El alma debe odiar todo cuanto de ella se halla en este mundo o mira hacia este mundo y (también) donde algo es tocado por el (mundo) y mira hacia fuera. Dice un maestro que el alma en su parte más elevada y más pura se encuentra por encima del mundo. Fuera del amor nada hace entrar al alma en este mundo. A veces se trata de un amor natural que ella siente por su cuerpo. A veces tiene un amor voluntario que siente hacia las criaturas. Dice un maestro: Así como la vista nada tiene que ver con el canto, ni el oído con el color, así el alma en su naturaleza nada tiene que ver con todo cuanto hay en este mundo. Por eso dicen nuestros maestros en ciencias naturales que el cuerpo se halla mucho más en el alma que el alma en el cuerpo. Así como el barril contiene el vino antes que el vino el barril, así el alma contiene al cuerpo antes que el cuerpo al alma. Aquello que el alma ama en este mundo, constituye una privación en su naturaleza. Dice un maestro: La naturaleza y natural perfección del alma consisten en que llegue a ser en sí un mundo racional allí donde Dios formó en ella las imágenes primigenias de todas las cosas. Quien dice que ha logrado poseer su naturaleza, debe descubrir que dentro de él todas las cosas están configuradas en una pureza tal como son en Dios, no como son en su propia naturaleza, sino como son en Dios. No hay ningún espíritu ni ángel alguno que toquen el fondo del alma ni tampoco la naturaleza del alma. Allí, ella llega a lo primigenio, el principio donde Dios irrumpe con bondad en todas las criaturas. Allí, ella toma todas las cosas en Dios, no en la pureza tal como son en su pureza según la natura, sino en la pura simplicidad tal como son en Dios. Dios hizo todo este mundo como si fuera de carbón. La imagen hecha de oro es más firme que la hecha de carbón. Así (también) en el alma todas las cosas son más puras y nobles de lo que son en este mundo. La materia (empero) de la cual Dios hizo todas las cosas, es más ruin que el carbón en comparación con el oro. Quien quiere hacer una olla, toma un poco de arcilla; ésta es la materia con la cual trabaja. (Mas) luego le da una forma que se halla en su interior: ésta es más noble en su fuero íntimo que la materia. Con esto quiero decir que todas las cosas son inconmensurablemente más nobles en el mundo racional que es el alma, de lo que son en este mundo; así como la imagen cincelada e impresa en oro, así se hallan las imágenes de todas las cosas (como) simples en el alma. Dice un maestro: El alma tiene en sí la potencialidad de que sean estampadas en ella las imágenes de todas las cosas. Otro dice: El alma nunca ha logrado poseer su naturaleza pura, a no ser que halle configuradas en sí todas las cosas (existentes) en el mundo racional que es incomprensible; hasta allí no llega ningún pensamiento. Dice Gregorio: Aquello que decimos de las cosas divinas, lo tenemos que balbucear porque hay que expresarlo con palabras. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XVII 3
La tercera potencia es la voluntad interior que, cual rostro, siempre está vuelta hacia Dios en la voluntad divina y dentro de sí recoge de Dios el amor. Ahí Dios es conducido a través del alma, y el alma es conducida a través de Dios; y esto se llama un amor divino y es también una virtud teologal. (La) bienaventuranza divina reside en tres cosas: precisamente en (el) conocimiento con el cual Él se conoce íntegramente, en segundo término, en (la) libertad de modo que permanece incomprendido e incoercible para toda su creación y (finalmente), en la completa suficiencia con la cual es suficiente para Él mismo y para toda criatura. Pues, la perfección del alma reside también en lo siguiente: en (el) conocimiento y en (la) comprensión de que Dios la ha aprehendido, y en (la) unión con el amor cabal. ¿Queremos saber qué es el pecado? Volver la espalda a la bienaventuranza y a la virtud, de esto proviene cualquier pecado. Esos senderos los debe mirar toda alma bienaventurada. Por eso «no teme el invierno porque su servidumbre lleva puesta, también, vestimenta doble», como dice de ella (Isabel) la Escritura. Estaba vestida de fortaleza para resistir a toda imperfección, y adornada con la verdad (Prov. 31, 25 a 26). Esta mujer, hacia fuera, ante el mundo, gozaba de riquezas y honores, mas en su fuero íntimo adoraba (la) verdadera pobreza. Y cuando le faltaba el consuelo externo, se refugiaba con Aquel con quien se refugian todas las criaturas, y ella despreciaba al mundo y a sí misma. Así consiguió superarse a sí misma y despreciaba que la despreciaran, de modo que ya no se preocupaba por ello ni renunciaba a su perfección. Con el corazón puro anhelaba que se le permitiera lavar y cuidar a personas enfermas y sucias. ECKHART: SERMONES: SERMÓN XXXII 3