pobre (Eckhart)

La gente dice: «Ah sí, señor, me gustaría que yo también estuviese en tan buenas relaciones con Dios y que tuviera tanta devoción y tanta paz para con Dios como otras personas, y querría que me pasara lo mismo (que a ellos) o que fuera igualmente pobre», o: «Conmigo las cosas nunca irán bien con tal de que no esté allá o acullá o haga así o asá, tengo que vivir en el extranjero o en una ermita o en un convento». 29 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 3.

«Se han enriquecido con todas las virtudes» (Cfr 1 Cor 1,5), así está escrito. A fe mía, algo así no puede suceder nunca si uno antes no llega a ser pobre en todas las cosas. Quien quiere recibir todas las cosas, debe también deshacerse de todas las cosas. Éste es un trato justo y un trueque equitativo, según dije una vez, hace mucho ya. Por ello, como Dios nos quiere dar a Él mismo y todas las cosas para que sean libre propiedad nuestra, nos quiere quitar del todo cualquier propiedad. Sí, en verdad, Dios no quiere en absoluto que poseamos tanta cosa propia como la que pueda haber en mis ojos. Porque de todos los dones que nos dio alguna vez, ya sean dones de la naturaleza, ya sean dones de la gracia, nunca dio nada sin querer que no poseyéramos nada en carácter de propiedad; y ni a su Madre ni a ningún hombre ni a ninguna criatura nunca les dio en modo alguno semejante (propiedad). Y para enseñarnos y otorgársenos, nos quita a menudo ambos bienes, el material y el espiritual. Porque la posesión de la honra no debe ser nuestra sino únicamente suya. Nosotros, en cambio, debemos tener las cosas sólo como si nos hubieran sido prestadas y no dadas, sin (pretender que sean) propiedad nuestra, ya se trate del cuerpo o del alma, de los sentidos, las potencias, los bienes externos o la honra, los amigos, los parientes, la casa, la finca y todas las cosas. 219 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

¿Quieres saber qué es un hombre verdaderamente pobre? Verdaderamente pobre en espíritu es aquel hombre que es capaz de prescindir de todo cuanto no es necesario. Por ello, quien estaba desnudo en su tonel, le dijo a Alejandro Magno que dominaba todo el mundo: «Yo soy — así dijo — un señor mucho más grande que tú; pues he despreciado más, de lo que tú has conquistado. Lo que a ti te parece valiosa posesión, me resulta demasiado pequeño para (siquiera) despreciarlo». Quien puede prescindir de todas las cosas y no las necesita, es mucho más feliz que aquel que posee las cosas considerándolas necesarias. El mejor de todos es aquel hombre que puede prescindir de lo que no le hace falta. Por lo tanto: quien en grado máximo puede prescindir (de las cosas) y despreciarlas, ha dejado más que ningún otro. Parece una gran cosa cuando un hombre, por amor de Dios, reparte mil marcos en oro y edifica con su dinero muchas ermitas y conventos y da de comer a todos los pobres; esto sería una gran cosa. Pero sería mucho más feliz aquel que despreciara lo mismo por amor de Dios. Poseería un verdadero reino de los cielos aquel hombre que por amor de Dios sería capaz de renunciar a todas las cosas, sea cual fuera lo que Dios diera o no diera. 223 ECKHART: TRATADOS PLÁTICAS INSTRUCTIVAS 23.

Pero existe otra cosa más que ha de consolar al hombre. Si está enfermo y sufre fuertes dolores físicos, mas tiene su techo y lo necesario en cuanto a comida y bebida, consejos médicos y atención de parte de sus criados, compasión y asistencia de sus amigos: ¿cómo debería comportarse? Pues, ¿qué hace la gente pobre que sufre de lo mismo e incluso de una enfermedad y malestares peores y no tienen nadie ‘que les alcance siquiera (un vaso de) agua fría? Tienen que buscar un mendrugo seco bajo la lluvia, la nieve y el frío (yendo) de casa en casa. Por eso, si quieres ser consolado, olvídate de quienes están mejor (que tú) y piensa en todos aquellos que están peor. 268 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Otra cosa más (y) parecida a la anterior: Ningún recipiente puede llevar en sí dos clases de bebida. ‘Si ha de contener vino, hay que verter necesariamente el agua; el recipiente debe estar vacío y limpio. Por eso: si has de recibir divina alegría y a Dios mismo, debes necesariamente verter a las criaturas. Dice San Agustín: «Vierte para que seas llenado. Aprende a no amar para que aprendas a amar. Apártate para que seas acercado». En resumidas cuentas: Todo cuanto ha de tomar y ser capaz de recibir, debe estar vacío y tiene que estarlo. Dicen los maestros: Si el ojo cuando ve contuviera algún color, no percibiría ni el color que contenía ni otro que no contenía; pero como carece de todos los colores, conoce todos los colores. La pared tiene color y por eso no conoce ni su propio color ni ningún otro, y el color no le da placer, y el oro o el esmalte no la atraen más que el color del carbón. El ojo no contiene (color) y, sin embargo, lo tiene en el sentido más verdadero, pues lo conoce con placer y deleite y alegría. Y cuanto más perfectas y puras son las potencias del alma, tanto más perfecta y completamente recogen lo que aprehenden y tanto más reciben y sienten mayor deleite, y se unen tanto más con lo que recogen (y) esto hasta tal punto que la potencia suprema del alma, que está desembarazada de todas las cosas y no tiene nada en común con cosa alguna, no recibe nada menos que a Dios mismo en la extensión y plenitud de su ser. Y los maestros demuestran que, en cuanto a placer y deleite, nada se puede comparar a esta unión y este traspaso (de lo divino) y este deleite. Por eso dice Nuestro Señor (y es) muy notable: «Bienaventurados son los pobres en espíritu» (Mateo 5,3). Es pobre quien no tiene nada. «Pobre en espíritu» quiere decir: así como el ojo es pobre y carece de color, siendo susceptible de (ver) todos los colores, así el pobre en espíritu es susceptible de aprehender toda clase de espíritu, y el espíritu de todos los espíritus es Dios. El amor, la alegría y la paz son fruto del espíritu. Estar desnudo, ser pobre, no tener nada, hallarse vacío, (todo esto) transforma a la naturaleza: (el) vacío hace que el agua suba por la montaña y (opera) otros muchos milagros de los cuales ahora no es momento de hablar. 283 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Anteriormente dije con referencia al vacío o la desnudez, que el alma, cuanto más transparente, desnuda y pobre esté y cuanto menor sea el número de criaturas que tiene, y cuanto más vacía se conserve de todas las cosas que no son Dios, tanto más puramente aprehenderá a Dios y a tantas más cosas dentro de Dios y tanto más será una con Dios, y su mirada penetrará en Dios y Dios la mirará cara a cara como transformada en su imagen, según dice San Pablo (Cfr 1 Cor 13,12 y 2 Cor 3,18). Exactamente lo mismo digo ahora, también, de la igualdad y del ardor del amor; pues, en la medida en la cual una cosa se asemeja más a otra, en esta misma medida va corriendo hacia ella con mayor rapidez, y su corrida le produce más felicidad y deleite; y cuanto más se aleje de sí misma y de todo cuanto no es aquella (cosa) hacia la cual va corriendo, y cuanto más disímil (se haga) con respecto a sí misma y a todo cuanto no es aquella (cosa), tanto más se asemejará cada vez a aquella hacia la cual va corriendo. Y como (la) igualdad emana de lo Uno y atrae y seduce a causa de la fuerza y en la fuerza de lo Uno, no hay descanso ni contento ni para lo que atrae, ni para lo que es atraído, hasta que ambos sean aunados en uno. Por eso dijo Nuestro Señor por’ boca del profeta Isaías — cito según el sentido —: No me satisface ninguna semejanza insigne y ninguna paz del amor hasta que Yo mismo no me revele en mi Hijo y arda y sea encendido en el amor del Espíritu Santo (Cfr Isaías 62,1). Y Nuestro Señor le pidió a su Padre que nosotros, antes que ser solamente unidos (con Él), fuéramos uno con Él y en Él. Para esta palabra y esta verdad poseemos, también en la naturaleza, en lo externo, una imagen visible y un testimonio (concreto). Cuando el fuego surte su efecto y enciende la leña haciéndola arder, el fuego hace la leña muy fina y disímil a sí misma y le quita la robustez, el frío, el peso y la acuosidad y va asemejando la leña cada vez más a él mismo, o sea el fuego; sin embargo, tanto el fuego como la leña no se tranquilizan ni sosiegan ni conforman, sea cual fuere el calor, el ardor y la similitud, hasta que el fuego nazca él mismo en la leña, transmitiéndole su naturaleza y su esencia propias de manera que todo sea un solo fuego igual a ambos, sin distinción, ni más ni menos. Y por ello, hasta que se llegue a ese punto, hay siempre humo, combate, chisporroteos, esfuerzos y desavenencias entre (el) fuego y (la) leña. Pero cuando se ha quitado y alejado cualquier desigualdad, el fuego se sosiega y la leña enmudece. Y yo digo además, conforme a la verdad, que la potencia oculta de la naturaleza odia en secreto la similitud por cuanto lleva en sí diferencia y desdoblamiento, y busca en ella lo uno que es lo que ama en la similitud y sólo por amor de lo uno, así como la boca busca y ama en el vino y con respecto a él, el sabor o la dulzura. Si el agua tuviera el sabor propio del vino, la boca no preferiría el vino al agua. 287 ECKHART: TRATADOS EL LIBRO DE LA CONSOLACIÓN DIVINA 2

Si en alguna parte existiera un rey rico que tuviese una hija hermosa y la desposara con el hijo de un hombre pobre, entonces serían elevados y ennoblecidos por este hecho todos los integrantes de su estirpe. Dice, pues, un maestro: Dios se hizo hombre (y) gracias a ello todo el género humano ha sido elevado y ennoblecido. Con razón debemos regocijarnos de que Cristo, nuestro hermano, por fuerza propia haya ascendido al cielo por encima de todos los coros angelicales, y esté sentado a la diestra del Padre. Este maestro ha dicho palabras acertadas, pero yo por cierto, no daría gran cosa por ello. ¿De qué me serviría si yo tuviera un hermano que fuese un hombre rico mientras yo fuera pobre? ¿De qué me serviría si tuviera un hermano que fuera un hombre sabio mientras yo fuera un necio? Digo otra cosa que va más al grano: Dios no sólo se hizo hombre, sino que adoptó la naturaleza humana. 487 ECKHART: SERMONES: SERMÓN V b 3

La cuarta enseñanza es la mejor de todas. Dice que «murieron». La muerte, (sin embargo), les otorga un ser. Afirma un maestro: La naturaleza nunca destruye nada a no ser que dé algo mejor. Cuando el aire se convierte en fuego, entonces es algo mejor; mas, cuando el aire se convierte en agua, es una destrucción y un error. Si (incluso) la naturaleza actúa así, cuánto más lo hace Dios: nunca destruye sin dar algo mejor. Los mártires están muertos y perdieron una vida (pero, en cambio) recibieron un ser. Dice un maestro que lo más noble son (el) ser y (la) vida y (el) conocimiento. (El) conocimiento es más sublime que (la) vida o (el) ser, pues en el hecho de conocer posee a la vez (la) vida y (el) ser. Mas luego, (la) vida es más noble que (el) ser o (el) conocer, como en el caso del árbol que vive, mientras la piedra (sólo) tiene el ser. Pero, si por otra parte, concebimos al ser como puro y acendrado, tal como es en sí mismo, entonces el ser es más sublime que (el) conocimiento o (la) vida. Han perdido una vida y encontrado un ser. Dice un maestro que nada se asemeja tanto a Dios como (el) ser; (una cosa), en cuanto tiene ser, en tanto se asemeja a Dios. Dice un maestro: (El) ser es tan puro y tan elevado que todo cuanto es Dios, es ser. Dios no reconoce nada fuera del ser, no sabe nada fuera de su ser, (el) ser es su anillo. Dios no ama nada fuera de su ser, no piensa en nada fuera de su ser. Yo digo: Todas las criaturas son un solo ser. Dice un maestro que ciertas criaturas se hallan tan cerca de Dios y poseen tanta luz divina impresa en ellas, que dan (el) ser a otras criaturas. Esto no es verdad, porque (el) ser es tan elevado y tan puro y tan afín a Dios, que nadie puede dar (el) ser sino sólo Dios en sí mismo. La esencia más propia de Dios es (el) ser. Dice un maestro: Una criatura bien puede darle vida a otra. Justamente por eso, todo cuanto es de alguna manera, está fundamentado tan sólo en (el) ser. Ser es un nombre primigenio. Todo cuanto es defectuoso, es un abandono del ser. Nuestra vida entera debería ser un ser. Nuestra vida, en cuanto es un ser, en tanto está en Dios. Nuestra vida es afín a Dios en la medida en que está recogida en (el) ser. Por mezquina que sea nuestra vida, si se la aprehende en cuanto es ser, es más noble que cualquier cosa que alguna vez haya logrado vivir. Estoy seguro de que si un alma conociera lo más insignificante que tiene ser, nunca más le daría la espalda por un solo momento. Lo más pobre que se conociera dentro de Dios — aunque se conociera sólo una flor tal como tiene su ser en Dios — sería más noble que todo el mundo. Lo más insignificante que se halla en Dios, en cuanto es un ser, es mejor que un ángel si alguien lo llegara a conocer. 542 ECKHART: SERMONES: SERMÓN VIII 3

Preguntáis a menudo cómo debéis vivir. Habéis de conocerlo aquí con (todo) empeño. Mira: debes vivir exactamente así como acabo de decir de la imagen. Debes existir por Él y para Él y no debes hacerlo por ti ni para ti ni para nadie. Ayer, cuando llegué a este convento vi una tumba donde crecían salvia y otras hierbas, y entonces pensé: Aquí yace el querido amigo de una persona y por ello ésta quiere mucho más a este sitio. Quien tiene un amigo bien querido, ama todo cuanto pertenece a él y no le gusta lo que es desagradable a su amigo. Tomad, por ejemplo, un perro que (no) es (sino) un animal irracional. Le tiene tanta lealtad a su amo que odia todo cuanto es desagradable a su señor, y quiere a quien es amigo de su amo sin fijarse en la riqueza o la pobreza (de aquél). Por cierto, si hubiera un pobre ciego adicto a su amo, le tendría más amor que a un rey o emperador que fuera desagradable para su señor. Digo de acuerdo con la verdad: Si fuera posible que el perro con la mitad de su ser fuese desleal a su amo, se odiaría a sí mismo con la otra mitad. 707 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVI b 3

«Moisés imploró a Dios, su Señor.» Moisés significa lo mismo que «uno que fue levantado del agua». Ahora hablaré nuevamente de la voluntad. Si alguien diera cien marcos de oro por amor de Dios, esto sería — y parecería ser — una obra grande; mas yo digo: Si tengo semejante intención — puesto el caso de que posea cien marcos para darlos — y si esta intención es perfecta, por cierto (se los) he pagado a Dios y Él ha de compensarme como si le hubiera pagado cien marcos. Y digo más aún: Si yo tuviera la intención de ceder todo el mundo (a Dios), con tal de que lo poseyera, entonces le he dado en pago a Dios todo un mundo y Él tiene que compensarme como si le hubiera dado en pago todo un mundo. Digo yo: Si el Papa fuera muerto por mi mano y no hubiese sido mi intención ¡me presentaría ante el altar y, no obstante, diría misa! Digo: (La) humanidad es tan perfecta en el hombre más pobre y despreciado como en el Papa o en el Emperador; porque prefiero la humanidad en sí misma al hombre que llevo conmigo. 868 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXV 3

Si el hombre poseyera todo el mundo, debería, sin embargo, pensar que era pobre y extender siempre la mano hacia la puerta de Dios, Nuestro Señor, pidiendo como limosna la gracia de Nuestro Señor, porque la gracia convierte a los (hombres) en hijos de Dios. Por eso dice David: «Señor, todo mi anhelo está delante de ti y detrás de ti» (Salmo 37, 10). San Pablo afirma: «Todo lo tengo por basura a fin de ganar a Nuestro Señor Jesucristo» (Cfr Filipenses 3, 8). Es imposible que alma alguna esté sin pecado, a no ser que la gracia divina caiga en ella. Es obra de la gracia hacer al alma ágil y dócil para (llevar a cabo) todas las obras divinas, porque la gracia brota de la fuente divina y es un signo de Dios y tiene el mismo sabor que Dios y asemeja el alma a Dios. Cuando esta misma gracia y este sabor se vuelcan en la voluntad, se habla de amor; y cuando la gracia y el sabor se vuelcan en el entendimiento, se lo llama luz de la fe; y cuando esta misma gracia y el sabor se vuelcan en la «iracunda», o sea, la fuerza ascendente, entonces se lo llama esperanza. Tienen el nombre de virtudes teologales porque operan una obra divina en el alma, así como en la fuerza del sol se puede reconocer que realiza obras vivas en la tierra ya que vivifica todas las cosas y las conserva en su ser. Si pereciera la luz, perecerían todas las cosas, (volviendo a su estado anterior) cuando aún no existían. Lo mismo sucede en el alma: donde hay gracia y amor, le resulta fácil al hombre hacer todas las obras divinas, y es segura señal de que allí donde le resulta difícil al hombre hacer obras divinas, no reside la gracia. Por eso dice un maestro: No juzgo a las personas que usan vestimenta buena o comen bien, con tal de que tengan amor. Tampoco me considero más grande cuando llevo una vida dura que cuando compruebo que tengo más amor. Es una gran necedad que algunas personas ayunan y rezan mucho y hacen grandes obras y se mantienen solas todo el tiempo, (pero) no corrigen su comportamiento y están inquietas y son iracundas. Deberían examinar dónde se ven con más flaquezas, y en este punto deberían afanarse por superarlo. Cuando tienen la conducta bien ordenada, cualquier cosa que hagan, es agradable a Dios. 991 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXIII 3

San Agustín dice: «El alma se iguala a aquello que ama. Si ama cosas terrestres, se vuelve terrestre. Si ama a Dios» — podría preguntarse — «se convierte entonces en Dios?» Si yo dijera tal cosa les parecería increíble a quienes tienen la inteligencia demasiado pobre y no lo comprenden. Pero San Agustín dice: «Yo no lo digo, antes bien os remito a la Escritura que expresa: “He dicho que sois dioses”» (Salmo 81, 6). Quien poseyera un poco no más de la riqueza a la que me he referido antes, sea (que le haya echado) una mirada, o sea (que tenga) sólo una esperanza o convicción (respecto a ella), ¡éste sí lo comprendería bien! Nunca cosa alguna llegó a ser tan afín ni tan igual ni tan unida por un nacimiento, como le sucede al alma para con Dios en ese nacimiento. Si se ocasiona algún impedimento, de modo que ella no se (le) asemeja en todo sentido, no es culpa de Dios; en la medida en que se pierden sus insuficiencias, en esta misma medida Él se la iguala. El hecho de que el carpintero no pueda hacer una casa hermosa con madera apolillada, no es culpa suya, la falla reside en la madera. Lo mismo sucede con la operación divina en el alma. Si el ángel más humilde pudiera configurarse o nacer en el alma, todo el mundo no sería nada en comparación; porque gracias a una sola chispita del ángel, reverdece, se cubre de hojas y resplandece todo cuanto hay en el mundo. Mas, este nacimiento lo obra Dios mismo; ahí el ángel no puede realizar ninguna obra fuera de una obra servil. 1066 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXVIII 3

San Gregorio nos prescribe cuatro puntos que debe observar el hombre que ha de «escuchar y guardar la palabra de Dios». El primero es que se debe haber mortificado él mismo con respecto a todo deseo carnal, habiendo aniquilado en su fuero íntimo todas las cosas perecederas, y él mismo también debe estar muerto para todo lo perecedero. Segundo: que se halle totalmente y para siempre elevado hasta Dios con conocimiento y amor y con ternura verdadera (e) íntegra. El tercer punto consiste en que no le haga a nadie lo que le apenaría que se lo hicieran a él. El cuarto punto implica que sea generoso en cuanto a las cosas materiales y bienes espirituales, que lo dé todo generosamente. Hay muchas personas que aparentan dar y en verdad no lo hacen. Son aquellos que dan sus dones a quienes tienen más que ellos del don que dan, donde acaso ni se apetece ese (regalo), o donde aspiran que a trueque de su don se les haga algún servicio o se les devuelva algo en cambio o se les reverencie. El don de semejante gente se llamaría, más propiamente, una petición en vez de un don, porque en verdad no dan nada. Nuestro Señor Jesucristo era libre y pobre en todos sus dones que nos dio caritativamente: en todos sus dones no buscó nada suyo, más aún: aspiraba sólo a (la) loa y gloria del Padre y a nuestra bienaventuranza, y por el amor verdadero se entregó Él mismo a la muerte. El hombre, pues, que quiere dar por amor de Dios, ha de dar los bienes materiales puramente por Dios de modo que no piense en (recibir) ni un servicio ni una retribución ni honras perecederas, y que no busque para sí nada que no sea (la) loa y (la) honra de Dios, y que, por amor de Dios, ayude a su prójimo necesitado de alguna cosa para su sustento. Y del mismo modo habrá de dar también los bienes espirituales, allí donde sabe que su hermano en Cristo los recibe de buen grado para corregir así su vida por amor de Dios, y no ha de apetecer ni agradecimiento ni recompensa de ese hombre ni ventaja alguna y tampoco debe pedir ninguna recompensa de parte de Dios por el servicio (prestado), excepto que Dios sea loado. De tal modo ha de mantenerse libre con respecto a su dádiva, tal como Cristo permaneció libre y pobre con respecto a todos sus dones que nos dio. Dar de este modo significa dar en realidad. Quien cumple con estos cuatro puntos, puede confiar de veras en que ha escuchado y también guardado la palabra de Dios. 1239 ECKHART: SERMONES: SERMÓN XLIX 3

Algunas personas me han preguntado qué es la pobreza en sí misma y qué es un hombre pobre. Daremos, pues, la respuesta. 1298 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Dice el obispo Alberto que un hombre pobre es aquel que no se contenta con todas las cosas creadas jamás por Dios… y está bien dicho. Mas nosotros lo diremos mejor aún, concibiendo la pobreza en un sentido más elevado: un hombre pobre es aquel que no quiere nada y no sabe nada y no tiene nada. De estos tres puntos hablaremos ahora y os ruego por el amor de Dios que comprendáis esta verdad, si es que podéis (hacerlo); y si no la comprendéis, no os preocupéis, porque hablaré de una verdad tal que sólo unas pocas personas buenas habrán de comprenderla. 1299 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

En primer lugar diremos que un hombre pobre es aquel que no quiere nada. Alguna gente no entiende adecuadamente el sentido de ello. Son esas personas que se empecinan en conservar su propio yo en sus penitencias y ejercicios exteriores que esas personas consideran gran cosa. ¡Que Dios se apiade del escaso conocimiento de la verdad divina en esas personas! A esos hombres se los llama santos a causa de las apariencias; pero, en su fuero íntimo son asnos porque no captan el carácter simbólico de la verdad divina. Esas personas dicen (también) que un hombre pobre es aquel que no quiere nada. Lo interpretan de la siguiente manera: (dicen) que el hombre ha de vivir de modo tal que no cumpla nunca, en ningún caso, su voluntad. Más aún: que aspire a cumplir la queridísima voluntad de Dios. Esos hombres están bien encaminados porque su intención es buena, por eso hemos de elogiarlos. ¡Que Dios en su misericordia les dé el reino de los cielos! Mas yo digo, por la verdad divina, que esos hombres no son pobres ni se parecen a (los) pobres. Son considerados grandes en la opinión de aquellas personas que no conocen nada mejor. Mas yo digo que son asnos que nada entienden de la verdad divina. Puede ser que ellos, gracias a su buena intención, lleguen al reino de los cielos; pero de la pobreza de que hablaremos ahora, ellos no saben nada. 1300 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Si alguien me pregunta, pues, qué es un hombre pobre que no quiere nada, le contesto y digo así: Mientras el hombre todavía posee la voluntad de querer cumplir la queridísima voluntad de Dios, semejante hombre no tiene la pobreza de la cual queremos hablar, pues todavía tiene una voluntad con la que quiere satisfacer la voluntad de Dios, y esto no es pobreza genuina. Pues, si el hombre de veras ha de poseer (la) pobreza, debe estar tan libre de su voluntad creada como lo era antes de ser. Porque os digo por la eterna verdad: Mientras tenéis la voluntad de cumplir la voluntad de Dios y deseáis (llegar) a la eternidad y a Dios, no sois pobres; pues un hombre pobre es (sólo) aquel que no quiere nada ni apetece nada. 1301 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Ahora diremos que Dios en cuanto es «Dios», no es la meta perfecta de la criatura. Porque tan elevado rango de ser lo ocupa (también) la criatura más humilde en Dios. Y si sucediera que una mosca tuviese entendimiento y buscase racionalmente el abismo eterno del ser divino, del cual ha provenido, diríamos que Dios, por más que fuera «Dios», no podría satisfacer ni contentar a esa mosca. Por eso le pedimos a Dios que nos despojemos de «Dios» y aprehendamos la Verdad, gozándola eternamente allá donde los ángeles supremos y la mosca y el alma son iguales, allá donde yo estaba y quería (ser) lo que era y era lo que quería (ser). Por ende decimos: Si el hombre ha de ser pobre en voluntad, debe querer y apetecer tan poco como quería y apetecía cuando no era. Y de esta manera es pobre el hombre que no quiere. 1303 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Por otra parte es un hombre pobre el que no sabe. En alguna oportunidad dijimos que el hombre debía vivir de tal modo que no vivía ni para sí mismo ni para la verdad ni para Dios. Mas ahora decimos otra cosa, agregando que el hombre, que ha de poseer esta pobreza, debe vivir de modo tal que ni siquiera sepa que no vive ni para sí mismo ni para la verdad ni para Dios; antes bien ha de estar tan despojado de todo saber que no sabe ni conoce ni siente que Dios vive en él; más aún: debe estar vacío de todo conocimiento que en él tenga vida. Pues, cuando el hombre se mantenía (aún) en el eterno ser divino, no vivía en él ninguna otra cosa: antes bien, lo que vivía, era él mismo. Por lo tanto decimos que el hombre ha de mantenerse tan libre de su propio saber, como (lo) hacía cuando no era, y que deje obrar a Dios lo que Él quiera, y que el hombre se mantenga libre. 1304 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Todo cuanto ha procedido alguna vez de Dios, está orientado hacia un obrar puro. Mas la obra propia del hombre consiste en el amar y conocer. Ahora surge la pregunta de cuál es la cosa en que reside antes que nada la bienaventuranza. Varios maestros dijeron que reside en el conocer, algunos dicen que reside en el amar; otros afirman que reside en el conocer y en el amar, y éstos ya aciertan más. Pero nosotros decimos que no reside ni en el conocer ni en el amar; más aún: hay algo en el alma de lo cual fluyen el conocer y el amar; ello mismo no conoce ni ama como lo hacen las potencias del alma. Quien llega a conocer este (algo) conoce en qué reside (la) bienaventuranza. Este (algo) no tiene ni antes ni después y no está a la espera de ninguna cosa adicional porque no puede ni ganar ni perder. Por eso se halla privado también del saber de que Dios obra en él; antes bien: es lo mismo que disfruta de sí mismo a la manera de Dios. Decimos, pues, que el hombre debe mantenerse despojado y libre de modo que ni sepa ni conozca que Dios opera en él: de tal modo el hombre puede poseer (la) pobreza. Dicen los maestros que Dios es un ser y un ser racional y conoce todas las cosas. Mas nosotros decimos: Dios no es ni ser ni racional ni conoce esto o aquello. Por eso, Dios es libre de todas las cosas y por eso es todas las cosas. Quien ha de ser, pues, pobre en espíritu, debe ser pobre en cuanto a todo su saber propio, de modo que no sepa nada de nada, ni de Dios ni de la criatura ni de sí mismo. Por eso hace falta que el hombre aspire a no poder saber ni conocer nada de las obras divinas. De tal manera, el hombre puede ser pobre con respecto a su propio saber. 1305 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

En tercer lugar es un hombre pobre aquel que no tiene nada. Muchas personas han dicho que es perfección no poseer nada de las cosas materiales de esta tierra, y esto es verdad en cierto sentido: cuando uno lo hace a propósito. Mas éste no es el sentido al cual me refiero yo. 1306 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Dije antes que un hombre pobre es aquel que no quiere cumplir la voluntad de Dios, más aún: que el hombre viva, hallándose tan despojado de su propia voluntad y de la voluntad de Dios, como estaba cuando no era (todavía). De esta clase de pobreza decimos que es la pobreza más insigne… En segundo término dijimos que es un hombre pobre quien nada sabe del obrar de Dios en su fuero íntimo. Cuando uno se mantiene tan libre del saber y conocer, como Dios se mantiene libre de todas las cosas, ésta es la pobreza más pura… Mas la tercera, de la cual hablaremos ahora, es la pobreza extrema: es aquella en la cual el hombre no tiene nada. 1307 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

¡Ahora prestad atención con empeño y seriedad! He dicho a menudo — y también hay grandes maestros que lo dicen — que el hombre debe estar tan libre de todas las cosas y de todas las obras, tanto interiores como exteriores, que pueda ser un lugar apropiado para Dios, en cuyo interior Dios puede obrar. Mas ahora diremos otra cosa. Si sucede que el hombre se mantenga libre de todas las criaturas y de Dios y de sí mismo, pero si todavía es propenso a que Dios encuentre un lugar para obrar en él, entonces decimos: Mientras las cosas andan así con este hombre, él no es pobre con extrema pobreza. Porque para sus obras Dios no se empeña en que el hombre tenga en sí mismo un lugar donde Dios pueda obrar; pues es ésta la pobreza en espíritu: que (el hombre) se mantenga tan libre de Dios y de todas sus obras que Dios, si quiere obrar en el alma, sea Él mismo el lugar en el cual quiere obrar… y esto lo hace gustosamente. Pues, cuando encuentra así de pobre al hombre, Dios está operando su propia obra y el hombre tolera en su fuero íntimo a Dios, y Dios constituye un lugar propio para sus obras gracias al hecho de que Él es un Hacedor en sí mismo. Allí, en esa pobreza, obtiene el hombre (otra vez) el ser eterno que él fue y que es ahora y que ha de ser eternamente. 1308 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3

Decimos, entonces, que el hombre debe ser tan pobre que no constituya ni posea ningún lugar en cuyo interior pueda obrar Dios. Donde el hombre conserva (en sí) un lugar, ahí conserva (una) diferencia. Por eso ruego a Dios que me libre de «Dios», porque mi ser esencial está por encima de Dios, en cuanto entendemos a Dios como origen de las criaturas. Pues, en aquel ser de Dios donde Dios está por encima del ser y de la diferencia, ahí estuve yo mismo, ahí quise que fuera yo mismo y conocí mi propia voluntad de crear a este hombre (= a mí). Por eso soy la causa de mí mismo en cuanto a mi ser que es eterno, y no en cuanto a mi devenir que es temporal. Y por eso soy un no-nacido y según mi carácter de no-nacido, no podré morir jamás. Según mi carácter de no-nacido he sido eternamente y soy ahora y habré de ser eternamente. Lo que soy según mi carácter de nacido, habrá de morir y ser aniquilado, porque es mortal; por eso tiene que perecer con el tiempo. (Junto) con mi nacimiento (eterno) nacieron todas las cosas y yo fui causa de mí mismo y de todas las cosas; y si lo hubiera querido no existiría yo ni existirían todas las cosas; y si yo no existiera no existiría «Dios». Yo soy la causa de que Dios es «Dios»; si yo no existiera, Dios no sería «Dios». (Mas) no hace falta saberlo. 1310 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LII 3