cualquier prejuicio de superioridad. Debemos intentar comprenderlos con los ojos y el corazón de aquellos que los tienen por sagrados. Debemos aceptar su interpretación tradicional y sus comentarios como válidos. Si encontrásemos en estos textos verdades que fueron una vez enseñadas por el Cristianismo en Occidente, verdades que fueron una vez el patrimonio común de todos los hombres, no debemos extrañarnos. Antes de concluir que todos los pueblos “primitivos” desarrollaron similares conceptos religiosos porque ellos tenían miedo de las fuerzas de la naturaleza, del trueno y del rayo, deberíamos concluir que es realmente el hombre moderno, con su negación de la metafísica, el que ha abrazado lo que es de hecho un punto de vista “subhumano” y de miras estrechas. Si nosotros encontramos que otras tradiciones enseñan y sostienen verdades similares a las nuestras propias, entonces nosotros deberíamos ver una buena razón para adherirnos a nuestras propias verdades con una mayor fuerza. Por eso fue que Santo. Tomás de Aquino encontró en las obras de los filósofos paganos “pruebas intrínsecas y probables” de las Verdades del Cristianismo. San Agustín dijo: “toda verdad, no importa donde se encuentre, tiene su origen en Cristo”, y San Ambrosio dijo: “toda verdad, quienquiera que sea quien la diga, proviene del Espíritu Santo”. Vemos cómo Krishna — quien para los Hindúes es como Cristo — dijo en el Gita: “todos los hombres, cualquiera sea el camino que sigan, vienen a mí”. Permítannos recordar que el pagano es, según San Eymardo: “el que adora a las criaturas” y no el que adora a Dios en cualquier forma aunque difiera de la nuestra propia. No olvidemos que como San Gregorio Magno dijo, Job no era Judío, y no obstante fue un “hombre perfecto y recto”, por eso significó y fue, en verdad, un ejemplo para Israel (el pueblo de Dios) de las virtudes espirituales existentes fuera de su propia tradición. El Cristianismo, aún cuando incluye la verdad — conteniendo dentro de él todo lo necesario para la salvación — nunca ha negado que la verdad exista fuera de sus propios confines. Negar las verdades que están fuera de nuestra propia tradición o su condición, a pesar del hecho de que ellas dicen cosas — a menudo con las mismas palabras — que nuestras propias Escrituras y santos han dicho, aunque de hecho de manera algo diferente, es “pecar contra el Espíritu Santo”, incluso cuando se da la sinceridad. Permítannos entonces buscar en nuestra lectura de las escrituras Hindúes “la sabiduría que sobrepasa el humano entendimiento”, como dice el Gita, esperando que sean apreciados “los sabios que han visto la Verdad”
Para colocar el Gita un tanto en un contexto histórico, se da el siguiente resumen de los libros sagrados de la tradición Hindú. La división general es de dos clases, Sruti y Smriti. Sruti significa literalmente “audición” no de un autor personal, y corresponde en términos cristianos a “lo revelado”. Smriti, que puede ser traducido como “recuerdos”, y que usualmente se atribuye por los eruditos occidentales a autores concretos debido al hecho de que los nombres de las antiguas “colectividades” o de los sabios se vinculan a ellos, y son a grosso modo paralelos a lo que en la Iglesia Católica se llaman “Las Tradiciones”.