O PEREGRINO QUERUBÍNICO — LIVRO I
EPIGRAMAS 81-90
I, 081: Dios florece de sus ramas.
SI naciste de Dios, Dios florece en ti:
y su divinidad es tu savia y tu ornamento.
I, 082: El cielo está en ti.
DETENTE, a dónde corres, el cielo está en ti:
si buscas a Dios en otro sitio, no lo encontrarás jamás.
I, 083: Cómo se puede gozar de Dios.
DIOS es un Uno Único, quien quiere gozar de Él
debe incluirse, no menos que Él, en Él.
I, 084: ¿Cómo se llega a ser igual a Dios?
QUIEN quiere ser igual a Dios, debe volverse desigual a todo,
estar vacío de sí mismo, y libre de pesares.
I, 085: ¿Cómo se oye la palabra de Dios?
SI quieres oír decir en ti la Palabra Eterna,
debes despojarte antes de toda inquietud.
I, 086: Soy tan vasto como Dios.
SOY tan vasto como Dios, nada hay en todo el mundo
(¡oh milagro!), que me contenga en sí.
I, 087: En la piedra angular está el tesoro.
¿CÓMO puedes, oh hombre, sentir deseos de algo,
si abarcas en ti a Dios, y todas las cosas?
I, 089: El alma es igual a Dios.
PUESTO que mi alma está en Dios fuera del tiempo y del lugar,
debe ser igual al Lugar y al Verbo eterno.
I, 090: La deidad es lo verde.
LA deidad es mi savia:lo que de mí verdea y florece,
es su Santo Espíritu, por el que el retoño acaece.