Principio

Para intentar dar el sentido profundo de este dogma, en el que no creía santo Tomás de Aquino, es necesario dirigirnos a una metafísica que sobrepasa en algunos aspectos la de Aristóteles y la de Aquino. Dios deberá ser considerado como el Principio supremo situado más allá de todas las formas, de todas las distinciones, de todas las diferencias, conteniendo todas las cosas en su Unidad, o mejor, en su No-dualidad. De ahí resulta que toda creación, o toda manifestación del Principio, deberá distinguirse de El, pero al mismo tiempo, para no afectar su Unidad y su Transcendencia, y también para permanecer en El –puesto que toda cosa vista fuera del Principio no tiene más que una existencia ilusoria– deberá, digo, proceder de una diferenciación, de una dualidad en el seno de la No-dualidad, dualidad que además no afectará en nada a la Unidad del Principio situada más allá de toda dualidad. 23 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

Desde ese momento, la «manifestación universal» (o la creación) deberá proceder de un doble principio: TRADICION: PRINCIPIO MASCULINO –– PRINCIPIO FEMENINO : Hindú — Purusha [NA: Principio masculino de la manifestación universal; traducido a veces por «espíritu»] — Prakriti [NA: Principio femenino de la manifestación universal. A veces traducido como «naturaleza» o «substancia» pero no es la materia (el elemento determinable del cual está hecha una cosa) en el sentido moderno de la palabra. Prakriti produce la manifestación bajo la influencia de Purusa, el principio masculino.]; China: YangYin; Judeo-Cristiana: El Verbo Creador – La Sabiduría increada — La Virgen; Egipcia: Osiris — Isis 25 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

Pero el Principio de toda manifestación debe ser él mismo «no manifestado», ya que todo Principio metafísico es necesariamente de otro orden que los elementos de los cuales él es el Principio: debiendo contener en él toda la manifestación, él es necesariamente «no manifestado» es decir «más allá de toda manifestación», más grande que aquello que se manifiesta. De aquí se deduce que el doble Principio del que hemos hablado, a pesar de que pueda ser considerado como «no manifestado» con relación al Principio supremo indiferenciado, deberá ser considerado como «no manifestado» con relación a la «manifestación universal» (de un rango superior). 31 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

De esto resulta que el doble Principio «no manifestado» de la «manifestación universal» gozará, en relación con esta, de una superioridad en la jerarquías de los diferentes estados del Ser, lo que se traducirá en lenguaje teológico por un «privilegio». Ahora bien, la inferioridad de lo manifestado en relación a lo «no-manifestado» se basa en su naturaleza misma de «manifestado» (o de criatura), en su «origen», y se traduce en lenguaje teológico bajo el nombre de «pecado original», que es por una parte una «pecado de naturaleza» puesto que, según el lenguaje teológico, afecta a toda la descendencia de Adán, y por otra es un «pecado de origen» puesto que se basa en la procedencia misma de lo «manifestado» en tanto que tal (se separa de Dios). 33 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

Se concibe entonces fácilmente que la superioridad de lo «no-manifestado» con relación a lo «manifestado» se traducirá por la exención del pecado original (pecado de lo manifestado), exención que afecta precisamente, en el orden histórico, a Cristo y a la Virgen. Añadamos que, en esta perspectiva, la Redención aparece como la «vuelta» de la «manifestación universal» al Principio supremo, por la intermediación del doble Principio de toda manifestación que preside así a lo que se llama, en lenguaje teológico, el «renacimiento espiritual». 35 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

Este «renacimiento espiritual», como todo nacimiento, implica un doble principio que se traducirá en lenguaje teológico por la doble «mediación» de Cristo y de la Virgen. Cristo símbolo del elemento activo de la regeneración será la «fuente de todas las gracias»; María símbolo del elemento pasivo de la regeneración, será la «distribuidora de todas las gracias». Todo se explica. Se explican también los textos de la Sabiduría en el Oficio de la Virgen [NA: Ver sobre todo Eclesiastico (Siracida), XXIV, 14-16; Proverbios, VIII, 22-31, y Sabiduría, VII, 22-30.]: la sabiduría de la que se trata, es la Sabiduría increada, el Verbo Creador (no considerado en sus relaciones con el Padre en la Trinidad) considerado como Principio no manifestado de la creación (Principio masculino): surgida de la Boca del Altísimo, la Sabiduría busca un lugar de reposo recorriendo el circulo del Cielo y las profundidades del abismo; este lugar de reposo, es la «Sede de la Sabiduría». Ella lo encuentra –según orden del Creador– en Israel: es la Virgen, símbolo del elemento pasivo no manifestado a la cual se une el Verbo en la Encarnación. 37 Abbé Henri Stéphane: DE IMMACULATA CONCEPTIONE

Según el Vedanta, Dios debe ser concebido como el Infinito, es decir, como lo que excluye todo límite o toda determinación comprendida la determinación más principial (vinculada con el Principio. n.d.t.) de todas, a saber la del Ser. 53 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

En esta perspectiva, todo el misterio el mal consiste en la ilusión separativa, o en la separatividad aparente, en virtud de la cual el ser manifestado en un cierto grado de existencia olvida de algún modo su arquetipo eterno o su propia posibilidad principial, y por ello mismo se toma por algo autónomo, por un «en-sí», poniendo un límite, por otra parte ilusorio, al Infinito divino. Aquí reside el misterio del «pecado original», del que todos los demás no son sino consecuencias particulares; se trata, por tanto, de un «pecado de origen», es decir, de una salida ilusoria (oriri) del Principio, y, por consiguiente, de un «pecado de naturaleza» que afecta necesariamente al mundo manifestado como tal, en cualquier grado que se lo considere, salvo a la Virgen que se identifica con la Posibilidad universal en su Inmaculada Concepción, y que está exenta del pecado original. 59 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

A nivel del Ser –principio de la manifestación universal, aún no manifestado y primera determinación del Principio supremo, la más principial de todas, si puede decirse así– la distinción Infinito-Posibilidad (que no existe como tal, sino solamente desde el punto de vista del mundo manifestado) deviene la pareja Purusha-Prakriti o Principio activo (masculino) y principio pasivo (femenino). A este nivel, todavía no manifestado, Prakriti posee las cualidades que permiten considerarla como la sustancia universal, primordial e indiferenciada (la materia prima) a partir de la cual se desarrollarán todas las posibilidades de manifestación bajo la acción no actuante de Purusha, el Espíritu divino. 63 Abbé Henri Stéphane: SOBRE LA VIRGEN

Estando el simbolismo fundado en sus correspondencias, podemos terminar por la «Rosa Gótica», que lleva el mismo nombre y a la que se llama también «rosetón». Podemos ver magníficas muestras en nuestras catedrales. Una tal Rosa evoca entonces la idea de centro y de círculo o de Rueda, con los diferentes rayos o sectores que corresponden a los pétalos de la flor. El Centro representa evidentemente la Divinidad, la Rueda representa el Mundo, y los rayos representan, en el caso de la Rosa mística, la vuelta de las criaturas hacia el Creador, la multiplicidad dispersada en la circunferencia devuelve a la Unidad del Principio divino conforme a la palabra evangélica: «Jesús debía morir … a fin de reunir en un solo cuerpo los hijos de Dios que están dispersos» (Juan XI, 52). Amen. Fiesta del rosario 1974. 123 Abbé Henri Stéphane: Homilía sobre el Rosario

En la representación latina, las tres Hipóstasis están situadas en el mismo plano ontológico y de alguna manera horizontal; se las puede mirar como «determinaciones» particulares de la Esencia [NA: Lo que funda el ser de la cosa; aquello por lo cual una cosa es lo que es (id quio res est id quod est)] divina. El Padre es un «terminus a quo» (punto de partida) – en sentido escolástico – y el Hijo un «terminus ad quem» (punto de llegada), y ocurre lo mismo con el Espíritu Santo. La transposición metafísica, que desemboca en la primera interpretación de F. Schuon, opera un enderezamiento vertical: «La perspectiva “vertical” (Sobre-Ser, Ser, Existencia) ve las Hipóstasis como “descendentes” de la Unidad o del Absoluto; o de la Esencia, si se quiere, los grados de la Realidad». Se trata entonces de “determinaciones” de lo Indeterminado, determinaciones evidentemente principales, puesto que a este nivel no se sabría “salir” del Principio. El Ser, según René Guénon, es la primera determinación del No-Ser [NA: El «No-Ser» en el sentido guenoniano corresponde al «Sobre-Ser» de Schuon, del que se ha hablado más arriba.]. Esta determinación corresponde al Hijo, primera «determinación» del Padre. En cuanto a la Existencia, debe ser considerada evidentemente en su realidad principal; se identifica entonces con Mâyâ [NA: La Shakti o potencia de Brahman. La noción de Mâyâ es muy compleja; se traduce a menudo por «ilusión cósmica», pero ese no es más que uno de los aspectos de Mâyâ, que es también el «Juego Divino» y la «Posibilidad Universal».] o la «Posibilidad universal»; es Mâyâ, en tanto que Theotokos [NA: Madre de Dios, «la que alumbra a Dios»; título dado a la Virgen María en el 431 por el concilio de Efeso.], la que permite a Dios «existir», y es también el Espíritu Santo el que «revela» el Padre y el Hijo a ellos mismos. 212 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

En la procesion de Inteligencia por la cual el Padre (Sat) engendra al Hijo (Chit), el Padre no conoce ningún «objeto»: «Tu no puedes conocer a Aquel que hace conocer lo que es conocido, y que es su Si mismo en todas las cosas. Lo mismo que Dios mismo no conoce aquello que él es, porque El no es ningún “esto”» [NA: Comienzo del Brhad Aranyaka Upanisad, III, 4,2.]. Dios (Sat) es conocimiento Puro y Absoluto (Chit), conocimiento de “nada”. Por eso mismo, este conocimiento se identifica a la Ignorancia (la Docta ignorancia) que no es otra que Mâyâ. Esta última, en tanto que Shakti [NA: La potencia de manifestación de Brahman (ver nota 17), la Omni-Posibilidad u Omni-Potencia divina. Ver también Mâyâ] de Brahma [NA: Nombre neutro que designa el Principio supremo en la metafísica del Vedanta (el punto de vista más elevado de la doctrina hindú, es decir el que llega a la metafísica pura, Shankara (nota 11) es su doctor más eminente).], no es otra que la Omni-Posibilidad, la Omni-Potencia, la Voluntad, el Amor puro y Absoluto, el Espíritu Santo, que procede así del Padre (y del Hijo) por modo de Voluntad, y que es también Beatitud (Ananda). Es en este contexto donde se sitúa entonces el misterio o el «milagro» de la Existencia, bajo cualquier modo que sea, desde el instante que ese modo está devuelto a su Principio, del cual no está separado más que ilusoriamente. No es en vano que la teología enseña que Dios ha creado el mundo por amor, pero no por «amor al mundo» que no tiene mas que una existencia ilusoria (el juego de Mâyâ), y que no existe mas que para permitir al Uno sin segundo afirmar que todo otro «diferente de El» no existe. [NA: L. Shaya, La Doctrina sufí de la Unidad.] 220 Abbé Henri Stéphane: INTERPRETACIÓN METAFÍSICA DE LA TRINIDAD

Si el intelecto hundido en el corazón del hombre, purificado e iluminado por la gracia, se hace capaz de comprender inmediatamente el lenguaje de la Revelación y de la metafísica tradicional, concebirá la Divinidad (la Deidad o el Hyperthéos) como el Principio supremo, eterno e inmutable, que contiene a todos los seres en modo principial, arquetípico e indestructible. A este nivel, la «muerte de Dios» o la «muerte del hombre» no tienen ningún sentido. Pero cuando los seres «salen» –ilusoriamente por otra parte– del Principio supremo, del que no habían salido más que en modo ilusorio, es entonces cuando se puede decir, con el Maestro Eckhart, que «Dios desaparece», y que el hombre, tal como lo conocemos en su modalidad existencial, corporal o psíquica, desaparece igualmente (Véase nuestro trabajo «Le Mystére de la deité chez Maître Eckhart et saint Denys l´Areopagite» (Traité I.5) en «Introduction à l´ésotérisme chreétien, París, Dervy, 1979.). 247 Abbé Henri Stéphane: EL SENTIDO DE LO SAGRADO

A fin de cuentas, es necesario siempre remontar al Principio ya que es Dios quien actúa, es Dios quien quiere «rendir gloria» a si mismo a través nuestra, con tal de que nosotros estemos disponibles, receptivos, dóciles, etc. es el Espíritu él mismo quien ora en nosotros y por nosotros, quien ruega al Padre que acabe en nosotros y por nosotros la obra de santificación y de santidad, que realice en nosotros y por nosotros el misterio de pobreza de amor, el misterio del aniquilamiento del Verbo Encarnado, de su Pasión y de su Muerte, el misterio de su Glorificación, de su Resurrección, de su «Exaltación», el misterio de la «renovación de todas las cosas», del «renacimiento espiritual», de la «vida nueva», de la «vida sobrenatural», de la «vida eterna» y del éxtasis de Amor de las Tres Personas. 324 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA ORACIÓN II

1.- El punto de vista metafísico. a. La Presencia de inmensidad. Dios es «sin medida», sin dimensión, más allá de todos los límites o de todas las condiciones de existencia, tales como el espacio o el tiempo, lo que nos permite decir que El está «presente» por todas partes y en ninguna parte. Este modo se refiere a las condiciones de la existencia manifestada. b. La Presencia de inmanencia. Dios reside en todas las cosas, «todo en nosotros», y esto en razón misma de su Transcendencia: lo Infinitamente lejano es también lo Infinitamente cercano o íntimo. Es la presencia del Principio Supremo en el «centro del Ser», en el «Corazón de las cosas», presencia percibida únicamente por el Intelecto o el «ojo del corazón». Este modo se refiere a los diferentes seres. 467 Abbé Henri Stéphane: LOS DIFERENTES MODOS DE LA PRESENCIA DIVINA

Uno puede disertar indefinidamente sobe Dios, el mundo, el hombre, el bien y el mal, la vida, la muerte, el cielo, el infierno, todo esto no lleva a nada: Atma permanece prisionero de Mâyâ. No es necesario disertar sobre el Si-mismo: «Nada se puede decir del Principio, quien habla de ello se equivoca» (Lao-Tse): es necesario liberar al Si-mismo de los estorbos sicológicos del ego por medio de la pobreza en espíritu: «El Reino de Dios no es para nadie sino para el muerto perfecto» (Eckhart); «Dichosos los muertos que mueren en el Señor» (Apoc. XIV. 13). 499 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

Lo que constituye el «saber propio» del hombre, es que Dios existe, que el Universo existe, que él mismo existe. Debe vaciar su mente de este conocimiento «objetivo» que está «sobreimpuesto» al Si-mismo (Shankara) y decir en su corazón: «Dios no está». Negando el Principio mismo de la manifestación y de la objetividad (o de la «objetivación»), él permite al Si-mismo afirmarse él mismo in corde suo. La frase dixit insipiens debe de relacionarse con el Si-mismo; ella es pronunciada en el corazón y el Si-mismo dice: «No hay Dios». En lenguaje teológico, es la Palabra eterna pronunciada por el Padre engendrando al Hijo Unico: «Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy» (Sal. II,7); es así como el hombre debe «dejar a Dios operar lo que le place» ya que, dice también Maestro Eckhart, «el Padre no puede querer mas que una cosa, y es engendrar al Hijo Unico», lo que supone que, por su parte, el hombre permanece enteramente disponible. Toda racionalización, todo discurso, toda discusión, van en contra de esta disponibilidad. En terminos vedanticos, cuando las cinco envolturas (kosha) que envuelven el Âtmâ (anna, prâna, manas, vijñâna, ânanda, – el cuerpo grosero, el hálito vital, el mental, el intelecto y la felicidad) han sido rechazadas por el aspirante, lo que subsiste al termino del análisis, es el Testigo, el Si-mismo, Âtmâ. 503 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

La definición escolástica del Si-mismo, dada por René Guénon: «El Si-mismo es el Principio transcendente y permanente del cual el ser manifestado, el ser humano por ejemplo, no es más que una modificación transitoria y contingente, modificación que no podría además afectar de ninguna manera al Principio (René Guénon, El Hombre y su Devenir según el Vedanta.)», plantea el discernimiento fundamental entre lo Real y lo Irreal: Âtmâ y Mâyâ, Brahma y su Shakti. Este discernimiento es el previo indispensable a la realización de la Identidad: «Tu eres Eso». Antes que negar a dios y al ego, hay que comenzar por afirmar a Dios y reconocer que el ego es ilusorio frente a Dios. 509 Abbé Henri Stéphane: EL SI-MISMO

Este texto de San Juan expresa «en modo teológico» a la vez el «milagro de la Existencia» (Ver F. SCHUON, Senderos de Gnosis, Ver a Dios en todas partes.) y la «Identidad Suprema». El Espíritu Santo «revela» el Logos: «El os lo anunciará». Es el sentido profundo del kerygma (la proclamación de la Palabra): «El recibirá lo que está en mi» y «Todo lo que tiene el Padre está en mí». El me glorificará, y es esto lo que él os anunciará. El os anunciará que in Principio erat Verbum y que omnia per Ipsum facta sunt: es el «milagro de la Existencia»; y él os anunciará que Verbum erat Deus: es la «Identidad suprema». 702 Abbé Henri Stéphane: SILENCIO Y EXISTENCIA

«Amar al prójimo como a si mismo», es realizar el misterium caritatis; es decir realizar en él y en mi esta transparencia del alma que permita a la Luz increada dispersar las tinieblas de la ilusión egocéntrica y altruista. Ya no hay más ni «yo» ni «tu», sino El, el Paráclito, el Consolador, el Amor increado, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, único Principio de Unidad capaz de disolver los «nudos» del ego, y de romper los límites de la individualidad: «esta divina Persona como espirando de su espiración divina, eleva y dispone el alma de una manera muy elevada a espirar ella misma en Dios la misma espiración de amor que el Padre espira en el Hijo y el Hijo en el Padre, y que es el mismo Espíritu Santo que ellos espiran en ella en esta transformación». Es a este nivel de la Unión transformante donde se sitúa el misterium caritatis. Toda la caridad de aquí abajo no es más que la sombra de ello, o todo lo más el símbolo. 732 Abbé Henri Stéphane: REFLEXIONES SOBRE LA CARIDAD

Metafísicamente, solo está sometido a la Voluntad Divina el hombre liberado de las condiciones de existencia individuales. Es el «hombre verdadero» (tchenn-jenn) (Sobre el hombre verdadero ver: R. Guénon, La Gran Triada, cap. XVIII.) el cual, habiendo realizado la vuelta al «estado primordial», se encuentra desde ese momento establecido en la «Vía». Ya no se puede decir más, hablando con propiedad, que él «hace» la «voluntad de Dios» ya que, estando en el «no-actuar», no realiza ninguna acción en el sentido ordinario de la palabra, y estando «identificado» con el Principio, ya no hay para él separación entre Dios y él mismo; no se puede ya más hablar de «ley» como «expresión» de la Voluntad Divina. Esta, en efecto, como tal es inexpresable, siendo idéntica al Principio mismo, si bien que no se puede decir que Este quiere «esto» o «eso». El Principio no quiere nada. No hay más que el ser individual que quiere «esto» o «aquello». Es por lo tanto de alguna manera concibiendo a Dios en «modo individual» –o dicho de otra manera; a su imagen– como el hombre ordinario declara «hacer la voluntad de Dios». Pero, desde el punto de vista metafísico, un tal hombre no está «sometido» (muslim), y mientras permanezca en las condiciones de existencia individuales, está en «perdido». Es en este sentido que se ha escrito: «No hay justo, ni uno solo; no hay nadie que tenga la inteligencia… todos han salido de la vía (Tao), todos están pervertidos…» (Rom. III, 10-17). Es también lo que quiere decir Maestro Eckhart en este pasaje: «Mientras el hombre tenga algo hacia lo cual su voluntad esté dirigida –e incluso si su voluntad es la de colmar la voluntad bien amada de Dios– un tal hombre no tiene la pobreza de la que aquí se trata». 752 Abbé Henri Stéphane: DE LA SUMISION A LA VOLUNTAD DE DIOS

En el retorno de la multiplicidad a la Unidad no es la multiplicidad de los egos individuales como tales lo que retorna al Principio, sino los «fragmentos» de la Divinidad dispersos en los seres, y no es sino por la «muerte» de dichos egos que la Deidad desmembrada es restaurada en su integridad y su plenitud primeras. Así, la multiplicidad de los seres se presenta bajo dos aspectos recíprocamente inversos: en el sentido de la «caída», del «pecado» o del «mal», lo que se manifiesta es la «separatividad», con la ignorancia de nuestro verdadero Sí y la ilusión egoísta o altruísta; en el sentido del retorno a la Unidad, la multiplicidad de los seres aparece por el contrario como liberada de todas las limitaciones individuales que les separan, para constituir una «multiplicidad integral» o «unificada», una realidad «única», un Pléroma unido a la Deidad de una manera inefable, más allá de toda dualidad y de toda distinción. Es desde esta perspectiva que puede considerarse la «reintegración» de todo en el Uno como un matrimonio sagrado, como la unión mística de la Esposa y el Esposo. Este matrimonio sagrado se basa en una doble Muerte o en un Sacrificio doble: la Muerte y la Deidad, previamente dispersa en sus hijos, y la muerte de los egos individuales en el retorno a la Unidad. Tal es, tanto como pueda ser susceptible de analizar, el misterio del Amor y de la Muerte. 874 Abbé Henri Stéphane: CONSIDERACIONES SOBRE LA MISA

El Cosmos caído presenta al hombre caído su aspecto de inversión con relación al Principio Supremo. Cuando el paleontólogo examina las capas geológicas, estas no le muestran más que el aspecto invertido de la “ontogénesis”, y su mental ignorante edifica una teoría abstracta: ese es el origen del transformismo. 994 Abbé Henri Stéphane: A PROPOSITO DE LA EVOLUCIÓN

¿Qué es Dios? A esta pregunta, no hay respuesta en el plano del lenguaje, del pensamiento o del discurso: «No se puede decir nada del Principio, quien habla de ello se equivoca» (Lao Tse). 1198 Abbé Henri Stéphane: DIOS