El segundo implica que el alma debe elevarse humildemente con todas sus imperfecciones y pecados y asentarse e inclinarse por debajo de la puerta de la piedad donde Dios se derrama en (su) misericordia. Y debe elevar también todo cuanto de virtud y obras buenas hay en ella y con eso ha de sentarse por debajo de la puerta donde Dios se derrama al modo de su bondad. De tal manera ha de obedecer el alma, poniendo orden en sí misma, según el ejemplo (que Él dio) cuando «levantó sus ojos». 1338 ECKHART: SERMONES: SERMÓN LIV a 3