Rama Coomaraswamy: abominationem desolationis

RAMA COOMARASWAMY — PROFECIAS

SE PROFETIZARAM TODAS ESSAS COISAS? (cont.)

Uno de los particulares signos de ese tiempo será la “abominación de la desolación” de la cual se nos advierte tanto en el Evangelio de Mateo como en el de Marcos. Esta frase aparece en muchos lugares del Antiguo Testamento parodiando a la Nueva Alianza. Así en Daniel 9, 27 se dice: “El concertará con muchos una firme alianza durante una semana; y durante la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo estará la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada se derrame sobre el desolador”. Y en Daniel 11, 31: “De su parte surgirán fuerzas armadas, profanarán el santuario-ciudadela, abolirán el sacrificio perpetuo y pondrán allí la abominación de la desolación…” Ahora bien, ¿qué otra cosa puede significar “el sacrificio perpetuo” sino la Misa? Y ¿no estamos avisados de que es la Misa la que será atacada en algún momento de la historia? Escuchad a Malaquías 1, 7: “dice el Señor de los Ejércitos a vosotros sacerdotes que menospreciáis mi Nombre. —Decís: ¿En qué hemos menospreciado tu Nombre? —Presentando en mi altar pan inmundo. —Y decís ahora: ¿En qué te hemos manchado? —Al pensar que la mesa del Señor es despreciable”. ¿No habla Jeremías en Nombre de Dios cuando dice: “Mi Tabernáculo ha sido saqueado, y todos mis tensores arrancados. Mis hijos se han alejado de Mí. No hay quien despliegue ya mi Tabernáculo ni quien ice mis toldos. Porque los pastores lo han hecho mal y no han buscado al Señor; así no obraron cuerdamente y toda su grey fue dispersada.” (10, 20-21). En verdad la historia se repite ya que tenemos las palabras de Ezequiel que dice: “Sus sacerdotes han violado mi ley y profanado mis cosas sagradas; no han hecho diferencia entre lo sagrado y lo profano, ni han enseñado a distinguir entre lo puro y lo impuro”. (22, 26).

En Macabeos tenemos la historia del rey Antíoco, el salvaje perseguidor de los judíos quien a menudo es considerado como un tipo de Anticristo. Permítasenos considerar unos pocos pasajes de este texto que pueden ser aplicados aquí:

En aquellos días salieron de Israel muchos hombres malvados que persuadieron al pueblo diciendo: ‘vayamos y hagamos un pacto con los gentiles que nos rodean, porque desde que nos separamos de ellos, nos han sobrevenido muchos males. Hallaron buena acogida estas palabras; y algunos del pueblo, más decididos acudieron al rey y obtuvieron de él autorización para seguir las costumbres de los gentiles. En consecuencia, levantaron en Jerusalén un gimnasio al uso de los paganos, rehicieron sus prepucios, renegaron de la Alianza santa para atarse al yugo de los gentiles y se vendieron para obrar el mal.” (1 M 1, 11-15).

Después de estos acontecimientos, Antíoco, volviendo de Egipto, atacó a Israel, “Y él (Antíoco) entró con insolencia en el Santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro de la luz con todos los accesorios, la mesa de la proposición… (1, 21-24). Después, cuando regresó a su propio país, “el rey publicó un edicto en todo su reino ordenando que todos formaran un solo pueblo y abandonaran para ello sus peculiares costumbres. Los gentiles acataron todos el edicto real y muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y profanaron el Sábado…” (1 M 1, 41-49). Eventualmente, habiendo sido abandonado el sacrificio perpetuo, él estableció “la abominación de la desolación sobre el altar, y construyeron altares por todas la ciudades de Judá. A las puertas de las casas y en las plazas hacían quemar incienso. Rompían y echaban al fuego los libros de la Ley que podían hallar” (1 M 1, 54-56). Pero entonces hubo algunos que se negaron a cumplirlo: “Murieron también muchos israelitas que con entereza y valor se negaron a comer cosa impura, prefiriendo la muerte antes que contaminarse con aquella comida y profanar la Alianza santa.” (1 M 1, 62-63).

Volvamos otra vez a los comentarios del Cardenal Newman, los cuales, aunque se hicieron hace casi un siglo, todavía son pertinentes hoy.

“Hay razón para creer que tal apostasía se está preparando gradualmente, y de que pueda llegar rápidamente hoy día… ¿No es una opinión reconocida y creciente el hecho de que la Religión no es cosa de un pueblo sino simplemente una cuestión que tiene que ver solamente con la conciencia de cada hombre? —Lo cual es lo mismo que decir que podemos dejar caer la Verdad en tierra sin continuarla más allá de nuestro tiempo… ¿No hay un animado y febril esfuerzo para deshacerse de la necesidad de la Religión en las transacciones públicas…? ¿Es que no se intenta educar sin Religión? —eso se consigue proponiendo unir todas las formas de religión, con lo cual llegamos a lo mismo. ¿No se intenta cumplir la abstinencia y las virtudes que fluyen de ella, sin religión, mediante sociedades que están construidas sobre meros principios de utilidad? ¿no se intenta seguir el utilitarismo de las reglas y las medidas del Estado y las promulgaciones de la ley, y no la verdad? ¿no se intenta hacer cantidad, y no la Verdad, sin conocer la base de éste o aquél credo…? ¿No se intenta privar a la Biblia de su propio significado, incluyendo cualquier otro, haciendo creer a la gente que ella puede tener cientos de significados todos igualmente buenos, en otras palabras, que no tiene ningún significado, que es una lectura sin sentido y que se puede dejar a un lado? ¿No se intenta desbancar a la Religión por ser externa u objetiva, por manifestarse en decretos, o por expresarse en la Escritura —para confinarla a nuestros sentimientos internos, y de este modo, considerando cuán variables y evanescentes son nuestros sentimientos, intentar, de hecho, destruir la Religión?

¿Y no predominan muchas de estas ideas en la Iglesia de hoy? ¿Qué otra cosa es el “encuentro con Cristo” sino un intento para confinar la religión a nuestros sentimientos internos? ¿Y qué son otras muchas interpretaciones hechas de la Escritura, o la abierta aceptación de las enseñanzas de nuestros “hermanos separados”? Pero aún hay otras declaraciones de la Biblia que son pertinentes. Así S. Pablo nos dice que el Anticristo “se sentará en el Templo de Dios”. Mientras que los primeros Padres interpretaron esto como la Sinagoga, y algunos escritores espirituales como S. Juan de la Cruz lo enseñan refiriéndose al alma individual, no hay nada que excluya la posibilidad de que pueda referirse a una parte (en tiempo o lugar) de la Iglesia Romana. Más lejos Daniel nos dice: “En su lugar venerará al ‘dios de las fortalezas’; venerará con oro y plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no conocieron….” (11, 38s). Ahora bien, como el Cardenal Newman dice: “lo que se quiere decir con las palabras traducidas como ‘dios de las fuerzas’, y luego llamado ‘un dios extraño’, nos está bastante oculto, y probablemente seguirá así; pero de cualquier forma se predice ciertamente un falso culto como la marca del Anticristo”. El Cardenal Newman también señala que el Anticristo estará en contra de los ídolos tal como nosotros entendemos el término, y que los ídolos a que se refiere son los considerados por la Revolución Francesa —¡los ídolos de la “LIBERTAD, la IGUALDAD y la FRATERNIDAD”! Tal vez sea elegido el ídolo de la “evolución dinámica” o del “progreso”. Después de todo el Diablo es sobre todo un “seductor”, y así el Cardenal Newman nos advierte:

¿Creéis que él (Satán) es tan poco habilidoso en su arte como para pediros abierta y llanamente que os unáis a él en su lucha contra la Verdad? No, él os ofrece alicientes para atraparos. El os promete la libertad civil; os promete igualdad, os promete negocios y riquezas.., él os promete reformas.

Y este enemigo, como dice el Cardenal Newman, “se caracteriza por algún pecado muy especial: la total infidelidad”. Otra característica del espíritu del Anticristo es que él tanto habla como no habla en Nombre de Cristo. Permitidme explicar esta paradoja. Cristo nos dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre y vosotros no me recibís; si otro viniera usurpando mi Nombre, le recibiríais” (Juan 5,43). Es decir que él enseñará sus propias doctrinas, y no las doctrinas de Cristo, sus opiniones personales y no la verdad de Todos los Tiempos. Con todo, aquéllos que hablen con este “extraño espíritu”, “teniendo una apariencia de piedad, pero negando su poder” (2 Tm 3, 5), y “prometiendo libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción” (2 Pe 2, 19), darán la impresión de que están hablando en Nombre de Cristo: “Muchos me dirán en aquél día (el del Juicio): ‘¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu Nombre, y en Nombre tuyo arrojamos los demonios, y en tu Nombre hicimos muchos milagros?’ Yo entonces les diré: ‘Nunca os conocí; apartaos de Mí, obradores de iniquidad.” (Mt 7, 22-23). Sí, Dios se quejará otra vez, tal como hizo en Jeremías (12, 10-11): “Mis pastores han destruido mi Viña, hollaron mi heredad, trocaron mi mejor campo en un yermo desolado. La convirtieron en desolación lamentable, en incultivable.” ¿Y por qué ocurrirán todas estas cosas de tal forma? Porque, como S. Pablo dijo después de describir al Anticristo, “la venida del inicuo irá acompañada… y de seducciones de iniquidad para los destinados a la perdición por no haber recibido el amor de la verdad que los salvaría. Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean en la mentira y sean condenados cuantos, no creyendo en la verdad, se complacen en la iniquidad” (2 Ts 2, 9-12).

Y así nosotros podemos ver en estos días, si nuestro argumento es correcto, que el “sacrificio perpetuo” es muy raramente realizado. Y ¿qué es la “autodestrucción de la Iglesia” sino la “destrucción de la Viña? “Oh Dios, ellos han profanado tu sagrado Templo” (Sal 79, 1) con “bailes litúrgicos” y “servicios con proyecciones”. “Mirad nuestro Santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria, convertido en desierto, miradlo profanado por los gentiles” (1 M 2, 8-12) bajo forma de herejes y “hermanos separados” predicando desde nuestros púlpitos. “Mirad cómo nuestro Santuario y nuestra Gloria están asolados” (ibid.) porque nuestros tabernáculos han sido removidos de nuestros altares. “Y los santuarios serán devastados” (Am 7, 9) y “Mi pueblo Me ha rechazado” (Jr 2, 13) porque las Iglesias están desiertas.